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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

08/04/2020

Prosas profanas #4-Russell Edson

Prosas profanas no es un homenaje, es un ritual de invocación, un brazo estirado que clava sus uñas en el aire y atisba lo sagrado. El tiempo se pliega y las voces del pasado reverberan en nuestra imaginación como un camino, como un coro que nos permite hacerle frente al caos. Revista Haroldo publica una selección de poemas de Russell Edson elegidos por Denise Fernández y traducidos por Candela Fernández

Ilustración de tapa del libro
Edson's Mentality (OINK! Press, 1977).

 

Una rata no es una rata a menos que una rata salga de sí misma y vea una rata.

                                                                                                         Russell Edson

 

Russell Edson (1935 - 2014) fue un escritor e ilustrador estadounidense. Nació y murió en Stamford, Connecticut. Salía poco. Su obra es prolífica: publicó cuentos, relatos, fábulas, novelas, poemas y teatro. No obstante, está escasamente traducido al español y es leído casi exclusivamente en circuitos de culto.

Considerado "el padrino del poema en prosa estadounidense", Edson no se sentía a gusto en ningún género. En una entrevista con Mark Tursi sostuvo que el lenguaje le es natural a la ficción (narrativa, teatro), mas no a la poesía. Ésta se apoya eminentemente en imágenes que provienen del inconsciente; y si bien siempre busca un idioma, la poesía "nunca se siente cómoda en el lenguaje, porque el inconsciente no sabe hablar".

Aunque se sirvió de sus herramientas para crear mundos a escala o mundos en miniatura, Edson estaba en contra del mensaje que la fábula y la sátira presumen. Ni siquiera estaba de acuerdo con trabajar con estructuras narrativas o poéticas previas. Cuando se le consultaba sobre su método, decía que la página en blanco comienza con una mente en blanco: "escribir, para mí, es la diversión del descubrimiento". Pero si la poesía es casi un arte no-lingüístico, las palabras se vuelven "enemigas" (sic) de la escritura creativa. Entonces el escritor debe descubrir sobre la página algo que no sabía pero sin reflexionarlo demasiado, como si soñara despierto.

Russell explicaba que su forma de escribir se parecía a la de su amigo poeta Charles Simic, consistente en buscar el yo inesperado que aparece en el poema. Si no hay nada que descubrir, no es divertido: "solo poné algo en la página, no tenés nada que perder, excepto tu vida, que la perderás de todos modos".

Edson utilizó recursos del surrealismo, del absurdo y del humor satírico, pero no se consideró un escritor de sátiras fabulistas. Además reconocía que, si bien en sus textos se narraban tabúes o mandatos sociales causando risa o desconcierto, no estaban escritos con un propósito social o político: "no trabajo con ideas preconcebidas sobre la realidad, busco la lógica de la realidad".

No se trataba para él de decir algo sobre la realidad de forma distorsionada, sino de dejarse llevar por "el lápiz azul de la conciencia."

Opinó que en el tiempo en que él vivía, la confesión personal y la vanidad sentimental estaban estrangulando a la poesía. Por eso sostuvo que no importaba la experiencia vivencial que daba lugar al poema: "el poema es la experiencia". La realidad y el referente aparecen en tanto "todo proviene de nuestra cultura". Naturalmente, cualquier contenido puede aludir a un repertorio cultural específico, porque en definitiva solo imaginamos lo que ya conocemos, pero la sorpresa radica en las múltiples combinaciones de realidad y sueño que pueden darse. Para Edson, un buen escritor era quien, después de haber dejado al  "cerebro de los sueños" escupir sobre la hoja, podía volver a corregir y pulir sus textos. O sea, la única diferencia entre un loco y un escritor es que el primero no puede revisitar sus papeles.

Los poemas que se encuentran a continuación pertenecen al libro The Tunnel: Selected Poems, (Oberlin College Press, 1994), antología de los poemas en prosa del autor. Debajo de cada texto se consigna el título del que formó parte originalmente y su año de publicación. Las versiones corresponden a Candela Lucía Fernández (@cande.lu.fernandez).

* Denise Fernández es integrante del área de Literatura del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.

“Prosas profanas #4-Russell Edson” - Revista Haroldo | 1
Ilustración de tapa del libro
The Childhood Of An Equestrian (Harper & Row, 1973).

El Padre de los Sapos

   Un hombre acababa de asistir el parto de un sapo de la axila de su esposa. Lo sostuvo por sus piernas y le dio un chirlo.

   ¿Lo amás? dijo su esposa.

   Es nuestro hijo, ¿no?

   ¿Eso significa que no podés amarlo? dijo ella.

   Ya es bastante difícil amar a un sapo, pero cuando resulta ser tu propio hijo entonces la repugnancia se da sin ninguna tierna inhibición, dijo él.

