19/08/2022
Vida y obra de Kajinteya Octorina Zamora
La voz de la tierra sin cadenas
Por Eugenia Morey
Activista incansable, espíritu inquieto y profunda conocedora de la realidad de su tierra, Octorina Zamora, Kajinteya, encarnó hasta los últimos días de su vida la palabra de las comunidades a las que pertenecía y representaba. En el mes de la Pachamama, su historia es ejemplo de cómo es combinar ancestralidad y actualidad en la defensa de los derechos de los pueblos originarios.
En Agosto se celebra el día de la Madre Tierra, la Pachamama. En América del Sur, en la región andina, ha llegado a ser una fecha de las agendas oficiales de gobiernos como los de Ecuador, Bolivia y Perú y todavía continúa como demanda de los pueblos indígenas de nuestro país. En esta fecha se comparte la reciprocidad entre naturalezas. “Honat Le Les", diría Octorina: hijos de la tierra.
Octorina Zamora, Kajianteya, nació el 22 de abril de 1958 y murió el 1° de junio de 2022. Mujer wichí, en Salta, Chaco, o en Buenos Aires la encontramos, infinidad de veces, encadenada en lugares desde los que interpelaba a quienes pasaran por ahí y, fundamentalmente, a quienes tomaban las definiciones políticas excluyentes de las necesidades de los pueblos indígenas. Mostraba abiertamente esa realidad que no puede seguir pasando inadvertida para quienes la vida no se va de ese modo. Es así que durante los últimos tres años de su vida tomó en sus manos y su cuerpo la defensa de las mujeres, niños y niñas abusadas sexualmente o apremiadas por la falta de alimentos, asesinadas y, sin dudarlo, buscó enseñar incluso a otres las acciones a seguir: visibilizar la situación y acompañar la búsqueda de justicia desde los territorios, dando protagonismo a quienes son víctimas como única alternativa de vida. Su historia de huelgas de hambre, “encadenadas” o sus paso por las danzas espirituales cuando se trataba de compartir ceremonias con otros pueblos indígenas anduvieron por cada comunidad wichí que la convocara para compartir su fortaleza, su valentía, su empeño por cambiar esa realidad de injusticias por dignidad.
Era el 2013 y volvía a encontrarse con Pincén, con quien compartieron los acampes esos primeros años para proponer otras maneras de acompañar a los muertos que todavía quedan por devolver a sus territorios desde los confines de las ciencias e instituciones cosificantes; “falta organizar desde las bases esas ceremonias”, decía, “está bien que venga el Estado y los profesionales, pero el sentimiento, la profundidad de nuestras creencias, no pueden delegarse y en ese sentido hicimos talleres, para tomar con elementos claros el pedido de restituciones que quedaron pendientes”. Ella, con su cuerpo imponente, su voz firme y ancestral en sus mejores modos de los idiomas castellano y wichí - que entendía y usaba con fluidez- interpelaba con los cantos, las mostacillas, los colores y las plumas a las miles de personas que poblaron sus días casi sin dejarla descansar, siempre visitada, consultada, invitada, escuchada, observada y convocada a tantas contiendas que la tenían como modelo a seguir para miles que veíamos en ella el ejemplo que guía a la victoria todas las batallas.
Octorina Zamora junto a mujeres indígenas del Monte Chaqueño. Foto: INADI Salta
Nacida en Misión Chaqueña, provincia de Salta, vivió en Embarcación, en esa provincia, y cuando las luchas por los derechos de su pueblo lo exigieron hizo su estancia de vida en Santa Victoria Este, en Salta Capital y en Buenos Aires. Como otras niñas y jóvenes de su generación, conoció el trabajo en el campo, en las casas de otras personas, en su casa, entre las cosechas, plantaciones, cuidados y limpiezas y fue a vivir a otras ciudades con familias propias o ajenas entre Buenos Aires, Mendoza y Salta. Pero siempre volvía a Embarcación, como una constante, ese lugar donde su casa también era la historia de su madre, su padre, sus hermanas y hermanos, la de cientos de familias, paisanos y criollos empobrecidos y también la de los modos en que las poblaciones indígenas fueron resistiendo traslados y exclusiones de sus propios territorios a manos de dictadores, empresarios y gobernantes cómplices del despojo. Entre las y los once hermanas y hermanos se tejieron comparsas, marchas, proyectos culturales, deportivos, políticos y lazos que cruzan la historia de la provincia y el país.
Desde niña, con 12 años junto a sus hermanos mayores en Buenos Aires, compartió sus tiempos libres del trabajo con las actividades para la creación y las luchas de las Asociación Indígena de la República Argentina, AIRA, y del Consejo Indio de Sud América, CISA. El lugar del Chaco Gualamba estaba presente en aquellas primeras organizaciones con alta presencia de los pueblos andinos y patagónicos. Las relaciones con las distintas poblaciones originarias de América y Argentina son en la vida de Octorina de una constante relevancia. Entre tanto, los viajes a Salta también traen lazos con intelectuales, investigadoras e investigadores que marcan su formación constante y reflexiva, que se combina con las tareas que sus padres apoyan para mejorar el uso del idioma español, inglés o francés y siempre el propio idioma wichí.
