06/05/2023
A 47 años de la desaparición de Haroldo Conti
Hombre mirando al Sudeste
Por Hernán Ronsino
Ilustración Hernán Borches
Cartográfica, de la periferia al centro, del río a la pampa húmeda, la literatura de Haroldo Conti es un recorrido por la imaginación de alguien que, alla Hemingway, decidió primero vivir y después escribir y encontrar en ese derrotero la cifra de su destino. “Impresiones sobre Sudeste”, la muestra de Hernán Broches que hoy se inaugura en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti recrea parte de ese universo sensible.
El 5 de mayo se cumplen 47 años de la desaparición de Haroldo Conti. La figura de Conti no es una figura olvidada dentro de la literatura argentina. Su obra se reedita periódicamente y hay una serie de instituciones y de políticas culturales que mantienen encendida su memoria. Mientras Conti vivía sus libros también eran reconocidos. Cuando apenas tenía publicadas dos novelas y dos libros de cuentos, por ejemplo, apareció en 1969 un libro escrito por Rodolfo Benasso titulado El mundo de Haroldo Conti. Publicado por Galerna, y con un Conti que rondaría los cuarenta y cuatro años, el libro repasa, minuciosamente, cada uno de los textos publicados hasta ese momento y esboza una lectura. Allí –a partir de Sudeste y de Alrededor de la jaula– Benasso plantea una hipótesis más que interesante: leer Sudeste como una “anatomía de la soledad” y leer Alrededor de la jaula como una “anatomía de la nostalgia”. Esas dos líneas –soledad y nostalgia– serán fuertes pilares en la totalidad de la obra de Conti.
El reconocimiento en vida, entonces, también incluye, además de otros ensayos críticos, los premios recibidos. Casi todos sus libros fueron premiados en concursos prestigiosos (Fabril, Seix Barral, Casa de las Américas). De este modo, cuando Conti es secuestrado en 1976 por la dictadura militar y su cuerpo desaparece, después de ser torturado, el autor de La balada del álamo carolina ya era un escritor reconocido y con una obra consolidada dentro del mapa de la literatura argentina.
Bote con Luna, grabado por Hernán Broches
Escritura y experiencia
Hemingway dice en el último párrafo de Muerte en la tarde que hay que escribir cuando se ha logrado saber algo, no antes ni demasiado tiempo después. Esta frase dibuja un modelo de escritor. Una forma de involucrarse con la realidad. Escribir es, en esta concepción, sólo una parte de la aventura: antes se vive, intensamente, explorando el mundo. La escritura crece, bajo este formato, desde adentro y luego empuja para salir en el momento justo. El proceso de narración, con su elaboración interna, se acerca, de esta manera, a una especie de “tiempo natural”. Hemingway, en este sentido, fue un modelo. Y como modelo marcó a toda una generación. A mediados del siglo XX, la figura de Conti se nutre del espíritu de ese modelo de escritor.
Son conocidos los distintos oficios que Conti fue vivenciando a lo largo de su vida. Después de una frustrada experiencia en el seminario de los padres salesianos, se lanza al mundo: trabaja en un banco en Olivos, compra un camión, estudia filosofía, enseña en una escuela rural, trabaja en cine, se interna en el delta, construye un barco, se vuelve navegante, naufraga. “Yo soy escritor nada más que cuando escribo. El resto del tiempo me pierdo entre la gente”.
Sudeste se publica en 1962. Es la primera novela de Conti y cuenta la vida del Boga: un muchacho pobre que vive en el río y trabaja en la cosecha del junco. Trabajaba para el Viejo pero un año el Viejo se enferma y lo llevan a la fuerza al hospital de San Fernando. El Viejo hubiese querido morir en su ley: en el río. Pero muere atrapado, en una cama de hospital. Desde la muerte del Viejo hasta el hallazgo del barco abandonado, el Boga se lanza al río. Solo. Su bote podrido, el primus y unas pocas cosas. Es aquí donde la novela cobra una fuerza estilística, de clima, fundamental; es lo que hace de la pluma de Conti algo imborrable: en este tramo la respiración del texto es el ritmo del río. Conti crea, igual que Pavese, un clima, una atmósfera. Se pone a narrar ahí donde otros callan. Y, con la respiración del río, el relato se nos va metiendo adentro; asentándose, de a poco, como el barro en la orilla.
Junqueros 1, grabado por Hernán Broches
La ciudad y el pueblo
La ciudad que dibuja Conti a partir de Alrededor de la jaula y de los cuentos de Con otra gente, es un espacio marginal que se articula, por ejemplo, desde plaza Italia, los alrededores del zoológico, los bordes de la costanera hasta el bajo. Con personajes taciturnos, entrañables o miserables que están físicamente en la ciudad pero desean otras regiones, desean ser otros. Circulan como fantasmas, como vidas derrotadas que, por momentos, relumbran. Los personajes, en general, tienden a trazarse a partir de duplas, en algunos casos son opuestos, en otras se complementan: Silvestre y Milo; el Viejo y el Boga; o el viejo y el narrador en “Todos los veranos”. En vida es la novela que profundiza esa investigación sobre una ciudad y sus alrededores que ya no existen.
Hay otro recorrido posible en la obra de Conti, un recorrido inverso al camino que recorre su propia biografía: tiene su inicio en el universo de Sudeste, es decir, El Delta, los ríos, para pasar luego por una Buenos Aires marginal en Alrededor de la jaula y, de allí, lentamente, ir en busca de su ciudad natal, Chacabuco o de ese territorio mítico que construirá en Mascaró que tal vez sea un intento de anatomía de la esperanza.
