21/04/2020
Militancias, amores y dolores setentistas (III)
Por Noemí Ciollaro
La vida de lxs militantes en los ’70 fue agitada, enardecida, decididamente comprometida en una lucha de todo o nada. Rufy Gastón y Rodolfo Rapetti recrean aquella época con claridad meridiana y como reencarnando a aquellxs que ya no están y, a la par, reviviendo un tiempo que marcó la memoria de muchxs argentinxs para siempre.
Rufy Gastón (71)
- ¿Cómo llegaste a la militancia Rufy?
- Llegué a la militancia acompañada por quien era en ese momento mi novio al que conocí en 1967, cuando salió de estar preso. Él era Aldo Ramírez, “el Gordo La Fabiana”, uno de los “Cóndores”, que fueron los compañeros que participaron en el Operativo Cóndor. Fue una acción armada que protagonizó el 28 y 29 de septiembre de 1966 un grupo que desvió un avión civil de Aerolíneas Argentinas y obligó a su comandante a aterrizar en las Islas Malvinas. Las islas estaban habitadas por el Reino Unido, pero reclamadas históricamente por la Argentina. Aldo tenía 18 años, militaba desde los 14 dentro del peronismo. Luego fue obrero en los Astilleros Astarsa y participaba en una agrupación gremial naval.
- ¿Ya militabas en la época de ese Operativo?
- No, hasta que lo conocí no, yo tenía 18 años y él 19, éramos muy chicos los dos. Mi madre era radical. Pero lo que a mí me enamoró fue cada carta que él me mandaba estando preso, y yo le hacía llegar chocolates, bufandas y guantes. Me hablaba de la Patria, del compromiso con el otro, decía que no le importaba estar encerrado defendiendo sus ideales. Estuvo preso nueve meses en la cárcel de Ushuaia y como era el más chico no lo podían tener con los presos comunes. A través del abogado que tenía consiguieron sacarlo con libertad condicional porque por su edad no podía quedarse con los presos mayores. El cocinero de la cárcel lo tenía con él todo el día, a la noche se lo llevaba a su casa, y a la mañana siguiente volvían al penal. Aldo se la pasaba escribiendo a sus amigos.
- ¿Vos estabas estudiando?
- No, ya no, tenía una amiga que vivía en Villa Adelina, iba siempre a la casa de ella porque yo había terminado el secundario y quería seguir el magisterio. Me habían dado unas prácticas para ir a dar clase en la isla, en Tigre, pero a mi mamá no le gustaba… Ella decía que yo ya tenía formación y que total después me iba a casar y no me iban a hacer falta más estudios.
- Entonces esperabas que él saliera del penal…
- Sí, y cuando salió se armó una gran fiesta, cortaron la calle Paraná, allá en Villa Adelina, con los vecinos; era un barrio de “tanos”, excepto el padre del Gordo, que era correntino. Todos esperándolo con banderas, y el cuñado de él lo fue a buscar con un colectivo, era chofer de la 41, fue un recibimiento enorme. Había tanta gente… muchos compañeros peronistas, trabajadores de distintos lugares, de Ferroviarios de San Isidro, de la UOM de Vicente López. Y ahí yo empecé a ver tantas cosas, estaba el padre de Dardo Cabo, me asombraba toda ese gente y me preguntaba de dónde conocían a Aldo, ¿quién es este personaje…? Y bueno, al poquito tiempo nos pusimos de novios. Antes de que saliera de la cárcel él me escribía y me bajaba línea, yo la única experiencia que tenía era ir a la parroquia en Tigre donde nos juntábamos y nos hacían evangelización con el cura. Él decía que los que no se habían casado que lo hicieran, que llevaran a los chicos a bautizar. Ese cura fue muy importante para mí, después lo mataron… Pero sí, Aldo salió en libertad en junio y en septiembre nos pusimos de novios. Yo me tenía que poner en novia, novia… Porque si no mis padres no me iban a dejar salir. Y después tuve problemas con mi madre porque ella sabía que Aldo había estado preso, con portación de armas, todo, imaginate…
- Pero vos todavía no militabas…
- No, pero él ahí me empezó a hablar del peronismo, yo siempre decía “¡uh! para mí el peronismo es algo muy complicado”, si bien escuchaba, tenía amigos. Los padres de mi amiga eran muy pero muy peronistas y ellos me hacían tener enfrentamientos con mi madre; yo le decía que ella era pensionada y que cuando mi padre murió, el Estado se tenía que comprometer en darle un dinero y lo había cumplido. Todo ese tipo de cosas que me iban abriendo la cabeza hizo que empezara a interesarme por el otro. Aldo siempre tenía su mirada fija en los trabajadores, aunque su padre era radical y marino, capitán de a bordo, con una formación muy de milico. Siempre tuvo diferencias con ese hijo, pero como era el más chico esperaba que cambiara. Cuando estuvo preso y se puso de novio, los padres creyeron que bueno, que teniendo una novia… que no era de esas “de andar por la calle”, él se iba a tranquilizar un poco. Pero no, él me hablaba y me hablaba del peronismo y me regalaba libros.