   ¿Querés decir que no te gustaría llamarlo George Júnior? dijo ella.

   Pero ya llamamos así al otro sapo, dijo él.

   Bueno, quizás podríamos llamar al otro George Sénior, dijo ella.

   Pero yo soy George Sénior, dijo él.

   Bueno, quizás si te escondieras en el ático, para que nadie necesitara nombrarte de ninguna manera, no habría ninguna dificultad en llamarlos a ambos George, dijo ella.

   Sí, si nadie me habla, entonces ¿qué necesidad tengo de un nombre? dijo él.

   No, nadie te hablará por el resto de tu vida. Y cuando te enterremos pondremos El Padre de los Sapos en tu lápida.

 

 [ de The Childhood of an Equestrian  (1973) ]

 

 

 

Un Bigote Rojo

 

   Una mujer pesada con un palo de amasar dijo, soy el rey.

   Una mosca arribó a su nariz. Ella golpeó a la mosca en su nariz con su palo de amasar. No molestes a su alteza con trivialidades, dijo, mientras la sangre de su nariz formaba un bigote rojo.

   Querida, dijo su esposo, tenés un bigote rojo.

   La mujer que es rey retrocedió.

   Su esposo miró su bigote rojo.

   La mujer que es rey se adelantó.

   Su marido miró su bigote rojo y dijo, querida, ¿qué onda con el bigote rojo?

   Soy rey de todo, dijo ella, soy el Rey Mama.

   ¿Y el palo de amasar, queridísima? dijo él.

   Es el cetro de la brutalidad, dijo ella.

   ¿Y el delantal y el pelo en su grasiento rodetito? dijo él.

   Es la fortaleza y la imagen que la gente temerá, dijo ella.

   ¿Y el bigote rojo, tan extravagante en una ama de casa gorda de mediana edad? dijo él.

   El bigote rojo al que te referís constantemente es el símbolo de mi mandato, el cambio de género, el golpe auto infligido, el vello secundario de mi virilidad, el fin de mi menopausia, el retorno de mi virginidad, la menstruación cerebral de mi nariz en lugar de mis partes bajas…, dijo ella.

   Pero ¿qué hay acerca del bigote rojo? dijo él.

   Si realmente tenés que saberlo maté a una mosca en mi nariz con un palo de amasar, dijo ella.

   No, no lo hiciste, está volando por el techo, dijo él.

   Oh mirá, está sobre tu cabeza, dijo ella.

   Pará, gritó él.

   Debo matarla, dijo ella.

   No, no lo hagas, gritó él.

   Se pondrá en mi nariz, dijo ella.

   Oh por favor limpiá la sangre de tu cara y cociná la cena, gritó él.

   Oh oh oh, lloró ella, no sé qué hacer. Oh oh oh…

   Lavá tu cara, dijo él.

   No, eso no es hacer algo, oh oh oh, lloró ella.

   Bueno ¿qué pasa, de repente, con ese bigote rojo? dijo él.

   Oh quiero ser amada más que todas las cosas, oh oh oh…, lloró ella.

 

[ de The Very Thing That Happens  (1964) ]

 

 

 

Nubes

 

   Un esposo y una esposa treparon al techo de su casa, y cada uno en los extremos de la cima se paró enfrentado al otro al tiempo que las nubes se formaban y reformaban.

   El esposo dijo, ¿hacemos clavados hacia atrás, y entramos flotando por las ventanas hasta llegar a besarnos en una habitación central?

   Estoy parada en el fondo de un bote dado vuelta, dijo la esposa.

   El esposo dijo, ¿debería dar un salto mortal a lo largo de la cima del techo y subir por tus piernas y atravesar tu vestido por el escote para besarte?

   Soy una estatua de techo en un templo en el sueño de un arqueólogo, dijo la esposa.

   El esposo dijo, bajemos ahora y hagamos lo que se hace para traer a otro al mundo.

   Mirá, dijo la esposa, las nubes eternas.

 

 [ de The Very Thing That Happens  (1964) ]

“Prosas profanas #4-Russell Edson” - Revista Haroldo | 2
Ilustración de tapa del libro de Edson
With Sincerest Regrets (Burning Deck Press, 1980).

Metales Metales

 

   Fuera del dorado Oeste, fuera del plomizo Este, hacia el Sur de hierro, y hacia el Norte plateado… Oh metales metales por todas partes, tenedores y cuchillos, hebillas de cinturón y ganchos… Cuando son golpeados cantan. No le dan una oportunidad a nadie…

   Salen desde la tierra y vuelan con los hombres. Se alojan en los hombres. Los lastiman terriblemente. Los desgarran. No les importa nadie.

