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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

14/05/2020

Prosas profanas #5-Roque Dalton

Roque Dalton fue un poeta, ensayista, abogado, atropólogo y militante comunista salvadoreño que concebía a la escritura y a la militancia política como prácticas inescindibles. 
A 85 años de su nacimiento, Haroldo rinde homenaje a su vida y obra con una selección de poemas elegidos por Damián Lamanna Guiñazú.  Prosas profanas no es un homenaje, es un ritual de invocación, un brazo estirado que clava sus uñas en el aire y atisba lo sagrado. El tiempo se pliega y las voces del pasado reverberan en nuestra imaginación como un camino, como un coro que nos permite hacerle frente al caos.

Roque Dalton

 

 

“¿Para qué debe servir
la poesía revolucionaria?
¿Para hacer poetas
o para hacer la revolución?”
Roque Dalton

           

Roque Dalton nació en El Salvador un 14 de mayo de 1935. Desde la adolescencia se destacó como poeta y ensayista. Además fue abogado, antropólogo y militante del Partido Comunista. Fue preso político en numerosas ocasiones e incluso llegó a estar condenado a muerte pero el régimen de José María Lemus cayó cuatro días antes de la ejecución programada. Entre 1960 y 1970 vivió en el exilio y si bien hizo base en Cuba, recorrió Vietnam y República Checa, entre otros países. Su objetivo –incluso condensado como arte poética- siempre fue la lucha por llevar la Revolución a todas partes. Volvió a El Salvador para sumarse a la lucha clandestina y el 10 de mayo de 1975, cuatro días antes de cumplir cuarenta años y tras ser acusado de informante de la CIA, el Ejército Revolucionario del Pueblo salvadoreño lo fusiló. Años después, Joaquín Villalobos, quien fuera líder del movimiento y con el tiempo se transformara en asesor del colombiano Álvaro Uribe en “cuestiones de terrorismo”, asumió el hecho como un error.

 

Respecto de su producción literaria, la escritura y la militancia política siempre fueron para Dalton prácticas inescindibles. En la dedicatoria que precede a su libro de poemas más reconocido, Taberna y otros lugares -premio Casa de las Américas en 1969- lo plantea con sencillez: “Yo llegué a la revolución por la vía de la poesía”. El poeta busca en la potencia estética de la lengua cotidiana un vehículo para desglosar la realidad y transformarla. Sin embargo, aunque el arte debe testimoniar la injusticia social padecida por los oprimidos, no debe entregarse a prerrogativas al estilo del fallido realismo socialista. Para Dalton la poesía es un estado de alerta y escucha, una matriz para la experimentación.

 

En este punto, en Un libro levemente odioso, libro póstumo, escrito entre los primeros años de la década del 70, pero editado recién en 1988, Dalton exacerbará su versión más disruptiva: a la capacidad de glosar discursos y transformar en poemas la escucha casual, las voces de los  suburbios y las instituciones, le añadirá una mirada irónica y esperpéntica, despiadada. La poesía –o la escritura- se convertirá entonces en un soporte donde parodiar, reformular y ensamblar una multiplicidad de discursos, de miradas. Un collage donde la representación funciona a partir de la fractura, del desgajamiento. El libro –imposible atribuirle un género- compila una serie de textos híbridos (poemas, comentarios oídos al pasar, textos periodísticos, textos religiosos) con una serie de dibujos abyectos de José Luis Posada, pintor cubano. En palabras del poeta y ensayista salvadoreño Ario Salazar estamos ante “una poesía en rebelión contra los faunos y los zorzales; contra el costumbrismo macerado en modernismos; contra la tuberculosis o el gélido clasicismo que la precedieron.”

 

Desde donde lo mire el criterio para esta selección -microscópica si consideramos que sólo la obra poética de Dalton consta de tres tomos de cuatrocientas páginas, sin contar sus ensayos, biografías e intervenciones de todo tipo- resulta arbitrario. Podría haber construido decenas de poetas posibles, más o menos interesantes: el de los poemas románticos, el poeta humanista que se conmueve ante ciertos personajes que luchan por un mundo más vivible, el poeta irónico y violento, el surrealista, el de los chistes cercanos al aforismo, el de los poemas perfectos para una pancarta, el de las denuncias, el de la glosa, el viajero. Un atisbo quizá, priorizar la construcción de un sujeto plástico dispuesto a luchar, a reírse de sí mismo y a experimentar; una imaginación coral que reflexiona sobre su tiempo mientras se desgrana, que deja que su imagen se distorsione. Un Dalton que todavía puede ser leído y reinterpretado por la poesía de estos tiempos: la voz de un sujeto que por un lado se hace cargo de su contemporaneidad, de su época, pero sin solemnidad, sin pensar en estatua alguna, con la convicción de que la poesía es una forma de habitar el mundo, de organizarlo con la máxima plasticidad, de proyectarlo. La forma de la revolución lenguaje adentro.     

