21/01/2020
Militancias, amores y dolores setentistas (I)
Por Noemí Ciollaro
Fotos Lucrecia Da Representaçao
La vida de lxs militantes en los ’70 fue agitada, enardecida, decididamente comprometida en una lucha de todo o nada. Susana Reyes y Daniel Schiavi recrean aquella época con claridad meridiana y como reencarnando a aquellxs que ya no están y, a la par, reviviendo un tiempo que marcó la memoria de muchxs argentinxs para siempre.
Susana Reyes (63). Fundadora de la Escuela para chicxs en situación de calle Isauro Arancibia.
¿Cuándo y dónde empezaste tu militancia Susana?
- En el ’73 yo no tenía una militancia encuadrada pero era delegada de cuarto año del Normal 9, ya íbamos a las marchas a la Embajada de EE.UU para pedir por Chile. Era la época de Héctor Cámpora, tomábamos las escuelas, se revisaban los programas de estudio y se hacían las mesas de trabajo con los y las estudiantes…Bah! con “las”, porque en ese momento el Normal 9 era de mujeres exclusivamente. Nos juntábamos para ver los contenidos que se iban a dar. Era pura efervescencia, salíamos de la misma escuela y la Dirección era la que decía que a tal hora “salen todos los estudiantes para la embajada de Chile”. Y así empecé… Tenía 16 años, pero en realidad a militar, militar, empecé al año siguiente.
-¿Cómo fue ese comienzo?
- Yo tenía una compañera del Normal que vivía en un inquilinato, en la calle Viamonte y Junín, María Rosa Lincon, una de las mejores alumnas, nos hacía todo y nos invitó a ir a la Unidad Básica que estaba casi en Pueyrredón, y así empecé a militar en esa UB en la Juventud Peronista (JP).
- ¿Recién ahí empezaron a tener contacto con los varones?
- No, yo había tenido un noviecito desde los 14 años, cuando empezó lo de Chile él había ido a anotarse a la Embajada para ir a pelear, pero no lo dejaron porque era menor. Lo mío era como que tenía que comprometerme más, hacer más, y él estaba ahí, más o menos y nos fuimos separando. Cuando llegué a la UB ya nos veíamos poco, y ahí empezó otro mundo, con mi amiga empezamos a mirar todo y había chicos. Y ahí, así, conocí a Osvaldo Mantello, mi compañero, el que sería el padre de mi hijo. Estaba ahí con sus bigotazos, lo vi y casi me muero… y había otro con él. Entonces le pregunté a mi amiga Vicky cuál le gustaba y me dijo que el otro. Pero le vi un anillo de casado a Osvaldo… Todo esto antes de hablar una palabra con ellos.
-¿Osvaldo ya militaba?
- Nosotras empezamos a militar, teníamos un responsable, Lalo, y yo estaba completamente enamorada de Osvaldo…Nos estaban formando, leíamos El Estado y la revolución, además de las cosas del Viejo y de Cooke, pero yo estaba en otro mundo cada vez que lo veía pasar a Osvaldo. Él era Monto… responsable de la UB y entonces salíamos por el barrio a hacer una pintada de paredes para enseñarnos, y él y yo teníamos que ponernos en la esquina haciendo de campana, y dijo que se quedaba conmigo ahí.
- ¿Pero ya tenían algo que ver, pareja o algo así?
- ¡Nooo! Si él estaba casado… pero como se hacía en aquellas épocas, para no llamar la atención él me abrazaba, como si fuéramos una pareja cualquiera, y a mí me temblaba todo el cuerpo, era una desesperación. O sea, hacíamos de campana. Hasta que un día hablamos, después de tantas veces de hacer cosas juntos. Él estaba con Liliana, después nos secuestraron con ella porque había venido a casa, se conocían de chicos y habían decidido casarse para poder irse de las casas. Les habían regalado un departamento que ellos donaron a la “Orga” (Montoneros). O sea, fue un acuerdo entre ellos, pero no vivían juntos. Y después de que me lo contó él yo lo ratifiqué con Liliana, ella además estaba saliendo con otro compañero,” Felipe”, que era Ariel, el hijo de León Ferrari, el artista plástico, compañero nuestro. Felipe era el responsable de Osvaldo en la Orga.
- ¿Y al enterarte de que no eran pareja qué hiciste?
