04/04/2022
A 15 años de la muerte de Carlos Fuentealba
No nos dejaron ni correr
Por Mariano Denegris
Fotos ATEN
El 4 de abril de 2007, después de un largo proceso de lucha, los docentes de Neuquén decidieron un corte de ruta a la altura de la localidad de Arroyito. No llegaron a realizarlo porque la policía provincial, a las órdenes del gobernador Jorge Sobisch, lo impidió. Su objetivo era reprimir para escarmentar. El maestro Carlos Fuentealba estaba en un Fiat 147. El policía José Poblete apuntó al auto con un proyectil de gas e hirió de muerte a Fuentealba, que falleció horas después en el hospital. Crónica de la lucha de la familia y los docentes organizados por Justicia. Y cómo este crimen expuso la violencia institucional en la provincia de Neuquén.
“¡Ambulancia, ambulancia! ¡Lo mataron!” En la voz hay una marca de desesperación que la distingue del griterío general. La misma policía neuquina a cargo de la represión comprende en la marca de ese grito que su accionar no puede seguir sobre esa porción de la ruta 22, a 45 kilómetros de Neuquén, donde ese 4 de abril de 2007 se desplegó desde temprano una decisión política cuyo efecto estaba planeado con frialdad: el escarmiento. La asamblea de ATEN, el sindicato docente, había decidido llevar a cabo ese día dos cortes de ruta para forzar con esa acción una negociación salarial a la que el gobierno provincial se negaba siquiera a convocar. Uno de los cortes iba a hacerse en Añelo, por la ruta 7, hacia el norte de la capital neuquina, y el otro en Arroyito, donde nunca se llegó a realizar. Allí llegaron antes, a las órdenes del Gobernador Jorge Sobisch, las fuerzas policiales que tenían que asegurarse de que hubiera una represión violenta, salvaje. Lo que se jugaba no era impedir el corte de ruta o que se abriera la mesa de diálogo. Se debía imponer como un triunfo político del gobernador la mano dura que garantizara el miedo. Esa debía ser la lectura. Los salarios de los maestros y profesores de Neuquén estaban congelados desde 1992. A la salida de la crisis del neoliberalismo, se habían empezado a recomponer algunos salarios públicos luego de la destrucción que había significado el 2001. En su primer acto de gobierno, en mayo de 2003, Néstor Kirchner viajó personalmente a Entre Ríos para destrabar el conflicto salarial docente. La Nación había comenzado a asistir a algunas jurisdicciones con el módico objetivo de sacar al sueldo docente de la línea de pobreza. Pero en Neuquén la situación era distinta. En 2006, el desalojo de los docentes en Plaza Huincul por parte de patotas enviadas por el ejecutivo provincial señalaban el trazo grueso de la estrategia de Sobisch. Durante marzo las movilizaciones de ATEN venían creciendo y sumando apoyos. Una marcha de 200 kilómetros de Zapala a Neuquén Capital había concitado mucha más adhesión de lo previsto. Por eso, Semana Santa fue el momento elegido por una Asamblea del sindicato para presionar hacia la apertura de la paritaria. Mientras tanto, los medios y otros representantes de las clases dominantes de la Provincia venían instalando el clima represivo, preparando a través de la estigmatización y deslegitimación del reclamo el caldo que cultivara la naturalización del uso de la fuerza en su contra. La medida del corte de ruta fue muy discutida, la votación dividida. Carlos Fuentealba, que había votado en contra, fue al corte que no fue, aquel 4 de abril, respetando la decisión mayoritaria.
Maestro Carlos Fuentealba
Cuando los autos de los docentes llegaron a Arroyito la cinta asfáltica estaba ocupada totalmente por las fuerzas policiales. El corte ya estaba hecho. Por la policía. “Tienen cinco minutos para irse”, escucharon los referentes sindicales de boca del Jefe del Operativo. Pero no tenían ni ese tiempo imposible. Antes de que transcurriera, una granada lanzada por un oficial fue el santo y seña del comienzo de la cacería. Más de 800 docentes corrieron como pudieron a guarecerse en una estación de servicio cercana. Hasta allí los persiguieron las balas y los gases sin reparar en el peligro extra y generalizado del combustible. Los dirigentes consiguieron un alto el fuego de una segunda oleada represiva para organizarse y decidir la posibilidad de retirarse. Pero esa tregua fue interrumpida por un tercer avance en el que las camionetas policiales ingresaron en la columna de manifestantes con las puertas traseras abiertas por las que los agentes disparaban hacia uno y otro lado. Los docentes corrían a subirse a los autos para escapar. Detrás del Fiat 147 en el que estaba Carlos con otros dos compañeros se paró el Cabo Poblete. A un metro y medio de la luneta apuntó y descerrajó el proyectil de gas. El pequeño auto se llenó de humo y sangre. La desesperación, los gritos, el cuerpo del maestro en el asfalto, la sirena de la ambulancia. Unos minutos después, cuando Carlos Fuentealba iba rumbo al Hospital en el que moriría al día siguiente, una docente les decía entre llantos a los cronistas que grababan el final de esa represión: “no nos dejaron ni correr”. No, no querían que corrieran, no era ese el escarmiento que habían planificado.