- ¿Así fuiste acercándote a la militancia?
- Sí, así fui acercándome al peronismo, una vez le dije que a mí me interesaba mucho la vida de Eva Perón, porque en mi mentalidad Eva era una hija natural de una madre soltera, y para mí era muy sorprendente que hubiera llegado y se hubiera ocupado de los que más necesitaban, era como algo muy fuerte. A partir de ahí Aldo me hablaba, me daba materiales para leer y tenía un amigo muy amigo cuya novia era amiga mía, era como una hermana, así que ya teníamos la Unidad Básica ambulante. Cuando nos juntábamos Aldo se ponía a hablar y nos bajaba línea.
- ¿El seguía militando cuando salió en libertad?
- No, él no podía militar porque todavía estaba con libertad condicional, lo controlaban todos los meses e iban a la casa a ver qué estaba haciendo. Antes del Operativo Cóndor estaba en la escuela técnica Ingeniero Huergo, pero no pudo reingresar más ahí, además estábamos con gobierno militar, tampoco lo recibieron en el colegio San Fernando. Entonces nos juntábamos con mi amiga, su novio, el Gordo y yo y así lo pasábamos.
- ¿Vivían en pareja, se casaron?
- Si, en el ’69, él me propuso casarnos. En ese tiempo yo no sé cómo hacían, si lo iban a visitar o hablaba por teléfono, pero Raymundo Ongaro era muy amigo de la familia de mi suegra, siempre se juntaban a jugar a la lotería y Elvira, su mujer, también. Pero bueno, no era un tiempo fácil, de pronto Aerolíneas Argentinas dijo que iban a hacer un embargo por el secuestro del avión en el Operativo Cóndor. Casi le sacan la casa a mi suegro, fue todo un lío, venía Fernando Torres que era el abogado de la UOM y otra gente más, toda peronista, muchos del Partido Justicialista de la Provincia, todo para evitar el embargo, mi suegro era el único con propiedad. Los demás del Operativo alquilaban, no les podían embargar nada, salvo a él y a la mujer de Dardo Cabo, Cristina Verrier, que seguía presa.
- Bueno, y finalmente cuándo se casaron…
- Nos casamos en mayo y nos fuimos de luna de miel a Córdoba, donde yo nací, en pleno Cordobazo. El Gordo había conseguido un trabajo de suplente de chofer en la línea 41, pero ahí yo empecé a tener problemas con una operación anterior de un quiste de ovario. Estábamos viviendo en la casa de un tío que era del gremio de los Lecheros, ya en pleno Cordobazo con un montón de gremialistas y el Gordo en su salsa, debutante, otra vez ahí. Pero seguía con la libertad condicional, recién eso cambió cuando cumplió los 21 años.
- ¿Vos ya te sentías militante Rufy?
- En realidad en ese momento empiezo a tener conciencia militante, porque sabía que militara o no era parte de esa vida y yo había elegido con quién me había casado y me sentía orgullosa de él, aceptaba todo y todo me parecía bien.
- ¿Pero tenías una militancia concreta?
- No, porque todos los contactos del Gordo eran sindicales. En un momento le iban a dar la libertad a Cristina Verrier porque estaba por nacer su hija, y en ese momento a Aldo le permiten trabajar, ya era el ’70. Lo tomaron en Astilleros Astarsa, pero tenía totalmente prohibido hacer alguna actividad política, sin embargo estaba siempre en contacto con sus compañeros. Entonces durante todo ese tiempo no hice nada más que acompañarlo. Lo echaron de la línea 41, se pasó a la 140, después estuvo trabajando con camiones de la carne, ahí armó una agrupación en el frigorífico Cocarsa. Así llegamos al ’72, cuando viene por primera vez Perón. Y ahí fui, yo ya quería estar, activar, fui a la Quinta en Vicente López, estaba re enganchada, yo creo que ya me sentía la reencarnación de Eva… El Gordo era un tipo muy, muy querido por sus compañeros. Y a fines del ’72 él ingresa a Montoneros en la parte gremial.
- A partir de ahí vos ya empezaste a militar también…
- Sí, yo tenía mi nena muy chiquita, no había cumplido un año, pero ya había debutado, la llevé a una villa, Garrote, pegada al Astillero. Y el Gordo después de lo de Perón me había preguntado si yo quería militar y le dije que sí, pero le pregunté ¿qué hago? Y me dijo que iba a ir a las reuniones con otros compañeros. Y ahí yo empecé a comprarme todas las revistas, El Descamisado, Cristianismo y Revolución. Cuando él veía que derrapaba me decía tranquila… Empecé a militar en San Fernando, con el Gallego Nieto que era de la agrupación sindical de los municipales y se comenzó a conformar la JTP (Juventud Trabajadora Peronista) en Zona Norte, que abarcaba desde Vicente López hasta Campana. Me quedé un tiempito ahí, después me fui a una villa hasta fines del ’74. Fue cuando se armó la disidencia y en Zona Norte se fueron muchos compañeros. En la villa yo hacía alfabetización, lo había estudiado en Capital, me pagaba el Estado. Lo hacía en un colegio religioso y también en la villa misma.