- No, fue él que un día me preguntó si yo tenía compañero, y le dije que me estaba separando… Y él me dijo que no, que si nosotros íbamos a ser compañeros, pareja, yo antes tenía que aclarar muy bien las cosas con el que era mi compañero, y recién ahí podíamos empezar nosotros con una relación, con una moral estricta. Y bueno, ahí lo llamé a Pato, que era mi novio, para cortar. Y así empezamos a salir Osvaldo y yo. En ese momento tenía 17 años y estaba muy enamorada de él y de la militancia… Íbamos de campamento a hacer ejercicios y era el amor total, yo hacía eso pero a la vez yo quería estar con él, era una adolescente.
- ¿Cuántos años te llevaba Osvaldo?
- Siete años, y bueno, toda esa época la vivimos a las corridas, nos tirotearon en la Unidad Básica, nos tuvimos que escapar, tuvimos que pasar a la clandestinidad y yo siguiéndolo a él, obvio.
- ¿Ya tenían a tu hijo?
- No, me secuestraron cuando ya estaba embarazada, Osvaldo no lo conoció…Pero bueno, soñamos con un hijo, lo pensamos, era todo complicado, él quería que viviéramos juntos, mi viejo era muy estricto y yo vivía escapándome. Pero no me podía casar con él, porque estaba casado y separado, no había divorcio en esa época, así que una noche me dijo que él iba a hablar con mi papá.
- ¿Te escapaste?
- Más o menos, yo estaba empezando quinto año y lo llevé a Osvaldo a mi casa a cenar para que hablara con mi papá. Te imaginás, mi papá con una cara de culo total, estaba mi mamá… Y entonces Osvaldo le dijo que él me quería mucho a mí, y que nos íbamos a casar vía qué se yo dónde, en esa época como no había divorcio pagabas y te daban un certificado de casamiento vía cualquier parte…Mi papá se puso loco, le dijo que yo tenía 17 años y que él era un inmoral. Y Osvaldo encima le dice que “yo tengo una moral muy alta, una moral revolucionaria…” Y mi papá lo echó. Y sí, esa madrugada, cuando todos dormían, yo agarré mis bártulos y me fui y no volví nunca más a mi casa. Después los veía pero ya no volví con ellos.
- Así empezaron a convivir…
- No, me fui con mis suegros que eran unos tanos adorables, dejé la secundaria, abandoné el último año. Osvaldo era único hijo, lo hicieron estudiar en esa época en una universidad privada, era todo para ese hijo que iba a ser una promesa… y él siempre militó. Una vez yo estaba en la casa y de pronto veo en la tele la toma de un inquilinato, y aparece él, Osvaldo, hablando con un chiquito, como si fuese su hijo, haciéndose que él era parte de los que vivían ahí, y hablaba de las condiciones en las que nos dejaba el imperialismo… Era Canal 9, y había otros compañeros y compañeras haciéndose pasar como que vivían ahí. Y mis suegros no entendían nada, vivían en otro mundo…Ahora yo muchas veces le cuento a mi hijo, nuestro hijo, las cosas que hacía su padre, entre ellas la del inquilinato…
-Y él quiere saber más me imagino…
- Sí, sabés que hizo, fue al lugar donde están los archivos de todos los programas, de todos los noticieros, ahí en La Boca, y lo encontró y lo tiene. El año pasado llegó a mi escuela, el Isauro Arancibia, con el video ese y lo vimos juntos todos los compañeros y compañeras. Para mi hijo Juan fue una cosa impresionante, porque siempre lo había visto en fotos, pero esta vez lo vio hablando, Juan hizo una película del padre que termina con esa imagen, con él que se agarraba los bigotes, el pucho en la mano, esa forma de hablar y lo que decía. ¡No!, fue muy fuerte para mi hijo que por primera vez pudo escuchar su voz.
- ¿Y para vos? ¿Qué te pasó al ver esas imágenes?
- Y para mí es volver a verlo ¿entendés?, volver a verlo, muy, muy fuerte… Bueno, pero te sigo contando, yo me fui a vivir con sus padres y Osvaldo vivía con otros compañeros en un departamento. Ya era el ´75 y ya estaba medio de vuelta en la clandestinidad por la Triple A y todo eso. Yo… bueno, cuando Montoneros pasa a la clandestinidad las Unidades Básicas se cierran y yo me quedé en lo de sus padres.
- ¿Pero en algún momento convivían?
- El me llevaba al departamento ese que compartían, desde allí, en el ’74, cuando murió Perón, desde ese departamento hicimos la cola para ir a ver al Viejo, con todos los compañeros. ¿Te acordás que en un momento había que abrirse y pasó la conducción?... Fueron tres días bajo la lluvia y Osvaldo me llevó a su casa, compartimentada, después yo supe que era en la calle Santiago del Estero. La casa tenía una bañadera de esas antiguas, estábamos cagados de frío, la llenamos y nos metimos con él en una punta y yo en la otra, todos calentitos y nos despertamos diez horas después con el agua helada, nos habíamos quedado dormidos después de estar tres días en la calle, sin pegar un ojo.
