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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

03/10/2022

La amenaza de los incendios forestales

Un infierno nada encantador

El fuego en las islas del Delta del Paraná, que ya se ha vuelto una noticia recurrente, no sólo afecta la vida y la salud de sus ciudades vecinas, como Rosario, sino que amenaza con cambiar dramáticamente y para siempre un ecosistema indispensable para el equilibrio ecológico de la región. En el Día Mundial del Hábitat, la alerta sobre las posibles consecuencias se vuelve todavía más necesaria.

La escena se repite -con mayor o menor frecuencia, con mayor o menor intensidad- desde hace décadas: el verde de las islas se tiñe de un rojo intenso, parpadeante, y el cielo se cubre de humo. Las aves, los mamíferos y los reptiles huyen, abandonan su hábitat. Los que pueden. Los que no, quedan calcinados sobre la tierra arrasada. En la otra orilla el aire se vuelve irrespirable. Algunas personas tosen, otras entrecierran los ojos irritados. Una lluvia de cenizas se desparrama sobre las calles, los patios y las terrazas de la ciudad. En los grupos de Whatsapp circulan fotos y mensajes: “Hay tanto humo que no se ven las islas”. “Me arde la garganta”. “No se puede respirar”. “Acá en el laburo tenemos que estar con barbijo”. En casas, edificios y oficinas cierran ventanas. Otros se cubren la boca y la nariz para que ese aire envenenado no se meta de lleno en los pulmones.

Es que el fuego en las islas del delta del Paraná nunca se fue; y cada vez es más intenso. Entre 2020 y lo que va de 2022 los incendios arrasaron más de 750 mil hectáreas de islas. En los últimos meses la contaminación del aire en ciudades como Rosario llegó a superar 17 veces el límite máximo establecido por la Organización Mundial de la Salud, según un informe del grupo “Calidad de Aire y Mediciones Satelitales” de la Plataforma de Estudios Ambientales y Sostenibilidad de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). La exposición durante determinados intervalos a este grado de contaminación tiene un impacto altamente nocivo: genera un estrés respiratorio que pone en riesgo la salud pulmonar y cardiaca. "No solo es el humo, sino que estamos teniendo cenizas. Realmente afecta la salud. Es como estar fumando las 24 horas del día", gráficó la ministra de Salud de Santa Fe, Sonia Martorano.

Los incendios -que se intensificaron en los últimos meses- se mantienen de forma ininterrumpida desde febrero de 2020. Ese año, después de cinco meses de quemas sostenidas, algunos rosarinos y rosarinas (y de ciudades vecinas) rompieron el aislamiento por el Covid 19 y se movilizaron al puente Rosario-Victoria. No eran muchos: apenas entre 100 y 150 manifestantes. Pero el corte tuvo un alto impacto: marcó el nacimiento de la Multisectorial Humedales, una articulación política variopinta y transversal que agrupa a ecologistas, activistas, científicos, estudiantes, artistas y a todo aquel que acompañe la causa.

Los incendios en las islas del Delta del Paraná se mantienen de forma ininterrumpida desde 2020. Foto: Ramiro Ortega. 

La organización y sus convocatorias tuvieron un crecimiento vertiginoso. Una de las últimas movilizaciones, en agosto de este año, convocó a más de 10 mil personas frente al Monumento a la Bandera. En septiembre, lograron convocar a más de 500 organizaciones de diferentes puntos del país para reclamar urgentes acciones para detener las quemas y que se apruebe la ley de humedales.
El punto elegido para aquella primera movilización -y muchas de las siguientes- no fue azaroso: el puente Rosario-Victoria representa la unión de los pueblos del sur santafesino y el sur entrerriano, simboliza un reclamo simultáneo a las autoridades de las dos provincias y pone en discusión la principal causa detrás de los incendios: la expansión de la frontera agropecuaria con eje en el modelo sojero. Es que el punto de partida de la transformación productiva y ambiental de esta zona del delta fue, justamente, la construcción del puente en los ‘90.

Además de fortalecer el desarrollo económico y productivo y unir el sur de las dos provincias, la obra contribuyó a la transformación ambiental de la región. La traza partió al medio los humedales, modificó el cauce del río, la geografía de las orillas y facilitó algo que hasta ese entonces se daba de manera aislada: la producción ganadera en las islas. Muchos productores del sur santafesino trasladaron el ganado a las islas y destinaron los campos a la producción agrícola. 

