05/04/2022
A 25 años de la Carpa Blanca docente
“Pensamos en construir un piso de dignidad”
El 2 de abril de 1997 la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) instaló la Carpa Blanca en la Plaza de los dos Congresos. La medida permitió nacionalizar un conflicto que atravesaba a los y las docentes de todo el país pero que hasta entonces se manifestaba de manera atomizada en cada provincia, producto de la descentralización del sistema educativo tras la reforma implementada por el gobierno de Carlos Menem. "Nuestra pelea fue rechazar de plano la idea de privatizar la educación y obligar al Estado a sostener la educación pública como un derecho", enfatizó Marta Maffei, entonces secretaria general de CTERA.
El 2 de abril de 1997 la Confederación de Trabajadores de la Educación de la República Argentina (CTERA) instaló la Carpa Blanca en la Plaza de los dos Congresos. La medida permitió nacionalizar un conflicto que atravesaba a los y las docentes de todo el país pero que hasta entonces se manifestaba de manera atomizada en cada provincia, producto de la descentralización del sistema educativo tras la reforma implementada por el gobierno de Carlos Menem. A su vez, en tanto forma innovadora y novedosa de lucha, la Carpa tuvo una enorme repercusión mediática y fue ganando adhesiones y apoyos de diversos actores sociales, convirtiéndose en un ícono de la defensa de la educación pública frente a los embates del neoliberalismo de los años 90. Con motivo del 25 aniversario de esta emblemática protesta, Revista Haroldo entrevistó a Marta Maffei, una de las protagonistas del conflicto, quien por entonces era Secretaria General de CTERA.
La Carpa, que había sido alquilada por apenas dos semanas, estuvo frente al Congreso durante 1003 días; casi tres años. Dejó un legado no solo en quienes participaron sino en las generaciones siguientes de maestros, para quienes se convirtió en un símbolo de la lucha docente.
¿Cómo fueron sus inicios en la docencia y en la actividad gremial?
Siempre trabajé como docente excepto en mis licencias por maternidad. Además, hice un trabajo sindical intenso, participé de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA), de CTERA y tuve cargos internacionales. Cuando estuve en la actividad gremial, me alejé un poco de las aulas y comencé a trabajar en la formación docente.
¿Qué significó la Carpa Blanca?
El 2 de abril se cumplen 25 años. Fue una historia épica que produjo cambios significativos en varias cuestiones, no solamente en la relación de los educadores con la patronal sino también en la forma de expresar nuestro reclamo y en un esfuerzo muy encaminado a que el conjunto de la población lo comprendiera y apoyara. Los sindicatos docentes veníamos de la tradición del paro, durante semanas y en algún caso durante meses, con toda la razón y justificación del mundo. Por caso, cuando yo asumí como secretaria general de CTERA [a mediados de 1995] , en Tucumán los docentes no cobraban el sueldo desde hacía seis meses.
¿Cómo era el sistema educativo en la década de 1990?
En 1992 el Gobierno inició la transferencia del sistema educativo nacional a las provincias. Antes, las provincias tenían responsabilidad por la educación primaria y la Nación por la secundaria. En 1997 y 1998 se transfirió todo el sistema educativo a las provincias. Pero sin fondos. Las provincias ya venían tecleando y esto fue el acabose: no se pagaba o se pagaba mal. Para completar, el gobierno nacional dictó una ley de educación que atomizó totalmente el sistema educativo. Nosotros hoy tenemos 15 años de educación obligatoria: tres de jardín, siete de primaria y cinco de secundaria. El menemismo, para ahorrar, declaró nueve años obligatorios: uno de jardín, seis de primaria y lo juntaba con primer y segundo año de escuela secundaria que era una formación básica. Después estaba el polimodal: en tres años supuestamente los chicos completaban su educación. Era una situación anárquica: cobrábamos salarios distintos según cada provincia (en bonos, no en pesos) no había designaciones ni concursos y a eso se agrega que las escuelas no alcanzaban; cada provincia hacía lo que podía. Yo creo que esta medida fue decididamente intencional: buscaba simular un cambio en la estructura pedagógica para disminuir la obligatoriedad y generar un conflicto de tales dimensiones que lo salarial pasara a un segundo plano. La lucha de los educadores tuvo que ver con el salario y con que el Estado nacional no se desresponsabilizara por la educación. Porque una de las características fundamentales del menemismo, aparte de la farándula y la trivialidad, fue la privatización de todo.
Maestros en la Carpa Blanca. Foto: CTERA
¿Cuál diría entonces que fue la pelea?