- ¿Tenían planes a futuro?
- Sí, claro, nosotros soñábamos con hacer una familia, es más, lo escribimos como en un compromiso, me acuerdo que los hicimos en un papel plateado de un atado de cigarrillos Particulares 30 y ahí expresábamos para qué nos juntábamos… Eran varios puntos: para crear unas familias distintas a las nuestras originales; para poder criar hijos que fueran Hombres Nuevos, revolucionarios; y que siempre nos íbamos a ser leales uno al otro, que no nos íbamos a engañar de ninguna manera.
- Pero todavía estabas conviviendo con los padres de Osvaldo…
- Sí, estábamos esperando el momento, era un lío con mis viejos, yo era chica. Hasta que al final decidimos que como teníamos un cura compañero en la iglesia de San Martín, por qué no nos casábamos y listo… Para mis padres en realidad el problema era la gente… ¡qué le decían a la gente! Nosotros la iglesia ni la pisábamos, pero como el cura era compañero le explicamos y aceptó. Hicimos todo el casamiento, yo entré del brazo de mi papá, invitamos a la familia, un delirio total, sólo a la familia mía porque Osvaldo se había casado hacía poco tiempo, pero hasta Liliana, que era la anterior mujer estaba en nuestro casamiento. Es que éramos todos compañeros y no había conflicto, así que también hicimos la fiesta en la casa de mis viejos, con mozos y todo. Y ahora que recuerdo, ya habíamos alquilado una casita en San Martín y prácticamente ya vivíamos juntos. No teníamos nada, dormíamos con un colchón en el piso, una estufita, nada, pero con el casamiento nos regalaron de todo, cama de dos plazas, mesa, sillas.
- ¿En esa época trabajabas?
- Sí, en una metalúrgica, pero era delegada, y cuando me despidieron me pagaron un montón, te acordás que en ese momento a los delegados despedidos se les daba el triple de la indemnización. Y con eso pudimos dar el adelanto de una casita chiquita en Palomar. Ahí nos separamos un poco de la militancia
- ¿En qué año fue eso?
- Cuando Osvaldo se separó de la Organización ya era el ’76, quedó descolgadísimo. Y apareció Felipe, que era Ariel, el hijo de León Ferrari, el responsable de Osvaldo, entonces le dimos la dirección y quedamos en que nosotros le íbamos a hacer el “soporte”, como que lo “guardábamos”. Así que cuando a Felipe le pasaba algo venía y nosotros lo curábamos, había venido con un balazo en la nalga. La mujer de Felipe era Liliana, la ex mujer de Osvaldo, y ella muy asustada por cómo estaba todo se fue con toda la familia de León a Brasil. Un día llamó desde allá preguntando si nosotros sabíamos algo de Ariel, le dijimos que lo veíamos, pero no se podía hablar mucho por teléfono y ella nos dijo “voy para allá”. Llegó, llamó desde el aeropuerto y le dijimos que viniera que teníamos una noticia: mi embarazo. Fue muy lindo ese tiempo cortito, cuatro meses, que vivimos con Osvaldo en mi embarazo… Pero bueno, ella llega a casa y detrás de ella cayó una patota y nos llevaron a todos.
- ¿Pudiste ver a Osvaldo o los separaron ni bien los llevaron?
- Ahí sucedieron dos cosas, nos llevaron un jueves al Vesubio, y un domingo nos llevaron a ver a nuestros compañeros a varias mujeres. Estábamos encapuchados, nos dijeron que nos levantáramos las capuchas y Osvaldo no se la levantaba. Me hablaba debajo de la capucha y le pedí que me deje verlo, no quería, le rogué que lo hiciera y cuando lo hizo y lo vi estaba desfigurado y me dijo “¡qué horrible Flaquita, qué horrible!, como algo que nunca nos habíamos podido imaginar. Qué sé yo, yo me podía imaginar estar presa y hasta ahí me la bancaba, o que me maten, o sea teníamos conciencia de que nos estábamos jugando la vida. Pero no eso, eso que vi, no…
- ¿Y después pudiste volver a verlo?
