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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

10/04/2018

La Ford: el miedo como disciplinador

Vicente Ismael Portillo, ex obrero de la Ford, declaró como testigo y sobreviviente ante el Tribunal Oral Federal 1 de San Martín  que juzga a los ex directivos de la empresa por delitos de lesa humanidad. 42 años después de los sucesos, cuenta que lo exhibieron por los pasillos de la planta para sembrar el miedo en sus compañeros.

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“Reloj no marques las horas. Porque voy a enloquecer. Ella se irá para siempre. Cuando amanezca otra vez (…)”, fue la pequeña estrofa que cantó Ismael delante de la audiencia para recordar cómo gracias a sus canciones él se había salvado en varias oportunidades de ser torturado.


-“Cantate algo zurdito. ¿Qué cantas?”, le preguntó un policía mientras estaba secuestrado.

-“Bolero, pero no quiero cantar”, contestó Portillo.

-“Cantá que si no vas a la parrilla”, lo amenazó.

Y así empezaba a cantar durante toda la noche para poder sobrevivir.

Vicente Ismael Portillo ingresó a la Ford a principios de 1971 con apenas 26 años. Todavía busca explicaciones sobre por qué lo secuestraron y torturaron. “Me duelen muchas cosas, pero lo que más me duele es la perdida de mi visión” contó Ismael, quién padece glaucoma producto de la falta de medicación cuando estuvo detenido ilegalmente.

Ismael trabajaba en el sector de estampado pero con los años pasó a ser soldador. Hacía tres turnos y no tenía rotación, es por eso que conocía muy bien a los diferentes capataces de la planta. “La única vez que lo vi a Héctor Sibilla, teniente retirado, jefe de seguridad y protección de la planta fabril, fue cuando le pedí madera que sobraba en la planta para poder construir algunos instrumentos para la banda de música que tenía en ese momento”.

El martes 13 de abril de 1976 a las 6.15 hs Ismael entró a la planta y se puso a trabajar en la encauchadora. De repente se le acercó Castiniera, capataz del área donde trabajaba Ismael, y le dijo que había “gente” que lo estaba buscando. Él pensó que algo le había pasado su mujer ya que ese día había viajado a Corrientes. Sin embargo, luego escuchó a Castiniera decir a seis militares armados: “Acá está el hombre que buscaban”.



“Me hicieron desfilar delante de todos mis compañeros durante 45 minutos. Me exhibían por todos los pasillos de la planta. Yo les preguntaba ingenuamente qué es lo que estaba pasando, qué debía hacer, pero un militar me respondió que no podía decir nada”, contó Ismael ante los jueces Diego Barroetaveña, Mario Gambacorta, Osvaldo Facciano. 

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Entre el 24 de marzo y el 20 de abril de 1976 se completaron una veintena de secuestros, la mayoría de ellas dentro de la planta y a la vista del resto de los operarios. Al igual que a Carlos Propato, Pedro Troiani, Juan Carlos Conti y Rubén Traverso, entre otros delegados, lo llevaron en una camioneta F-100 blanca propiedad de la Ford al sector de los quinchos. Ahí -cuenta Ismael- los tiraron al piso y con piñas y patadas los militares les decían: “Ya van a ver lo que les va a pasar a estos delegaditos”.


Luego de ser torturados en el quincho ubicado en la misma planta de Ford, los llevaron a la comisaría de Tigre. Al igual que surgió de los relatos de Portillo, Propato y Troiani -quienes ya declararon- notó que se dirigían hacia Tigre por la barrera del kilómetro 38. 

“En la comisaría abren un portón, me manotean del mameluco, me ponen de espalda a la pared encapuchado y hacen un simulacro de fusilamiento”, recuerda Portillo.

Dentro de la comisaría le sacaron la capucha y un sargento de apellido Ortiz -con una lista- le preguntó si era delegado. Ismael le contestó rotundamente que no y él le respondió: “¿Cómo qué no es delegado?”. “Incluso, varios obreros de la Ford y Terrabusi que estaban secuestrados se decían entre sí: ‘No sé cómo trajeron a este pibe aquí’”.

Después de unos 40 días en la comisaría de Tigre, Portillo y sus compañeros fueron trasladados a la cárcel de Devoto, donde los “blanquearon”, es decir que se convirtieron en presos “legales”. “En el camino, los militares nos decían que nos iban a dejar encerrados en la camioneta y que nos iban a poner una bomba.”

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Desde Devoto los trasladaron a la cárcel de La Plata, donde estuvo unos cinco o seis meses. Ismael salió en libertad en marzo de 1977. Una vez liberado, Portillo decidió volver a la Ford a buscar algún tipo de respuesta. Sin embargo, cuando ingresó a la planta uno de los encargados le dijo que él no podía hacer nada, que a lo sumo lo podía recomendar para otro trabajo.

Hasta el retorno de la democracia, Ismael y su familia fueron vigilados.

“Yo creo que el día que me secuestraron y me exhibieron por los pasillos de la Ford buscaban que mis compañeros sientan miedo y vean que, a pesar de que no era delegado, les podía pasar a todos por igual. Esto claramente favoreció a la empresa porque a muchos de mis compañeros les decían que agarren la plata porque podían venir los militares”, concluyó Portillo.

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Al concluir la audiencia, la hija de Ismael, Mariana, afirmó: “Sabemos que él durante todos estos años estuvo guardando en su memoria cada detalle para que llegue este momento. Pensábamos que nunca iba a llegar y llegó. Cómo dijo él, queremos agradecer el haber sido escuchados”.

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