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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

15/09/2022

Los crímenes de la “Libertadora”

El otro bombardeo

El 16 de septiembre de 1955, mientras la autodenominada Revolución Libertadora derrocaba a Juan Domingo Perón, entre cuarenta y sesenta aviones bombardearon la Isla Santiago y el barrio Campamento, en Ensenada. En esos ataques murió Rodolfo “Cholo” Ortíz, un militante peronista que decidió quedarse en su casa para apoyar a la resistencia.  Rodolfo “Flaco” Ortíz, su hijo, reconstruyó la historia de esos días, ocultada durante muchos años al punto que se llegó a dudar de su misma existencia.

Rodolfo “Flaco” Ortíz cuenta que se acuesta todos los días entre las cinco y las seis de la mañana. Y amanece tipo dos, tres de la tarde.

-De chico era noctámbulo. Después laburé como ferroviario en turno noche. Y más adelante de tachero…

Es una tarde de septiembre de 2022, y el Flaco mira una esquina del barrio Campamento de Ensenada, allí donde se crió, allí donde un 16 de septiembre de 1955 una bomba cayó del cielo y mató a su padre cuando él era una criatura de un año y medio de edad. No fue sino en uno de sus desvelos nocturnos que en 2007 -la fecha, dice, no refiere a nada especial: sólo a un antojo de la memoria- el relato que aprendió de niño, “pasó un avión-tiró una bomba-mató a papá”, sonó casi como el estruendo de otrora en su cabeza y lo hizo perder la calma.

“Ese día algo adentro mío me dijo: ponete a averiguar lo que pasó. Y si no lo hubiera hecho, hoy todo habría quedado en la nada”, suelta el Flaco, de 67 años, barba blanca, camisa arremangada y un tono de voz suave, raspado por el cigarrillo, mientras saluda a vecinos y amigos que lo reconocen apenas ven su figura delgada, canosa.

Destrucción del barrio Campamento, en Ensenada, luego de los ataques del 16 de septiembre de 1955 / Gentileza Rodolfo "Flaco" Ortíz

¿Qué había pasado aquel 16 de septiembre de 1955? Todo lo que se conocía, hasta que el Flaco acometió tareas de detective, era por la cobertura de la prensa de Uruguay y por diarios locales de La Plata. Unas bombas arrojadas por aviones atribuidas a la luego llamada Revolución Libertadora cayeron en el Río de La Plata y al menos una de ellas en el barrio Campamento de Ensenada, próximo al puerto de Ensenada y considerado como bastión peronista. Destruyeron una manzana entera, de once casas. Y mataron a una persona: Rodolfo Celedonio “Cholo” Ortíz, obrero ferroviario. “No quedó nada por encima de los 50 centímetros, sacando la casa de una esquina que se desplazó un metro. En esa casa vivían mis abuelos”, reconstruye Ortíz, que como su padre fue un ex dirigente ferroviario que protagonizó en 1991 la famosa huelga de 45 días contra la destrucción de los ferrocarriles en el menemismo.

“El 16 de junio de 2022 se cumplieron 67 años del bombardeo de la Aviación Naval en la Plaza de Mayo, alzándose contra el gobierno constitucional de Juan Domingo Perón -explica el investigador Mauro Beltrami, del Centro de Investigación Académico Latinoamericano (CEDIAL)-. Este crimen espantoso de los golpistas no fue el único bombardeo realizado por éstos durante ese año. También sucedieron, apenas tres meses después de la Masacre de Plaza de Mayo, bombardeos en Ensenada, en Mar del Plata, en Córdoba y en Río Colorado”. Según Beltrami, los hechos se entienden en el contexto de una línea de “aberraciones” realizadas por los golpistas a lo largo de los dos mandatos de Perón (1946-1955), que incluyeron un intento de golpe de Estado (1951), atentados como el del 15 de abril de 1953, incendios contra unidades básicas, diversas acciones desestabilizadoras y torturas de los golpistas a militantes peronistas de la región en 1955. Bajo los antiperonistas “libertadores”, al decir de Jorge Abelardo Ramos, el país entero se iba convirtiendo en una “prisión”.