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- ¿En esa época no se armó la agrupación Evita, de mujeres?
- Sí, y me voy a trabajar a Rincón de Milberg, a fines del ’74, y a partir de ahí tenía una libertad… yo era una chica que no había tenido libertad antes, que no salía, que no iba a los bailes y ahí me sentí siendo yo, dueña de mí misma, con mis opiniones e ideas. Bueno, a fines del ’74, con la disidencia, se vuelve a reagrupar toda la Orga. Y me reclaman para aspirante, pero el Gordo dijo que no, que todavía no...
- ¿Y por qué no?
- Me decía que no porque para ser aspirante todavía tenía que hacer un recorrido… Yo tenía un tema con las armas… una vez trajo un arma a casa y le dije “¿eso qué es?” y me contestó “¿no ves qué es?”, y me dijo que la tenía que tener por seguridad. A mí me daba miedo. Yo siempre decía que el que tiene un arma dispara o le disparan, y él me contestaba que en una revolución se vive o se muere… Y entonces me dijo que esperara, que una aspirante tiene que hacer prácticas. Y bueno, no me molestó, se me hizo una crítica, me dijeron “el Gordo que se ocupe de los trabajadores, que acá estamos nosotros”… Yo en ese momento no supe plantear mi temor a las armas, en realidad era mi temor a perderlo a él… Pero bueno, seguí militando, trabajé en el barrio hasta que a fines del ’75 una patota secuestró a Aldo, al Tano Mastinú y a Jorge Velarde. Yo en esa época no era aspirante, éramos milicianos, yo estaba en la logística, y al estar con un oficial integrado vivía y compartía cosas con otros compañeros que tenían su mismo nivel.
- ¿Ya habían tenido algún episodio que indicara que podía pasar algo como un secuestro?
- En realidad la primera entrada a mi casa de la Triple A fue en el ’74, el 16 de septiembre del ’74… el Gordo se pudo escapar y yo me quedé y mi suegra se vino conmigo porque vivíamos en la casa de ellos, en el mismo terreno. Los que vinieron decían que ellos eran de Coordinación Federal y ella pensó que otra vez era el tema de los Cóndores y eso ya había terminado, entonces no se entendía qué pasaba. Pero ellos dijeron que no, que era por una denuncia… Estábamos las dos mujeres solas y justo había llegado mi cuñado y lo tiraron en el piso, revisaron todo y encontraron un banderín con las firmas de todos los Cóndores. El tipo me mira y me pregunta qué era eso y yo le dije toda orgullosa “¿usted no mira, no lee?” y entonces él me contesta “qué cosa ¡eh!, este muchacho podía ser un patriota y resulta que ahora es un traidor porque se metió en el lugar equivocado”, y se fueron…
- ¿Ustedes se fueron de la casa después de eso?
- Mis suegros se fueron enseguida, nosotros nos íbamos y volvíamos, esa casa se usaba y cuando venían compañeros yo venía con Aldo y muchas veces los compañeros llegaban con sus hijos y yo con Paulita. A partir de ahí yo me sentía la niñera, la que cuidaba a los chicos, cocinar no, cocinaban ellos.
- ¿Vos no participabas en las reuniones?
- Algunas veces me permitían estar y otras no… ¡bah! La mayoría de las veces no podía estar, ni siquiera estar en el ambiente en el que se reunían…
- ¿Pero vos seguías militando en el barrio?
- Sí, en esa época ya estaba en Rincón de Milberg. Hasta que lo secuestran al Gordo estuve ahí. Después pasé a otro lugar en Tigre y ahí estuve hasta mayo del ’76. Y me fui porque se habían llevado a los compañeros navales.
- ¿Te veías con el Gordo en ese momento?
- Todavía estábamos viviendo juntos, cuando los secuestraron a los compañeros nos fuimos a Ingeniero Maschwitz, y él empezó a decirme que no íbamos a poder estar tanto tiempo juntos, pero yo le insistía que sí, que iba con la nena. Pero en el ’76 me dijo que con la nena no y yo preguntaba adónde iba a quedar nuestra hija Paulita. Mi militancia la seguí haciendo por mi cuenta y poco después él me dice que vamos a vivir separados aunque “vamos a ser un matrimonio toda la vida… y si en algún momento de la vida alguien piensa que está bien con otra u otro lo plantea, pero vamos a seguir siempre juntos…”
- La separación fue una decisión de la Orga…
- Sí, claro que sí, y a partir de ahí yo ya estaba integrada en la parte logística. En Febrero del ’76 él me dice que me fuera a Corrientes adonde estaban mis suegros; y que me fijara que posibilidades había de poder cruzar a Paraguay y que en Brasil me podían esperar unos compañeros. Cuando llego a Encarnación lo primero que veo es un afiche con la cara de Aldo, y tuve miedo y me volví de Corrientes también, ya estábamos en pleno Golpe de Estado. Regresé a la casa de Maschwitz.
