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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

17/12/2015

1980, el Nobel de la Paz

Un aplauso de todos los enemigos

Hace 35 años las portadas de los diarios reflejaban en plena dictadura que Adolfo Pérez Esquivel había sido premiado con el Nobel de la Paz. Un repaso por los textos publicados entonces permite hacer un viaje al clima cultural y mediático de entonces: repudios, desprecios, cinismo. Tres décadas y media después, la lectura de esos materiales expresa a la vez lo mucho que se avanzó en términos de cultura democrática.

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ANM/col. Guillermo Loiacono

“Lo primero que hay que preguntarse, en política, es a dónde están los amigos. Y los enemigos. Y bien. Lo primero que salta a la vista en medio de la sorpresa provocada por el otorgamiento del Premio Nobel de la Paz de 1980 al arquitecto argentino Adolfo Pérez Esquivel, es que todos los enemigos de eso que la Argentina conquistó con sufrimiento y dolor entre 1976 y 1978 –precisamente la paz, la seguridad, la tranquilidad pública- aplauden su elección”.

El periodista Mariano Grondona escribió este párrafo en un editorial del viejo Cronista Comercial el 15 de octubre de 1980. Aunque dirigía otra publicación llamada Carta Política y trabajaba también en la televisión, en el recordado ciclo Tiempo Nuevo, Grondona firmaba sus editoriales semanales en el diario con el seudónimo Guicciardini, homenaje o guiño a un filósofo político discípulo de Maquiavelo. Si es por filosofía política, la alusión a los amigos y los enemigos recuerda el debate de los años kirchneristas acerca de la influencia presunta de Carl Schmitt en algún pensador cercano al gobierno. Más importante de cara a estas líneas es recordar y contextuar cuál era el paisaje cultural y mediático argentino cuando Adolfo Pérez Esquivel fue premiado con el Nobel, con 35 años de distancia histórica.

La noticia fue uno de los títulos principales de los diarios el día 14 de octubre de 1980. Por entonces comenzaba muy, pero muy lenta, tortuosa y dolorosamente el período de desglaciación de la dictadura. Un clima que de una manera opaca puede verse reflejado con la tríada de titulares entre complementarios y paradojales del diario Clarín del 5 de septiembre de 1980: “Postergaron los comicios municipales en Brasil”, “Galtieri habló de la sucesión presidencial”, (¿pero?) “Pide la Sociedad Rural que no se apresure una salida política”.

Semanas antes se acababa de sancionar la ley de Radiodifusión de la dictadura. La Junta Militar había designado a Roberto Viola como sucesor de Jorge Rafael Videla. La revista Humor publicaba -en algunos de sus célebres cabezales- estos chistes: “Paradoja: aumentan las quiebras y baja la producción de yeso”. “Para el Día de la Industria, en 1980, van a hacer una cena íntima”.

Semanas antes se acababa de sancionar la ley de Radiodifusión de la dictadura. La Junta Militar había designado a Roberto Viola como sucesor de Jorge Rafael Videla. La revista Humor publicaba -en algunos de sus célebres cabezales- estos chistes: “Paradoja: aumentan las quiebras y baja la producción de yeso”. “Para el Día de la Industria, en 1980, van a hacer una cena íntima”.

 

Medios en alerta

La posibilidad de que Pérez Esquivel fuera premiado con el Nobel de la Paz había sido seguida de cerca por algunos medios, algunos de ellos ramificaciones de los servicios de propaganda del Estado terrorista. Así por ejemplo, el semanario Somos, en un artículo de junio de 1978 titulado “Los réditos políticos del mundial”, escrito por Gustavo J. Landívar, decía:

“Se sabe que Amnesty International está organizando una intensa campaña para lograr que este año el Premio Nobel de la Paz sea concedido a un ciudadano argentino, Adolfo Pérez Esquivel, actualmente detenido a disposición del Poder Ejecutivo por haberse hallado en su poder material subversivo (...) A no dudarlo, su eventual elección puede afectar tremendamente al gobierno argentino. Y no debe olvidarse que Amnesty, una de las principales organizaciones propulsoras del boicot contra nuestro país y de innegable simpatía hacia el marxismo, obtuvo el año pasado el galardón que concede el gobierno de Suecia, muchas de cuyas principales figuras han firmado notas en contra de la Argentina y en favor de los extremistas”. Somos fue el semanario que ante la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de 1979 puso en portada a una suerte de espía sospechoso con lupa, junto al título catástrofe “¿QUÉ BUSCAN?”.