- Pasó el tiempo, como un mes y me llevan a mí a Jefatura a servir la comida, como hacían con las mujeres, y voy a un baño, por primera vez un baño para mi sola, con puerta. Yo no me había visto nunca más en un espejo, nos habían cortado el pelo con una gillete. Y lo primero que hago es verme la panza, y ahí vi que tenía… -yo tengo al lado del ombligo un lunar- bueno, ahora ese lunar era una cosa inmensa… Y ahí, ese día, había una guardia y le pido por favor que me dejen ver a Osvaldo. Y me dejaron verlo, ellos sabrían que se lo iban a llevar, por eso me permitieron estar unos minutos juntos. Así fue como Osvaldo me tocó la panza, la primera vez que tuvo contacto con su hijo… y ahí, no sé si hablamos mucho, pero pudimos estar un poco solos. Y unos días después, uno de esos presos que los sacaban a servir la comida me entrega un papel todo escrito a las apuradas no sé con qué, que decía “Me llevan a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN), si es varón que sea Juan Pablo, si es nena, María solamente”.
- ¿Fue un alivio para vos eso, no? Significaba estar “blanqueado” e ir a una cárcel no clandestina.
- Ahí me dicen que van a trasladar a mi compañero y que busque entre un montón de ropa la que él tenía puesta el día que nos llevaron. Encuentro su pantalón, un pulover marrón y otro verde y pido hilo y una aguja porque él forcejeó mucho cuando lo llevaron y el pantalón estaba muy roto. Me los dan y lo coso, con una de mis manos engrillada, y como no tenía con qué escribirle, adentro de la cintura del pantalón le bordé “te quiero” y se lo mandé. O sea que yo cuando salí creí que él iba a quedar a disposición del PEN… Pero no. Bueno, esa es la historia, después pudimos encontrar los restos, sí… Juan Pablo se hizo el ADN y en 2001 lo encontraron en Avellaneda, en la fosa común. Lo tenían los Antropólogos, pero estaban en cajitas sin identificación, y una era la de él. Un día me llamaron para decirme que fuera a sacarme sangre, para descartar la mía de la de Juan Pablo, y fui y sí, lo identificaron, era él.
- ¿Cómo fue, cómo reaccionaste?
- Fue muy fuerte, yo esa noche lo iba a ir a ver… me podía despedir, ¿viste? Era esa la sensación, volver a verlo. Yo le pedí a Maco Somigliana que arme el esqueleto, que no me muestre los huesos desparramados. Y lo armó, primero fui sin Juan Pablo, fue fuerte. Me dejaron sola, lo que le vi son los dientes, sí, los dientes, ¿y qué más le mirás a tu pareja que los dientes? Y eran los suyos. Para mí era como estar con él. Lo que sí me impresionó fue el tiro en la frente, entre los dos ojos y una mano no la tenía porque la levantó, hizo así… como para defenderse. Entonces fue como imaginar ese momento, ¿qué pensó? Pero bueno, igual fue lindo estar con él, poder decirle cosas, despedirme. Por ejemplo te dan todo lo que encuentran, las medias de stretch, esas que se usaban, intactas, una cosa de locos, viste…
- ¿Juan Pablo lo vio también?
- Sí, volví con él y lo armamos todo de nuevo, sí, estábamos los tres juntos. Juan ahora tiene 42 años, él es de noviembre del ’77. Sí, y primero le hicimos la despedida de sus restos en UTE (Unión de Trabajadores de la Educación), mi gremio. Juan Pablo armó una gigantografía con fotos de él, desde que era bebé hasta los últimos años y después una mesa con todos los discos, y herramientas que tenía. Él lo llamó a Daniel Viglietti, sí, mi hijo tenía miles de CD, yo siempre le decía “cómo hacés para escuchar todo eso, con tu papá teníamos 4 CD que escuchábamos todo el día, Los Quilapayún, Huerque Mapu y Viglietti”. Bueno, lo llamó, encontró al representante y a través de él le avisó que habían encontrado a su papá y le pidió si podía venir a despedirlo. Viglietti primero le dijo a Juan Pablo que lo emocionaba mucho el pedido, “pero justo ese día tengo el programa en Uruguay, no puedo ir…”
- Qué bueno que Juan Pablo pueda ver a su papá, aunque fuera así, y hacer la gigantografía y todo lo demás. Deja de ser un desaparecido.