- ¿Podías seguir teniendo algún tipo de contacto con Aldo?
- Estuve un tiempo ahí y después a Aldo se le hizo un juicio, como hacía la Organización, porque cuando a él lo secuestran yo estaba sola en la casa operativa de Del Viso y no debía estar ahí. Estaba con la mujer del Tano Mastinú y su bebito, pero ella se fue porque el chiquito se descompuso. Yo me quedé sola, al día siguiente llegó un compañero y me preguntó qué estaba haciendo ahí. Además había aparecido un afilador de cuchillos a las 8 de la mañana, rarísimo, así que nos fuimos de la casa con el compañero. A los dos días volvieron e hicieron un desastre. Ya había ocurrido una caída en Zona Norte.
- ¿Pero no tenías ningún contacto con Aldo por ninguna vía?
- No, en los primeros días de junio llegó un compañero para hablarme del tema de las infidelidades y a partir de ahí nos tenemos que separar, porque hubo por lo menos una infidelidad del Gordo y para la Orga eso era grave. Yo a partir de ahí seguí militando con un abogado y la tarea consistía en ir armando un archivo con todos los datos de los compañeros que caían. Era un lío y para colmo yo había quedado embarazada del Gordo. No lo tuve porque fue un embarazo fuera de lugar y “debuté” en una clínica clandestina donde me tuvieron que operar.
- Qué hiciste, porque a tu casa ya no podías volver, ¿no?
- Claro, a partir de ahí estuve en casas de compañeros y el Gordo a veces venía, él siempre rondaba por donde yo estaba… Después pasé a vivir en la casa de Miguel Sánchez, del Movimiento Villero, fue donde estuve más tiempo, siete u ocho meses. Y después de eso me planté… no quería nada más, era feo, ya estaba, no podía más estar encerrada con la nena, con otros compañeros. Me quedé hasta diciembre del ’76, hasta el día de Año Nuevo. Después de ahí me cambiaron de responsable y me tocó una compañera a la que yo respeté muchísimo, a pesar de que después supe que era la compañera del conflicto con el Gordo.
- ¿De qué conflicto?
- Era con la que el Gordo había tenido la relación amorosa donde lo despromovieron, igual era ridículo eso de despromover por una cuestión amorosa a mi criterio, sí, para mí es ridículo eso en una organización guerrillera. Yo digo cuando el Che Guevara tuvo cinco compañeras y tres embarazos… ¿alguno lo despromovió? Y ella me preguntó si alguna vez se me había pasado por la cabeza tener algún otro compañero estando con Aldo, y yo le dije que sí me habían gustado otros compañeros pero por su calidad humana. Será porque el primer hombre que yo tuve en mi vida fue el Gordo. Yo nunca pude romper esa cosa, con muchos años de terapia con Laura Conti me ayudó a ver esta cosa de no poder romper ese vínculo con alguien que ya no estaba.
- ¿Y pudiste volver a tener una pareja?
- Sí, yo sí, era una de esas parejas que armaba la Orga, primero iba a ser mi hermano pero era morocho, para colmo era más chico que yo…no tanto, seis años. Pero la verdad es que él me ayudó a ver y conocer todo lo otro que yo no había vivido ni conocido, que vendría ser la vida civil… Ir a una confitería, sentarnos a tomar cerveza y volver borrachos. Esas cosas que nunca había hecho.
- Aldo desapareció en el ’77, ¿no?
- Sí, en septiembre y yo estaba en contacto con los compañeros y siempre buscaba saber algo más… Pero a mí se me hace que todo vino con las caídas, porque primero cae la Gorda Silvia, una mujer a la que yo admiré; siempre digo, encontré los dos polos, el Gordo y ella, inclusive ella tuvo siempre mucho cuidado conmigo, me decía mejor que vos te quedes porque a vos te gusta estar con los chicos. Y yo decía no era sólo una cuestión de los varones que se te imponían, también era de las mujeres. De muchas compañeras que querían estar en el frente pero que también veían la posibilidad de otras mujeres que podían estar al cuidado de los chicos.
- ¿Finalmente pudiste saber algo del destino de Aldo?
- Sí, siempre estuve detrás de la búsqueda y en el Juicio de las Juntas declaró Cacho Scarppati, siempre quise hablar con él porque todos decían que estuvo en Campo de Mayo y yo pensaba que tenía que haber estado ahí. La mayoría de los trabajadores fueron ahí, y de Cacho en el ’84 escucho en su testimonio que habla de un compañero que lo llevan herido a Campo de Mayo, que lo tiran y que era un trabajador… Eso siempre me quedó hasta que lo encontré en el juicio de Italia, el de Martín Mastinú, que habla y dice que cayó Aldo y su compañera que era la Gorda Silvia.
