11/09/2015
Poesía en la terraza del Conti
Sobre remeras, abuelas y la configuración de los astros
Fotos Delfina Gil Soria
Son de diferentes generaciones y estéticas, pero todos buscan iluminar con la palabra un espacio marcado por el horror. Osvaldo Bossi, Natalia Romero, Jonás Gómez y Antolín son algunos de los poetas que transitaron por el Centro Cultural, en un ciclo que los tiene como protagonistas.
Compilación de textos: Damián Lamanna Guiñazú
Osvaldo Bossi
Lavanderas
Sólo se trata de remeras,
un simple
puñado de remeras, blancas
o de color, no importa. Hay una
con flores de marihuana
y una inscripción en la espalda
donde se lee Viejas locas…
Yo las llevo en mi bolso como si cargara
una bomba de tiempo. Y luego
cuando llego a mi casa
empieza lo mejor: sumergirlas una por una
en aguas perfumadas, en aguas
jabonosas
hasta que ya no queda nada
en todo el universo...
A veces las refriego
un poco, y a veces
las dejo reposar, pero siempre
(no importa lo cansado que esté)
las cuido
como si fueran telas imperiales.
En la soga del patio
las cuelgo de la sisa
para que no se estiren, y cada broche
cumple una función
práctica
y al mismo tiempo sacramental:
oprimir cada prenda
a resguardo del viento, y retirarse
sin dejar ningún rastro.
Desde la ventana de mi cuarto las miro.
No son remeras, son
banderas que flamean
bajo el sol estridente del mediodía.
Cada una, a su modo
guarda el recuerdo de tu cuerpo
y la promesa de volver.
Y es que somos aliados
tus remeras y yo. Compartimos
una incansable intimidad. Debe ser por eso
que (como las verdaderas lavanderas)
cuando lavo tu ropa, canto
con un anacronismo
que haría enfurecer a las feministas.
Pero en fin… Yo no soy, nunca he sido
ningún ejemplo para los demás.
Todo lo contrario.
A veces, en la soledad de la noche,
antes de ir a dormirme
pienso, para mis adentros: Dios mío,
gracias por inventar el amor
que ensucia las remeras,
y por inventar el jabón en polvo
que es el complemento ideal
de algunos muchachos que, al igual que yo,
confunden tus remeras -tan denostadas
con el Paraíso.
Chicos malos
Yo no creo en los chicos malos.
Aunque hagan cosas terribles, yo no creo.
Miro esa foto
con tus hermanos y tus primos, haciéndote el payaso
y se me rompe el corazón
—la alegría, a veces, es un monstruo
que nos hace llorar. Bueno,
yo río y lloro como un condenado
cuando miro esas fotos.
Chico malo jugando con su perro.
Chico malo arrojando un beso al aire
para que lo reciba su hermana,
que sostiene la cámara. Y el mismo chico malo
abrazando a su mami, mientras sirve la mesa.
Y la mami que se ruboriza y se pone contenta
de tener un hijo así, tan loco —no sé cómo explicarlo,
es la primera foto que veo de tu madre
y ya la venero
como si fuera la Virgen de Itatí.
Seguro que de fondo sonaba un chamamé
(no Los hermanos barrios, porque le cantan
a la tristeza, sino uno de esos
que dan ganas de salir a los cuatro vientos
y ponerse a gritar. Yo que no grito ni en sueños,
salir a la calle y ponerme a gritar
porque vi el fondo de tu casa
por primera vez, con ese coche viejo, arrumbado
y una montañita de escombros
y la soga donde tu mami cuelga la ropa.
Aunque parezcas el chico
más Indomable de todo este mundo. Yo vi
la mesa en la que te sentabas a comer,
el vaso de vino, el pan, la humilde ráfaga
de una alegría que se le sustrae al tiempo,
que es el único y verdadero chico malo
en toda esta historia.
Natalia Romero
Nacimiento
Le pregunté a la abuela
por el día de mi nacimiento.
¿Qué hacías cuando tu hija
se convertía en madre?
Ella se acomoda el volado
de la camisa de domingo
ese azul, ahora gastado
por el sol de las tardes
sentada en la vereda.
Hace un movimiento con los ojos
uno que no puedo seguir
se queda quieta en la virgen
esa, que cambia de color
con el clima.