Nuestra pelea fue rechazar de plano la idea de privatizar la educación y obligar al Estado a sostener la educación pública como un derecho. En ese momento, tanto como hoy, la apropiación del conocimiento era la clave del desarrollo y la posibilidad de inclusión de los pibes. El gobierno había transformado la escuela en un espacio de contención social, los chicos iban a comer y no tenía importancia si aprendían o no. Era una forma de contención para generar mano de obra barata, que era el objetivo del menemismo. Nosotros declaramos la pelea por los salarios, por las condiciones de trabajo y por la jerarquización del sistema educativo. Y nos pareció imprudente hacerlo solo desde los trabajadores de la educación; nosotros podíamos pelear el sueldo y las condiciones de trabajo pero la sociedad tenía que pelear por una educación de calidad, con presencialidad, con una escuela donde los chicos fueran a aprender, no solo a ser contenidos, y con una exigencia al Estado nacional para que se comprometiera a garantizar la igualdad porque con esta anarquía lo que se había logrado era que algunas provincias con más recursos, como Santa Fe y Córdoba, mantuvieran un mejor sistema educativo y otras provincias hacían apenas lo que podían. Y todo esto no se visibiliza en un paro. El paro lo que hace es que las familias digan “otra vez los chicos no tienen clases”. Y nosotros queríamos que las familias y la sociedad pelearan con nosotros para que la escuela fuera para aprender. Y tuvimos éxito, porque hubo una clarísima defensa por parte de la comunidad de la escuela pública, que se vio en la Carpa.
¿Con qué idea se instaló la Carpa?
Cuando comenzamos pensamos que íbamos a estar dos semanas, de hecho la alquilamos por 15 días. Incorporamos la idea de los ayunos, para lo cual teníamos presencia de médicos. Al final estuvimos por 1003 días, hasta que se fueron logrando los objetivos. La carpa fue transformándose con el transcurso del tiempo: al principio se expresaron las demandas de los educadores y después se convirtió en un espacio en el que se manifestaron otras protestas y reivindicaciones sociales. Había un público adicional a los educadores y una guardia periodística permanente, entonces cuando la sociedad entraba en conflicto por injusticias, los damnificados sabían que en la Carpa iban a ser contenidos e iban a tener visibilidad. Participaron referentes de pueblos originarios y científicos. Cursos y cátedras universitarias enteras dieron clase en la Carpa. Estuvieron Mercedes Sosa, Víctor Heredia, Teresa Parodi, Lito Nebbia y Luis Alberto Spinetta, entre otros artistas que salían del teatro o de un show y pasaban por la Carpa. El equipo de fútbol nacional jugó con los docentes. Todo era un aporte de la memoria histórica sobre qué había sido para los argentinos la escuela pública. Más de 4.000 escuelas vinieron a visitar la carpa: los chicos traían dibujitos. Pasamos cosas maravillosas dentro de esa carpa, por el afecto que dimos y recibimos y así se fue construyendo la solidaridad y los apoyos. Para nosotros mismos fue un modo de construcción de conocimiento: sabíamos que había escuelas en lugares remotos de la Argentina pero en la carpa pudimos saber y darle protagonismo a las voces de los educadores que no habíamos escuchado. Advertimos que hay compañeros que ejercen la docencia de un modo muy diferente al que nosotros conocemos en la ciudad, que tienen un rol fundamental en sus comunidades. Entendimos, por ejemplo, qué significaba sostener una escuela pública en La Quiaca que quizás tenía solo siete chicos.
Últimos días de la Carpa Blanca docente, que estuvo frente al Congreso durante 1003 días, entre abril de 1997 y diciembre de 1999. Foto: CTERA
¿Qué vínculos pudieron trazar con los distintos hechos de violencia política o de impunidad que tuvieron lugar en la década de 1990?
Los padres de María Soledad Morales [asesinada en Catamarca en septiembre de 1990 y cuyo crimen fue encubierto por las altas autoridades políticas de la provincia] estuvieron mucho en la Carpa. Conocimos otras realidades, no solo en el ámbito educativo, sino aquellas que tienen que ver con los feudos, con el autoritarismo feroz que rige la vida de las personas en algunas provincias. En esas localidades la dignidad, la igualdad y los derechos humanos no existen. No es una construcción social, no tienen el respaldo institucional que deberían tener. Los derechos existen en tanto a los señores feudales se les antoje que vos tengas derechos. Ese conocimiento nos ayudó a construir un vínculo de carácter afectivo y político, no partidario, pero político, de la necesidad de la gente de llegar a la política para que el ejercicio de los derechos plenos no fuera un privilegio de los sectores medios y altos de la sociedad sino del conjunto de la población. Aprendimos sobre las luchas por la tierra saqueada y por la construcción de la propia identidad; todo eso fue un despertar para muchos compañeros y fue la posibilidad de construir otros lazos para armar una sociedad distinta. La carpa nos humanizó. Nos ayudó a ser más humanos, más comprensivos de las distintas realidades. No fue solo un proceso de enseñanza y aprendizaje para los educadores sino para el pueblo argentino.