- ¿Cómo siguió tu vida?
- Después de la caída y desaparición de Aldo Ramírez en 1977, el compañero que vivía conmigo fue mi pareja, el padre de mi hijo Sebastián. Nosotros quedamos sin responsable. En 1978 no hacemos nada, porque yo había quedado embarazada. Mi bebita nace después del Mundial, el parto fue el 13 de noviembre. Y murió al poquito rato. Paula, mi primera hija, tenía en ese entonces 5 años. Habíamos conseguido una casa, un tío nos había prestado una en el centro de San Martin, en la calle Ayacucho y Ramón Falcón. Armando, mi compañero, trabajaba en una fábrica de plásticos en la zona.
- ¿Siguieron en contacto con los compañeros?
- Apenas si teníamos un enganche, era Carrizo, hasta que desaparece. Era nuestro contacto, que llegó a través de Rogelio, un compañero que venía de la Resistencia. Él y Gaitán, que estaba vinculado con todos los compañeros trabajadores de fábricas. En el 78, después del Mundial, cuando muere la bebita, tuve que ir a atenderme al Hospital Alvear, en Capital. Ahí tuve el parto. Antes, en el 76, tuve un embarazo fuera de lugar, y me operaron una clínica clandestina. Había quedado con una eventración.
- ¿Y cómo continuó tu vida, seguiste militando?
- En el 82 ya vivía en una casita en el barrio, en Rincón. Y en el 84 fui a la Conadep. Ahí declaro y cuento lo del Gordo Ramírez. Al mismo tiempo, continué con la Gallega buscando más compañeros de Norte. Tuve contacto con María Mastinú, la madre del Tano. También me vinculé con la APDH, a veces iba de invitada. Luego, en el 2000, fui a Italia al primer juicio que se hace allá, a testimoniar por Mastinú y otros compañeros desaparecidos. Y me toman también el caso de Aldo Ramírez. Antes del 2000 estuve activa cuando se larga la CTA Zona norte, con Mario Bornio. Yo era la secretaria de Derechos Humanos. La Comisión por la Memoria la Verdad y la Justicia de Zona Norte, que integro desde los inicios, empezó en 1995. Teníamos que buscar a los hijos de los compañeros, que tenían veinte años. Quien vino con la idea fue Abel Madariaga. Ahí organizamos todo. Los primeros que formamos parte fuimos Silvia Lizaso, Cristina Aldini, María Prince y Marcos Lohlé; Elena, La Negra Carranza, la hija de Nicolás (una de las víctimas de los fusilamientos de José León Suárez); Raquel de Marizcurrena, la Abuela fundadora de Plaza de Mayo y la Negra Lizu.
- ¿Siempre seguiste militando en San Isidro?
- Sí, siempre estuvimos funcionando en la sede de Judiciales, en San Isidro. Tiempo después se unió Raquel Witis, a raíz del asesinato de su hijo Mariano. Como Comisión, la acompañamos a ella a y su familia. Con anterioridad a ese caso, acompañamos a otros chicos como Maxi Maidana, de Tigre, en el Barrio San Jorge. Fue luego de lo de Cabezas, en 1997. Actualmente, sigo en la Comisión y formo parte de Baldosas por la Memoria de Zona Norte. También declaré en el Juicio de los Obreros, en 2014, y en la causa Vesubio, por las Tres A, por la primera detención de Aldo, en el 75. Y así seguimos militando en lo mismo de siempre.
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Rodolfo Rapetti (70)
- ¿Cómo fueron tus comienzos en la militancia?
- Yo estuve en un secundario donde no se hacía política porque estaba internado en el Liceo Militar, lo mío fue al revés, cuando salí era una conmoción. Yo termino el Liceo en el ’67 y esos años, el ’68 y el ’69 fueron muy, muy convulsionados para los jóvenes. Para que se vea cuál era la situación en ese momento, te cuento que yo estudiaba en primer año de la universidad en Exactas, Química en ese momento, y recuerdo que en una de las materias, álgebra o alguna de esas, hubo un 98 por ciento de aplazados y cuando pedimos ver los exámenes escritos no quisieron mostrarlos… Esta era una de las formas que tenía en ese momento la Universidad para eliminar gente en los cursos, desalentarnos, hacerlo difícil. Y entonces hubo una manifestación en los edificios, en lo que eran los edificios aún no terminados en la sede de Exactas y Arquitectura en Núñez.
- ¿Los reprimieron?
- Sí, con la Montada y siempre se ponía a las mujeres adelante porque la policía no les pegaba a ellas, hasta que en ese momento les pegaron… Yo era un pibe de 17 años y ver que a una mujer la agarraban de los pelos desde arriba de un caballo y la arrastraban y por ahí las pasaban por arriba, que los caballos entraban adentro de la facultad, fue algo que me impresionó muchísimo.
