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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

18/07/2024

Sobre “El Petrus y nosotras”

Tres mujeres

En esta quinta y última entrega sobre el libro El Petrus y nosotras, Natalia Fortuny destaca la presencia fuerte de la pulsión vital  a lo largo de toda la narración. El texto, para la autora, constituye una mirada honesta y crítica que no ahorra oscuridades y reconstruye el mundo colectivo de la militancia revolucionaria de los setenta.

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Lo primero que leí del libro fue la voz de Petrus. 

Es decir, antes de leer, encontré su voz.

El libro llegó al mail en formato epub. Lo abrí, me demoré apenas por la tapa y leí, en el índice, un apartado que llamó mi atención: “La palabra grabada de Horacio Campiglia”. Hice clic y ahí estaba, antes de todo lo que siguió, antes de saber lo que pasó mucho antes con él, y con ellas. Ahí estaba Horacio, en su modulación, en el grano de su voz.

Era Horacio o Petrus diciendo en el ‘78 “Tenemos que estar más unidos que nunca”. Y más adelante: “Traten de superar las situaciones difíciles que se puedan dar”. Su voz se acompaña con un video donde se suceden las imágenes familiares de la felicidad, imágenes que narran cronológicamente una vida: momentos felices atrapados justo antes de perderse. Y allí, al final de esa relación entre imagen vista y palabra escuchada, se interrumpe la narración familiar de las fotos, se trastoca. Tres nenas retratadas con sus abuelos, rodeadas de ausencias.  Y entre estas fotos familiares se intercala, como una llave, al final, un documento escrito a máquina: un memorándum de inteligencia de la embajada norteamericana. 

La fotografía como técnica comparte con fantasmas y espectros el ambiguo registro de lo presente-ausente, de lo real-irreal, de lo aparecido-desaparecido. Nelly Richard cree que los retratos de los desaparecidos y desaparecidas llevados en pancartas o colgados en los cuerpos de sus familiares se vuelven acusadores del anonimato que protege a los victimarios. “Los ojos de las víctimas” sostiene “(..) la mirada de los ausentes es la que se convierte en el instrumento de un virtual enjuiciamiento de los presentes culpables.”

El video cierra –también cierra así el libro- con un retrato de Horacio, mirando a cámara, mirándonos.

 

Foto: Gentileza Archivo familiar

 

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Hay algo metodológico en este libro. Es, claro, un libro polifónico. Pero no sólo por las tres voces y las miradas de Pilar y sus hijas Mercedes y María. Sino por su condición de relato fragmentario. Lo aclara Pilar al principio, en un paratexto justo antes de arrancar: estas memorias se construyen con recuerdos de otros y otras, especialmente de quienes compartieron con Horacio sus vidas militantes. Son extractos de voces que aparecen con comillas pero sin explicitar cada vez quién habla o quién recuerda, invitados generosamente a una historia que es también la suya propia. 

En su historia rota, tal como ella la titula, Mercedes despliega un gesto similar a partir de conversaciones con quienes conocieron a su padre. Aunque, puesta ya a imaginar, olvida las comillas para intuir o inventar detalles, olores y sabores, incluso pensamientos y temores que su narrador omnisciente ofrece página tras página.

 

En el texto de Pilar hay, además de una mirada honesta y crítica que no ahorra oscuridades y reconstruye el mundo colectivo de la militancia revolucionaria de los setenta, una voz subjetiva que se enreda con los hechos narrados. Lo personal es a veces enunciado de manera lacónica, nunca catastrófica o revictimizante. 

La voz singular aparece en el uso de ciertas palabras, flechitas que señalan hacia afuera: cianurarse para utilizar el recurso de la pastilla de cianuro ante una inminente caída, o la pareja que es una pareja fake cuando arma su casa clandestina en el conurbano, con falsas identidades. O el detalle, nimio y dolorosamente central a la vez, acerca de que cuando ocurre el secuestro que iba a separarla por un año y medio de su familia estaba yendo a comprar “tornillos, un diario y un poco de asado”.

Todos estos recursos literarios sutiles dan un tono de oscilación entre lo íntimo y lo público, entre la historia vivida y la historia compartida. Como si en el detalle o en la palabra extrañada se concentraran a la vez lo real y la literatura.

Todo esto se vuelve un contrapunto con la voz -presente aunque elidida a la vez- de su libro Poder y desaparición, que ha sido y es tan importante para pensar los modos del poder concentracionario de la última dictadura.

 

 Foto: Gentileza Archivo familiar

 

En esta historia también hay una insistencia alrededor de la militancia y la guerrilla: “no fuimos engañados, no fuimos a ciegas, y tampoco nos guiaba un impulso de muerte: al contrario, amábamos furiosamente la vida”. La pulsión vital está presente en el despliegue de ese amor, en el casamiento a carcajadas -dos menores escandalizando a los adultos, haciendo peligrar esa unión civil-, en los momentos de intimidad, de complicidad en la política y la vida cotidiana -a menudo clandestinas-, en las hijas esperadas, concebidas en la esperanza de la revolución, “empujando la vida”.

 

 

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El apartado escrito por Mercedes se propone trabajar con su historia como trabaja el polvo de oro japonés para reunir la porcelana quebrada. Escribe desde la cicatriz no sólo para repararla sino para evidenciar esa cicatriz, para mostrarla no como falta sino como origen de algo que, incluso, puede ser bello. Precisamente es un fragmento del final de su texto el que retoma Ana Longoni para titular su prólogo: “Algo vivo que ha crecido de tu muerte”.

Mercedes cuenta-imagina la prehistoria familiar: incluso la de sus abuelos paternos antes de su padre. Es la prehistoria de Horacio, antes de convertirse en Petrus. 

 Foto: Gentileza Archivo familiar

 

6

En la tapa del libro se ve una foto de los cuatro, en el exilio, a poco de reencontrarse y a poco de perderse, encuadrados por un simbólico óvalo rojo prestado ahora al retrato de la familia que, como reza el subtítulo, ha sido atravesada por la militancia.

En esta semblanza de Horacio, al terminar de leerla, se entiende el peso del nosotras del título, cada vez más relevante. Imposible no leerlo desde una mirada crítica y feminista. Tres chicas, tres mujeres, tres hijas y madres nos cuentan, sin dudas, una historia que, ahora, es toda de ellas.

 Foto: Gentileza Archivo familiar

 

* Fragmentos del texto leído en la presentación del libro El Petrus y nosotras, en la Casa de
las Madres.

Natalia Fortuny es poeta, docente UBA e investigadora del CONICET. Doctora en Ciencias Sociales y Magister en Historia del Arte, coordina el Grupo FoCo de Estudios en Fotografía Contemporánea, Arte y Política (IIGG-UBA). Publicó, entre otros, Arder con lo real. Fotografía contemporánea entre la historia y lo político (2021), Memorias fotográficas. Imagen y dictadura en la fotografía argentina contemporánea (2014), La Guerra Civil (2023), Chacarita (2017) y La construcción (2010). Realizó con Jordana Blejmar y Martín Legón la muestra y libro-catálogo Escala 1:43. Juguetes, historia y cultura material (2022).  

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