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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

26/07/2023

La historia del Equipo Argentino de Antropología Forense

Guardianes de la Memoria

El Equipo Argentino de Antropología Forense excava las sombras del pasado para iluminar el presente. En el Día del Antropólogo, esta es su historia y este su trabajo en la reconstrucción de la verdad y la memoria histórica de nuestro país.

“En la medida que exista una persona por identificar, sigue habiendo una razón para seguir”. Silvana Turner lleva 35 años trabajando en esto. Sabe que la verdad se esconde en los huesos y que es cuestión de hacerlos hablar. “Uno va juntando información sobre dónde puede haber estado una persona desaparecida, dónde fue inhumada, qué sucedió en el momento de su muerte, cómo fue sepultada, si tenía heridas. En algunos casos es posible reconstruir todo un recorrido y después no encontrar los restos porque fueron a un cementerio y de ahí a un osario”. 

La democracia en Argentina era cosa reciente, frágil. Silvana todavía estudiaba Antropología en la UBA cuando, en el año 1988, decidió unirse al incipiente Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro creada en 1984 para investigar lo sucedido con personas desaparecidas durante la última dictadura cívico-militar argentina. La CONADEP ya estaba activa y se comenzaban a realizar las primeras exhumaciones de tumbas NN que, se sospechaba, ocultaban cuerpos de hijos, nietos, hermanas, amigas, sobrinos, novios, padres y madres detenidas y desaparecidas durante los años del Terrorismo de Estado. Pero los métodos con los que contaban eran todavía precarios, insuficientes. 

Las Abuelas de Plaza de Mayo seguían buscando a sus nietos. Sabían que necesitarían investigadores y científicos especializados para poder encontrarlos. Para esto, pidieron apoyo a la Asociación Estadounidense para el Avance de la Ciencia (AAAS) y ésta envió una delegación de especialistas a Argentina. Entre los recién llegados se encontraba el Dr. Clyde Snow, experto en antropología forense, dispuesto a armar un equipo de antropólogos, arqueólogos y médicos para la exhumación e identificación de los restos de detenidos desaparecidos. Ese fue el primer prototipo del EAAF que, desde entonces, fue robusteciendo sus filas, incorporando nuevas áreas de trabajo y continuando sus investigaciones en Argentina, Latinoamérica y otros países del mundo. 

Trabajando de manera interdisciplinaria, son muchas las tareas que realiza el EAAF. La más conocida: recuperar los restos de las personas detenidas y desaparecidas durante la última dictadura con el fin de restablecer su identidad. Además, investiga y documenta sobre las violaciones a los derechos humanos para aportar evidencia tanto en Comisiones de Investigación como en procesos penales. También investiga casos de violencia institucional, de femicidios y feminicidios, y de desapariciones en democracia. En todos estos procesos, el Equipo trabaja codo a codo junto a testigos y familiares de las víctimas que son quienes aportan información para los perfiles biológicos y las muestras de sangre para comparar sus ADN con las muestras de los restos óseos. 

Silvana tenía apenas 19 años cuando realizó sus primeras exhumaciones en el cuadro 134 del Cementerio de Avellaneda. Hasta hoy, trabaja para revelar lo que los huesos ocultan. “No se trata sólo de entregar unos restos, sino de reconstruir la historia de la víctima y de la persona desde el momento del secuestro hasta que podemos llegar a ella”, dice. 


 Laboratorio de antropología forense EAAF


Hay que excavar la superficie para llegar al fondo de la Verdad

Corría el año 1983. A pocos días de asumir la presidencia, Raúl Alfonsín sancionaba el Decreto Nº 158/83 que ordenaba someter a juicio sumario a nueve de los diez militares de las tres armas que integraron las Juntas durante el golpe del 24 de marzo de 1976 hasta la Guerra de las Malvinas en 1982. Ellos eran Jorge Rafael Videla, Orlando Ramón Agosti, Emilio Eduardo Massera, Roberto Eduardo Viola, Omar Graffigna, Armando Lambruschini, Leopoldo Fortunato Galtieri, Basilio Lami Dozo y Jorge Anaya. Pese a integrar la tercera junta, Alfonsín excluía de la acusación al general Cristino Nicolaides. La sentencia llegaría dos años después, un 9 de diciembre de 1985. Cinco de los militares acusados serían condenados y cuatro serían absueltos.