- ¿Trabajabas o sólo estudiabas?
- Sí, trabajaba en una tintorería industrial y al mismo tiempo, con otros compañeros decidimos hacer una materia por año en Letras, y claro, eso era otra cosa: primero había muchas más mujeres… tuve prácticos donde había cincuenta mujeres y yo. Letras estaba tremendamente politizada, se discutía muchísimo y al principio yo no entendía qué era lo que se discutía.
- ¿Cómo era tu familia?
- Mi viejo era un suboficial de Aeronáutica, mecánica de aviación. Mi mamá una chica de Necochea que se enamora de un señor de uniforme y se viene a vivir a Buenos Aires que era lo más… Te diría que era una familia clase media en ascenso con todos los tics, con pretensiones de ascenso, a un punto tal que el primer hijo, yo, va al Liceo Militar con amplias pretensiones de que siguiera la carrera militar; al hijo del medio lo mandan al Otto Krause, para que sea un ingeniero; y a la nena la mandan primaria y secundaria al colegio de monjas.
- ¿Cuándo empezaste a militar?
- Bueno, cuando al hijo mayor, que soy yo, empezó a tener otro criterio y se le abrió la cabeza en la facultad. Me conecté con la gente del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) en la universidad, en Letras donde me había pasado definitivamente y abandonado Química. Ahí la conozco a Elina, la que iba a ser después mi compañera y juntos hacemos el recorrido de la militancia. Y todo fue muy veloz y vertiginoso, porque a ella se la “chupan” a fines del ’76, nosotros estábamos juntos desde el ’71.
- ¿Vivían juntos?
- Sí, yo me había ido de mi casa muy temprano, a los 18 ó 19, convivía en un departamento con otro muchacho y con Elina alquilamos otro lugar y nos mudamos. Pero antes de hacer eso decidimos que para poder tener las cosas de la casa teníamos que casarnos y recibir los regalos de la familia… Entonces nos casamos, hicimos una fiesta de casamiento y todo y en el medio de eso los amigos se pusieron a cantar “López Rega, López Re… la puta que te parió…” y los parientes no entendían nada. Encima la fiesta se hizo en el Club de Obreros católicos…
- ¿Se casaron por iglesia?
- No, sólo por civil, tengo las fotos y todo.
- ¿Cómo era Elina?
- Era una chica muy divertida, muy inteligente, escribía muy bien, gran cuentista…Muy impulsiva: y era como eran las chicas de la época, venían moldeadas como estaban moldeadas muchas de las mujeres en el movimiento de fines de los ’60 en todo el mundo, no era una cuestión que nos pasaba solamente a nosotros. Entonces era esta generación que “garchaba” como no lo hacían las anteriores, se ufanaba de eso, creo que produjo un corte cultural en relación con las generaciones anteriores. Y estábamos muy atentos a lo que era lo político, a Cuba, a Vietnam, a Francia y tratando de hacer lo mismo o algo similar aquí.
- ¿Cuál era el rol de las mujeres en la militancia, estaban en los mismos rangos?
- Estábamos en las mismas células, y sí, en los mismos rangos porque éramos recién llegados. Teníamos un responsable del Partido que venía y leíamos El Combatiente y empezábamos a hacer algunas tareas de volanteo y de cosas que aparecían. Lo que sí nosotros dejamos la tarea universitaria y pasamos a lo que se llamaba “Legal nacional”. Eso en el PRT era un área que se vinculaba con todos los partidos políticos, después esa área que se desarrolló y se vinculó con el PI (Partido Intransigente) o con los Socialistas, con la idea de que esos lugares fuesen lugares de preservación cuando hubiese una dictadura. Después me di cuenta yo que en la Conferencia de Agrupaciones Socialistas los “Monto” (Montoneros) tenían su agrupación, el Partido Comunista (PC) tenía la propia y no era una cosa nueva, lo que sí dentro del PI ocupamos lugares importantes, toda la juventud era nuestra.
- ¿Ya había actividades armadas?
- No, no, eso empezó mucho después, además había una caracterización, conmigo en particular la necesidad de entrenamiento de lucha armada no la tenía yo porque venía del Liceo Militar y tengo el grado de oficial de reserva del Ejército.
- ¿Y Elina tuvo entrenamiento?
- Elina cae muy rápido, cae en una reunión con otros compañeros del PRT Legal Nacional. Entonces a mí me sacan de Legal Nacional y me mandan a la zona Sur. Es un momento muy particular del PRT, cae Santucho, después de esa caída se reestructura todo. Es el momento en el que el Pelado Gorriarán Merlo dice “todos los argentinos a las armas”, lo corrigen, es un momento muy enquilombado…
- ¿Tu segunda mujer también era militante?