- Sí, sí, fue muy fuerte pero muy bueno. Igual Juan Pablo se quedó contento porque Viglietti le dijo cosas lindas de él y de su padre. Así que armamos el lugar, yo me fui a cambiar y él a buscar los restos de Osvaldo a Antropólogos. Y tardó y tardó en llegar y cuando le pregunto por qué, me contesta que lo había llevado a dar una vuelta por Corrientes… ¡increíble! Pero yo llegué antes que él y lo veo sentado a Viglietti ahí, me quería morir de alegría, me acerqué y lo abracé y él me dice “y no… ¿yo cómo no iba a venir? ¿Pero cómo, no te dijo tu hijo que lo llamé y le dije que me consiguiera una guitarra que me venía para acá?” Y sí, cantó todo el tiempo, el programa lo hizo desde ahí, y después en radio Nacional, en otro programa lo volvió a pasar hablando de Osvaldo y de Juan Pablo. Todo eso fue muy hermoso, estaban los compañeros del secundario, los que quedamos de la militancia, lo habíamos publicado en Página 12. Y entonces pidieron que pasaran a contar cosas de Osvaldo, fue muy lindo todo eso, muy gratificante para mí.
- Qué importante es recuperar los restos, ¿no?
- Sí, lo veíamos, lo teníamos ahí, eso lo sentís… Después lo enterramos en Chacarita, en tierra, en una cajita que te hacían comprar, y con una placa sin ninguna cruz que decía ”Osvaldo Víctor Mantello. Asesinado por la Dictadura” y todos los nombres nuestros. Se suponía que esas tumbas quedaban para siempre ahí por ley, pero ni bien asumió el gobierno de Macri, le mandan un telegrama a Juan Pablo que decía que si en 48 horas no lo retiraban de ahí, iba a ir a una fosa común. Él llamó a Katopodis que era intendente de San Martín, donde había nacido Osvaldo, y le dijo que de inmediato lo llevaran para allá que tenían un lugar para todos los compañeros. Cuando lo sacamos de Chacarita, antes preguntamos qué teníamos que llevar para retirarlo, una urna, no sabíamos… Y contestaron “no, no, una bolsa de residuos”. Pero bueno, cuando llegamos a San Martín con toda la familia y compañeros, yo pensé que había antes un entierro repleto de gente, había una multitud, y me quería morir porque creí que íbamos a esperar horas, pero la gente era por Osvaldo. Fue muy emocionante, esto pasó el año pasado. Y ahora Juan hizo una película en la que incluyó esa filmación en el inquilinato en la que Osvaldo hablaba con la gente y con una última imagen gritando “si Evita viviera, no habría ratoneras”…
- Qué importante debe ser saber qué pasó y poder recuperar el cuerpo.
- Yo noto la diferencia, voy a verlo hay un lugar donde está, es inmensamente diferente a no saber y no tener nada de nada. Lo que nunca pude es volver a armar una pareja. Es como que no se puede, no…No sé por qué, pero esos tres años intensos de mi vida con él, no sé, no, para mí es único, yo no sé… Y yo lo extraño, ¿viste? Y sí, es muy distinto saber que lo mataron y cómo lo mataron. Y saber que está en tal lado, su hijo puede tener una imagen de su padre y un lugar donde ir y dialogar, como hace Juan Pablo. Sí.
Daniel Schiavi (62). Trabajador del Espacio de Memoria y Derechos Humanos Ex ESMA
- ¿Cómo era tu vida, cuándo empezaste a militar Daniel?
-Yo empecé a militar cuando entré al colegio Nacional Buenos Aires a los 13 años. Mi primer contacto fue medio lateralmente, primero por la izquierda, tuve contactos con el Frente de Lucha de los Secundarios, que era una agrupación Guevarista, tenían grupos de estudio sobre el marxismo. Después, a través de mi primo me vinculé a un sector del peronismo medio “facho”, o sea del peronismo ortodoxo que era Encuadramiento… una agrupación, y me acuerdo que fui a una reunión y el pibe era nazi, el chabón hacía unos comentarios anti judíos… Mi familia no era judía, pero era liberal, en contra de los nazis, a favor de los aliados, tuve una sola reunión, discutimos, yo tenía ese bagaje familiar y los mandé a la mierda y no volví más.
- ¿Y volviste a la izquierda?
- Yo tenía dos hermanas peronistas y vengo de un padre liberal, medio díscolo pero que fue médico, comando civil de la Libertadora en el ’55 y después hizo todo un proceso y terminó votando a Perón en su retorno a la Argentina. En mi casa se discutía política había inmigrantes italianos, había algún anarquista en las familias… Pero bueno, en segundo año me voy del Buenos Aires y paso por el Roca y termino en el Belgrano. Y ahí integro una agrupación que después se fusiona con otra en la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y esa agrupación se llamaba Agrupación Secundaria Evita Montonera (ASEM). Era “Monto” y se fusionó con otra que era del MAS, no recuerdo bien las siglas, pero era de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
- ¿Te enrolaste en las FAR?