En los albores de los años 70, en Embarcación, su familia apoya a Miguel Ragone, último gobernador electo de Salta antes de la dictadura y único gobernador desaparecido, y se organiza entonces la experiencia de reterritorialización del Lote Fiscal 75 de Embarcación, en el que una de las primeras organizaciones wichí va tomando forma antes de la dictadura.
Durante los duros años que siguieron, con 18 años, vuelve a Salta, entre Embarcación y Santa Victoria o, como prefiere, Wej Woos y Tewok Lheley, para luego realizar su recorrido por Brasil, Ecuador y Nicaragua a fin de completar una experiencia que marcará la mirada internacionalista de las causas indígenas. Incluso luego llegará a incorporar en sus pensamientos las experiencias de Asia, África y América del Norte. Aquel tiempo de cuidar la vida, silenciar una vez más la política presente en su familia, ir y venir como parte del pueblo wichí la salva, sin evitar algunas veces la cárcel del pueblo. El trabajo de los empresarios dueños del poroto y el pimiento en los oscuros años de la dictadura explican relaciones locales que ella enseñará a quienes quieran escuchar, comprender, actuar.
Octorina Zamora, luchadora por los derechos humanos y, sobre todo, de los derechos de las mujeres e infancias wichí. Fuente: www.neahoy.com
Ya en democracia, abraza la esperanza y de la mano de Guillermo Magrassi, un sociólogo investigador con quien recorre Salta y consolida una gran amistad. Realiza las primeras jornadas de revitalización de identidades y culturas indígenas junto a quienes con ella están terminando el secundario para adultos y adultas en Embarcación. Es convocada para participar en la redacción de legislaciones indígenas en la provincia de Salta desde diferentes espacios políticos que confluyen en la creación del Instituto Provincial del Aborigen y las reformas legislativas provinciales. Acompaña activamente la construcción de las primeras legislaciones en la nueva democracia de participación y visibilidad de los pueblos indígenas en el país, la sanción de la ley que crea la Comisión Nacional de Asuntos Indígenas que se debate en los espacios de AIRA y CISA años antes. Ella también busca romper con las prohibiciones de nombrarse con el propio idioma y es activa en el registro de nombres en idiomas indígenas que le pondría con su coherencia en la vida a sus hijas e hijos menores, los que llegaron entre 1985 y 1991, Tuju, Kajia y Yamana.
Entre tanto, se desarrolla la experiencia del primer censo indígena provincial junto a la posibilidad de acceder a los primeros cargos públicos para asesorar sobre el tema. Octorina no dudó en renunciar a esas asesorías o cargos que, dotados de pocos recursos económicos, pretendieron a veces callar los reclamos o silenciar sus propuestas de acciones. Las crisis alimentarias y sanitarias serán un constante desafío. Es la primera mujer indígena en participar en el Programa Alimentario Nacional y también en denunciar las formas de hacer en el Chaco que llevan el sello de culpar a las víctimas, del hambre por no saber comer y por no querer cambiar comida por sexo, con las cajas PAN. Con la epidemia del cólera en 1992, el hambre se cobra nuevamente vidas de los pueblos indígenas que tienen en los ríos sus fuentes de alimentos y sus resguardos con certificaciones de prohibición sanitaria. El hambre una vez más trae la lástima, desde donde ella no quiere seguir hablando, como luego dice en la película que documenta su vida. Anticipando una constante hasta los últimos días, las violencias sexuales aparecen por primera vez en su agenda de luchas.
Participa de los primeros debates que conmemoran el Quinto Centenario. Se encadena en la Catedral de Salta, en el Cabildo y moviliza a las comunidades montaraces de su pueblo con quienes fundan la organización indígena Lhaka Honhat, y Tewok, el primer partido político de bases indígenas y criollos empobrecidos de Santa Victoria Este.
Los primeros años de privatizaciones, cierre de fábricas, expansión del desierto verde de la soja, desmontes, cierres de trenes y reformas hídricas e hidrocarburíferas encuentran a Octorina en las plazas y las calles, acompañada por miles que la siguen y la apoyan.
A todas sus actividades le suma su participación en películas de cineastas locales o internacionales, como Hijo de Río, A'Hutsaj y Kajianteya. Organiza actividades de visualización de la cultura indígena en Argentina desde la promoción cultural y educativa en Salta, Santa Victoria Este, Embarcación, Chaco, Formosa y Buenos Aires. Por romper los diptongos o marcar la monotonía con disrupciones, Octorina le suma a la calle la cocina política en distintos momentos de la provincia: asesora, es candidata local y nacional, es fundadora de organizaciones, comunidades y fundaciones. Va tomando en sus manos las herramientas que le proponen al tiempo que deja sus huellas en cada uno de los lugares por los que pasa.
