22/02/2024
Imaginación política después del estallido de 2001
El futuro detrás
El estallido de 2001, la crisis que le sobrevino y las múltiples y muy variadas formas de organización social que nacieron al calor de aquellos acontecimientos produjeron también nuevas formas de expresión artística que se recopilan en una muestra en el Parque de la Memoria.
Hablar de los acontecimientos históricos en torno al estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 es señalar una contradicción mayúscula: en medio de una abismal crisis económica se desata la más descollante creatividad social.
En el curso de una década de desguace del Estado en la que se privatizaron y clausuraron fuentes de trabajo en todo el país, fueron surgiendo movimientos de desocupados, asambleas y ollas populares al calor de fogatas, cortes de calles y rutas.
La respuesta del régimen fue ferozmente represiva: decretó el estado de sitio que produjo 39 muertos y cientos de personas heridas. En réplica, las protestas se multiplicaron entonando un llamado solidario: “Piquete y cacerola, la lucha es una sola”.
Alicia Herrero. Set (selección de piezas), 2002. Relieve de aluminio anodizado. Colección de la artista.
En una secuencia inaugurada por la huida en helicóptero de Fernando De La Rúa, en apenas once días pasaron cinco presidentes por la Casa Rosada. La gente multiplicó las manifestaciones, organizándose y marchando masivamente, y en los principales centros urbanos surgieron asambleas populares que instauraron un ejercicio de democracia directa y participativa sin precedentes.
Lejos del “sálvese quien pueda”, en torno a estas asambleas se idearon modos de subsistencia comunitarios y múltiples experiencias que inventaron articulaciones solidarias de cooperación, entre las que se destacan los clubes de trueque y los festivales por el don y el intercambio gratuito, que fortalecieron economías alternativas, aliviando el día a día y señalando otros rumbos posibles para gestionar la vida social.
Esta misma usina de creatividad social, a su vez, se propagó a los ámbitos de trabajo, creando las condiciones para la emergencia de un poderoso movimiento de fábricas recuperadas, una singular experiencia de organización caracterizada por un despliegue innovador de repertorios de protesta, producto de una alianza sensible entre trabajadorxs, movimientos sociales, artistas y colectivos culturales al calor de la ocupación vertiginosa del espacio público.
Estas estrategias colectivas impulsadas para sobrellevar los efectos de semejante crisis implicaron un permanente estar afuera que creó un sentido de urgencia por pensar otra vez el significado de la vida colectiva. Ocupar la ciudad cuerpo a cuerpo con otrxs y producir nuevas formas de habitar lo íntimo y el mundo exterior, apelando a los recursos sensibles del arte, permitió reapropiar deseos, posibilidades y garantías que habían sido arrebatadas, imaginando nuevas formas de lo común tanto dentro de las casas, en la cercanía del barrio, puertas adentro de las fábricas como en el corazón de los nuevos movimientos sociales.
Así fue cómo el Argentinazo del 2001, no solo se consagró como una jornada histórica de resistencia, sino también como un punto de inflexión que sembró la escena para posteriores acontecimientos creativos multitudinarios que abrevaron en el archivo histórico de su vocabulario imaginativo para trascender los límites de lo posible en cuanto acción política.
Fue en ese tiempo, después del estallido, que emergieron un sinnúmero de iniciativas que ante la adversidad de la coyuntura ensayaron espacios cotidianos de experimentación artística para denunciar la violencia represiva, convirtieron las plazas en escenarios de festivales por la recuperación de las fuentes de trabajo o propusieron actividades culturales desde las cuales volver a pensar la distinción entre lo íntimo y el mundo exterior.
Iconoclasistas. Mapa de la Masacre de Avellaneda, 2023.
La consigna “Que se vayan todos”, abrazada y reproducida críticamente por una amplia mayoría de la sociedad, sintetizó este proceso en el que se conjugaron la movilización popular con la crisis del neoliberalismo como sistema político. Un fulgor de creatividad y deseos de recomposición social basados en la ayuda mutua que, en junio de 2002, se vio impactado trágicamente por el asesinato de los jóvenes piqueteros Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, en lo que se conoce como “Masacre de Avellaneda”.
El impacto social de esta feroz represión estuvo estrechamente vinculado a la circulación masiva de los registros capturados por la lente periodística de ese día. Estas imágenes, producidas en el peligroso calor de la represión, se convirtieron no solo en evidencia clave para el pedido de justicia, sino también en documentos culturales que mantienen viva en la memoria popular la fuerza conmovedora de la solidaridad y el afecto militante. En la continua presencia e insistente latir de la figura de Darío y Maxi, en el trabajo de artistas y activistas integrantes de distintos movimientos sociales, no solo quedó cristalizada la experiencia política de una generación, sino también un deseo de justicia que se materializó a partir de la recuperación de su vitalidad.
En la escala de la historia, un lapso de apenas dos décadas puede resultar fugaz. Hoy una nueva crisis vuelve a atravesar el país y —como una reescritura invertida— cuesta imaginar un contraste mayor entre las respuestas construidas en los tiempos del estallido del 2001 y la situación actual. Esta exposición busca estremecer el presente apelando a aquel laboratorio de experimentación política, económica, cultural, artística y afectiva que habilitó formas alternativas de vida en medio de una vertiginosa y vibrante coyuntura.
Gustavo Larsen. Pequeño ahorrista argentino, 2002. Relieve de madera terciada pintado con acrílico, 70 x 46 cm.
El futuro detrás. Imaginación política después del estallido del 2001 es parte de los resultados del proyecto “Después del estallido” (Convocatoria CONICET/Museos), investigación realizada por el grupo “Arte, Cultura y Política en la Argentina reciente” (IIGG-FSOC-UBA) junto al Museo Histórico Nacional y el Parque de la Memoria. Se suma a los esfuerzos que, a veinte años del estallido del 2001, aspiraron a convocar memorias plurales y disidentes, tales como la propuesta curatorial “19 y 20” (Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti), los encuentros “Imaginaciones Políticas 2002-2022” (Gloria Gráfica) y el ciclo de conversaciones “2001: El futuro detrás” (IIGG), entre muchas otras iniciativas. Si algo alienta este proyecto es la aspiración a que este pasado que irrumpe con sus fulgores precarios y sus potencias disruptivas contribuya a abrir nuevos modos de acción en el presente y brechas de futuro, a vislumbrar posibilidades de vida en común, invocando con digna rabia la compleja memoria de aquella belleza tan frágil como conmovedora.
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