La virgen está violeta
es la humedad, va a llover.
Me acuerdo
del día en que me enteré
que al nacer mamá
la abuela casi se muere.
La partera se asustó
mamá nació en una sala de hospital
y la abuela temblaba.
Me contaron que el médico
le preguntó a mi abuelo
a quién salvamos
a las dos, respondió.
Claro que a las dos, dijo
como excusándose.
Y cada vez que lo cuenta
es lo mismo.
Como si aún tuviera
una culpa
por haber tomado
ese riesgo ineludible
de quererlo todo.
Monte Hermoso
Escalamos la montaña
de arena.
Se queman
las plantas de los pies
nos acostumbramos
pisamos con fuerza
queremos llegar
al centro de la tierra.
El médano dorado
parece un meteoro.
Nosotras lo queremos
es nuestro refugio del verano.
Desde lo alto
cerramos los ojos
nos tiramos
y rodamos por la superficie
plana de la playa.
Estamos lejos de la cima otra vez.
Tenemos arena en los ojos
las uñas los oídos
la boca.
Masticamos los granos
que se disuelven
como el azúcar de los copos
o la sal del mar.
Te miro, estás riendo
te ves tan parecida a mamá.
El sol del mediodía
nos deja la piel
cada vez más roja.
En el cielo
no hay una sola nube.
Al costado del monte
unos cardos, unas flores amarillas
que me recuerdan a los penachos
que crecían en nuestro balcón.
Miramos otra vez la cima.
A lo lejos suena el mar.
Después de varias escaladas
iremos a zambullirnos
hasta quedar transparentes
como las algas.
Casas
Al mudarnos
mi hermana y yo
dividimos las pertenencias.
Algunas cosas
pasan a ser necesarias
y otras imprescindibles
según nuestro estado de ánimo.
Nos mudamos ya muchas veces
más de las que hubiéramos querido.
No quiero el microondas
ni la cafetera ni los platos.
Quiero llevarme lo mínimo.
Tampoco el cuadrito de rosas bordadas
ni los candelabros.
Me gustan las velas
pero no los candelabros.
La casa que compartimos en Buenos Aires
se llenó de la casa que vaciamos
en Bahía, después de tu muerte.
Ahora vaciamos otra vez la casa
para mudarnos cada una sola.
Esta mañana
volví a mirar la puerta redonda del lavarropas.
Ese, que no terminaste de pagar
porque tu vida terminó antes.
Mamá
ahora, un día como hoy
en que decido no ir al trabajo
porque llueve
porque quiero dejarlo
al trabajo, a él.
Pienso
qué voy a hacer
si me enamoro.
¿Habrá lugar algún día
en alguna de mis casas
para nuestros objetos
todos, bajo un mismo techo?
Los días pasan
y yo rondo la punta de la pregunta.
Hoy
por ejemplo
poder decir no, y hacer
un hueco de luz
adentro de la casa
que huele a mi
llena de las plantas verdes
que crecen
porque cuando estoy triste
trabajo con mis manos su tierra
y las dos nos transformamos
en un acto de iniciación.
Ahora
mientras las tostadas
crujen al calor
de la tostadora
que en la repartición fue mía
pienso en las tostadas que me hacías
pienso en tu felicidad
al comprar la tostadora eléctrica
la llegada de la tecnología
la promesa de la buena vida
que siempre esperaste
y nunca llegó.
Qué dirías mamá
si supieras que ya no tomo más café
ni como más carne
que lloro cada vez menos
que nunca volví al cementerio
que vivo sola con mi gata
que sufro por amor
que no estás para escuchar
que creo haber olvidado
tus olores
que sólo queda esa permanencia
sutil
en los objetos.
.
Jonás Gómez
1
Hay algo en la configuración de los astros
su disposición
y la relación con eventos en el planeta.
Así funciona: las estrellas
se ubican en zonas distantes del cosmos
y por acá, en la ciudad, en el vecindario, en el campo
sucede algo:
un accidente entre autos, un pájaro
pasa entre árboles,
un rayo que baja a campo abierto sin dejar heridos,
un cuerpo
que sale proyectado a través del parabrisas.