La quema de pastizales es una práctica histórica de la ganadería pampeana, explicó Graciela Klekailo, licenciada en Genética, doctora en Ciencias Agrarias e integrante de la Cátedra de Ecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Rosario. “Esto permite que los nuevos brotes crezcan más tiernos y sean mejor aprovechados por las vacas”. Los isleños que trabajan con ganadería suelen prender fuego, “pero son muy cuidadosos en la manera en la que lo prenden, en la época en la que lo prenden. Y conocen muy bien el sistema”, agregó. 

Esas quemas que se desarrollaban de manera esporádica y aislada se intensificaron y extendieron en toda la zona de humedales con el boom de la soja transgénica y el traslado de prácticas de la ganadería pampeana a los humedales. Solo en los últimos cinco años la población vacuna en el Delta creció un 47 por ciento: pasó de 130 mil a 191 mil. Ese crecimiento coincide con la intensificación de las quemas. 

El aumento de los focos de incendio también tuvo otros factores: en 2020 la bajante histórica del Paraná dejó sobre la superficie grandes extensiones de tierras que antes estaban sumergidas. Desaparecieron algunas lagunas y cursos de agua que funcionaban como cortafuegos naturales. A eso se le sumó una importante sequía provocada por el bajo caudal de los afluentes. La acumulación de materia orgánica y la desaparición de cortafuegos naturales contribuyeron a la reproducción de los incendios. En apenas un año hubo más de 30 mil focos. 

La quema de pastizales es una práctica histórica de la ganadería pampeana, pero en las islas ese procedimiento tiene consecuencias muy distintas. Foto: Ramiro Ortega.    

El humedal del delta del Paraná es un mosaico de tres sistemas de vegetación: la vegetación flotante y pajonales inundables de las lagunas, los pastizales de la zona intermedia y los bosques de albardón en las zonas más altas. 

Hace doce años, Graciela Klekailo comenzó a investigar la regeneración de bosques en el norte santafesino. Desde 2019 también realiza investigaciones en el Delta del Paraná. Después de los incendios de 2020, desde la cátedra de Ecología de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNR, hicieron una serie de relevamientos para evaluar el impacto del fuego y la capacidad de recuperación de la flora y la fauna.
El equipo esperaba -una vez que el fuego se retirara y volviera a subir el agua- encontrar los pajonales y los pastizales regenerándose y, en los bosques, que volvieran a crecer árboles nuevos (en los casos en los que el fuego no había sido tan intenso). El resultado los decepcionó: por ahora la regeneración que esperaban no se está dando. Encontraron un sistema mucho más simplificado. Es decir, con menos especies de las que había antes y, a la vez, las especies que aparecen hacen que la fisonomía (es decir el aspecto de las comunidades vegetales) sea distinta, con menos variación.

“No contábamos con que el panorama de sequías fuera tan grande y se mantuviera durante tanto tiempo. En la zona de pastizales y pajonales de los humedales encontramos un sistema mucho más simplificado que el sistema original. En muchos casos aparecen especies asociadas a un campo ganadero de la pampa interna más que a las especies que componen un pastizal o un pajonal del delta, y esto tiene que ver con la falta de agua”, explicó Klekailo. 

Algo similar está ocurriendo con la fauna. En primer lugar, porque si bien la vegetación puede rebrotar, los animales que mueren no vuelven. En la zona del delta conviven 472 especies de vertebrados, más de 200 de aves, 36 de mamíferos, 29 de reptiles, 22 de anfibios y 185 de peces. Todas ellas están en riesgo. A los animales de movilidad reducida -por ejemplo reptiles, como yararás y culebras- y los mamíferos de movilidad intermedia -mulitas, vizcachas, cuises- les resulta difícil escapar. Cuando se apaga un fuego, sobre la tierra arrasada quedan restos de animales calcinados. 

Las aves tienen la posibilidad de escapar, pero el fuego destruye su hábitat. Al no regenerarse los pajonales y los pastizales, los animales pierden la posibilidad de conseguir fuentes de alimento y refugio. “Cuando cambias la estructura de una comunidad vegetal estás cambiando el hábitat de muchos animales”, explica Klekailo.

El principal riesgo lo corren las especies migrantes: sin alimento ni pajonales donde nidificar difícilmente logren sobrevivir. Entre todas esas aves, hay dos especies amenazadas, el playerito canela y el capuchino garganta café. La destrucción de su hábitat natural las dejaría cerca del peligro de extinción.