- Bueno, hago mi militancia pasando por esos grupos previos en la UES fundamentalmente. Todo el período del ’73 ya estoy ahí cuando se funda, hasta que me voy del país en 1976.
- ¿Por qué tuviste que irte?
- Estaba en la UES Capital, fui más o menos teniendo responsabilidades primero en la escuela, después en la zona Norte de Capital era el responsable de las escuelas Técnicas, de la Raggio, acá al lado de este lugar (ExEsma) donde hoy estamos, hubo un compañero que desapareció. De la Capital después termino en Zona Norte atendiendo el partido de Gral. Sarmiento, José C. Paz, Polvorines, y a partir de ahí, mediados del ’76, primero lo “chupan” al marido de mi hermana que era militante del ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo). Mi hermana era Monto, pero se conocían desde el secundario, vivían juntos en Villa Domínico y bueno, lo “chupan” a él antes del golpe militar, o ahí, sobre el borde… Y después a mediados del año la “chupan” a mi compañera que era compañera de mi hermana en el colegio. Yo la conocía desde antes y la tuvieron unos días en Automotores Orletti y la largaron…
- ¿Tu hermana no tuvo consecuencias después de lo de su compañero?
. No, pero todo eso fue un proceso que nos hizo tambalear y en un momento decidimos irnos del país; mi hermana no sufrió daños cuando “chuparon” al marido, pero se ve que eran redes distintas porque uno era del ERP y la otra era de Montoneros. De Martín Vercovich, que era el compañero de mi hermana, nunca aparecieron los restos, nada, nunca…, se supone que fue un operativo de Coordinación Federal. Pero bueno todo eso fue la gota que rebalsa el vaso, nosotros relajamos la disciplina, vamos a cenar a la casa de mis viejos, y un día nos vamos a las doce de la noche y a la una cae una patota en lo de nuestros padres. Me iban a buscar a mí y como no me encuentran le dan a mi hermana que por suerte no habla. Mi viejo en esa época era médico del hospital Churruca de la policía y había sido asimilado y tenía el uniforme de comisario porque había sido sub director. Los tipos al ver eso paran y se van… por lo menos no se llevaron a mi hermana que sabían dónde estaba, y la apretaron bastante, pero al ver eso pararon.
- Ahí fue cuando decidieron irse…
- Sí, ya era demasiado, a los dos días nos fuimos a Uruguay. A mí me saca mi abuelo, él tenía mi pasaporte pero la cana no lo encontró, me lo había sacado mi viejo, yo creo que en parte el tema de que él estuviera en el Churruca nos salvó. De hecho a él le dejaron un par de anónimos en su escritorio, uno lo tengo, decía “Salve a su hijo, sus amigos no pueden aguantarlo más…”, sí, tremendo
- ¿Y en Uruguay qué hicieron?
- Mi compañera era judía, la vieja era sionista y decidimos irnos a Israel, pero no nos sacaba la Sojnut, me hicieron una entrevista y me rebotaron. Entonces nos fuimos a Barcelona, yo me había proletarizado y estaba laburando como tornero en una fábrica de lentes, y me fui ahí porque era un lugar industrial… Allá hice una prueba de tornero, pero al final nunca más en mi vida laburé de tornero, hice otros trabajos. Después estudié Derecho, pero no lo terminé, fue una vida un poco caótica, estudié música, fui librero durante mucho tiempo… No tengo una profesión formal.
-¿Cuánto tiempo estuviste en el exilio?
- Y nos fuimos en noviembre del ’76, primero nos casamos en Uruguay, y después nos separamos a los años, nada… Yo regresé a fines del ’85, pero primero volví un mes con el pasaporte español, antes de la asunción de Alfonsín, porque a mi viejo le dieron luz verde para que regresara.
- ¿Siguieron militando en el exilio?
- Relativamente, seguimos vinculados con la Casa Argentina en Barcelona, con el COSOFAM (Comisión de Solidaridad con Familiares de Desaparecidos en Argentina), pero no de una forma sistemática. Yo me separé en el ’78 y tuvimos un encuentro con Fernando Vaca Narvaja por el tema de la Contraofensiva, no es que seguíamos militando, estábamos conectados pero de una manera diferente, en Barcelona todo era más disperso que en Madrid. Entramos en un proceso de crítica y autocrítica de la experiencia militante. Estaba muy efervescente la crítica del marxismo, mucho debate ideológico.
- ¿Tu compañera era militante también?
