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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

03/06/2022

Vida y obra de Yolanda Ortiz

Madre tierra

Fue la primera Secretaria de Ambiente del país, nombrada por Perón en 1973 y la primera mujer en ocupar un cargo así en Latinoamérica. Pionera en pensar el ambientalismo popular para mejorar las vidas humildes,  la ley para promover la formación ambiental en el Estado lleva su nombre. El Día mundial del ambiente es una buena excusa para recuperar su legado.

El 17 de noviembre de 2020 el Congreso Nacional sancionó la Ley 27592 con el objetivo de “garantizar la formación integral en ambiente, con perspectiva de desarrollo sostenible y especial énfasis en el cambio climático, para todas las personas que se desempeñan en la función pública en Argentina”, un paso fundamental para promover la creación de conciencia ambiental para el diseño e implementación de las políticas públicas. 

Sin embargo, lo que aquella vez llamó la atención fue el nombre con el que se conoció a la norma: Ley Yolanda. Tal denominación es ni más ni menos que un homenaje a Yolanda Ortiz, la primera Secretaria de Recursos Naturales y Ambiente Humano de la Nación y pionera del ambientalismo en Argentina y el continente. “La ley es un reconocimiento institucional del estado de derecho que le pone un broche de oro a su historia”, aporta Homero Bibiloni, ex Secretario de Ambiente de la Nación entre 2008 y 2010 y en cuya gestión Yolanda colaboró activamente. Para quien hoy tiene a su cargo la coordinación de las carreras ambientales de las universidades del conurbano bonaerense, “la ley va a permear en todas las capas de la administración pública, obliga a la capacitación en materia ambiental a los tres poderes del Estado.  Nadie se va a poder hacer el distraído, quien pase por la ley Yolanda no va a poder decir que no es su tema”. 

Designada por Juan Domingo Perón en 1973, durante su tercera presidencia, tanto el nombramiento de Yolanda como la creación de un área específica dentro del Ministerio de Economía constituyeron un hito en la historia de la militancia ambiental en nuestro país: por primera vez el Estado reconocía que la armonía entre la producción y el ambiente era necesaria para el desarrollo sustentable de la nación. A su vez, el nombramiento de Yolanda como secretaria constituyó toda una novedad: fue la primera mujer en ejercer un cargo público de gestión ambiental en América Latina.

Referente histórica del ambientalismo popular argentino, Yolanda Ortiz sirvió de inspiración para la ley que lleva su nombre.

“Creemos que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobrestimación de la tecnología”. No, no es una declaración reciente de algún funcionario de la ONU ni de la joven activista ambiental Greta Thunberg, sino uno de los primeros  párrafos del “Mensaje Ambiental a los pueblos y gobiernos del mundo”, una carta pública que Juan Domingo Perón hizo circular el 21 de febrero de 1972, algunos meses antes de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de Estocolmo, que inaugura la preocupación global por las cuestiones ambientales. El mensaje de Perón, escasamente difundido hasta hace relativamente poco tiempo, entusiasmó a la ya entonces ingeniera química especializada en toxicología y preocupada por las condiciones ambientales que hacían más dura aún la vida de los sectores más vulnerables de la sociedad. “Cuando aparece el Mensaje a los Pueblos y Gobiernos del Mundo para detener la marcha suicida que había emprendido la humanidad, antes de la Reunión de Estocolmo, en plena crisis ambiental, era evidente el fracaso de un modelo de desarrollo destructor de la naturaleza y de los seres humanos”, escribió la propia Yolanda en un documento de su autoría, en el que reseña lo que ella llama “directrices principales” de aquel mensaje de Perón que tanto la impactó. “Desde lo simbólico, el hecho de que fuera una mujer a cargo del área de ambiente en los inicios del ambientalismo a nivel planetario, además, era muy fuerte”, agrega Bibiloni, joven militante por entonces, hoy titular de la Comisión de Ambiente del Partido Justicialista. “Por otro lado, lo que ella tenía muy claro es la conexión con la naturaleza, decía que somos parte de la naturaleza, que somos naturaleza, no la miraba desde afuera. Era una conexión que no todas las personas tienen, y que ella la tenía claramente. Se conmovía con la naturaleza y con la gente que vivía de la tierra, que estaba enraizada con la tierra y además su militancia ambiental era inconmovible, incluso a pesar de su fragilidad cuando ya era grande. Hablaba y te impactaba”, recuerda.

Yolanda Ortiz nació en Tucumán en 1925. Muy tempranamente, apenas asumido el primer gobierno peronista, las políticas que procuraron mejorar la vida de los cañeros del azúcar de su provincia natal hicieron que se identificara con el peronismo. Mudada con su familia a Buenos Aires algunos años después, empezó a trabajar en barrios populares de la periferia porteña, en los que creció su preocupación por las condiciones ambientales en las que vivían esas poblaciones, situación que agudizaba su ya precaria condición. “Decidí ocuparme de eso porque pensaba que podía hacer algo, siempre por la búsqueda de la justicia social, y de que realmente los trabajadores tuvieran un ambiente digno. Entonces me decidí a estudiar esos temas de contaminación en Francia”, contó en una entrevista publicada en 2013 en Página/12.

Así fue como obtuvo una beca para estudiar temas ambientales en la Sorbona, la emblemática universidad parisina, en lo que por entonces era un campo de preocupaciones que daba sus primeros pasos.  Durante su estancia allí la encontró también el Mayo Francés, en 1968, uno de las primeras acciones públicas de masas que puso a la agenda ambiental en la mesa de debate. ““Fue muy lindo ver cómo se buscaba el ejercicio pleno de la libertad. Estaba el tema ambiental, pero ligado a la democracia, a la libertad, a una actitud contestataria al modelo de desarrollo. Una de las búsquedas fundamentales de ese momento tenía que ver con el acceso a ser feliz. Todo eso me movilizó muchísimo”, dijo sobre esa experiencia en el mismo reportaje. Al poco tiempo de su regreso a la Argentina apareció ese mensaje de Perón y todo cambió. 

