27/05/2021
Los vuelos de la muerte de Campo de Mayo
La etapa final
En el juicio que comenzó en octubre del año pasado, el principal insumo de prueba oral lo aportan los conscriptos que hicieron el servicio militar entre 1976 y 1977 en el predio del Ejército. Ya declararon alrededor de 90 y restan unos 20. “En este juicio se trata de correr el velo para poder observar el aspecto más oculto y que mayor cuota de clandestinidad tuvo en el accionar del Terrorismo de Estado: la etapa final”, afirma a Haroldo Pablo Llonto, abogado de la querella mayoritaria.
El juicio por los vuelos de la muerte de Campo de Mayo presenta singularidades que no se encuentran en otros procesos judiciales por delitos de lesa humanidad. A diferencia de los vuelos que partían de la ESMA, ya juzgados y condenados en 2017, en Campo de Mayo no hay casi sobrevivientes que puedan contar lo que allí sucedía. El detalle saliente de este juicio es que el principal insumo de prueba oral lo aportan los conscriptos que hicieron el servicio militar entre 1976 y 1977 en el predio del Ejército: la jueza que instruyó la causa, Alicia Vence, ordenó que se llame a declarar a todos los soldados que hicieron la “colimba” en esos años, con un listado que proveyó el Ministerio de Defensa.
Por otro lado es uno de los pocos procesos de estas características que comenzó durante la cuarentena impuesta por la pandemia del coronavirus: la primera audiencia tuvo lugar en octubre de 2020 y se desarrolla, de modo virtual, todos los lunes ante el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°2 de San Martín.
Según los cálculos del abogado querellante Pablo Llonto, si no hay cambios de último momento, entre agosto y septiembre podrían tener lugar los alegatos y la sentencia llegaría para fin de año.
El TOC 2 de San Martín dispuso una medida cautelar con la intención de conservar las posibles pruebas que pudieran hallarse en los aviones Fiat G-222 y Twin Otter que se encuentran todavía en el Batallón de Aviación 601 del Ejército en Campo de Mayo, 25 de Marzo, 2021. Foto: Gustavo Molfino / @gus_molfino
El juicio se transmite en vivo por el medio comunitario La Retaguardia. Fue el periodista Fernando Tebele, de ese medio, quien reveló que Carlos Eduardo del Valle Carrillo Salvadores asiste, como abogado, a imputados en esta causa. ¿Y quién es Carrillo Salvadores? Un ex capitán del Ejército condenado en 2013 a prisión perpetua por haber ordenado los fusilamientos de 14 militantes desarmados del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), ocurridos en 1974 en Catamarca, en lo que se conoce como la Masacre de Capilla del Rosario. Carrillo Salvadores fue absuelto en 2017 por la Cámara de Casación Penal, en un fallo dividido.
En este juicio están imputados el ex jefe de Institutos Militares de Campo de Mayo, Santiago Omar Riveros (multiprocesado y condenado); el ex comandante de aquél batallón, Luis del Valle Arce; su segundo, Delsis Ángel Malacalza; el ex oficial de operaciones de esa dependencia, Eduardo María Lance; y el entonces oficial de personal, Horacio Alberto Conditi. Se juzgan los casos de cuatro víctimas, cuyos cuerpos aparecieron en las costas bonaerenses: Rosa Eugenia Novillo Corvalán, Roberto Ramón Arancibia, Adrián Enrique Accrescimbeni y Juan Carlos Rosace. En los cuatro casos se pudieron identificar sus restos, que habían sido enterrados como NN en cementerios de diferentes localidades costeras.
Como piezas de un rompecabezas
Pablo Llonto, abogado querellante en este proceso, señaló a Haroldo que el testimonio de los conscriptos fluye “natural y no forzado”. Hasta el momento declararon alrededor de 90. La mayoría de estos hombres, que hoy tienen entre 60 y 70 años, recuerda los aviones que se usaban para los vuelos: el Twin Otter y el “Herculito”, como se le llamaba al modelo Fiat G-222; las aeronaves aparecieron en la inspección ocular que se hizo en el predio del Ejército en diciembre del año pasado. Los relatos de los ex soldados reconstruyen la “mecánica” de los vuelos: todos coinciden en que los detenidos-desaparecidos ingresaban tabicados en camiones que aparentaban transportar alimentos o el correo.