La premiación se produjo tiempo después. Los medios de entonces la repudiaron. Algo similar sucedió cuando Jacobo Timerman recibió el premio Moors Cabot. Los directores de los principales diarios argentinos se tomaron incluso la molestia de escribir una carta a la institución otorgante del galardón expresando ese repudio. El Buenos Aires Herald no fue de la partida. Un párrafo tomado casi al azar expresa la posición de los diarios ante la premiación de Pérez Esquivel, pertenece al editorial de La Nación del 15 de octubre de 1980, que opuso al Nobel una lista de militares muertos por acciones guerrilleras, como destinatarios posibles y simbólicamente opuestos a Pérez Esquivel.

“Un aplauso de todos los enemigos" - Revista Haroldo
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ANM/col. Guillermo Loiacono

El fin de la ilusión

Sin embargo, la pieza periodística quizá más memorable de aquellos días es de noviembre de 1980 y fue publicada en un semanario en teoría frívolo o liviano: Gente. Una periodista estrella de entonces, Renée Sallas, escribió un texto largo que comenzaba con estas afirmaciones y preguntas: “Es como el fin de una ilusión. ¿Una ilusión infantil? Sí, lo admito. Será por eso que uno llora tanto su muerte. Pero antes, cuando a uno le encargaban una nota a un Premio Nobel, lo sentía como un privilegio, como un formidable voto de confianza. (...) Con el tiempo, el prestigio de los Nobel fue decayendo. Los nombres que aparecían nos movían a sorpresa y desconcierto. Al parecer, empezaron los tiempos en que los Nobel premiaban más una causa, una ideología o un movimiento, que la trayectoria de un candidato (...) Y ahora, precisamente el lunes 13 de octubre, la ilusión sufrió un golpe de muerte: un argentino, Adolfo Pérez Esquivel, 49 años, profesor de Bellas Artes, creador y director del servicio Paz y Justicia en América Latina, recibe el Premio Nobel de la Paz 1980. ¿Cómo es posible que un argentino tan brillante se nos haya escapado a muchos hasta ahora? Rápidamente se recurrió a los archivos en busca de antecedentes, datos del premiado. Pero el desesperado intento, finalmente, resultó inútil. Porque como muy bien lo dijo el propio Pérez Esquivel a los periodistas que invadieron su filial de México 479 en la Capital: ‘El premio no pertenece a una persona, sino a un movimiento’”.

Inmediatamente la periodista decía que a “todas banderas” de los organismos de Derechos Humanos de entonces “los argentinos las conocemos muy bien, porque en ellas se basó, ciegamente, parcialmente, selectivamente, la campaña antiargentina desatada en el mundo”. Sólo después de una larga catarata de opiniones propias que reflejaban fielmente los discursos oficiales o dominantes de la época, comenzaba la entrevista al Nobel de la Paz.

-¿Usted se reconoce el promotor del grupo de las “madres de Plaza de Mayo? (N. de R: por entonces en la prensa no se empleaban las mayúsculas para el sustantivo Madres).

-Bueno, yo no soy el que inicia el movimiento de las madres de Plaza de Mayo. Hay un error. Son ellas las que se organizan, las que se reúnen. Simplemente, lo que nosotros hacemos es apoyarlas espiritualmente. Tratar de ayudarlas en el problema que viven. Un problema humano.

-Usted es un ciudadano argentino, ¿no? Y como argentino, le debe haber llamado la atención que la campaña antiargentina en Europa, por ejemplo, ha hecho hincapié exclusivamente en esta bandera demagógica, sin ver lo demás. ¿No cree que le hace muy mal a su país esta parcialidad?