El bombardeo de una ciudad por parte de las Fuerzas Armadas del mismo país, concuerdan hoy los historiadores, fue un acto terrorista sin antecedentes en Argentina. Beltrami agrega otros elementos. “Lo peor es que contó con el apoyo explícito de figuras de partidos políticos de la oposición, como el radicalismo y el socialismo que, impotentes frente a Perón en las urnas, buscaron por todos los medios amedrentar al gobierno y a la población para instaurar un nuevo régimen. De hecho, lograron hacerlo profundizando los actos sediciosos, terroristas y desestabilizadores entre los días 16 y 23 de septiembre de 1955 para instaurar la dictadura denominada `Revolución Libertadora`”.

Destrucción del barrio Campamento, en Ensenada, luego de los ataques del 16 de septiembre de 1955 / Gentileza Rodolfo "Flaco" Ortíz

Aquella mañana fría y lluviosa del 16 de septiembre de 1955 Rodolfo “Cholo” Ortíz se tomó unos mates en su casa y salió para la garita de la Estación Santiago de barrio Campamento. En su jornada como ferroviario, iba del trabajo a su casa con cierta frecuencia, dadas las pocas cuadras de distancia. Campamento -llamado así porque allí montaron campamento los obreros que hicieron el puerto a fines del siglo XIX- era como una especie de chorizo largo, de diez manzanas y dos calles laterales, con tres canales paralelos que desembocaban en el Río de La Plata. El día no se presentaba como normal y los vecinos se despertaron agitados. En lo que luego se denominó como “La batalla de Ensenada”, a primeras horas de la mañana efectivos de la Marina y el Ejército, bajo el comando del almirante Isaac Rojas, se alistaron desde la Base Naval de Río Santiago con el objetivo de tomar la ciudad de La Plata, por ese entonces llamada ciudad Eva Perón. Cerca de las diez de la mañana, la flota de Rojas cruzó el Río Santiago hacia los elevadores de granos y el Astillero Naval. Al avanzar sobre Ensenada, empezaron los enfrentamientos: fueron combatidos por miembros de la Guardia de Infantería de la Policía provincial, trabajadores y vecinos de la zona. Hacia el mediodía, reforzando la resistencia, llegaron efectivos leales a Perón del Regimiento 7 de Infantería para atacar directamente a los de Rojas.

Ante el terror de los tiroteos, el barrio Campamento es prontamente evacuado pero unas pocas familias deciden permanecer: son las que quieren prestar apoyo a la resistencia peronista. Entre ellas, la del Cholo Ortíz, que asiste a los policías que combaten a Rojas dándoles té, chocolate, café, y prestándole los baños. Nadie imaginó que en apenas unas horas el sonido de unos motores surcarían el cielo bajo un fatal presagio. Según una posterior reconstrucción, fueron entre cuarenta y sesenta aviones, divididos entre el bando de Perón y el de Rojas, que comenzaron a bombardear la Isla Santiago como a naves de la Marina que ingresaban al Río Santiago con refuerzos. Fue así que una de las tantas bombas arrojadas en la zona de combate cayó en el barrio Campamento, provocando la destrucción de una manzana completa y la muerte del Cholo Ortíz.

Noticia en un diario local ligada al bombardeo. En ese momento la ciudad de La Plata se llamaba Eva Perón

-Quedate Cholo, ¡no nos dejes solos! –le había rogado su mujer, cuando escuchó los aviones.