Mientras tanto, diversos jueces ordenaban realizar exhumaciones en posibles sitios de entierros. Estas se llevaron a cabo en forma no científica, supervisadas por personal forense que no cuenta con la confianza de los familiares de las víctimas. “Es muy distinto que la información llegue a la morgue toda mezclada en una bolsa para ser analizada a que se pueda recuperar un cuerpo tal cual fue depositado y con todos los elementos como estaban en el momento de la sepultura”, explica Turner. Y es que, al principio, las exhumaciones eran realizadas por bomberos, médicos forenses y personal de cementerio, y muchas veces salían mal porque alteraban el contexto de la inhumación. 

“Si una situación de excavación no se hace bien, no se puede volver a reproducir. Lo que se hace mal no puede volverse atrás, como un experimento, por eso es necesaria la arqueología. Hay que analizar restos óseos donde, por el tiempo transcurrido, ya no hay un cadáver para una autopsia. Sin ella tampoco se podría realizar la recuperación del contexto, el momento en que fue depositado el cuerpo, los elementos sutiles que lo rodean, como los proyectiles”, aclara la antropóloga. Es recién hacia fines de los años 80 que se incorporaba la genética forense como técnica para recuperar el ADN de los restos óseos, lo que provocó un salto importante en materia de resultados y etiquetación. 

La creación del Banco Nacional de Datos Genéticos en 1987 será clave para la obtención, el almacenamiento y el análisis de las muestras genéticas necesarias para el esclarecimiento de los delitos de lesa humanidad en Argentina, garantizando la conservación de los perfiles genéticos de cada uno de los miembros de las familias que sufrieron el secuestro y desaparición de algún integrante y que depositaran sus muestras en él. “Ya entrados los 2000, eso derivó en un proyecto de ADN masivo con la capacidad técnica para tener una base de datos genéticos de restos óseos recuperados de desaparecidos, así como un padrón de muestras de los familiares de desaparecidos que voluntariamente quisieron donar. Eso hizo que la investigación avanzara mucho”, explica Turner. 

Aún así, habrá que esperar hasta el año 2003 para que ocurra el verdadero salto que acelerará la reconstrucción de la Memoria, la Verdad y la Justicia en nuestro país. Sucederá de la mano de Néstor Kirchner como presidente. El 21 de agosto de ese mismo año serán anuladas las leyes de Punto Final y Obediencia Debida (1986-1990) que impedían que se juzgue a los responsables de los delitos de lesa humanidad. “Sin duda, la reactivación de los juicios dio gran impulso a los proyectos y al crecimiento del equipo”, comenta la antropóloga. Para Turner, este proceso es a veces frustrante porque la relación entre esfuerzo y resultado, aunque muchas veces es buena, otras veces es desequilibrada. O al menos así lo parece. “Hay casos como estos en donde hubo una intención de ocultamiento, y como mucha información depende de las fuerzas armadas, se puede estar años esperando”. 

Al día de hoy, ya son 1000 los restos de personas detenidas y desaparecidas en la última dictadura recuperados, analizados e identificados, y quedan alrededor de 600 por identificar. El tiempo pasa, pero el objetivo siempre es el mismo: dar respuesta a los familiares de detenidos desaparecidos, ayudar al conocimiento de la verdad para esas familias y para el país, aportar a la reconstrucción de una memoria colectiva y a la reparación de ese pasado común. 

Laboratorio de genética forense EAAF

“No se puede repatriar a quien ya está en la patria”: el trabajo con las familias

Si le preguntan, Virginia Urquizu dirá que el mayor objetivo que persigue el EAAF es asistir a los familiares de las víctimas en su derecho a la recuperación de los restos de sus seres queridos para que puedan cumplir con los ritos funerarios y el duelo a sus muertos según cada cultura. 