Docentes piden Justicia por el crimen de José Luis Cabezas frente a la Carpa Blanca. Foto: CTERA
¿Diría entonces que la Carpa logró el objetivo de visibilizar el conflicto de la educación en su dimensión nacional, buscando salir de la atomización?
Pienso que sí. CTERA siempre tuvo una dirección combativa. Desde su fundación en 1973, con referentes como Alfredo Bravo y Mary Sánchez, tuvo una conducción comprometida con los derechos de los trabajadores y con la educación pública como un derecho del pueblo. Esos son dos ítems que nunca se discutieron en CTERA, por tanto, teníamos ya un lineamiento, pero ese lineamiento después requiere rellenar los huecos y cargarlos con toda la fuerza y la solidaridad para poder construir una alternativa nacional. El modelo educativo que planteaba Menem junto el Banco Mundial -el BM bajó las líneas de la ley de educación, tenía un programa unificado para América Latina y los países subdesarrollados, donde ellos decidían qué enseñábamos, qué aprendían los chicos, para qué era la escuela, cuánta educación necesitábamos; era una decisión tomada desde afuera y desde los grupos económicos- pretendía mantener la fragmentación del sistema educativo. En los lugares donde los gremios eran un poco más fuertes peleábamos, el caso de las provincias de Entre Ríos o Santa Fe; el caso de Córdoba, con sindicatos con mucha tradición y muchos años, era un poco más sencillo confrontar con un Estado que, además, tenía poder económico. Ahora, ¿cómo hacíamos para que esta realidad se visibilizara, el pueblo entendiera y viera una foto de lo que el menemismo pretendía, que era hacer desaparecer la educación pública? Nosotros eso no lo podíamos resolver en una semana, en quince días, o en un mes. Es más, si parábamos nos ganábamos la discordia de los padres que decían “bueno, sí, pero con el paro no es que van a aprender más”, a lo que nosotros respondíamos: “No están aprendiendo los contenidos, están aprendiendo a luchar y a defender sus derechos”. Un paro nunca terminaba de ser suficientemente exitoso, porque en las provincias donde ya veníamos parando porque no había para pagar, era una cosa; en las provincias que pagaban en término, en pesos, era otra cosa; entonces nosotros pensamos la carpa como una herramienta que unificara la situación, que construyera un piso de dignidad -por eso después, la Carpa de la dignidad- debajo del cual no importara si [el conflicto] era en Chaco, Formosa o Santiago del Estado. Hay un piso de dignidad que los argentinos tienen que tener y los educadores tienen que tener, y los chicos tienen que tener, esta es la construcción de los derechos, es parte de los derechos humanos. Si ustedes me preguntan cuáles son los chicos que necesitan más educación, yo les digo los más alejados, los más pobres, los que seguramente no van a tener otra oportunidad, porque los chicos de familias que están más o menos acomodadas, si el Estado falla o defecciona, van a otra escuela, los padres la pagan, hay una cierta cultura dentro de la familia que les permite un apoyo, pero yo te estoy hablando de chicos que tienen una familia analfabeta, que lo que no aprenden en el colegio después afuera es muy difícil que lo aprendan, por tanto para nosotros era una cuestión de vida y de dignidad absoluta el poder convertir las escuelas en herramientas que los pueblos necesitan para sus cambios y transformaciones.
El cantautor español Joan Manuel Serrat visitó la Carpa y los docentes vistieron delantales alusivos. Foto: CTERA
Hoy hay continuidades de ese modelo económico que se buscó establecer en los 90 y algunas rupturas. ¿Cómo ve hoy la relación Estado- escuelas? ¿Qué inquietudes le transmiten los docentes?
Las preocupaciones de los docentes son muchas, nosotros logramos que [Fernando] De la Rúa a los tres o cuatro días de asumir como presidente aprobara una ley por la cual el Estado nacional se comprometía al Fondo de Financiamiento Educativo destinado a las provincias, un adicional para todos los educadores. Los gremios de las provincias se fortalecieron y lo que ocurrió fue que a partir de ahí hubo negociación colectiva. Yo creo que los gobiernos en la Argentina a partir de entonces se resignaron a que iban a tener que hacer una inversión en educación, que no podían desentenderse, lavarse las manos, y enajenar la educación. Cuando estuvimos en la carpa, tomamos la decisión de que todos los días destinaríamos dos horas para nuestro propio intercambio y reflexión y eso nos ayudó también a construir un discurso y una convicción. Así llegó un momento en que era lo mismo entrevistar a un compañero que venía de Salta o de Jujuy que al Secretario General, porque habíamos comprendido, y los compañeros también, que tenían derechos, que podían pelear y que tenían un espacio. Me acuerdo de un compañero que decía: “Yo nunca me imaginé que acá, dentro de esta carpa, además de traer mi problema, me iba a llevar tanto afecto, tantos amigos y tanta comprensión a la problemática. Y que íbamos a unificar la pelea”. Todas estas cuestiones que se fueron dando, no las pensamos ni las diagramamos, pero cuando uno pone, en una acción, el oído, el corazón y la escucha, entiende y atiende la problemática, se va construyendo esa solidaridad y ese espacio de contención.