- Sí, pero cuando la conozco a Silvia en el exilio ella ya no militaba más, había tenido una relación muy importante con un compañero que terminó preso; yo sí militaba. No era fácil en el PRT armar relaciones, los cubanos decían que nosotros éramos monjes, yo creo que los “perros” tuvieron una visión muy conservadora en cuanto a las relaciones personales, debido a cierta formación católica que tuvieron los Santucho, que fueron los que empujaron todo esto. No obstante Santucho se manda una trapisonda y lo encanan… Sí, era una organización muy, muy conservadora. Sin embargo había preocupación porque las mujeres tuvieran puestos de responsabilidad.
- ¿Era parejo eso?
- Sí… no había problemas, había compañeras con grados militares, otras con responsabilidades de áreas políticas y militares. Sí, eso era parejo, pero esto es lo que decía Silvia, la mamá de dos de mis hijos que también fue una compañera de responsabilidad, venía de la Universidad y decía que incluso ella sentía esta presión en el sentido de que para establecer una relación con los compañeros tenía que esconder un poco su femineidad, de algún modo masculinizarse un poco, ella decía eso. Yo he tenido compañeras con grados militares, conocí a varias, he tenido mujeres responsables varias y éramos muy “conservas…muy conservas”.
- ¿Por qué dejó de militar Silvia?
- Estando conmigo empezó a tener conversaciones para entrar en el PRT de nuevo, pero después de que se mandan esa cagada de secuestrar a la sobrina de Emilio Madero, yo también me voy del Partido. Y yo tuve otra pareja, la mamá de mi hijo Nico, yo estaba en la zona Sur, año ’75 o ’76, hay una reunión que se tiene que hacer en Capital y yo no tengo donde pasar la noche y me guardan en la casa de un matrimonio que estaba separándose, me quedo dos días ahí. Pero qué pasa, la piba, Norma, comenzó a “tirarme los ganchos” y me pide venir a zona Sur conmigo, un compañero lo aprueba y se viene a vivir conmigo prácticamente, en un lugar muy miserable…
- En esa época ya estaba todo muy complicado, ¿no? Fue cuando cayeron muchos militantes…
- Sí, hubo un hecho que se llamó “las caídas del ‘77”… Nosotros nos salvamos de milagro, porque cuando cae Santucho y se hace un Comité Central ampliado fuera del país, vino una indicación de cambiar de trabajo y de viviendas. Al poco tiempo tuve una conversación con un compañero que está desaparecido y yo le decía que eso no servía, o sea vos podés cambiar la distribución, pero si la pescaron no hay nada que hacer perdés la clandestinidad. La responsable de Prensa era Norma, y yo le digo que no vaya. Ahí quedamos descolgados, los compañeros me engrupieron y me dijeron que yo tenía que salir del país para armar una escuela en Vietnam, pero no… el que se iba era yo, Norma era legal, nosotros teníamos siete meses de relación, pero ella se quiso venir conmigo. Y en realidad esta cuestión de que era legal fue muy útil al PRT porque ella se fue y volvió al país varias veces con cosas. Participa de la escuela y queda embarazada y yo digo de no tenerlo, pero estas son las cosas locas que pasaban en ese momento… Y claro, somos una pareja que está metida en un exilio sin ganarse su propio sustento, en una situación política de mierda, tener un hijo en esas circunstancias era lo peor que podías imaginar… Fue una discusión de toda la Escuela y decidieron que sí y en última instancia con argumentos conservadores, pero lo acepté. Fue todo un tema muy complicado, no es bueno, creo que fue todo un tema, pienso que Nico lo sufrió esto, de pronto tuvo que irse con su mamá solo a otro país porque detectamos un seguimiento. La mamá era legal, pero yo era clandestino, yo no tenía documentos para mostrar, ella argumentó que había tenido un padre que no lo quiso reconocer y le dieron la nacionalidad por ese verso. Yo lo reconocí acá.
- Contame un poco más sobre cómo eran esas parejas…
- Eran muy raras, imagínate que vos estás viviendo en el exilio, el 90 o el 100 ciento por ciento fue así. Por ejemplo, cuando estábamos en el exilio en Brasil teníamos una casa operativa donde vivíamos una madre con un chico, otra pareja y la responsable que era una sargento, una mujer grande. Había una sola cama, entonces con la otra pareja nos turnábamos, una semana cada una, las relaciones eran así. O de pronto antes de estar ahí no teníamos un lugar fijo, entonces rotábamos en distintos lugares que conseguíamos a partir de las casas nos que prestaban para poder estar juntos, o vivíamos de “telo en telo”. No tenías intimidad, era una cosa muy loca.
-¿Entre hombres y mujeres había paridad de tareas y rangos?
- Si, en el PRT éramos iguales, incluso en los equipos de la Escuela éramos cinco o seis equipos de cinco personas cada uno, sí, cinco equipos compuestos por hombres y mujeres y los responsables podían ser uno u otra, y se rotaban las tareas, un equipo cocinaba una semana, otro que lavaba y así… otro de cuidado de los pibes, era muy parejo eso. Claro que si vos tenías un compañero que era un responsable y tenía un montón de tareas, era más probable que el hijo/a estuviera con la mamá. Además no sólo el padre o la mamá se hacían cargo, sino los compañeros, estaban con los pibes, hacían de todo.