Hoy, la regeneración de la flora y la fauna depende de dos factores clave: que no vuelva a haber incendios en los lugares afectados y que el río vuelva a crecer. 


Cuando se apagan los incendios,  aparecen  restos de animales que no pudieron escapar del fuego,  es parte de la fauna que se va perdiendo con el tiempo. Foto: Ramiro Ortega.

Los humedales son superficies de tierra que al estar temporal o permanentemente cubiertas de agua desarrollan un ambiente particular. Representan el 6 por ciento de la superficie del planeta y el 21,5 por ciento del territorio argentino. En esa larga lista están las islas del Delta del Paraná, las lagunas del noroeste y de la pampa húmeda, los salares de la puna, las turberas y los lagos de la patagonia, las sabanas húmedas de Chaco y los estuarios, pantanos y acantilados de la costa, entre otros. Ahí viven miles de especies de aves, mamíferos, reptiles, peces e insectos. 

Además, los humedales tienen una importancia clave en el desarrollo de la vida humana: son reservorios de agua dulce, generan y depuran el aire que respiramos y funcionan como reguladores de inundaciones y sequías. “El sistema está adaptado para que el agua suba y baje. Los efectos de las inundaciones sobre la costa del río son mucho menos serios cuando los humedales están presentes y cumplen sus funciones ecosistémicos”, explica Klekailo. 

El humedal del delta del Paraná es uno de los más grandes del mundo. Se extiende a través de tres provincias: Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires. 

La sanción de una ley de humedales es un reclamo histórico de los grupos ecologistas. El proyecto apunta a crear una ley de presupuestos mínimos (como la ley de bosques y de glaciares, entre otras) que establezca un piso de protección ambiental. Reconoce el valor que tienen los humedales en términos ecológicos y sociales y determina los límites a la producción en esos territorios intentando garantizar la integridad de estos ambientes.

En 2013 y 2016 el Senado aprobó dos proyectos que no llegaron a convertirse en ley porque quedaron cajoneados en la Cámara de Diputados. En 2020, tras los incendios en el Delta del Paraná, este reclamo volvió a cobrar fuerza y consiguió dictamen de mayoría en la Comisión de Recursos Naturales y Conservación del Ambiente. Pero nunca llegó al recinto y a comienzos de este año perdió estado parlamentario.

A fines de septiembre el proyecto, que iba a debatirse en el plenario de las comisiones de Recursos Naturales, Agricultura y Ganadería y Presupuesto y Hacienda, se suspendió indefinidamente. En una nota, que lleva la firma de los jefes de los bloques del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio plantea que antes es necesario realizar audiencias “con el objeto de escuchar las posiciones de los gobiernos provinciales”. Unos días antes, por primera vez el lobby empresarial contra la ley salió de las sombras. La Comunidad Islera Asociación Civil (Ciac), la Federación de Asociaciones Rurales de Entre Ríos (Farer), la Federación Argentina de la Ingeniería Agronómica (Fadia) y la Sociedad Rural de Rosario (SRR), entre otras entidades, firmaron un documento y convocaron a una movilización contra de la ley de humedales. “Creará burocracia administrativa, limitará la producción, atentará contra la propiedad privada y pretende crear una caja de 500 millones de dólares”, argumentaron. Detrás, otras empresas siguen haciendo lobby en silencio: mineras, productores agrícolas, ganaderos, arroceros y forestales y desarrolladores inmobiliarios. 

Solo uno de cada 20 incendios tiene que ver con causas naturales. Otro pequeño porcentaje tiene que ver con negligencias (no apagar bien una fogata). “Más del 90 por ciento de los incendios son intencionales”, explicó el ingeniero agrónomo Néstor Di Leo, integrante del Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), a partir de un cálculo realizado a partir del análisis de la posición de los fuegos a través de imágenes satelitales.

Hasta ahora el poder judicial ha demostrado su incapacidad para investigar a los responsables. En la justicia federal entrerriana se unificaron doce expedientes penales en los que se investiga a los posibles responsables de las quemas. Las investigaciones continúan paralizadas.

Sebastian Ortega

Fue redactor de Cosecha Roja y la agencia nacional Infojus Noticias. Publicó, entre otros medios, en Rolling Stone, Le Monde Diplomatique, Página 12, diario La Capital (Rosario) y revista THC. Fue productor, guionista y narrador de los podcast He Visto Morir, sobre forenses, detectives y criminales y la serie documental Fugas, el plan perfecto no existe.

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