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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

01/08/2022

Cinco años sin Santiago

Ojos de Brujo

Inquieto, comprometido, sensible, su desaparición en medio de un operativo de la Gendarmería para desalojar un corte sobre la ruta 40 convirtió a Santiago Maldonado en un símbolo de la brutalidad represiva incluso en tiempos democráticos. A cinco años de aquel episodio, el pedido de justicia se combina con el recuerdo de su figura, su militancia y su legado.

A Santiago Maldonado no le gustaban las fotos, pero su desaparición y muerte inundó esa ausencia con su imagen. La que se volvió emblemática, en primer plano con su profunda mirada de ojos verdes, el pelo y la barba desgreñada, era una selfie que se sacó para su amor, una joven de Buenos Aires que siempre prefirió permanecer en el anonimato.

Quique Maldonado era del barrio de la abuela de Stella Peloso, se conocieron ahí. Él era romántico, le llevaba bombones y perfumes. Se quería casar antes pero tuvo que esperar hasta que ella cumpliera los veinte.

“Dormía toda la noche. Le gustaba venir a verme a la escuela donde yo era directora porque prefería tomar teta, de chiquito se quedaba jugando en el piso y le daba granitos de maíz al perro de la portera. De más grande lo llevaban a casa. Un día volví y Germán (el del medio) le había teñido el pelo de rojo”. Durante una fiesta patria Stella vio que se rascaba la cabeza. “Le saqué los piojos y lloraba, me decía que era mala por haberlos matado”, recuerda sobre el menor de sus tres hijos, y las memorias le vienen sin orden. “Cuando se fue a vivir a La Plata un día estaba leyendo en una plaza y apareció un chico con un cuchillo, lo amenazó y le dijo ‘dame todo lo que tengas’. Él respondió ‘qué me vas a hacer si yo soy igual que vos’. Por eso prefería usar la ropa gastada y rota, sentía que así no le iba a pasar nada”. En su pieza en la casa familiar del barrio Obrero en la localidad bonaerense de 25 de Mayo quedó guardada cantidad de ropa sin estrenar, junto a sus libros. ‘No te cambies para ir a misa’, me decía, ‘si Jesús andaba en patas, no le gustaba el lujo’”. Stella cuida su jardín, pero dice que el interés por las plantas Santiago lo sacó del bisabuelo Manuel que vino de Portugal, que tenía huertas, plantas de frutas. Él solía andar con la foto de los bisabuelos encima, pero nunca volvió a aparecer. 

Santiago Maldonado de chico y uno de sus escritos. Foto: Gentileza familia Maldonado, 25 de Mayo.

En el pueblo, además de los subversivos murales que pintó –y que fueron recientemente restaurados a instancias de su hermano mayor, Sergio, y los gobiernos local y nacional– quedaron algunos amigos que recuerdan sus locuras, como cuando salió en skate con una campera llena de preservativos pegados para hacer una “campaña” contra el SIDA. Lo suyo era la sátira a colores y la desplegaba en dibujos, ilustraciones y textos. Sus blancos eran policías, políticos, curas y empresarios. Con sus amigos formó la banda Koliti$, pero nunca llegó a debutar. En una de sus canciones habla del pueblo, 25 de Facho, y en otra de Néstor Kirchner. 

“Así es, se ríen especulando con llegar a la cima, luego colocarse las botas y darnos un camuflado pisotón en la cabeza, cosa de que si no nos matan quedemos mareados, perdidos en la ignorancia en el tiempo y en el espacio, teniendo que recurrir a las instituciones hospitalarias para que nos desinflame la cabeza o nos droguen el cerebro para pensar menos y así justificar la salud pública y el estado de las cosas”.


Santiago llegó a La Plata en 2009, cuando tenía 19 años, e ingresó a estudiar Bellas Artes. Primero vivió en una residencia estudiantil, hasta que comenzó a tomar contacto con el universo fanzine, con okupas y anarquistas. Junto a ellos participó de la toma de una vivienda que se convirtió en la biblioteca Guliay Polié . “Estábamos muy cebados, en una vorágine de hacer cosas, Santi empieza a cambiar porque en sus viajes se vincula con luchas territoriales, asambleas y conflictos por la propiedad privada de la tierra como fuente de vida”, evoca una de sus compañeras anarquistas. Lechuga –como lo llamaban– usaba una visera con parche, la barba larga y tupida, y borcegos. Cargaba pocas cosas en su mochila, pinturas, revistas y escritos. Había aprendido a tatuar. 