Interior de uno de los aviones del Ejército encontrado en el predio de Campo de Mayo. "Este avión podía abrir sus puertas en vuelo y tenía capacidad para 36 paracaidistas", explicó Bennardi ante la pregunta de las abogadas y abogados, 25 de Marzo, 2021. Foto: Gustavo Molfino / @gus_molfino
Estos transportes iban custodiados por patrulleros de la Policía. Y los movimientos se hacían en todas las oportunidades por la noche. Llegaban hasta la pista de despegue y aterrizaje y a partir de ese instante los colimbas no podían ver más. Los testimonios coinciden en que durante esos momentos se detenía la actividad habitual de Campo de Mayo y no estaba permitido realizar movimientos por el predio. Los conscriptos también dijeron recordar que aparecían manchas de sangre en el interior de los aviones o incluso en las pistas.
En el mes de marzo declaró el ex conscripto Manuel Víctor Almirón. Apuntó que “el mayor Malacalza” era quien manejaba los aviones Hércules. “Los camiones, que se hacían pasar por transporte de correspondencia, llevaban personas. Lo sé porque lo vi. Tenían barrotes. Me pareció que había muchas personas privadas de la libertad, todos querían mirar hacia afuera. Ingresaban por la puerta 4 e iban a las pistas de los aviones y ahí no se veía más nada”, aseguró el ex colimba.
-¿Cuántas veces vio estos movimientos? – preguntó el fiscal Marcelo García Berro.
-Durante abril, mayo y junio de 1977, los días jueves – dijo Almirón.
En una oportunidad, durante el invierno de 1977, Almirón se animó a ir a los hangares para comprobar él mismo la veracidad de los rumores que circulaban sobre los vuelos. Entre las hendijas de los portones vio unas 30 personas: “Había muchachos desnudos y chicas embarazadas, estaban parados, sentados o en cuclillas. La mayoría estaban encapuchados. Los muchachos estaban de jean y tenían el torso desnudo y las mujeres estaban desnudas.”
-Usted dijo que en los hangares había alguien de la [Policía] Federal, ¿lo vio uniformado? –le consultó Pablo Llonto.
-Sí –contestó Almirón.
El ex soldado Alberto Raúl Torres registraba los horarios de los vuelos. Ante el TOF 2 de San Martín, afirmó que los Twin Otter salían de noche y que los viajes se registraban en las planillas. Dijo que llevaban prisioneros y que tenían como destino Punta Indio. No lo pudo comprobar él mismo, pero según lo que le contaron, los prisioneros ya habían sido asesinados al momento de los vuelos.
Otro ex conscripto, Juan Carlos Herrera, hacía guardias en la pista y afirmó que a Campo de Mayo ingresaban integrantes de Coordinación Federal que trabajaban para el Ejército, se vestían de civil y por lo general usaban el pelo largo. “En esos casos había orden de dejarlos pasar directamente”, dijo.
Y relató un episodio concreto: “Un sábado o domingo nos dieron la orden de no dejar pasar a nadie. Vino una camioneta o furgón con los vidrios tapados con diarios y como había orden de no dejar pasar, yo lo paré. El hombre me sacó el carnet de Coordinación Federal y me dijo ‘déjame pasar’. Yo retrocedí para atrás del furgón por seguridad y ahí se abrió la puerta y bajó un señor con una pistola en la mano, se la puso en la cintura. Yo alcancé a ver gente que estaba encadenada atrás y ahí me pegaron el grito para que los dejara pasar”.
En la misma línea que el resto de los conscriptos, recreó el recorrido de los camiones: “Ingresaban y se dirigían por la calle hacia la torre de control, ahí había una barrera, se abría y pasaban hacía la pista de aterrizaje. Cruzaban toda la pista y desde la pista de emergencia de tierra despegaban los Twin Otter. En ese momento, el furgón se iba. Cuando bajaba el avión entraba el vehículo autobomba de la estación de Bomberos de Campo de Mayo. Los rumores señalaban que iban a lavar el avión, era lo que se decía en el batallón.”
También otro conscripto, de apellido Vega, vio a un detenido-desaparecido que llegó a Campo de Mayo. “Esta persona estaba en la parte de atrás de un Falcon, en el piso, boca abajo seguramente atada, quejándose. Me acerqué porque sentí el quejido y vi esa escena”, recordó ante los jueces del TOF 2 de San Martín.
