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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

20/11/2024

La gesta de Vuelta de Obligado


Sin cadenas

El 20 de noviembre se celebra el Día de la Soberanía Nacional, en recuerdo de la batalla de Vuelta de Obligado, en la que un pequeño grupo de patriotas detuvo el andar de un convoy de barcos ingleses y franceses que pretendía dominar la navegación por el Paraná. El ingenio militar de Lucio N. Mansilla, unos botes y unas cadenas ocultas en el río, las claves de la gesta.

Poner el pecho, sacar pecho, inflar el pecho, llenarse el pecho de orgullo, pechear. Es singular la afición del español que se habla en el Río de la Plata por usar el pecho como santo y seña para la metáfora valiente. También, curiosamente, lo es  para su reverso, por cuanto desde hace relativamente poco tiempo “pechear” o “pechar” puede ser tanto ir al frente con el pecho henchido como retirarse de la contienda alegando, o más bien padeciendo, bajas temperaturas en la anatomía de marras: pechear es también “tener frío en el pecho”, acobardarse.  ¿Qué habrá querido decir el poeta, entonces?

Noventa buques mercantes
Veinte de guerra, veinte de guerra
Vienen pechando arriba
Las aguas nuestras, las aguas nuestras

(Las itálicas son nuestras)

Así empieza La Vuelta de Obligado, el “aire de triunfo” - esa es la nomenclatura con la que se le asigna el género musical - en el que Miguel Brascó en la letra y Alberto Merlo en la música rememoran la gesta homónima, uno de los relatos míticos del ser nacional y cuyo aniversario se celebra el 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional. Merlo, además, es el responsable de su versión más célebre, con guitarra y voz patriota y argentina. 

Todo parece indicar que el acto de pechar, en este caso, se refiere a la arrogancia con la que ingleses y franceses navegaban al unísono los ríos patrios para garantizarse, cuándo no, jugosos negocios en los que ellos siempre ganan y todos los demás pierden. Pero acaso el duende travieso de la historia, en yunta con la plasticidad del habla de estas pampas, le pueda asignar a esa línea del poema un destino diferente, menos triunfal y un poco más burlón, siendo que además lejos estuvo el episodio de ser motivo de orgullo bélico para ambas flotas imperiales: antes que pechar, más bien pechearon.  

Detalle de óleo sobre tela de Ulderico Todó acerca de la Vuelta de Obligado.

Obligados a volver

El 17 de noviembre de 1845 una formación anglofrancesa que alardeaba varias decenas de buques a vapor y más de un centenar de portentosos cañones partió de Montevideo con la misión de apoderarse del Río Paraná e imponer la libre navegación sobre esa vía, fundamental ya desde entonces para el comercio y el tráfico, legal y no tanto, de mercaderías y personas.  

Como para que la cosa quede clara, a la fanfarronería de los “veinte de guerra” la  acompañaban “noventa buques mercantes”, dispuestos a aprovechar en moneda contante y sonante lo que los cañones les prometían conseguir a fuerza de amedrentamiento bélico. 

Del lado criollo, la respuesta fue esto que escribe Brascó y que canta Merlo: 

A ver, che Pascual Echagüe
Gobernadores, gobernadores
Que no pasen los franceses
Paraná al norte, Paraná al norte

En efecto, Juan Manuel de Rosas, Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, le encargó al entonces coronel Lucio Norberto Mansilla - casado con una de sus hijas y padre de Lucio V. Mansilla, el escritor - la defensa del territorio nacional ante la intentona de ingleses y franceses de navegar por el Paraná sin más límite que sus deseos. La orden: que no pudieran navegar río arriba, hacia el norte. Mansilla, astuto, eligió una sección compleja del río, con un recodo pronunciado que dificulta la navegación, cerca de la localidad de Vuelta de Obligado, en lo que hoy es el Partido de San Pedro, en el norte bonaerense - desde 2010 hay allí un monumento que recuerda la gesta-.  Allí se propuso detener al menos momentáneamente la marcha de las embarcaciones enemigas. Para ello dispuso una serie de botes a ambas márgenes del río unidos por cadenas para frenar el andar plácido del convoy.   

Mansilla contó con la colaboración logística de Juan José Pascual Echagüe, gobernador por entonces de Santa Fe (lo había sido antes de Entre Ríos, eran épocas de organización nacional y los límites tanto geográficos como institucionales no estaban todavía muy claros) al que la letra de la canción lo hace destinatario, quién sabe, de esa orden directa del propio Rosas. 

El combate se produjo, finalmente, el 20 de noviembre. Una vez que las sorpresivas cadenas subacuáticas ralentizaron la marcha de los barcos enemigos, los pocos cañones, y de porte pequeño, con los que contaba la defensa local abrieron fuego sobre las posiciones invasoras y produjeron un daño significativo e inesperado, mucho más letal para el orgullo de los europeos que para la contabilidad real de daños materiales: en cuanto la artillería argentina se quedó sin carga, las flota anglo - francesa pudo cortar las cadenas que la retenían y seguir viaje, humillados pero relativamente ilesos. 

Angostura del Quebracho
De aquí no pasan, de aquí no pasan
Pascual Echagüe los mide
Mansilla los mata, Mansilla los mata

No fue la única refriega: durante varios meses se desarrollaron una serie de pequeños combates con los que Rosas y sus gobernadores aliados intentaron interferir la circulación militar y comercial de ingleses y franceses por la principal vía navegable de nuestro país, entre los que se destaca la batalla de la Angostura del Quebracho, que se menciona en la letra de la canción, ocurrida el 4 de junio de 1846 mientras la flota europea volvía del norte hacia el Río de la Plata, en sentido contrario al que navegaban cuando la emboscada de Obligado. La batalla de Angostura del Quebracho fue el final de la aventura imperial, que fue un fracaso comercial, además de una humillación militar, por la enorme disparidad de fuerzas puestas en juego. 

Óleo sobre tela  de Ulderico Todó acerca de la Vuelta de Obligado. 


El tiro por la culata

¡Qué los tiró a los gringos
Junaygransiete!
Navegar tantos mares
venirse al cuete
qué digo, venirse al cuete. 

Hay victorias y victorias, tanto como hay derrotas y derrotas. Si bien el objetivo específico del gobernador Rosas y de sus aliados no se cumplió, porque finalmente los navíos europeos lograron atravesar el retén de Vuelta de Obligado y seguir su curso hacia el norte, las sucesivas escaramuzas que amenazaron su recorrido por el Paraná en los meses siguientes más la dificultad que significaba dominar un curso de agua tan sinuoso sin contar con la simpatía de los locales hizo que la iniciativa preponderantemente comercial de franceses y británicos se fuera diluyendo hasta desaparecer. 

De modo contrario, a pesar de “perder”, el gobernador Rosas consiguió reforzar sus alianzas e incluso sumar algunos apoyos en tiempos en los que las disputas por la organización nacional - que empezaría a tomar forma una década después, ya sin el Restaurador en el poder - suponía un complejo esquema de acuerdos y desacuerdos móviles que iban cambiando conforme crecían las posibilidades de imponerse de los proyectos en pugna: el de quienes imaginaban una nación autónoma, con desarrollo propio, pero “cerrada” a la “modernidad” y el de quienes proponían un modelo más en sintonía con el curso del comercio internacional en ciernes por esos años, pero a costa del crecimiento local. 

Pero las canciones se cantan de un solo lado de la historia y el pecho no siempre lo inflan los que ganan. Sobre eso sí que no hay debate. 

Sebastián Scigliano

Licenciado en Ciencias de la Comunicación de la UBA, docente y periodista, integra el equipo de la Revista Haroldo.

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