Con pocas visitas a su pueblo en el medio, Santiago anduvo por Uruguay y Chile, hasta que volvió a la Patagonia. Cuando llegó a El Bolsón le gustó y se quedó. Allí se convirtió en “el Brujo”. Limpiaba los vidrios de la panadería para conseguir un poco de pan. Hizo amistades entre los artesanos, los anarquistas y los mapuches. En verano iban al lago Azul y al Puelo, y en invierno con dos metros de nieve las horas transcurrían al lado de la salamandra, con música y contando historias. “Tenía algo especial, dejaba amistades por donde iba. Veía la realidad de una manera muy particular, tenía mucha información en la cabeza, leía y escribía mucho. El 31 de julio de 2017 cuando sale hacia la Lof (en Resistencia de Cushamen) lo ve una vecina, la Negra, le dice que es peligroso, y él le contesta que su corazón le decía que tenía que estar ahí. Sabía a lo que iba, el riesgo que corría, tuvo mala suerte porque si te matan en un enfrentamiento es un riesgo que corremos los que decidimos estar ahí. Pero otra cosa es que lo hayan humillado, eso no se lo merece nadie”. Así lo recuerda su amigo Ariel Garzí, y no puede evitar algunas lágrimas en sus ojos. 

Weichafe (guerrero) amenazado durante el operativo ordenado por el juez Guido Otranto, en coordinación con el ministerio de seguridad de la nación, con más de 300 efectivos de PF, GEOP (en la imagen), helicópteros, canes, drones. Foto: Gustavo Zaninelli/ Fototeca ARGRA.

La noche del 31 y madrugada del 1 de agosto nadie pudo dormir en la casilla de guardia de la comunidad mapuche que había desafiado desde 2015 el poderío de Benetton, en plena estepa patagónica, recuperando su territorio. Los jóvenes habían cortado la ruta 40 en protesta por la detención de su lonko Facundo Jones Huala en la Unidad 14 de Esquel, y de otras nueve personas en Bariloche el día 30. Se disponían a volver a hacerlo, pero en realidad el cerco de los cuatro escuadrones de Gendarmería y la policía provincial ya había bloqueado la circulación. Los peñi eran pocos, por eso habían pedido refuerzos, y allí acudieron Santiago y el payador chileno Nicasio Luna, todos encapuchados a poner algunas ramas sobre el asfalto de la mítica 40, aunque ya no pasaba ningún vehículo. La decisión política del gobierno de Mauricio Macri con su ministra Patricia Bullrich en Seguridad era escarmentar a los mapuches rebeldes, y aquel día buscaban la foto de algunas detenciones.

Cerca de las once los gendarmes avanzaron en territorio mapuche recuperado al grito de “sangre y fuego, muerte al indio”, de manera desprolija pero no por eso menos brutal, disparando balas de goma y de plomo ante el supuesto delito en flagrancia de interrupción del tránsito. Luego de resistir algunos minutos tirando piedras los jóvenes se replegaron corriendo hacia el río.  
“Gendarmería avanzaba por toda la ruta, todos los lamienes (hermanos y hermanas) estaban del lado de adentro, pero luego hicieron autodefensa con hondas de revoleo, escuché el grito de ‘la tranquera’, los gendarmes que forman una fila y la camioneta Unimog, hay un ruido como de choque. En ese momento fui corriendo a la guardia porque estaban mis hijos y ahí veo a Santiago que agarra la mochila y se va corriendo hacia abajo, para el río. Un gendarme completamente alterado llegó preguntando a dónde lo teníamos escondido (en referencia a alguien que se les había escapado, que sería Santiago) y mientras el tipo gritaba órdenes de acá para allá pude ver a la Unimog que estaciona con la parte trasera hacia el río”, relató Claudina Pilquiman en su declaración ante la justicia. 
Ella había conocido al “Brujo” a fines del verano, a través de la amistad que tenía con uno de sus hijos, cuando apenas había llegado desde Chile. Poco a poco Maldonado fue conociendo la movilización de la comunidad mapuche por las tierras y le dijo que quería ir a Cushamen. En Esquel conoció a algunos de sus miembros y participó de sus protestas.
 
El 1 de agosto de 2017 Soraya Maicoño y Neri Garay, voceras de la Pu Lof de Cushamen, junto a Nicolás Huala salieron de la comunidad en un auto gris, para denunciar la represión, y fueron detenidas durante seis horas por la Gendarmería sobre la ruta 40 luego de quitarle documentos y teléfonos celulares. Allí mantuvieron un diálogo con el jefe de Gabinete del ministerio de Seguridad, Pablo Noceti. “Podemos tenerlas detenidas hasta seis horas si queremos”, las increpó el funcionario, en horas del mediodía, antes de irse hacia el sur. Desde allí volvió seis horas más tarde, bajó a saludar uno a uno a los gendarmes y se retiró.  