El ex colimba Raúl Escobar Fernández (con las manos abiertas, en el centro), señala el lugar en el que asegura que él y sus compañeros levantaban grandes cantidades de ampollas de Ketalar, la droga que se utilizaba para adormecer a las personas secuestradas que luego serían arrojadas al río o al mar. Foto: Gustavo Molfino /La Retaguardia
Fusilamientos
Almirón cumplió el servicio militar en el Batallón 601 de Aviación del Ejército. Ingresó en abril de 1977 y le dieron la baja en enero de 1978. Recordó que en una oportunidad oyó tiros de armas de fuego. “Me quedé dormido una hora, pero me despertaron los ruidos del motor y de disparos. Me levanté y les pregunté a los compañeros de atrás de la guardia si habían escuchado. ‘Parece que fusilaron a los que trajeron’”, le respondieron. Los motores se habían encendido para que no se alertaran los vecinos del barrio cercano a Campo de Mayo, a unos 200 o 300 metros del predio del Ejército. Almirón recuerda que ese día lo retiraron de la guardia. “Pienso que habrá sido para que yo no vea. En esa época uno era muy curioso, quería ver lo que pasaba”, sostuvo.
-¿Qué hacían con los cuerpos de las personas fusiladas? – le preguntó el fiscal Marcelo García Berro.
-Los cargaban en el Hércules. En ese momento no sabía, pero después me enteré que los tiraban al mar.
Almirón, por entonces de 18 años, volvió en un franco a su casa y le contó a su papá lo que había visto. Él le mostró un artículo de diario que señalaba que el gobierno uruguayo se quejaba de que aparecían cadáveres en sus costas. “Le dije a mi papá que era verdad lo que decía ese periódico”, indicó.
Los conscriptos también se refieren en sus relatos al permanente estado de alerta y amenaza en el que desarrollaron el servicio militar, que en ese momento era obligatorio. Almirón contó que un sargento de apellido Avalos (que no está imputado en el juicio) tiraba tiros mientras los hacía correr. “Nos decía que si no íbamos a ir al mar como esos malandras”, rememora.
En tanto, el conscripto Jorge Néstor Maiorana denunció, en el marco de su declaración, la desaparición de un compañero de batallón [1]. “Decían que era desertor, ahí empezó la sospecha de algunos compañeros y empezó a correr la bolilla sobre las desapariciones”, relató ante los jueces del TOF 2 de San Martín.
En la foto, previo al relevamiento y toma de puntos de referencia dentro del Campito, se explica cómo era el lugar, 12 de enero de 2021. Foto Viviana D´Amelia / Gentileza EAAF
El valor de los testimonios
Haroldo habló con Pablo Llonto, abogado querellante de tres de las cuatro víctimas de este juicio, sobre el valor del testimonio de los conscriptos, la inspección ocular realizada a Campo de Mayo en 2020 y las particularidades del proceso.
La particularidad de este juicio es el aporte que pueden hacer de lo que vieron y escucharon oportunamente los conscriptos que estuvieron destinados al Batallón 601 de Aviación de Campo de Mayo durante la dictadura cívico-militar. Cada conscripto y su testimonio es una pieza que ayuda a componer el “todo” de los “vuelos de la muerte”. ¿Cómo describiría este proceso?
Este juicio tiene esa particularidad porque se trata de correr el velo para poder observar el aspecto más oculto y que mayor cuota de clandestinidad tuvo en este accionar del Terrorismo de Estado que es la etapa final, lo que ellos llamaron la disposición final, o sea el exterminio de quienes estaban en los centros clandestinos. Los vuelos siempre fueron lo más oculto porque nunca hubo listas, no hubo pilotos que hablaran ni tripulantes de los vuelos que contaran. Sobre lo que ocurrió en la ESMA habló [Adolfo] Scilingo que no era tripulante de aviones ni piloto, sino que dijo que alguna vez había subido a los vuelos. Por eso en este juicio el aporte central lo están haciendo los conscriptos, cada uno está contando una parte, algunos cuentan la misma parte, o sea que se repite la comprobación del hecho y con eso se ha podido armar la dinámica: camiones camuflados de transporte de sustancias alimenticias o del correo que llegaban con los secuestrados, barrera que se obligaba a levantar para que pase el camión sin que nadie pregunte e inyecciones que le aplicaban a los secuestrados aparentemente en el mismo momento en que los subían. Luego hay un hueco porque los colimbas no subían a los vuelos. Entonces, viene el tema de dónde aparecían los cuerpos. Y ahí hablan los restos: los cuerpos hallados en la costa son la clara señal que el vuelo que había partido de Campo de Mayo los arrojó cerca de Villa Gesell, Pinamar, o San Bernardo y otros en Punta Indio. Si no hubiese colimbas, esto sería muchísimo más difícil, bordearía lo imposible. Pero la aparición de los colimbas, a partir del llamado que hizo el juzgado que instruyó la causa, de la magistrada Alicia Vence, le dio otro marco a todo esto.
