11/07/2024
Sobre “El Petrus y nosotras”
Recuperar la dimensión histórica del futuro
Por Federico Lorenz
Un libro en dos tiempos: aquel al cual refiere, en este caso, el de la vida de Horacio Campiglia; y el tiempo en el que es leído, nuestro presente, momento en que el libro puede devenir en una reivindicación de la posibilidad que tenemos los seres humanos de imaginar y actuar proyectos. En esta cuarta entrega sobre El Petrus y nosotras, Federico Lorenz afirma que un buen libro sobre el pasado es aquel que nos obliga a hacernos preguntas sobre el futuro.
Todos los libros tienen dos tiempos. El tiempo acerca del que hablan, y el tiempo desde el que son leídos. En una obra que tiene que ver con la militancia política, con la biografía de un revolucionario y las formas en las que sus contingencias atravesaron las vidas de su compañera (una militante también) y de sus hijas, esta simple constatación es doblemente importante.
Horacio Campiglia, Petrus, fue uno de los fundadores de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, las FAR, y llegó a integrar la Conducción Nacional de Montoneros hasta su secuestro en Brasil. Pilar Calveiro, su compañera, estuvo secuestrada durante aproximadamente un año y medio en la ESMA. Sus hijas Mercedes (1975) y María (1977) convivieron y fueron parte de su vida revolucionaria, atravesada por la clandestinidad, la lucha y la represión. El libro que escribieron quienes lo sobrevivieron es una obra amorosa sin despojarse de la crítica, y prolonga la vida de Campiglia hasta el presente. Aunque no desplace el dolor, ni lo niegue, El Petrus y nosotras impugna la lógica de la desaparición: si bien la ausencia es irreparable, las tres mujeres cuya vida atravesó la militancia la reinterpretan al ofrecerse y ofrecer a los lectores la posibilidad del reencuentro afectivo con los fragmentos de una memoria. Petrus, entonces, es tanto un recuerdo como una presencia.
Homenaje a las personas detenidas desaparecidas a través de la confección y colocación de baldosas recordatorias en las calles de la Ciudad de Buenos Aires. Colegio Nacional Buenos Aires, 2024.
El tiempo de Horacio Campiglia, que es pasado, permite leer acerca del contexto en el que creció y se politizó, y de las decisiones que tomó en función de las lecturas que hacía de la realidad. ¿No es eso lo que esperamos de un libro de Historia, que nos describa y explique el pasado? En ese sentido, el libro ofrece un recorrido por su militancia estudiantil en el Colegio Nacional de Buenos Aires, su creciente compromiso con la lucha armada y las formas que adoptó su vida cotidiana subordinada a ésta, en tanto instrumento para un proyecto revolucionario colectivo.
Las derivas de ese proyecto no se agotan ni en su desaparición ni en el escamoteo de sus restos, como prueban los trabajos de sus hijas, que se alimentan también de fotografías del acervo familiar y de la propia voz de Horacio Campiglia, rescatada en una cinta enviada a su familia.
Marcha multitudinaria en defensa de la universidad pública, gratuita y de calidad donde aparecen consignas que definen un proyecto de país. Abril 2024
Eso en cuanto al primero de los tiempos de los libros. ¿Qué sucede con el tiempo en el que son leídos? Esta es, quizás, la pregunta más importante, no sólo coyunturalmente ante el panorama argentino y mundial, sino estratégicamente. Adelanto: porque el libro, entre otras cosas, es una reivindicación no de un proyecto específico, sino de la posibilidad que tenemos los seres humanos de imaginarlos y actuarlos.
Por supuesto que algunos lectores pueden tomarlo como la biografía de un “bronce”, y por eso quien esto escribe prefirió hablar de obra amorosa y no de homenaje. Esa es una forma de leerlo en el presente: nostálgica, apologética, hagiográfica. Es válida, pero autocomplaciente. El libro es también un excelente material para presentar a los más jóvenes una época compleja, encarnada en una vida ejemplar, en el sentido de que estuvo atravesada por todos los componentes de esos años convulsionados y llenos de esperanza. Habrá, eso sí, que explicarles muchos elementos: acontecimientos, nombres, conceptos.