Rodolfo "Cholo" Ortíz junto a su esposa / Gentileza Rodolfo "Flaco" Ortíz 

El Cholo permaneció en la casa, dejando de asistir a sus vecinos peronistas. Había estado en el socorro de dos ferroviarios, uno herido en una pierna, y el otro, en una nalga. Cuando escuchó los primeros bombardeos, el Cholo metió debajo de una mesa del comedor a su mujer y a sus dos hijos. Él se quedó afuera. Fue herido mortalmente por una esquirla que le atravesó el cuerpo -así reza su partida de defunción: “Herido por esquirla”-. Su esposa fue raspada por una astilla en la espalda y su pequeño hijo Rodolfo, de un año y medio, en la cabeza. Su otra hija, Elsa, de tres, sufrió algunos golpes y vio el momento en que los soldados del Séptimo Regimiento levantaron una chapa en la que asomó la cara ensangrentada y achatada de su padre. Su madre se arrodilló en una crisis de nervios.

Certificado de defunción de Rodolfo "Cholo" Ortíz

-Quédese tranquila, señora, que somos del bando leal. Los sacamos a ustedes y nos vamos todos juntos –le dijo enseguida un soldado a la mujer, ante su cara de desesperación, aferrada en un abrazo a sus hijos. Horas después, las fuerzas fueron replegadas y al final de la jornada, pasando las seis de la tarde, la Marina evacuó la zona y Rojas ordenó cruzar al Uruguay en señal de derrota.

Hoy el Flaco Ortíz repasa el hecho y agradece la nobleza de la madera de la mesa que les salvó la vida. “Si hubiera sido una de las mesas de hoy, de plástico, nos moríamos todos”, dice, riéndose, y agrega que su hermana Elsa no quiso hablar más del tema. “Después se hizo macrista y se puso del otro lado de la grieta”, se resigna. Aquel mediodía en el que era una criatura no recuerda demasiado, sólo que todos lloraban y que los subieron a un camión rumbo a un hospital. Todavía tiene la cicatriz de la herida en la cabeza. “Un hermano de mi viejo nos contó que mientras estaba haciendo los trámites en una funeraria, en el centro de La Plata, escuchaba los bocinazos que celebraban el atentado de Rojas”.

A más de cincuenta años de la muerte de su padre, en 2007, cuando el recuerdo no le dejó dormir, el Flaco arrancó con lo básico: preguntar a los vecinos del barrio Campamento. Se dio cuenta que la mayoría no quería hablar, entre el miedo y el dolor, pero que el hecho estaba encapsulado en la memoria colectiva. Incluso un compañero suyo de juventud en Montoneros, Gogo Morete, le dijo: “Mirá, Flaco, acá no hay nada de lo que contás”. No encontró información en los archivos oficiales y apenas si se lo mencionaba al pasar pero como algo secundario de los bombardeos en Plaza de Mayo. Su abuela paterna era uruguaya y a través suyo consiguió unos audios de noticieros de la época, que hablaban en profundidad del hecho. Fue a las hemerotecas y dio cuenta que los diarios de la época cubrieron lo que sucedió en Ensenada, pero la muerte de su padre no estaba mencionada: encontró un amplio apoyo de la prensa a Rojas, en lo que luego sería conocido como el preludio de la Revolución Libertadora, tal como una editorial de Clarín celebrando la batalla en tono de “libertad”.

Editorial del diario Clarín en apoyo a la Revolución "Libertadora"