Weichafe herido con balas de goma durante el operativo que ingresaron ilegalmente efectivos de la policía de la prov. de Chubut, con un saldo de dos heridos de gravedad, Emilio Jones Huala, Fausto Jones Huala y varios con heridas leves. Foto: Gustavo Zaninelli/ Fototeca ARGRA.

Puesto en marcha el aparato estatal y mediático encubridor, los testigos mapuches fueron atacados y burlados. Al día de hoy la comunidad admite que debió salir a hablar enseguida, pero insiste en que seis de sus más jóvenes miembros vieron a Santiago siendo apresado por los gendarmes, tal como había declarado Matías Santana: “Las fuerzas represivas inician el ataque a la comunidad el 1º a las 4.30 de la madrugada y durante toda la mañana. Luego entraron al Lof, sufrimos las balas de estas fuerzas de inseguridad que nos hicieron replegar muy rápido, fuimos escapando desesperados hacia el río, yo me monto un caballo y cuando voy llegando escucho la guardia que me dice ‘alto, estás detenido’. Así apreté más fuerte la cincha del caballo, subí a un cerro más alto y ahí logro ver que había tres efectivos de Gendarmería que golpeaban un bulto negro, con una campera celeste, la misma que yo le había prestado (a Santiago Maldonado) esa mañana cuando decidimos cambiarnos la ropa. Después de juntarnos todos los que habíamos sufrido la represión nos damos cuenta que quien faltaba era él. No alcanzó a cruzar el río, se mete pero se vuelve porque era impresionante la balacera mientras los chicos cruzaban nadando con balas de escopeta y nueve milímetros mientras gritaban ‘agarren a uno, tirale, tirale’ o ‘maten a uno, indios de mierda, los vamos a cazar’, como ya pasó en todos los contextos de represión que hemos sufrido”.


Al salir de su declaración, en la vereda del juzgado, Santana había agregado: “Gendarmería, y el poder político y judicial están ocultando muchas cosas, el mismo juez que manda a reprimirnos lleva adelante el habeas corpus, nos da mucha impotencia que el Estado se presente como querellante defendiendo a esos uniformados que entraron ilegalmente al territorio para cazar a un mapuche. No somos el enemigo interno, no somos terroristas ni delincuentes, acá hay una persecución política a nuestra propuesta de ser un pueblo autónomo a la cual el compañero Santiago respetaba y adhería. No digan más mentiras, sólo queremos reclamar nuestro derecho a la tierra”.

Sergio Maldonado, junto a su mujer Andrea, al finalizar el acto para reclamar justicia para Santiago, cuyo cuerpo fue encontrado luego de casi 80 días de desaparecido, desde la represión de gendarmería. 1 de noviembre, 2017, Bs. As. Foto: Soledad Vázquez/ Fototeca ARGRA.

 

A la luz de los recientes dichos de la nueva testigo sobre la participación activa de Gendarmería en la desaparición de Santiago y el encubrimiento de ese crimen, el testimonio de Santana bien puede ser revalorizado. Se trata de una profesional civil de Gendarmería que declaró con su nombre y apellido ante el fiscal Federico Baquioni. La mujer dijo que en su consultorio varios gendarmes comentaron el operativo del 1 de agosto en la Pu Lof, dijeron que había un detenido al que se referían como el hippie, y que lo habían detenido en la zona del campo de Benetton. Lejos de la fantasía de Bullrich, quien afirmó que la testigo “no existe”, el problema es que la causa está congelada sin juez y a la espera de una resolución de la Corte Suprema que la destrabe.

“A Santi te lo comías de hermoso, era transparente. Por eso causó tanta indignación y dolor, tanta injusticia, se llevaron al mejor de nosotros. Por la lucha tuvieron que dar el cuerpo. Hay que seguir en las calles por la memoria combativa de los compañeros, porque sino esto va a seguir pasando. Qué pasó con Julio López, ni siquiera apareció su cuerpo, Daniel Solano, hay un montón de desaparecidos y muertos en democracia. Y por Rafa, que lo fusilaron por la espalda. Las personas que lo amamos sabemos desde el primer día que a Santi se lo llevó Gendarmería”. Pamela –una de sus amigas de El Bolsón– cuenta que agradece haberlo conocido, que Santiago era leal y honraba con cariño a sus amigos. “Sonreía mucho y siempre estaba dispuesto a ayudar, era nómade, eso nos unía. Nos quedamos acá porque nos sentimos cómodos y para defender este lugar”. La joven mujer se pone de pie y le habla. “Santi, sos un ejemplo para los luchadores del mundo, sólo la libertad de tu espíritu viaja sin cadenas, no se detiene y surge en cada ser consciente. Santi, sigue tu viaje de luz. Los 30 mil, Santiago y Nahuel, presentes. Ahora y siempre”. 

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