 

 
 
 
“Prosas profanas #5-Roque Dalton” - Revista Haroldo | 1
 
Ilustración de José Luis Posada publicada en Un libro levemente odioso, 1989.

 

 

Estudio con algo de tedio

 

“Clov: —llora…
Hamm: —Luego vive”.
 (“Fin de Partida”, Samuel Beckett.)

 

Tengo quince años y lloro por las noches.

 

Yo sé que ello no es en manera alguna peculiar

y que antes bien hay otras cosas en el mundo

más apropiadas para decíroslas cantando.

 

Sin embargo hoy he bebido vino por primera vez

y me he quedado desnudo en mis habitaciones para sorber la tarde

hecha minúsculos pedazos

por el reloj.

 

Pensar a solas duele. No hay nadie a quien golpear. No hay nadie

a quien dejar piadosamente perdonado.

Está uno y su cara. Uno y su cara

de santón farsante.

Surge la cicatriz que nadie ha visto nunca,

el gesto que escondemos todo el día,

el perfil insepulto que nos hará llorar y hundirnos

el día en que lo sepan todo las buenas gentes

y nos retiren el amor y el saludo hasta los pájaros.

 

Tengo quince años de cansarme

y lloro por las noches para fingir que vivo.

En ocasiones, cansado de las lágrimas,

hasta sueño que vivo.

 

Puede ser que vosotros no entendáis lo que son estas cosas.

 

Os habla, más que yo, mi primer vino mientras la piel que

sufro bebe sombra

 

 [de La ventana en el rostro  (1961)]

 

***

 

Por qué escribimos

 

Uno hace versos y ama

la extraña risa de los niños,

el subsuelo del hombre

que en las ciudades ácidas disfraza su leyenda,

la instauración de la alegría

que profetiza el humo de las fábricas.

 

Uno tiene en las manos un pequeño país,

horribles fechas,

muertos como cuchillos exigentes,

obispos venenosos,

inmensos jóvenes de pie

sin más edad que la esperanza,

rebeldes panaderas con más poder que un lirio,

sastres como la vida,

páginas, novias,

esporádico pan , hijos enfermos,

abogados traidores

nietos de la sentencia y lo que fueron,

bodas desperdiciadas de impotente varón,

madre, pupilas, puentes,

rotas fotografías y programas.

 

Uno se va a morir,

mañana,

un año,

un mes sin pétalos dormidos;

disperso va a quedar bajo la tierra

y vendrán nuevos hombres

pidiendo panoramas.

 

Preguntarán qué fuimos,

quienes con llamas puras les antecedieron,

a quienes maldecir con el recuerdo.

 

Bien.

Eso hacemos:

custodiamos para ellos el tiempo que nos toca

 

 [de La ventana en el rostro  (1961)]

 

 

***

 

El descanso del guererro

 

Los muertos están cada día más indóciles.

 

Antes era fácil con ellos:

les dábamos un cuello duro una flor

loábamos sus nombres en una larga lista:

que los recintos de la patria

que las sombras notables

que el mármol monstruoso.

 

El cadáver firmaba en pos de la memoria:

iba de nuevo a filas

y marchaba al compás de nuestra vieja música.

 

Pero qué va

los muertos

son otros desde entonces.

 

Hoy se ponen irónicos

preguntan.

 

Me parece que caen en la cuenta

de ser cada vez más la mayoría.

 

 [de Taberna y otros lugares  (1969)]

 

 

***

 

 
“Prosas profanas #5-Roque Dalton” - Revista Haroldo | 2
 
Ilustración de José Luis Posada publicada en Un libro levemente odioso, 1989.

 

Kaput

 

El niño que mostraba el gusanito a los condenados        

que inauguró el amor con un perro o una mata de plátano  

el niño que prefería la pechuga a las piernas del pollo  

el primer denunciador de la pornografía de Blanca Nieves

el niño que fue la perdición de cinco primas            

una tía y dos amigas de mamá                            

el niño que inventó los nuevos mapas                    

de la acupuntura gozosa                                   

el cerebro gris tras el trono de Havelock Ellis          

el niño-no-apto-para-menores-de-18-años                  

el criado con leche de las Salas-cuna de Gomorra        

el niño que le tocó la manzana a Eva                     

y fue expulsado antes que Adán del aburrido paraíso      

el niño que creó la necesidad de las sillas las paredes  

los muros las graderías de los stadiums                  

el niño-tirabuzón el niño-abrelatas                      

el niño que no ha perdonado ni al canario                

fue finalmente enviado a Dinamarca                      

porque imagínese usted.        