Alcanza, incluso, acciones concretas:
el impulso de caminar hasta el trigal
recorrer las espigas con los dedos
y volver
o la estadía en la sala de ensayo
para golpear la batería electrónica
y trabajar en la proliferación del tecno.
Astros, coincidencias o relación
entre la locación de algo distante
como los focos Philips
y la vida en el centro urbano.
3
Monjes tibetanos entunicados de color naranja
bocha de ellos
sentados a piernas cruzadas
en posición de loto
emiten un vibrato vocal
como parte de la meditación colectiva a ojos cerrados.
El objetivo es emular el primer sonido
el sonido de la creación
previo a la existencia
previo al desarrollo y a la evolución de todo lo que vemos crecer y desarrollarse.
Si la invocación es exitosa
las voces trascienden los ladrillos del templo
y hacen lo suyo.
Entonces, cada voz puede,
sí,
sí, sí, sí,
alcanzar una estrella específica.
6
Cada astro grita su luz a la distancia
lo que se ve
es la garganta de las estrellas
dentadura de soles rotos y su calcio más puro.
Sábanas oscuras de fondo ondulan un cielo al alcance,
olor a tierra seca y el sonido
de la tela en fricción
sobre una soga que va de lado a lado.
Nosotros, como miniaturas, podemos aspirar
a ocupar otro espacio
interactuar con los focos de luz
mientras el suelo, en apariencia plano, continúa bajos los pies.
Entonces ahora hay alguien por ahí, linterneando el cielo,
apuntando luz a las sábanas
que fueron trazadas con el mapa de alguna constelación.
Vos nombrala-la constelación
y ella irradia
con tanta claridad
que ilumina los pastizales de la periferia.
8
La palabra astros es antigua como una vasija enterrada,
fosilizada,
desenterrada
y vuelta a colocar sobre la mesa
para su posterior uso.
Es, como muchas palabras del habla cotidiana,
como muchas prácticas de la rutina cotidiana,
un invento griego.
Difícil saber en qué momento surgió
si el pronunciante fue un paria
alguien dado a las visiones de luz
que divagaba entre árboles
o un miembro respetable de la comuna
uno de esos escuchados en la asamblea
con suficiente sentido común parar nombrar algo por primera vez.
Alguno de ellos, en algún momento, señaló el cielo y articuló la palabra
que tuvo un sonido similar
a la palabra astros.
Antolín
Maestro Yoshi, estuve buscando departamentos todo el día.
Y llegué al final del camino.
Me echaron de todas las inmobiliarias.
Hay algo desarraigado dentro mío,
algo que no tiene peso propio, algo poco atlético.
Voy dejando este mundo muy muy despacio.
¿Dónde están las grandes aventuras?
Olores extraños me indican que estoy lejos de casa.
Un borracho sale del subterráneo y dice:
“Me perdí en el sótano de alguien”.
Estoy solo en una ciudad fría y costosa.
La gloria es algo lejano, de otro siglo.
Todavía no sé cómo vivir mi vida al máximo.
Quiero sentirme parte de las cosas.
Parezco un agente de otro planeta
que olvidó sus instrucciones.
Camino lentamente por la avenida a horas extrañas.
Las pizzerías están tristes y vacías.
Voy a muestras de arte y me alimento de cócteles.
Durante el día me escondo en los shoppings.
Es tarde, muy tarde
Algo me dice que no estaré acá arriba mucho tiempo.
Habrá que volver a las alcantarillas
después de la batalla
habrá que volver a las alcantarillas.
Petrificado con mi carro en el supermercado.
No quiero nada pero necesito de todo.
Camino lentamente hacia la esquina de los cereales.
Sólo ahí me siento seguro.
Miro las cajas coloridas y fuertes.
Ellas representan la salud y la felicidad
Pequeñas cajas de autoayuda.
Todos esos personajes dibujados,
los animales antropomorfos,
como líderes de una antigua dinastía zen.
Ellos poseen la verdad.
La esperanza es lo mejor que tenemos, nos dicen.
Las cosas buenas duran para siempre.
Nos pasamos los días planeando el futuro.
El futuro nos hace confundirnos, pienso
mientras soy escoltado hasta afuera de las instalaciones.
Los fantasmas beben cocacola.
No nos queda mucho tiempo.
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