Antropóloga social, desde hace algunos años se desempeña como Coordinadora de Unidad de Casos del EAAF. Su incorporación al Equipo llegó de la mano de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas (ILID) que, desde el año 2007, tiene a su cargo la promoción, organización y desarrollo de un banco nacional de muestras biológicas de familiares de víctimas de desaparición forzada entre los años 1974 y 1983 en la Argentina. “A partir del IDIL, empezamos a tener una línea telefónica para familiares. Entonces comenzamos a recibir llamados de todo tipo, no solo casos de desapariciones durante la dictadura, sino también casos de apropiación de bebés, de dudas de identidad, de robos de bebé en momento de nacimiento, de violencia institucional. Yo entré como parte de ese equipo que atendía esos llamados”. 

Virginia habla con voz suave, calma. Es parte de su trabajo. Su tarea es llevar adelante el contacto con las familias en los diferentes proyectos del Equipo, realizar las entrevistas, notificar los resultados en caso de identificación y en los casos en los que esta no se logra, y coordinar con otros organismos de derechos humanos y con las diferentes dependencias del Estado para garantizar la búsqueda de las familias que todavía no son parte de los bancos de datos forenses. “Trabajé en el Plan Proyecto Humanitario Malvinas, en casos de migrantes y en crímenes de lesa humanidad, y te aseguro que el dolor atraviesa de la misma manera a todas las familias. Todas tienen la misma necesidad de respuesta”, cuenta Urquizu.

Gran parte de su trabajo lo aprendió al andar. Así supo que hay palabras que se prefieren más que otras, y que incluso hay algunas que no se pueden decir. “Cuando hablamos de casos de la dictadura, las palabras "desaparecido" y "NN " son comunes, mientras que en una entrevista con un familiar de Malvinas no lo son, porque nunca los consideraron de esa manera. Es un grupo específico de 649 soldados argentinos muertos en la guerra. Tampoco podemos usar la palabra “repatriar” si hablamos de sus restos. No repatriamos un cuerpo de un familiar de Malvinas porque no se puede repatriar algo que ya está en la patria. Por eso decimos “trasladar al continente”. Hay que buscar la manera de que el familiar se sienta cómodo, contenido, que sepa que está en un lugar seguro, que la información que va a surgir en ese encuentro va a ser confidencial y que se va a respetar lo que deseen”.

En las entrevistas con las familias de los excombatientes, Urquizu sabe que las preguntas sobran y el Equipo debe estar preparado. No se deben generar falsas expectativas. Son momentos donde la claridad es necesaria, en los que hay que revelar los procesos del trabajo y explicar a las familias que la investigación que realizan no es “mágica”, sino que se trata de un proceso largo, con ciertas etapas y, muchas veces, con ciertos obstáculos. “A veces nos quedamos en un punto y no podemos avanzar más. Mucho depende del contexto histórico, de la manera de sepultar esos cuerpos. No toda muestra de sangre lleva, indefectiblemente, a una identificación”.  

La verdad está en los cuerpos. Y cuando ellos nos dicen la verdad, a veces da miedo y otras veces duele. “Unir una historia que estaba abierta con un cuerpo siempre es doloroso. Al final, estás comunicando a alguien la muerte de un ser querido. Pero eso es lo que vinieron a buscar, una respuesta. Entonces se cierra un lugar de pregunta constante, de incertidumbres y temores, y se da espacio a otra cosa. Eso al interior de la familia. Luego, esto también nos permite nombrar, relatar, llenar de datos las zonas oscuras de nuestra historia como país. Recordar, para que nada de eso vuelva a pasar”. 

Restitución de los restos de María Angélica Mellace, 2023. 

“Ellos son los guardianes de las islas”: El Plan Proyecto Humanitario Malvinas

Mucho se ha escrito sobre el Cementerio de Darwin, formado con la recuperación de cuerpos en superficie de excombatientes argentinos enterrados por un militar inglés llamado Geoffrey Cardozo. Situado a unos 80 kilómetros al oeste de Puerto Argentino, las 237 tumbas de los soldados argentinos, declarados héroes nacionales por la Ley Nacional N°24.950, contrastan con el cementerio británico, mucho más pequeño, donde todos los fallecidos están identificados. En el cementerio argentino, no obstante, hasta hace muy poco todavía quedaban 121 tumbas sin identificar. El resto de las mismas habían sido identificadas en 1982, en el momento de la inauguración del cementerio. 