- Sí, primero nos conocimos en unas vacaciones de invierno en Mar del Plata, como te dije era compañera de mi hermana y fuimos a la casa que mis abuelos tenían en Mar del Plata, yo a veces me colaba en las actividades de mi hermana, ella fue con amigos, entre ellos la que luego fue mi mujer, Judith Jacuvovich. Me enamoré de ella y fue mi primer romance, yo tenía 14 años, y mi primer beso lo tuve en ese momento. Pero después volvimos de las vacaciones y cada uno hizo la suya, yo seguí muy enamorado pero no la volví a ver y cada uno siguió su vida. Y militamos, y yo tuve otra historia estando en el Belgrano, pero un día me tomo un tren y sube ella, Judith, que ya estaba en la Juventud Peronista de Villa Devoto, y yo que ya militaba estaba yendo a atender un secundario de esa zona. Y ahí nos volvimos a encontrar y nos ennoviamos… Ella estaba en una Pedagógica y yo estaba terminando quinto año en el Belgrano donde se hizo la primera toma en el ’73 cuando sube Héctor Cámpora. Y cuando llegó Ivanisevich con la intervención, nos hicieron sumarios a todos y me dejaron libre, me pasaron todas las faltas juntas.
- ¿Cómo eran los noviazgos de la militancia?
- Bueno, ella vivía con sus padres, yo todavía con los míos, pero poco después me fui por una sospecha de que nos estaban vigilando la casa. De hecho aparecían coches típicos a metros de casa, pero mucho tiempo después supe que no era por mí. Yo vivía en Oro y Santa Fe, frente a lo que fue la sede del PJ del Frejuli, del otro lado de Santa Fe había un edificio en el que estaba Cacabelos y su pareja, era un militante montonero y esa vigilancia era para ellos, pero el Falcon estacionaba frente a mi casa, era una vigilancia grosera, nunca entendí como ellos no se dieron cuenta. Yo me fui, ya no estaba cuando fue el operativo con tiroteos y demás. O sea que yo ya no vivía en mi casa ni mi compañera en la suya y fuimos a un departamento desocupado que tenía su madre por alquilarse, fue un tiempo corto. Nuestra vida en lo emotivo ya venía con algún tema de lecturas que podríamos decir modernas, yo estaba imbuido como de una ideología progresista, de pensar a la compañera como a una igual, aparte el término “compañera” ya era igualador.
- ¿Era una militancia armada la de ustedes?
- Sí, y las mujeres también eran de armas llevar, si bien yo nunca estuve en una célula militar, lo máximo a lo que llegué fue a portar armas en operaciones de propaganda armada en la ciudad, pero no era mi especialidad y estaba inserto en una UBA (Unidad Básica de Aspirantes). No recuerdo haber estado con compañeras armadas, en ese momento eso no pasó. Sin embargo mi jefa era mujer, oficial montonera, fue una muy buena mina, sobrevivió, está activa, no ya como montonera, obviamente.
- ¿Y los compañeros se bancaban bien tener una mujer como jefa?
- Sí, totalmente. Y yo, por otro lado, viví entre mujeres, era el benjamín de la familia, éramos tres hermanos y yo el menor con dos hermanas mayores y me crié con mi abuela, vivíamos juntos; mi viejo médico no estaba en todo el día, así que me criaron mi vieja, mi abuela. Desde chiquito estuve compartiendo con mujeres y nunca sentí esa distancia de no saber quién es el otro, que les puede pasar a otros varones. Yo creo que esto era común en el imaginario de la militancia, involucraba lo que hoy diríamos un cierto feminismo. El papel de la mujer igualador. También hubo, no sé si en todos los sectores, una rebelión contra la familia burguesa. Y al ser un peronismo de izquierda había una vertiente así… Incluso, pensándolo, al tener figuras como la de Evita creo que se mezclaron esas aguas y dieron como resultado que el papel de la mujer fuera ese.
- Sí, pero también habían jefes hombres que no lo pensaban así y de alguna forma rigoreaban a las compañeras…
-Sí… es cierto, eso que digo es una cosa, pero otra cosa es la estructura psíquica de cada uno, yo recuerdo que mi compañera se pintaba y yo me ponía recontra celoso y la cagaba a pedos, por una cosa impulsiva vergonzosa… Y me parece que esas cosas ya exceden tu pequeña formación, es la cultura de la época, es lo que pasa en la calle. En la época mía lo que pasaba en la calle era que los tipos seguían a las minas, las piropeaban, o las manoseaban. O sea, la mujer era acosada en el espacio público mucho más que ahora, en los colectivos, subtes, estaba naturalizado en todos lados. Eso también tiene que ver con la idiosincrasia de cada uno, yo de chiquito caminaba con mis hermanas o con mi vieja y me molestaba muchísimo que las miraran o les dijeran cosas. Me pasa a mí ahora que de pronto veo a una mamá con un nene y la miro y me salta el chip que me recuerda cuando eso pasaba con mi mamá o mis hermanas, y también me gané que algunos chiquitos me cruzaran algunas miradas asesinas…
- ¿Había reglas de parte de la Organización con respecto a situaciones sentimentales entre compañeras y compañeros?