 

 [de Un libro levemente odioso  (1988)]

 

***

 

Gerontofagia pero...

 

Viejos,

amargos viejos,

francotiradores que desde las galerías de lujo

disparáis contra los muchachos que viven en la recta final;

por lo menos no engoléis la voz,

ya que un viejo reaccionario y enfermo de la garganta

es un personaje supertípico y vivimos en una época

en que hasta para ser hijo de puta cabe ser original.

 

"El que a los sesenta años no ha aprendido a callarse

seguro jugó con soldaditos de plomo hasta los treintaycinco."

 

Los viejos son igualitos a los niños cagones, los viejos son niños cagones viejos.

 

Un viejo verde es un viejo autocrítico de facto.

 

Los jóvenes son esencialmente verdes.

 

Un viejo comunista es una contradicción,

una lucha de contrarios que no creen en nada.

 

Prometo no llegar a viejo.

Prometo que si llego a los sesenta años me iré

a un planeta donde la gente viva unos 300 o 400 años

 

Las únicas formas correctas, humanas, serias, brillantes, de ser viejos,

consisten en ser jardinero o avicultor,

pescador amateur, jugador de carambolas (con uniforme de gala),

viejo verde, Papá.

acompañante al piano de sopranos coloratura,

peluquero checoeslovaco,

fotografía nostálgica de miembro del CC electo en el Congreso de 1948,

coleccionistas de recortes de revistas deportivas,

mudo, encuadernador de lujo, conservador del Archivo Nacional,

erudito o guerrillero.

Un viejo no es un joven retirado o un niño antiguo: ¡qué va!

 

Los viejos son los aleccionados de los dioses

para joder a los elegidos de los dioses.

 

Matusalén fue el Cain de la juventud

 

Judas fue tan traidor que hoy tendría más de 1970 años de edad.

 

Estas son algunas ideas que se me han venido a la cabeza

en el día de mi cumpleaños.

 

 [de Un libro levemente odioso  (1988)]

 

***

 

 

 
“Prosas profanas #5-Roque Dalton” - Revista Haroldo | 3
 
Ilustración de José Luis Posada publicada en Un libro levemente odioso, 1989.

 

No, no siempre fui tan feo

 

Lo que pasa es que tengo una fractura en la nariz

que me causó el tico Lizano con un ladrillo

porque yo decía que evidentemente era penalty

y él que no y que no y que no

nunca en mi vida le volveré a dar la espalda a un futbolista tico

el padre Achaerandio por poco se muere del susto

ya que al final había más sangre que en un altar azteca

y luego fue Quique Soler que me dio en el ojo derecho

la pedrada más exacta que cabe imaginarse

claro que se trataba de reproducir la toma de Okinawa

pero a mí me tocó ruptura de la retina

un mes de inmovilización absoluta (¡a los once años!)

visita al doctor Quevedo en Guatemala y al doctor

Bidford que usaba una peluca colorada

por eso es que en ocasiones bizqueo

y que al salir del cine parezco un drogadicto desvelado

la otra razón fue un botellazo de ron

que me lanzó el marido de María Elena

en realidad yo no tenía ninguna mala intención

pero cada marido es un mundo

y si pensamos que él creía que yo era un diplomático argentino

hay que dar gracias a Dios

la otra vez fue en Praga nunca se supo

me patearon cuatro delincuentes en un callejón oscuro

a dos cuadras del Ministerio de Defensa

a cuatro cuadras de las oficinas de la Seguridad

era víspera de la apertura del Congreso del Partido

por lo que alguien dijo que era una demostración contra el Congreso

(en el Hospital me encontré con otros dos delegados

que habían salido de sus respectivos asaltos

con más huesos rotos que nunca)

otro opinó que fue un asunto de la CIA para cobrarse mi escapatoria de

la cárcel

otros más que una muestra de racismo antilatinoamericano

y algunos que simplemente las universales ganas de robar

el camarada Sóbolev vino a preguntarme

si no era que yo le había tocado el culo a alguna señora acompañada

antes de protestar en el Ministerio del Interior

en nombre del Partido Soviético

finalmente no apareció ninguna pista

y hay que dar gracias a Dios nuevamente

por haber continuado como ofendido hasta el final

en una investigación en la tierra de Kafka

en todo caso (y para lo que me interesa sustentar aquí)