En 2005 sostiene el debate abierto con las primeras acciones en territorio por la ley que declaró la emergencia por la posesión de los territorios indígenas; también toma la palabra para volver a denunciar el abuso sexual esta vez a manos de un integrante de la propia comunidad y abre el debate sobre las redes de silenciamientos y complicidades históricas que no quieren dar voz a las niñas y mujeres wichí que se levantan para denunciar violaciones sexuales en las comunidades que romantizan un espacio fruto de la desigualdad y el atropello.
En la extensa trama de experiencias que tienen repetidas veces los contextos de emergencia sociosanitaria y educativa, propone una reforma en la educación intercultural bilingüe en la cámara de diputados de Salta. En México, es panelista invitada del proyecto de ley de educación indígena bilingüe con gestión comunitaria, en 2019. Integra la propuesta de candidatos y candidatas del Partido Felicidad de Salta, crea el Espacio Plurinacional Indígena Kamba que comparte con los pueblos de cinco provincias y participa activamente por la derogación del decreto de extranjerización de tierras. También crea Tierra y Territorio, por la defensa de la prórroga de la ley de emergencia en materia de posesión de la tierra, y realiza un acampe de meses en la Plaza de los Dos Congresos en Buenos Aires; luego también acampa en Salta, en el Cabildo, para defender los derechos previsionales y promover los reclamos por justicia para las niñas víctimas de abusos que se concentran en los territorios del pueblo Wichí. Cada lugar donde Octorina participa tiene con ella una propuesta de trabajo continuado, articulado, con pares y con las responsabilidades institucionales que interpela sin descanso. Entre 2019 y 2022 toma la responsabilidad que le impone la realidad de su pueblo: seguir acompañando a niños, niñas, mujeres y jóvenes. Desde 2019, en el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas integra junto a otras personas de pueblos indígenas la trama más amplia de cargos que esa instancia estatal ha tenido en sus áreas de ejecución centrales. Se instala en el Hospital de Tartagal para estar atenta y motorizar insumos, pañales y buenas formas de comunicar y tratar a las familias con hijes en riesgo por falta de alimentación y agua. Lleva a los territorios a funcionarios del INAI, el INADI, la Legislatura y varias ONGs para resolver el seguimiento de las causas del hambre en las regiones del Chaco Salteño. Motoriza la asistencia sanitaria en pandemia y continúa haciendo una tarea constante en temas de abusos sexuales, violencias y femicidios.
Octorina acompañando el juicio por la Masacre de Napalpí. Foto: Archivo familiar
En los primeros meses de 2022 las noticias hacen del territorio wichí el nuevo escenario de intervenciones espaciadas, con muchas dificultades, con una necesaria continuidad de reclamos e insistencias. Pluma de Pato es donde va Octorina a realizar talleres para hacer comprender mejor los deberes y derechos que hacen a la vida y así quince mujeres wichí, de manera colectiva y formalmente en la justicia, llevan sus denuncias por repetidos y continuados abusos sexuales y violaciones. Ahora la justicia responde, en una vuelta del tiempo que hace a Octorina jugarse la propia vida. Como tantas otras veces desde 2014, Chaco es el siguiente lazo, porque para el pueblo Wichí es el mismo territorio y para las violencias y las complicidades del poder no parecen distintas. Entre las muertes por femicidio las vidas wichí gritan en la conferencia de prensa de Resistencia, Chaco, del 19 de abril. Mismo día del inicio del juicio por la masacre de Napalpí como causa de Lesa Humanidad en la que Octorina participa como público, paradójicamente, cuando en el presente y con la voz en alto las mujeres hoy denuncian y exigen acciones concretas del Estado.
Hoy Octorina Zamora sigue en pie, entre las mujeres del norte, las del pueblo Wichí, explica entre los relatos que ha dejado grabados que el chineo es una palabra que peligrosamente culturaliza un hecho de violencia sexual, contra niñas, niños y mujeres de su pueblo. Pero también es la palabra de quienes son culpables de las violaciones, son ellos los que nombran así y por eso es importante referirse a los abusos, violaciones y feminicidios con la palabra que permita mostrar que en el interior de las comunidades estos hechos ocurren. El peligro de culturizar un hecho social como la violencia sexual como mecanismo constantemente presente trae más discriminación y racismo. Las causas por violaciones están abiertas en la justicia, de su mano las valientes mujeres wichí están accionando para pedir justicia. En el mes de la madre tierra, la Pachamama, se ponen en pie los pilares que Octorina sostenía, lucha por la tierra, la naturaleza y las mujeres. Hoy tomamos tus enseñanzas.
Eugenia Morey
Docente e investigadora de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. ICA, Universidad de Buenos Aires. ISC, UNAHUR.
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