¿Cómo describirías a los testigos de este juicio?
Sin dudas el aporte de los conscriptos hace que uno confíe mucho en ellos porque es un testimonio natural, no forzado, dicen lo que recuerdan. Ya no están con el fantasma de la persecución que podían tener cuando eran conscriptos o a los pocos años que dejaron de serlo pero que aún pensaban que podrían estar en el llamado “Estado militar”. Son auténticos; puede haber excepciones, que alguno esté ocultando algo por miedo o negándose a contar algún recuerdo por ideología, pero la inmensa mayoría relata con mucha certeza lo que está en su memoria, por lo tanto las descripciones son de testigos auténticos, naturales, honestos y de gran valor.
¿Qué era Campo de Mayo dentro de la estructura del Ejército?
Pienso que Campo de Mayo es el lugar donde más soldados hubo durante la dictadura. No quedan dudas: era una guarnición gigantesca, base del ejército. Ahí estaban todas las escuelas, pasaban por allí quienes estudiaban para ser suboficiales y quienes se formaban para hacer alguna especialidad.
En diciembre del año pasado se realizó una inspección ocular en Campo de Mayo, ¿Qué se encontró? ¿Qué aportó al juicio?
La inspección ocular del caso vuelos tuvo una importancia muy fuerte, porque se pudieron comprobar los espacios físicos como la pista, la pista de tierra, la torre, el lugar que ocupaban los bomberos, los puestos de guardia. También se comprobaron las distancias entre unos espacios y otros. Además, pudimos ver el lugar que llamaban el “abajo” donde estaba el batallón y el “arriba” donde estaba la pista, el aeródromo y por supuesto los caminos. Pero lo más impactante fue sin duda los aviones. Ahí estaban los originales, todos destartalados, de los Fiat; había dos. A estos modelos les decían los “Herculitos”: estaban sobre el pasto. Pudimos subir y ver su interior y advertimos lo grandes que eran como para llevar ahí, lamentablemente, mucha gente para tirar al río o al mar. Y vimos un modelo de Twin Otter, no sabemos si es el Twin Otter de aquella época, pero es el modelo del otro avión que se usó para los vuelos. Además había un cuadro pintado, no sabemos por quién, en el que la imagen que se retrató fue la de los Fiat viniendo de Italia y abajo decía Mayor Malacalza, que era quien los trajo desde allí. (Para nosotros) es otra prueba más de que Malacalza manejaba estos aviones Fiat.
¿Cómo se logró que declaren como testigos los entonces “colimbas”?
En el juicio oral se está tomando testimonio a todos los colimbas que declararon en la instrucción ante la jueza Vence, hace seis años. Se los citó de un listado que proveyó el Ministerio de Defensa y se los convocó por orden alfabético. Nos dimos cuenta de que había que citar a los conscriptos después de que yo aportara un testimonio de un soldado que hablaba de vuelos en Campo de Mayo, que contó que había visto cómo subían detenidos a un avión. Ya declararon unos 90 colimbas y restan unos 20.
Hace años se sabe, por el testimonio de Scilingo, de los casos de vuelos desde la ESMA, ahora desde Campo de Mayo. ¿Es posible que la práctica de los vuelos se haya sistematizado en todo el país?
Los únicos lugares de los que hasta ahora se sabe que salían vuelos son Ezeiza (vuelos con secuestrados del centro clandestino “Olimpo”), Aeroparque (al parecer de allí salían los vuelos de la ESMA) y Campo de Mayo (desde donde salían vuelos con secuestrados de la propia guarnición de Campo de Mayo).
En el marco de la visita ocular del juicio se encontraron herrumbrados tres aviones italianos FIAT G-22 y un Twin Otter canadiense, utilizados en los “vuelos de la muerte” durante 1976 y 1977, 25 de Marzo, 2021.Foto: Gustavo Molfino / @gus_molfino
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Notas
[1] En 2015 la organización La Voz de los Colimbas entregó un listado al Ministerio de Defensa en el que indicó que 218 ex soldados fueron desaparecidos mientras cumplían con el Servicio Militar Obligatorio durante la última dictadura cívico-militar. Hasta ese momento, el Estado reconocía sólo 117 casos.
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