- A veces eran difíciles las separaciones de las parejas. Tuve una primera relación de muy chico y después la dejé porque yo no quería seguir más. La visitaba en la casa, era una relación como de chicos, estábamos empezando a militar. Y bueno, fue un poco complejo.
- ¿Después de eso comenzaste la relación con la compañera con la cual se fueron a España?
- Sí, yo ya era un poco más grande, vivimos juntos un tiempo, nos íbamos a casar y lo hicimos. Con ella estuve casado treinta años, aunque nos separamos a los tres, pero nos divorciamos mucho tiempo después.
- ¿Había críticas y autocríticas entre los hombres en relación a las mujeres?
- En la época de la militancia mi responsable me hizo un planteo con respecto a las compañeras, por el tema de la fidelidad. Sí, me salieron al cruce porque estaba con una chica y había tenido un acercamiento con otra compañera. Sí, me subrayaron que estaba mal, que no estaba bien visto el flirteo, o sea la infidelidad. A mí me pareció muy cristiano, no sé si desde la moral revolucionaria o podría haber sido también una condena de la iglesia… pero se la pintaba como desde la moral revolucionaria.
-¿Y qué hiciste?
- Y me acuerdo de haber discutido el tema porque me pareció que vulneraban mis derechos. Como una intromisión en la vida privada…algunas cosas que no me gustaban de la vida militante las cuestionaba. También una vez terminé en cana dentro de la organización porque no quise hacer una tarea que me habían encomendado, estuve dos días en Santos Lugares en una casa operativa. Pero bueno, me acuerdo mucho de esa conversación de la fidelidad y la infidelidad. Otra vez, pero ya en el exilio, recuerdo que sancionaron a un compañero que le había pegado a su mujer, eso ya fue en Barcelona, en algunos casos esa moral tenía sus aristas, eso estaba bien, era correcto.
- ¿Tuviste hijos con alguna de tus parejas?
- Yo ahora tengo, sí, tengo una mayor de una pareja que tuve en el exilio, pero no la tuvimos allá, nació acá. Con Judith tuvimos una situación de embarazo, pero decidimos no tenerlo. En mi ambiente cultural o familiar, mi viejo como médico no estaba de acuerdo con el aborto, pero en los ámbitos en los que yo vivía había un acuerdo con el aborto, existía y los abortos se hacían. También fuimos herederos, creo, de todas las discusiones que se dieron no en la militancia, sino culturalmente en la década del ’60. En casa de pronto había literatura como “La liberación de la mujer” y en los kioscos había revistas como “Ser padres”, que eran revistas progre, con tratamiento bastante igualitario.
- ¿O sea que tenés una sola hija?
- No, veamos… hasta ahora yo tuve cuatro grandes amores Judith, con la que me casé, Betina, con la que tuve una hija; después tuve otra relación de unos siete años en la que perdimos un hijo de nueve meses. Y ahora tengo una relación en la que nos casamos y llevamos 19 años juntos, con dos hijos, o sea que en total tengo tres hijos.
- ¿Seguiste militando siempre?
- Yo tuve una vida vinculada a la militancia, pero no activa permanentemente. Promoví en los ’90 un reencuentro en la UES y ahí juntamos un montón de compañeros que se nombran como Babilonia, pero esporádicamente. Cada uno se dedicó a sus cosas, Betina como artista, yo me hice librero, en la época de Aníbal Ibarra participé en una agrupación, estuve un año en la Legislatura con un diputado del ARI en 2003. Y después llegué aquí, a este lugar, en 2005 yo ya estaba en la Ex ESMA… y pasaron quince años.
- Bueno, esto es una militancia…
- Sí, es una especie de militancia, porque aparte quedás no anclado… pero sí pegado a ese universo y revisitándolo todo el tiempo. Al principio me costó muchísimo porque tuve que tomar contacto con algo muy crudo que fue todo el mundo de testimonios y experiencias. Sí, fue muy difícil, pero después lo absorbí y lo naturalicé, fui pasando por distintas instancias. Ahora me dedico más a la investigación histórica.
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