Pérez Esquivel intentaba responder a esas y otras preguntas con altura, incomodado, recordando entre otras elementalidades que “el gobierno actual, el gobierno que tenemos, no es un gobierno elegido por el pueblo. Entonces creo que hay que diferenciar y no confundir.

-¿No cree que todo lo que los argentinos hoy vivimos es consecuencia precisamente, de malos gobiernos elegidos por el pueblo?

-Bueno, yo pienso que no.

-¿Entonces surge por generación espontánea?

"¿Cómo es posible que un argentino tan brillante se nos haya escapado a muchos hasta ahora? Rápidamente se recurrió a los archivos en busca de antecedentes, datos del premiado. Pero el desesperado intento, finalmente, resultó inútil. Porque como muy bien lo dijo el propio Pérez Esquivel a los periodistas que invadieron su filial de México 479 en la Capital: ‘El premio no pertenece a una persona, sino a un movimiento’”.

La entrevistadora, combativa, redobló esfuerzos cuando el Nobel aludió a los valores elementales de “una sociedad civilizada”.

-A una sociedad civilizada, usted lo ha dicho muy bien. ¿Cree que la guerra que hemos pasado en la Argentina tiene algo de civilizada?

Dos preguntas después, la entrevista ya se ponía algo policial: “¿Se puede saber cuáles son sus ideas políticas?”, “¿Se animaría a decirme por quién votó usted la última vez?”, “¿Su movimiento --como Amnesty International-- defiende sólo las víctimas de la izquierda y jamás habla de las víctimas del otro lado?, “¿Cómo combatiría usted a la violencia terrorista? ¿Ofreciendo la otra mejilla?”, “¿Qué haría usted con un terrorista que pone una bomba en un lugar público y mata a muchos inocentes?”. Finalmente: “Insisto en mi última pregunta, señor Pérez Esquivel. ¿Usted cree que no hay implicancias políticas en el otorgamiento de este premio? ¿Qué no hay, abiertamente, una condena?”.

Por qué ahora, por qué a él

A esta altura no añade mucho remarcar que la bajada de la nota firmada por Renée Sallas y Osvaldo Leboso mencionaba a Pérez Esquivel como a “un desconocido en su propio país”. Ni que junto con la entrevista (¿?) se publicara un editorial titulado “¿Por qué ahora, por qué Argentina, por qué a él?”. Más recuadro dedicados a quienes sí apoyaban la premiación: Héctor J. Cámpora (“responsable de uno de los gobiernos más caóticos, violentos y corruptos que haya vivido la Argentina en toda su historia”); Patricia Derian (“uno de los puntales de la campaña antiargentina dirigida desde el exterior”) e Hipólito Solari Yrigoyen (“ex- senador de la Unión Cívica Radical que vive fuera del país y que tuviera conexión con grupos subversivos”).

Hace pocos días Adolfo Pérez Esquivel fue homenajeado, dado el aniversario del Nobel, por la gente del SERPAJ nada menos que en la emblemática iglesia de la Santa Cruz, aquella en la que fueron secuestradas y desaparecidas el 8 de diciembre de 1977 –entre otras personas- las Madres de Plaza de Mayo Esther Careaga y Mary Ponce y la religiosa francesa Alice Dumon. Parte de la tarea de infiltración, inteligencia y ejecución del operativo estuvo a cargo de Alfredo Astiz. En relación justamente a prácticas habituales de la dictadura, espionaje e inteligencia, en los últimos días Pérez Esquivel firmó un convenio con la procuradora general de la Nación, para que el Ministerio Público pueda acceder al archivo de la ex Dirección de Inteligencia de la policía bonaerense, de modo tal de “facilitar el acceso a los archivos, legajos, fichas, expedientes y/o bases de datos” en poder de ese organismo. Los registros de la ex Dirección de Inteligencia policial conservan una extensa documentación sobre las tareas de inteligencia policial y de espionaje, en un larguísimo período que va de 1956 a 1998, cuando el organismo fue disuelto.

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