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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

15/05/2024

Sobre "El Petrus y nosotras"

Historias de familia

El recuerdo de Horacio Campiglia, El Petrus, se construye como relato polifónico en la voz de quien fuera su compañera, Pilar Calveiro y de sus hijas, pero también de quienes aportaron su memoria mientras ellas intentan condensar esa voz colectiva cargada de indicios personales.  Iniciamos aquí una serie de intervenciones, de ellas tres y de quienes comentaron el libro en cuestión, que intentan dar cuenta de ese rompecabezas; empieza Pilar.

Hace ya casi cinco años que iniciamos este proyecto: construir una memoria de Horacio Campiglia que diera cuenta de su vida, de su militancia y de nuestro vínculo con él. Las tres, mis hijas y yo, coincidimos en el deseo de hacerlo de manera conjunta y, al mismo tiempo, en completa autonomía. Esto implicaba que cada una haría lo que quisiera y como quisiera, sin más acuerdo que construir esa memoria sobre Horacio. Pero sabíamos que nuestro recuerdo no alcanzaba, así que buscamos a otras personas que habían compartido con él otros tramos de su historia. Hablamos con familiares, compañeros del colegio o de militancia, amigos, para que nos contaran un poco más. Incorporamos así esos relatos preciosos y muchísimas fotos a nuestras memorias personales y familiares y empezamos a trabajar.

Al terminar, intercambiamos lo que habíamos hecho, para recibir comentarios, aclaraciones, alguna sugerencia, todo sujeto al criterio final de la autora respectiva. Sin embargo, reconozco que en ocasiones intervine más allá de lo debido y de lo acordado. Opiné sobre las fotos, por ejemplo, y también sobre el relato. Más de una vez dije, inadecuadamente: “eso no fue así”, como si mi memoria pudiera ser más fiel que cualquier otra. Pero, sobre todo, pedí que el texto excluyera mi historia personal; quería darle a Horacio el protagonismo absoluto. Eso obligó, por mi causa, a recortar y retejer. Hoy me pregunto, a mi vez, cuántos “no fue así” íntimos y sociales debí sortear yo misma y a cuántos recortes sometí mi propio relato.

Cuando la editorial Siglo XXI tomó el libro para su publicación, cosa que no esperábamos y que nos alegró muchísimo, inició una segunda parte del proceso. Ahí tuvimos un par de reuniones y después cada una de nosotras trabajó sobre los comentarios siempre cuidadosos, respetuosos y muy profesionales de la editorial. Pero la verdad es que a veces uno considera oportunas esas intervenciones y otras no, o tiene dudas. Entonces, justamente porque aparece la duda, vuelve a pensar y a escribir, a cortar y a agregar. Y así fuimos llegando al texto definitivo.

Foto: Gentileza Archivo familiar

Es decir, para armar el libro tratamos de seguir un proceso de articulación pero a la vez de autonomía de las memorias que, como acabo de contar, es siempre muy relativa. Así que lo que presentamos es resultado de un montón de experiencias, de relatos y de intervenciones que se entrecruzan, se potencian, se deforman unas en otras y que tal vez no podía ser de otra manera.
¿Qué ha representado para mí esta escritura, en esa primera persona que me suele resultar incómoda e incluso innecesaria, pero que muchas veces se registra como faltante? 

Yo he querido traer al presente el nombre y la memoria de Horacio Campiglia, mi queridísimo compañero, a quien le arrebataron la vida, el nombre y hasta la muerte. También la muerte, porque no hemos recuperado sus restos ni le hemos podido dar el entierro digno que merecía. Y, sin embargo, para ser recordado, probablemente un libro es mejor que una tumba y permite restituir, hasta cierto punto de manera más cabal, lo que se intentó borrar.

Sin duda, la cercanía de mi propia muerte -por una obvia razón cronológica- me ha impulsado a tratar de dejar un rastro de su vida, que también ha sido y es la mía. En este volver sobre su muerte, las muertes, nuestras muertes regresan las imágenes de “los ríos que van a dar a la mar” aprendidas en aquel Nacional Buenos Aires de nuestra adolescencia pero también los caminos como “estelas en la mar”, de nuestra militancia. Y aunque lo sepa imposible, el libro intenta dejar una huella solo apenas más consistente, un rastro un poco más visible de lo vivido, como una forma de atrapar pero sobre todo de abrazar lo que se desvanece.

Foto: Gentileza Archivo familiar

Lo que escribí son solo fragmentos de nuestra vida en común, pedacitos que dan cuenta de los afectos, los miedos, las apuestas. Trozos de nosotros, de la relación con nuestras hijas, de nuestras militancias que han permanecido como significativos para mí. Hablan así de nuestros acuerdos y desacuerdos -numerosos en ambos casos-; de pérdidas de amigos y compañeros, de dolores intensos pero también de la enorme alegría de compartir un proyecto de vida y esperanza. Se apartan del relato heroico, siempre irreal, pero también del de la pura lágrima, la lamentación o el rechazo.

El mío es un texto muy sencillo, en el que vuelvo a decir, en primera persona, lo que ya había dicho de otras maneras. Sin embargo, me costó muchísimo escribirlo, revisarlo y soltarlo; no soy capaz de decir cuánto. Y, junto con toda esa dificultad, este libro me ha dado una enorme alegría: desde la portada, siguiendo por la realización y culminando en estas presentaciones, hemos vuelto a ser cuatro y lo recuperamos a él junto a nosotras.

Pilar Calveiro

Fue compañera de vida y militancia de Horacio Campiglia. Se exilió en México tras haber permanecido secuestrada en la Escuela de Mecánica de la Armada durante la dictadura militar.  Es doctora en Ciencias Políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Se desempeña como profesora investigadora de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP) y es miembro del Sistema Nacional de Investigadores de México. Trabaja principalmente sobre temas de violencia política, historia reciente y memoria. Es autora de "Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina", entre otros libros.

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