Los cuentos sobre Chacabuco incorporan una mitología atravesada también por la nostalgia pero en donde la soledad del Boga o de Oreste, por ejemplo, esa soledad existencial, profunda, se diluye, más bien, en una comunidad añorada y posible, con sus propias tensiones pero cargada de personajes algunas veces trágicos que, al final, terminan volviéndose entrañables: Basilio Argimón, los novios, el tío que corre hasta Bragado. Es la comunidad, en definitiva, la que les da sentido y los mitifica.
Si a partir de los años veinte, como se dice, la escritura de Roberto Arlt introduce, de algún modo, condensada la nueva lengua orillera –esa mezcla entre inmigrantes y criollos– que se está gestando en la cambiante Buenos Aires, es con Conti, varias décadas después, que esos gringos de la pampa húmeda incorporarán su voz y sus experiencias de primera mano en la literatura. Un hijo de esos inmigrantes pampeanos construye un mundo con ese rumor de fondo.
Junqueros 8. Comienza la jornada, grabado por Hernán Broches
El camino
Hay un tema recurrente en casi todos los libros de Conti. Es la posibilidad de una fuga, de dejar una vida, una vida burguesa para lanzarse al camino, o para ser otro. Esa figura aparece por ejemplo en “Todos los veranos” cuando el viejo dice: “He decidido cambiar de vida de punta a punta, en eso estoy”; aparece, sin dudas, en “El último”: “Un buen día me hice vago”; o en la novela En vida, una novela que, después de haberla escrito, Conti sintió que se quedaba vacío y que es la cumbre de esta fuga inminente.
Pero será con Mascaró, el cazador americano, la última novela de Conti, donde ese deseo por tomar el camino y dejarlo todo en manos de la aventura cobrará una forma acabada. Es Oreste, otra vez, el que irá por los caminos entre barcos míticos y un circo con personajes que se encienden y se consumen como “llamitas en el río”. Allí el Príncipe Patagón dirá unas palabras, antes de brindar, que definen muy bien el espíritu de la escritura de Conti o, mejor, el alma de su mundo: “¿Qué hay para adelante? Caminos (…) Todo sucede. La vida es un barco más o menos bonito. ¿De qué sirve sujetarlo? Va y va. Conviene pasarla en celebraciones, livianito. Todo es una celebración”.
Tríptico Hombre, Junco, Garza, grabado por Hernán Broches
Una ética
En 2022, Ediciones Bonaerenses rescata los trabajos de prensa de Conti. Y es en esos textos donde se ve con claridad cómo Conti delinea una figura de escritor y una idea de cómo ser escritor. El modelo que mencionábamos de Hemingway, a quien le dedica un artículo del libro. "El talento reside en cómo uno vive la vida", dice. Ese modelo vitalista se afirma en los artículos con contundencia (elige por ejemplo a Morosoli y desprecia a Borges, porque "detrás de Borges hay un vacío poblado de ausencias") y se termina cristalizando en una inevitable posición política: la del escritor comprometido. En los artículos de En prensa se leen renunciamientos a la beca Guggenheim y a un congreso literario en Colombia: “No creo que conmigo pierda nada. Yo sí, en cambio, perdería demasiado”, dice. Lo que se percibe, leyendo así de manera reunida el pensamiento de Conti, es una posible distancia que se abre entre esta afirmación vitalista y lo que Conti trabaja en sus libros de ficción.
El modelo que opera en su obra narrativa está atravesado más que por el vitalismo por la búsqueda existencial. El Boga, el viejo y Milo, la luz que atraviesa la ribera y el bajo de Buenos Aires en En vida, con esos personajes taciturnos; hay allí una profunda investigación existencial, donde los personajes están permanentemente tratando de romper con cierta presión cotidiana. El mundo cotidiano los aplasta y sueñan con mandarse a mudar. Con salir un buen día al camino pero no lo hacen plenamente. Esa es la gran tensión que aparece en la escritura de Conti. Algo de eso sigue operando en Mascaró. Aunque en Mascaró, finalmente, el modelo vitalista, como se decía antes, pareciera meterse como programa: el modelo del escritor comprometido.
El filósofo Vladimir Jankelevitch en su libro La aventura, el aburrimiento, lo serio, plantea la diferencia entre el concepto de aventurero y el de aventuroso. Jankelevitch dice que el aventurero es aquel que sale a explorar el mundo con un fin lucrativo. En cambio, el aventuroso es el que explora como un modo de vida. Juan Bautista Duizeide sostiene en el prólogo de En prensa que los viajes de Conti no son viajes políticos (al estilo de los de Sarmiento o el Che), tampoco se lanzan a lo exótico sino más bien son viajes "flacos en distancia" que modifican la mirada: “viajar es aprender a mirar y aprehender la mirada de los otros”. Allí reside una ética que conforma su universo. Conti es un aventuroso en la mirada y en la exploración de la condición humana más que un vitalista a lo Hemingway como lo afirma en sus textos de prensa. Esa exploración aventurosa es, creo, la que sigue vigente en su mundo narrativo.
Hernán Ronsino - Hernán Borches
Hernán Ronsino (Chivilcoy, 1975) es sociólogo, docente y escritor. Publicó cinco novelas y un ensayo. Sus libros fueron traducidos a ocho idiomas. Coeditó la revista Carapachay.
Hernán Borches es artista visual. Su obra abarca la cerámica, la escultura y el grabado. Desde su adolescencia, ha mantenido un vínculo especial con el río, lo que ha influido en gran medida en su obra artística. Estudió Cine en la Universidad de Buenos Aires y Artes Visuales en la Universidad Nacional de las Artes. Asistió al taller de grabado de Patricio Bosch (Taller Gráfica P/A) y desde 2018 continúa su formación en el taller de grabado de Sergio Portabales.
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