- ¿Hubo guarderías como la de Montoneros?
- No lo sé, nosotros teníamos pocos chicos. Lo que sí pasaba con los chicos y era muy divertido, era que iban al colegio y aprendían el idioma volando, en nuestro caso el italiano, y a los seis meses terminaban siendo nuestros traductores… chicos de 5, 6 y 7 años.
- ¿Mientras tanto vivías con Norma y Nico?
- No, cuando terminamos la Escuela yo la fui a buscar a ese lugar en el que estábamos separados y vamos a vivir a una casa que yo consigo en Savona, Nico tenía 8 meses. El tiempo que estuvimos juntos con Norma fue ahí y fue como una especie de preparatorio a nuestra separación, sí la relación con ella fue cortita, creo que en total cuatro años.
- Siempre militando…
- Sí, mientras estuvimos ahí sí, después ella vuelve a la Argentina, el PRT se va al carajo, yo también dejé mi militancia en México cuando empiezan a hacer cagadas, si… Y me vengo. Digamos que todas las parejas que yo tuve fueron…no sé, con Elina fue muy cortita, muy linda e interesante, de pibes jóvenes de estos que nos pasábamos todo un sábado cogiendo y viendo un cine de súper acción y cocinando pan, pendejos de 17, 18 años. Con Norma fue una circunstancia, es decir, cuando yo te cuento que levanté una mina y después no sabía qué hacer es que era una cuestión en la que sólo se podía articular una pareja dentro de la Organización, porque si no era complejo…
Después pensé que yo no estaba en el vínculo con la sociedad, estaba en un lugar de responsabilidad, no tenía vínculo directo con la fábrica o trabajaba en fábricas solamente con hombres. Pero igualmente conocer a una persona nueva era contarle todo un bagaje y con todo el quilombo ese salían corriendo…
- ¿Y cuando te exiliaste estabas solo?
- Si, pero después tuve una pareja larga, Silvia, la mamá de los dos chicos, Mariano y Martín. Ella es una ex militante que conozco en el exilio, estuvimos juntos pero la militancia condicionó muy poco, el día que nos encamamos por primera vez fue el día que estos boludos hacen el secuestro de la Madero en México y empiezan a buscar argentinos del PRT por todas partes. Y yo me pasé el de fin de semana con Silvia y no me enteré de nada. Voy a una reunión el lunes y miro el diario y veo una foto de Santucho…, entonces fui a la casa igual y estaba todo el mundo reunido en lo que era la redacción de Nuevo Hombre que era el único lugar legal que tenía el PRT y estaba medio mundo ahí… querían saber qué pasaba, pero los saqué volando de ahí. Y al poco tiempo yo dejé de militar, fue a principios de los ’80. Y ya la relación con Silvia es una relación de ex-militantes, pero donde la militancia no tiene ninguna incidencia.
- ¿Y cómo fue esa vida sin militar?
- Lo que sí tuvo -y esto no es poco- fue valores similares, una manera similar de mirar la vida entre nosotros dos, es decir, teníamos una forma de mirar la vida muy parecida, y eso no es poco… Había un montón de cuestiones que no discutías, que ya estaban acordadas, cosas de la vida, del mundo, cosa que no me pasa hasta el día de hoy con Irene donde pasa que hay cosas elementales para mí que yo tengo que discutir con ella. Ya no tengo pareja con ella, pero cuando la tuve era así. Sí, yo creo que el tiempo con Elina y los cinco años con la mamá de Nicolás fueron los años mejores, pero la mayoría en el exilio.
- Vuelvo a preguntarte porque no me quedó muy claro… ¿El rol de hombres y mujeres era igualitario o había subordinación?
- Yo no sé… yo creo que igualmente eran organizaciones machistas, pero no se expresaba por ahí, sí había una intención de ser más pares, se hablaba, era una cosa que estaba presente… Pero como decía Silvia “sí, vos podías tener responsabilidad, pero tenías que vestirte de varoncito más o menos…” ¿entendés? Es como que si vos tenías toda tu femineidad es como que no servía, no te daban pelota. Son cosas que pude conversar con Silvia, no las detecto yo. Pero también hubo compañeras responsables, con grado militar, con formación militar, sí, sí…
- ¿Había sanciones cuando ocurrían cosas que no estaban en regla?
- Sí, variaban, desde bajarte de categoría, podían encanarte, todo dependía de si eras clandestino o legal, qué sé yo, te podían hacer leer el tomo 1 de El Capital y aprendértelo de memoria…. Qué se yo, había sanciones, no recuerdo ya en detalle.
- ¿Cuándo volviste a la Argentina, Rodolfo?
- Lo mío fue militancia y exilio, no fue más trabajo acá, en el país. Silvia y yo volvimos acá con la democracia y sin bien yo empiezo a militar acá, no tiene nada que ver con todo aquello…
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