¿Cómo ve la educación pública hoy?
Hoy día hay una pérdida de derechos, sobre todo de estabilidad. Más del 49 por ciento de los trabajadores están precarizados: no tienen empleo estable, ni obra social, ni aportes. Trabajan para comer. A su vez, las cuestiones salariales están un poco mejor resueltas, no hemos vuelto a cobrar en bonos, nos pagan, en general, más a término, no hay provincias que tengan tres meses sin cobrar ni cosa que se le parezca, han hecho una inversión educativa, se incrementó el período de obligatoriedad, los tres años del jardín, los cinco años de secundaria, hay muchos compañeros que han avanzado más en su expectativa de tener una carrera terciaria o universitaria. Hay mayor igualdad. Ahora, esa igualdad, ¿Es el esplendor de la educación pública? ¿Es la mejor educación pública posible? Pienso que no. Todavía tenemos mucho que construir para que el sistema educativo de respuestas suficientes. Yo soy una persona que tiene muchos años siguiendo los temas socioambientales, y con todos estos años y todas esas peleas y más de 800 organizaciones no gubernamentales que pelean en defensa del ambiente, digo que la situación ambiental es cada día peor. La Argentina tiene el 70 por ciento de los ríos contaminados, las cuencas hídricas destrozadas, el mar saqueado. Nuestro país tiene recursos naturales explotados por grupos económicos y empresas extranjeras disputando a los pueblos el territorio, el agua. Yo no quiero ni pensar lo que comemos…Todo esto tiene razones de ser. Tenemos recursos para darle de comer a toda nuestra población. Acá tenemos más de un cincuenta por ciento de personas que no comen o comen muy mal y más del cuarenta por ciento de la población está por debajo de la línea de la pobreza. La escuela tiene que enseñar esto. Cómo te vas a defender si no sabés el por qué, si no sabes las causas, si no sabes cómo te tenés que organizar para revertir esas causas. ¿Por qué el sistema educativo no puede avanzar en consolidar más y mejor los derechos que las personas tienen a vivir en salud y en dignidad? Nadie puede tener salud en un ambiente enfermo. Estas cuestiones están absolutamente vinculadas, por ejemplo, con el endeudamiento externo. La clave para la dominación son los préstamos, la estrategia del BM o del FMI es prestarle a los más irresponsables de los líderes políticos. La ventaja es que cuando un país está endeudado y no puede pagar, los gobiernos tienen que entregarle a los grupos económicos sus recursos naturales sin ninguna clase de condición. Entonces, la deuda externa, ¿está o no vinculada con los fondos para la educación? ¿Está o no vinculada con la crisis ambiental, con el calentamiento global, con las disputas por el agua? En la escuela y también por supuesto fuera del sistema educativo, necesitamos aprender a construir conocimiento en la complejidad. Nada tiene una sola causa, hay una cantidad de causas que se van encadenando para que la situación de los pueblos sea la que tenemos: esa necesidad de aprender a conectar, no perderse en el universo de los medios de comunicación. Los educadores tenemos la responsabilidad de evitar lo mayor posible los recortes, ayudar a las personas a comprender la complejidad y a modificar las causas de la adversidad. Entonces si vos me preguntas si ese rol ya se cumplió totalmente yo te digo que no, y no solo acá, en ningún lugar del mundo.
Docentes movilizados en el Día el Maestro frente a la Carpa Blanca. Foto: CTERA
¿Cuál es su rol hoy en el ámbito de la educación?
Yo tengo 82 años, hace más de 15 que no soy dirigente de CTERA. Vivo en Neuquén y si bien hablo con compañeros e intercambio, no participo de ninguna decisión política. Creo que CTERA tiene muchos recursos, es muy orgánica, hay diálogo permanente con las bases, así que ese camino ya está construido y no les hace falta mi opinión (risas). Como decía el compañero Carlos Galano, la cuestión es poder mirar con otros ojos y eso solo se puede cuando uno mira con otros. Hay mucha superficialidad y poca profundidad en el proceso de conocimiento, ese es un camino que aún hay que recorrer, no es sencillo.
Bárbara Komarovsky
Periodista. Politóloga (UBA). Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.
Valeria Moris
Prof. de Historia (UBA). Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti / Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente-UNTREF
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