“Se daba ya esa separación de la humanidad, como si estuviera constituida por más de una especie, tal como la describe Perón en su documento. Por un lado estaba la preocupación de los países desarrollados en relación a los problemas de contaminación, tratando de reunir al mundo para analizar qué se podía hacer y por el otro los países pobres que alegaban que ellos no sabían nada de cuestiones ambientales y que la única contaminación que conocían era la de la pobreza”, dice Yolanda con meridiana claridad en ese mismo documento suyo citado más arriba. “Todo peronista sabía de Yolanda Ortiz. En la época en que fue Secretaria yo era un militante de base y sabía que había una funcionaria mujer en el área de ambiente, pero mucho no más de eso”,  admite Bibiloni. “Después, ya recibido y preocupado por las cuestiones ambientales empecé a leer algunas referencias de ella que siempre tenían que ver con recuperar ese mensaje de Perón a los pueblos del mundo, del que Yolanda siempre fue una predicadora y amplificadora”.

 
La llegada de Yolanda al gobierno en un contexto de fuerte tensión interna del peronismo no pasó desapercibida, pero ella asumió la tarea con naturalidad. “Había tres señores secretarios manejando esas áreas y entonces Perón decide que se haga una cuarta secretaría, que fuera la de Ambiente Humano y que estuviera por encima de las otras. Esa fue una jugada muy fuerte, los secretarios no le perdonaron haber sido desplazados por una mujer. Perón quería que fuera una mujer, porque Evita le había transmitido todo lo que puede una mujer. Entonces había que tomar una actitud inteligente, y tenía que estar en cada momento dando examen, cosa que no les sucede a los hombres. Fue muy duro, pero fue también hermoso de ver esas posibilidades que había”, recordó algunas vez.  

Al igual que el gobierno del que formaba parte, su paso por la Secretaría fue corto pero intenso. Durante su gestión de menos de dos años Yolanda incorporó la perspectiva ambiental en la industria nacional. Se ocupó, por ejemplo, de prohibir la habilitación de las empresas que no declaraban cómo se harían cargo de sus desechos. Por supuesto, sus políticas de control y protección ambiental provocaron enfrentamientos dentro del Ministerio de Economía, en el  que algunos sectores  la acusaron de “frenar el desarrollo”. Bibiloni da marco a esa controversia: “Si uno mira el planeta para atrás, en aquella época el discurso ambiental entusiasmaba a un pequeño grupo pero no llegaba al gran público. Recién ahora se está haciendo carne que lo ambiental es un campo de militancia político ideológico. Pero eso Yolanda siempre lo tuvo claro”. 

La militante ambiental y artista plástica cordobesa Rossana Rossi retrató a Yolanda en el entorno que tanto disfrutaba: la naturaleza y las montañas.

Luego del golpe militar y con la asunción de la dictadura cívico militar Yolanda tuvo que exiliarse en Venezuela, en dónde mantuvo su actividad como activista ambiental en la Universidad Simón Bolívar durante seis años. También durante sus últimos años encabezó su propia organización ambientalista, el Centro Ambiental Argentino Cambiar y colaboró con enorme cantidad de instituciones y organizaciones ambientales del continente. “Cuando llegamos a la Secretaría quisimos que volviera al lugar del que nunca debería haberse ido”, dice Bibliloni sobre la convocatoria a Yolanda como asesora ad honorem en su tiempo de Secretario de Ambiente. “Ya estaba grande y procuramos generarle las mejores condiciones para que se sintiera cómoda. Igual ella siempre tenía un entusiasmo increíble, quería participar de todas las actividades, no importaba dónde fuera ni si había cuatro personas o doscientas”.  De su alejamiento durante tanto tiempo de la gestión pública pueden hacerse muchas conjeturas; Bibiloni ensaya una: “está el ambientalismo de las zonas de confort, que no molesta, el de las multinacionales del ambientalismo. Y Yolanda decía cosas simples pero sin filtro, decía lo que pensaba. Tal vez a muchas de esas personas eso que ella decía las incomodaba”. 

Yolanda Ortiz murió el 22 de junio de 2019 en la Ciudad de Buenos Aires a los 94 años. “Siempre tratábamos de hacernos un tiempo, compartir un mate con ella y escucharla, porque era una mujer hermosa y de gran sabiduría y con una enorme vitalidad hasta sus últimos días”, añora Bibiloni. “En sus últimos tiempos tenía dos temas que la apasionaban mucho, uno eran las montañas, porque era tucumana, y el otro era que había recuperado los saberes ancestrales sobre la quinoa y había hecho con una gente amiga un emprendimiento al respecto, no paraba nunca de imaginar cosas nuevas”. 

El legado de Yolana Ortiz es una de plataformas sobre las que se apoya la militancia ambiental en todo el continente y que entusiasma a nuevas generaciones de activistas, preocupados y preocupadas por el destino del planeta y por darle sentido a las particulares desigualdades ambientales que padecen las regiones más pobres del globo. La ley que lleva su nombre es parte de ese reconocimiento. “Es necesaria y urgente una revolución mental. Hay que buscar nuevos modelos de producción y de consumo, y mejorar las relaciones de la sociedad con la naturaleza”, decía. Y por ardua que fuera la tarea, nada parecía quedar lejos  del alcance de su voluntad indomable. “¿El secreto? Soy una optimista patológica, nada más que eso”.  

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