“Lo que ahora se encuentra en internet sobre lo de barrio Campamento es todo por mi investigación. Había rumores, confusiones, tergiversaciones, incluso gente que sospechaba que el bombardeo no había ocurrido, pero logré acumular la información suficiente para constatar los hechos”, cuenta el Flaco, que reunió en su canal de YouTube “Rodolfo Ortíz” una serie de videos y hasta un documental, donde aparece Cristina Fernández de Kirchner hablando del frustrado ataque a la destilería de YPF por parte de Rojas -su abuelo trabajaba en la aduana de Río Santiago-. Comprobó junto a la periodista Gabriela Juvenal detalles insólitos como que aquel día, mientras se caían a pedazos las casas de la cuadra, un cuadro de Perón quedó milagrosamente intacto y colgado en la única pared que se mantuvo en pie después de los bombardeos. En 2013 fue el primer acto de reparación histórica en la casa bombardeada, en la que el intendente de Ensenada Mario Secco dijo, bajo una lluvia tan copiosa como la del 16 de septiembre de 1955: “Acá hubo compañeros que se plantaron para que los liberales y los reaccionarios no pasaran. Bueno, hoy nos vamos a plantar para que no vuelvan a pasar”. En esa jornada se recordó que la ciudad entera de Ensenada, cuna del peronismo, se evacuó dos veces entre el 16 y el 19 de septiembre, a pie o en vehículos que se dirigieron a La Plata.

Un cuadro de Perón sobrevivió insolitamente en una de las casas bombardeadas / Gentileza Rodolfo "Flaco" Ortíz

A partir de ese momento, llegaron otros reconocimientos: la calle Córdoba del barrio Campamento se convirtió en la calle Rodolfo “Cholo” Ortíz y la casa de su padre declarada como Sitio de Memoria; después del reporteo del Flaco otros investigadores empezaron a investigar lo que pasó ese día en Córdoba o Curuzú Cuatiá -contabilizando, hasta el momento, más de 170 muertos en todo el país, con 6 muertos reconocidos en “La batalla de Ensenada”-; un cineasta, Hugo Crexell, está haciendo un documental; y se inauguraron en la zona doce murales que integran el Museo a Cielo Abierto de la ciudad de Ensenada y que, a modo del Guernica -la emblemática obra de Pablo Picasso que evoca el bombardeo de esa ciudad durante la guerra civil española- denuncian la violencia y el horror del golpe de Estado de 1955.

Una calle de Ensenada lleva el nombre de Rodolfo Ortíz, asesinado el 16 de septiembre de 1955

-Otras anécdotas que salieron a la luz fue que la Libertadora inauguró un nuevo barrio con chalets en 1957 en toda la manzana que había sido devastada. Ese día fue hasta el mismo Rojas, y hubo una señora de nombre Antilia que se negó a vivir en la nueva casa. Luego se carteó con Perón, que le respondió desde Madrid que estaba orgulloso de ella –comenta el Flaco caminando por el barrio Campamento, donde hace unos años dejó de habitarlo por una separación familiar.

“Se intentó que el Golpe del 55 pasara a la historia como un golpe sin violencia, sin muertos y como que el gobierno democrático de Perón había caído por su propio peso. Es por eso que los murales del Museo a Cielo Abierto son parte de una política de Estado de visibilizar que eso no fue así, de mantener la memoria viva de esa tragedia”, cuenta hoy Esteban Bravo, director de Cultura de la Municipalidad de Ensenada, que reconoce un resguardo especial del Sitio de Memoria ante amenazas recientes a raíz del atentado contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner.

Hoy la casa bombardeada se convirtió en museo, declarada sitio de memoria

El Flaco mueve los brazos y traza una línea histórica de tres episodios: el bombardeo a Plaza de Mayo en junio de 1955, los bombardeos a Ensenada y otras ciudades del país el 16 de septiembre de ese año, y los fusilamientos de José León Suárez ocurridos el 9 de junio de 1956, con la Libertadora ya en el poder. “El de Plaza Mayo siempre se conoció, están las imágenes de los aviones, hay material escrito, porque Perón estaba todavía en el poder. El de los fusilamientos también, por el libro de Operación Masacre de Rodolfo Walsh, hay testigos, filmografía, y a la Libertadora le convenía que se supiera como mensaje aleccionador: si alguien se levanta contra nosotros, le puede pasar esto. Pero en lo de mi viejo no existía nada porque todo fue quemado. Los diarios de la época hablaban que Perón huyó, que abandonó el pueblo y los cagó. En esa batalla, la de Ensenada, no tenía que haber sangre ni violencia, por eso se ocultó y se destruyeron los archivos, analiza el Flaco. El propio Perón, en el libro La fuerza es el derecho de las bestias, escrito en su exilio de Panamá en 1956, había mencionado a “La batalla del Río de la Plata” como un capítulo central de la resistencia peronista, aunque el texto fue prohibido y su circulación en Argentina se dio en restringidos foros clandestinos.