los resultados fueron

doble fractura del maxilar inferior

conmoción cerebral grave

un mes y medio de hospital y

dos meses más engullendo licuado hasta los bistecs

y la última vez fue en Cuba

fue cuando bajaba una ladera bajo la lluvia

con un hierro M-52 entre manos

en una de esas salió de no sé donde un toro

yo me enredé las canillas en la maleza y comencé a caer

el toro pasó de largo pero como era un gran huevón

no quiso volver para ensartarme

pero de todos modos no fue necesario porque

como les iba contando yo caí encima del hierro

que no supo hacer otra cosa que rebotar como una revolución en África

y me partió en tres pedazos el arco cigomático

(muy importante para la resolución estética de los pómulos)

Eso explica por lo menos en parte mi problema.

 

 [de Un libro levemente odioso  (1988)]

 

***

 

Los policías y los guardias

 

Siempre vieron al pueblo

como un monton de espaldas que corrían para allá

como un campo para dejar caer con odio los garrotes.

 

Siempre vieron al pueblo como el ojo de afinar la puntería

y entre el pueblo y el ojo

la mira de la pistola o el fusil.

 

(Un día ellos también fueron pueblo

pero con la excusa del hambre y del desempleo

aceptaron un arma

un garrote y un sueldo mensual

para defender a los hambreados y a los desempleadores.)

Siempre vieron al pueblo aguantando

sudando

vociferando

levantando carteles

levantando puños

y cuando más diciéndoles:

"Chuchos hijos de puta el día les va a llegar".

( Y cada día que pasaba

ellos creían que habían hecho el gran negocio

al traicionar al pueblo del que nacieron :

"El pueblo es un montón de débiles y pendejos --pensaban--

qué bien hicimos al pasarnos del lado de los vivos y de los fuertes").

 

Y entonces era de apretar el gatillo

y las balas iban de la orilla de los policías y los guardias

contra la orilla del pueblo

así iban siempre

de allá para acá

y el pueblo caía desangrándose

semana tras semana año tras año

quebrantado de huesos

lloraba por los ojos de las mujeres y los niños

huía de espanto

dejaba de ser pueblo para ser tropel en guinda

desaparecía en forma de cada quién que se salvó para su casa

y luego nada más

soló los bomberos lavaban la sangre de las calles.

 

(Los coroneles los acababan de convencer:

"Eso muchacos les decían

duro y a la cabeza con los civiles

fuego con el populacho

ustedes también son pilares uniformados de la Nación

sacerdotes de primera fila

en el culto a la bandera el escudo el himno los próceres

la democracia representativa el partido oficial y el mundo libre

cuyos scrificios no olvidará la gente decente de este país aunque

por hoy no les podamos subir el sueldo

como desde luego es nuestro deseo".)

 

Siempre vieron al pueblo

crispado en el cuarto de las torturas

colgado

apaleado

fracturado

tumefacto

asfixiado

violado

pinchado con agujas en los oídos y los ojos

electrificado

ahogado en orines y mierda

escupido

arrastrado

achando espumitas de humo sus últimos restos

en el infierno de la cal viva.

 

(Cuando resultó muerto el décimo Guardia Nacional. Muerto

[por el pueblo

y el quinto cuilio bien despeinado por la guerrilla urbana

los cuilios y los Guardias Nacionales comenzaron a pensar

sobre todo porque los coroneles ya cambiaron de tono

y hoy de cada fracaso le echan la culpa

a "los elementos de tropa tan muelas que tenemos".)

El hecho es que los policías y los guardias

siempre vieron al pueblo de allá para áca.

que lo piensen mucho

que ellos mismos decidan si es demasiado tarde

para buscar la orilla del pueblo

y disparar desde allí

codo a codo junto a nosotros.

 

Que lo piensen mucho

pero entre tanto

que no se muestren sorprendidos

ni mucho menos pongan car de ofendidos

hoy que ya algunas balas

comienzan a llegarles desde este lado

donde sigue estando el mismo pueblo de siempre

sólo que a estas alturas ya viene de pecho

y trae cada vez más fusiles.

 

 [de Poemas clandestinos  (1980)]

 

 
“Prosas profanas #5-Roque Dalton” - Revista Haroldo | 4
 

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