Pero será necesario esperar treinta años de la guerra de Malvinas para que la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, después de recibir una petición firmada por varias familias, solicite al Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) que actúe como intermediario entre Argentina y el Reino Unido para identificar a los soldados desconocidos enterrados en las islas. En sus lápidas todavía se lee la inscripción “Soldado Argentino Sólo Conocido por Dios”. "Todos merecen que sus nombres estén escritos en su lápida", expresó la expresidenta aquel 2 de abril de 2012 en Ushuaia, al pronunciar su discurso en el día del aniversario de la guerra.

El acuerdo lleva su tiempo de negociación y finalmente es celebrado en diciembre de 2016. De éste surge el llamado Plan Proyecto Humanitario Malvinas con el objetivo de identificar a los excombatientes enterrados sin nombre. “Las primeras exhumaciones se hacen recién en 2017, pero nosotros comenzamos con el trabajo de búsqueda de las familias tres años antes, en 2013”, explica Urquizu. “Esos primeros años trataron de un recorrido por el país en búsqueda de testimonios y muestras de ADN de familiares que querían que se trabajara en esas sepulturas en el cementerio argentino de Darwin”.

Si hacemos las cuentas, se trata de un proyecto que ya cumple 10 años. En este tiempo exhumaron las 121 sepulturas y obtuvieron perfiles de 122 personas enterradas ya que en una misma tumba hallaron restos de dos personas. De todas ellas, actualmente solo quedan 5 por identificar. El caso más reciente data del 30 de junio pasado, cuando el EAAF concretó la identificación del cabo segundo de la Prefectura Naval Jorge Eduardo López, excombatiente caído durante la Guerra de Malvinas el 10 de mayo de 1982. El Estado Nacional notificó a su hermana, la Sra. Claudia López, la identificación de su cuerpo en la tumba D.A.4.3 del cementerio de Darwin, según indicó el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos en un comunicado. Además, apenas una semana atrás y por primera vez en la historia del conflicto, la Unión Europea, en un acuerdo con la CELAC, reconoció a las islas Malvinas como “territorio en disputa” dejando atrás la idea de un “territorio de ultramar europeo”. 

“El Plan Humanitario Malvinas puede tomarse como ejemplo de buena práctica forense y diplomática a nivel mundial. Tuvimos buenos resultados, los equipos trabajaron de manera coordinada, hubo un trabajo muy eficiente entre nosotros y las distintas dependencias del Estado, se siguieron los protocolos”, explica Urquizu. Y todavía no terminó. El compromiso con el proyecto se mantiene intacto. “Vamos a seguir buscando a las familias que faltan para poder identificar a los 5 soldados que aún no tienen nombre”.

Cuando pregunto por una fecha de fin, Virginia me explica que estos son proyectos que nunca cierran del todo. “Estamos ante procesos muy largos en el tiempo. En este caso hablamos de un número particular de soldados, pero en el caso de crímenes de lesa humanidad las víctimas son mucho más y, por haber sido ocultadas, cada descubrimiento que hacemos es un indicio de nuevos posibles lugares de entierro”, me dice. Luego me cuenta que los restos de los excombatientes siguen en el cementerio argentino de Darwin. La mayoría de los familiares así lo quiso. “Se quedarán ahí, como guardianes de las islas. Es lo único argentino que todavía queda en Malvinas”. 

Alex Zani

Licenciada en Comunicación Social (UBA) y Magister en Periodismo (El Mundo, Madrid). Actualmente es becaria doctoral en Estudios de Género (CONICET) y cursa la Maestría en Escritura Creativa (UNTREF). Colaboró como periodista en numerosos medios nacionales e internacionales tales como agencia Presentes, El Mundo, Relatto y Missing Perspectives.

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