Marcha multitudinaria por la universidad pública, gratuita y de calidad donde aparecieron consignas que definen un proyecto de país. Abril 2024
Ahora bien, si nos detenemos en los anacronismos del libro (encarnado en palabras y conceptos como “revolucionario”, “colectivo”, “anti imperialismo”, “matar o morir”, “fierrero”) nos encontraremos con una gran cantidad de incómodas señales de que nosotros también tenemos la posibilidad de, en función de la realidad, imaginar mecanismos para cambiarla. Los anacronismos -es decir, mirar hacia el pasado- pueden ser revolucionarios en un contexto plano y dominado por la instantaneidad. Al leer sobre las formas en las que una persona concreta vivió su época, el ejercicio siguiente debería ser repetirse sus preguntas: ¿estoy conforme con la sociedad en la que vivo?; si no es así, ¿cómo hacer para modificarla? En síntesis, un buen libro sobre el pasado en realidad es aquel que nos obliga a hacernos preguntas sobre el futuro. Ese, probablemente, sea el mayor legado de un revolucionario. Que quienes lo seguimos en este presente (que es su futuro) no nos hagamos esas preguntas, claramente no es su responsabilidad. Quizás el auténtico hilo rojo sea el de sostener la disconformidad con el estado de las cosas y la vocación de cambiarlas.
Claro que como los contextos son diferentes, la adhesión nostálgica y acrítica al pasado es errada y peligrosa, aunque puede ser auto satisfactoria, sobre todo cuando el panorama es tan oscuro. El libro, para quienes vivieron la época o estamos interesados en ella, está llena de guiños cómplices. Hay aquí una distinción entre vivir del pasado, para el pasado, o con el pasado; preguntarnos si queremos ser vencedores morales (y los negacionistas dirían “vencedores en la batalla ideológica”) o imaginar, muy seriamente, cómo retomar la disconformidad, la constitución de las injusticias, y ver qué formas tiene la confrontación con la injusticia y la represión ahora. Esto significa vivir con el pasado. Y esta es la clave de lectura más importante, la clave política, pues nos obliga a preguntarnos por qué un libro así, la biografía de un hombre como Petrus, o de su compañera e hijas, debería ser importante para las nuevas generaciones. Pregunta doblemente urgente porque la sociedad en la que vivimos es el resultado de la derrota del Petrus y de tantos otros.
Marcha multitudinaria por la universidad pública, gratuita y de calidad donde aparecieron consignas que definen un proyecto de país. Abril 2024. Foto: Tui Guedes
Así como esto es cierto, no lo es menos que la actual situación de hegemonía capitalista no es definitiva, como no lo es ningún contexto histórico. Aunque derrotado y desaparecido, el anacronismo de la vida del Petrus y de sus afectos es revolucionario: no por el traslado acrítico de sus ideales y su proyecto al presente, sino porque permite hacerse preguntas que atraviesan a todas las épocas: qué hacer con nuestra indignación, qué mundo queremos, cómo lo realizaremos. La supervivencia de Horacio Campiglia hasta nosotros, hasta este presente, es la constatación de que preguntas como estas son transversales a todas las épocas.
Baldosa x la memoria donde se recuerda a estudiantes y docentes detenidxs desaparecidxs, entre otros, a Horacio Campiglia. Colegio Nacional Buenos Aires, 2024.
Y emerge, en la vida que leemos y que en ese proceso hacemos nuestra, el más potente anacronismo de todos: el de poner lo colectivo por encima de lo individual. ¿Cómo volverlo comprensible, en sus modos y en sus resultados, en el efecto que produce en las personas que lo actuaron y lo actúan? La biografía de un derrotado puede ser un instrumento para reponer el valor de lo común y de lo colectivo, hoy impugnado tanto por las formas de hacer política dominantes como por el mercado. El libro narra una forma concreta de actuar ese compromiso con la sociedad. Al hacerlo, habilita la pregunta por el hoy: ¿por dónde pasa lo colectivo para las nuevas generaciones? ¿Por dónde quieren hacerlo pasar, y para qué? ¿De qué formas?
Vivir con el pasado es recuperar nuestras tres temporalidades: somos pasado, presente y futuro. En este último caso, somos y actuamos lo que queremos ser, el mundo en el que queremos vivir, la sociedad que queremos construir. Reconstruir esa división y esa conciencia de la propia capacidad para hacer las cosas es el punto tan bajo del que debemos arrancar, y son las reflexiones que suscitan obras como El Petrus y nosotras. Esa es, en última instancia, la cualidad política de los ejercicios de memoria: reunir a los sobrevivientes, a los que recuerdan, a quienes se enteran, pero sobre todo, a los que no dejan de preguntarse qué hacer.
Federico Lorenz
Es historiador (investigador del CONICET), novelista y profesor de Historia en el Colegio Nacional de Buenos Aires. Se especializa en la historia de Malvinas y en la militancia armada y el sindicalismo de los años 70.
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