   Oh metales metales, ¿por qué siempre andan por ahí? ¿No es suficiente que sujeten las muñecas de los hombres? ¿No es suficiente que los dejemos entrar a nuestras bocas?

   ¿Por qué será que no hacen nada por ustedes mismos? ¿Por qué es que siempre esperan que los hombres les muestren qué ser?

   Y los hombres los aman. Quizás sea porque se ablandan tan a menudo.

   De hecho, es cierto, se vertieron dentro de todo lo que los hombres les pidieron. Siempre demostraron ser algo más suave de lo que realmente son.

   Oh metales metales, ¿por qué siempre están colmando mi casa?

   Son como familia, no les importa nadie.

 

[ de The Childhood of an Equestrian (1973) ]

 

 

 

Rata

 

   En una choza en la pared había un árbol en una ventana. Pero aquí vivía una rata. Una rata no es lo suficientemente alta como para ver un árbol desde una ventana, tanto que una rata debe salir por completo y decir, veo un árbol.

   Ahora en donde estaba la rata un hombre estaba. Donde estaba un hombre una rata iba a estar. Nadie dijo, hola rata, porque nadie dijo, hola.

   La cola de una rata es la cola de una rata. La cola de una rata es arrastrada por el arrastrador que es la rata. (Las ratas viajan en bote que es mucho mejor que nadar, y las buenas comidas se tienen en el mar).

   Es solitaria, pero una rata está ocupada siendo una rata. Cada día la rata se constituye en una rata.

   En las proximidades la luna se veía si algo decidía nombrarla. La ventana fluye hacia el piso en un rayo de luna. Tiempo en luz plateada.

   ¿Una rata actúa por todas las ratas? Una rata arrastra una cola, por todas las ratas, hacia una polilla muerta que está muerta como todas las polillas lo están o estarán, y se come la polilla, sus alas y antenas…

   Una rata no es una rata a menos que una rata salga de sí misma y vea una rata. Y aún entonces una rata puede decir: soy Ana María, la hija del hombre.

   Una rata no tiene posibilidad de ser una rata, hasta que el gran Dios diga, levántate rata, tú eres una rata; tú has venido para ser lo que tú misma te nombras después del nombre que te doy…

 

 [ de The Very Thing That Happens (1964) ]

 

 

 

El Delicado

 

   Había permanecido en la cama más tiempo del que usualmente le toma a la fatiga de uno agotarse.

   Muy a menudo hay una canción que uno debe cantar toda la noche; se repite y no hay quien la pare. Uno le marca el compás con los dientes caninos, o con los dedos de los pies. Es un tic musical.

   He oído decir que es un mensaje que uno no se atreve a escuchar. En la oscuridad el inconsciente es algo peligroso. Prefiero “Melancholy Baby” a cualquier otra cosa que pueda escuchar. Y así escucho toda la noche “Melancholy Baby”, rechinando cada sílaba con mis dientes.

   Uno siente que las cosas están a punto de cambiar. He sentido esto toda mi vida. Es una disposición que le quita significado a cada acto, volviendo cada situación obsoleta, poniendo el presente en el pasado.

   Un hombre es una serie de objetos guardados en una caja, el sonido de un tren, los sonidos de sus propios líquidos goteando a través de los íntimos arroyos de su cuerpo, un cierto número de huesos, sombras de árboles que caen a través de la carne como un estampado de nervios, o vasos sanguíneos; derrames, intercambios, desconexiones…

   Improvisación montada en un trozo de carne, tendido en la cama en la noche.

   “Melancholy Baby” una y otra vez. Ralentizada. Fuera de tiempo… Cada sílaba una y otra vez…

 

 [ de The Childhood of an Equestrian (1973) ]

 

 

 

Hierba

 

   La sala de estar está invadida por hierba. Ha surgido alrededor de los muebles. Se extiende a través del comedor, pasando la puerta vaivén hacia la cocina. Se extiende por millas y millas a través de las paredes…

   Hay tesoros en la hierba, cosas caídas o puestas allí; un palo oxidado que alguna vez fue una navaja, una lápida… Todo escondido en la hierba en el cuero cabelludo del prado…

   En un sótano bajo la hierba un anciano se sienta en una mecedora, meciéndose de un lado a otro. En sus brazos sostiene a un niño, el cuerpo infantil de sí mismo. Y se mece de un lado a otro bajo la hierba en la oscuridad…

 

 [ de The Intuitive Journey  (1976) ]

“Prosas profanas #4-Russell Edson” - Revista Haroldo | 3

Ediciones anteriores


Prosas profanas #1: Fernando Pessoa - Selección de Unai Rivas Campo

Prosas profanas #2 – Salvatore Quasimodo - Selección de Juan Alberto Crasci

Prosas profanas #3 – Joseph Brodsky - Selección por Daniela Camozzi

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