Otro acontecimiento que comprobó el Flaco fue que fuerzas leales a Perón se pasaron al bando de Rojas y viceversa durante el convulsionado año de 1955 y hasta en el mismo 16 de septiembre, cuando vecinos de Ensenada huyeron atemorizados por los vuelos rasantes de los aviones Gloster Meteor de la Fuerza Aérea Argentina, “Hubo quienes me confirmaron que, en el momento que despegaron de la Base de Morón, hubo aviones que se cambiaron de bando al llegar a Ensenada. Así era el caos y la confusión que rodeaba el hecho”, dice, y aún no pudo llegar a la certeza de quién fue el que arrojó la bomba en barrio Campamento.

El "Flaco"Ortíz en el sitio de memoria

-Un testigo dice que escuchó sobrevolar cerca de las casas a un avión Avro Lincoln cuatrimotor, y que supuestamente tiró la bomba porque se venía abajo. Y después lo vieron partir hacia Punta Indio, que era donde estaba la base de Rojas. Pero no hay nada definitivo.
Hay agujeros que todavía siguen sin cerrarse, como la información que conduce a un contingente de más de cincuenta policías leales a Perón que, en principio, desaparecieron rápidamente de la escena. “El dato que tengo que confirmar es que existe al menos un testimonio que vio a los caballos de esos policías, que eran de la montada, solos y  desbocados, sin rumbo. Y hay otro que escuchó un tiroteo infernal y dice que vio un tráiler donde podrían haber estado los cuerpos. Tengo evidencias próximas a concluir”, dice el Flaco con pose de científico, y se ilusiona prontamente con encontrar lo que le falta para cerrar las capas de la historia.

No le parece casual al Flaco Ortíz que afloren en los últimos tiempos grupos autodenominados “libertarios” con un tinte antiperonista tan reaccionario como el de la Revolución Libertadora.

-Una buena porción histórica del odio se explica desde aquellos bombardeos. Los nexos en nuestra historia argentina no son casuales. En el atentado contra Cristina hubo una mezcla de ese odio visceral, histórico, con los odios modernos, de ultraderecha, que trascienden el antiperonismo –se explaya.

En la justicia hay distintos pedidos para que los bombardeos a Plaza de Mayo de 1955 sean considerados crímenes de lesa humanidad. Ortíz quisiera que los del barrio Campamento también sean declarados imprescriptibles, y por lo tanto se abra la posibilidad de que puedan ser investigados y juzgados. Los une, dice, un mismo plan criminal.

Podría seguir horas en el repaso de cada detalle, con su clara locuacidad, yendo de una pieza a otra del rompecabezas en una dispersión que nunca le hace perder el hilo. Se prende un cigarrillo, y mira el Puente Giratorio del barrio Campamento, espacio antiguo del puerto donde juegan unos chicos. Una espesa neblina presagia el ocaso invernal.

-Fue una gesta heroica de los vecinos de Ensenada, de la que mi viejo fue una víctima. En un barrio portuario típicamente peronista, que hoy se sigue resistiendo al olvido.

Juan Manuel Mannarino

Periodista, docente y licenciado en Comunicación Social. Investiga y publica sobre temas ligados a la violencia institucional en Infobae, El Cohete a la Luna, Revista Ñ, La Nación, Anfibia, Revista Crisis, La Agenda y Gatopardo, entre otros medios. Su texto “Marché contra mi padre genocida” recibió numerosos premios.

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