Carlos Fuentealba en la zona del lago Faulkner
Sobisch: Menemismo tardío, macrismo anticipado
Jorge Sobisch había lanzado su candidatura a presidente en medio de la década kirchnerista animándose a decir que era de derecha. Su principal aliado, en un principio, era el aspirante a Jefe de Gobierno, Mauricio Macri. El candidato que llevó efectivamente en la Provincia más numerosa del país fue otro “ingeniero”, el manodurista Juan Carlos Blumberg. El diario La Nación presentaba al Gobernador de Neuquén como “el otro patagónico que sueña con ser presidente”, por oposición a Néstor Kirchner. La tribuna de doctrina incluso se preocupaba por aclarar ideológicamente el sentido de los dos polos surgidos del sur: uno de centro izquierda y uno de centro derecha. El emergente macrismo y el menemismo residual eran los dos sectores que apuntalaban la candidatura de Jorge Sobisch, a esa altura tres veces gobernador provincial por el Movimiento Popular Neuquino. Los compañeros de Carlos Fuentealba de ATEN, caracterizan a Sobisch como menemismo tardío, pero también como macrismo anticipado. El enfrentamiento deliberado y premeditado con la docencia y la educación pública da cuenta de ello. No es el único factor en común. Tomando nota de sus problemas con el poder judicial de la provincia en sus mandatos anteriores, Sobisch estaba decidido a evitarlo en su tercer período como mandatario. Según un informe del Centro de Estudios Legales y Sociales del año 2006: “la situación de la justicia en la provincia de Neuquén es una de las más graves del país. El gobernador Jorge Sobisch, en el actual mandato logró designar a los cinco jueces del Superior Tribunal de Justicia. A los tres magistrados designados desde el comienzo de la nueva gestión, el 23 de diciembre de 2004 se sumó un cuarto. Sobisch nombró a Ricardo Kohon en reemplazo de Marcelo Otharán, quien renunció por diferencias con los demás jueces. La oposición política denunció irregularidades en el trámite donde se le prestó el aval legislativo”[1]. Buen lector de la Corte Suprema menemista, Sobisch también fue precursor de las tácticas de colonización de la justicia por arriba utilizadas por Mauricio Macri con Rosenkratz y Rosatti a nivel nacional y por Gerardo Morales en Jujuy, ambos en el 2015.
Maestros y Sandra, la pareja de Fuentealba, el día de la sentencia en el juicio por el crimen
Pablo Grisón, que al momento de la represión de 2007 era secretario Adjunto de ATEN, recuerda el clima instalado en la previa del conflicto salarial de inicio del ciclo lectivo: “desde los sectores del poder neuquino, las cámaras patronales, una parte de la Iglesia y los medios oficialistas se orquestó una campaña de demonización muy fuerte contra los docentes”. El mismo Sobisch, hacia fines de 2006, trazaba la línea que ubicaba a los sindicatos docentes en un lugar antidemocrático y, en espejo, ponía a la policía como la defensa de la institucionalidad:
“No estoy de acuerdo con quienes atacan y violentan sistemáticamente las libertades en nombre de sus propias libertades. No estoy de acuerdo con quienes discriminan y atacan a policías por el solo hecho de llevar un uniforme y representar legítimamente la fuerza pública. Estos policías son seres humanos que merecen el mismo tratamiento que merecen el resto de los habitantes de nuestra provincia. No estoy de acuerdo con los que gritan victoria cuando no hay clases en una escuela (…) Bajo la bandera de reivindicaciones sectoriales se está buscando socavar las bases de la institucionalidad y de la sociedad toda.”[2]
Y avanzaba aún más en la apertura de sesiones legislativas de 2007, un mes antes del asesinato de Carlos Fuentealba, con una marca de sentido del discurso neoliberal:
“Quiero decir a esta Honorable Asamblea -añade- que no permitiré, bajo ningún concepto, que se sienten en la mesa de la discusión, aquellos que no han sido elegidos para discutir los problemas del pueblo neuquino y espero que no haya especulaciones políticas y todos tengamos el coraje de enfrentar a aquellos que nos mandan mensajes mafiosos.”[3]
La represión el 4 de abril de 2007
Como sostiene Martín Cortés en su prólogo a Radiografía política del macrismo[4], siguiendo el planteo de David Harvey: colocar a la organización colectiva en el ignominioso lugar de la “mafia” es una dimensión central del lenguaje neoliberal en tanto racionalidad individual. El mismo proceso de estigmatización a través de los medios y las redes sociales que se utilizaron en la Provincia de Buenos Aires en la guerra que emprendió Macri y María Eugenia Vidal contra los docentes de SUTEBA en 2017 había tenido diez años antes un ensayo general en la administración del neoliberalismo neuquino a cargo de Jorge Sobisch. Ante ese escenario se enfrentaron los docentes de ATEN. La construcción de sentido de los meses previos, el aparato judicial, la legitimación del accionar represivo, todo confluiría en el asesinato de un maestro en la ruta 22 ese 4 de abril.
La vida y la muerte
Carlos Fuentealba no fue, lamentablemente, la única víctima de la violencia represiva estatal desde el retorno democrático. Dos luchas simultáneas, la judicial y la social, se abrieron en todos los casos a partir de ese hecho que se repitió en muchas ocasiones con resultados dispares. En todos ellos las organizaciones a las que pertenecían las víctimas junto al movimiento popular y los organismos de Derechos Humanos tomaron esas peleas en sus manos. En algunos casos, como el asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, las consecuencias definieron parte del destino de un gobierno e inclinaron el proceso histórico en un sentido. En otros, hubo consecuencias menos marcadas. El derrotero no es sólo producto del acontecimiento en sí sumado a las circunstancias. También son decisivas las acciones de aquellos que fueron compañeros de camino de las víctimas. En este sentido, Sandra Rodríguez, la compañera de vida de Carlos, sus compañeros de ATEN y las organizaciones docentes a través de CTERA lograron inscribir su batalla, en la histórica lucha contra la impunidad que parieron las Madres y las Abuelas. Hubo avances y sinsabores, logros y retrocesos, pero el reclamo para que los autores materiales e intelectuales sean condenados tuvo un mérito fundamental: no quedar aislado. La campaña que llevó adelante Sandra a partir del otoño de 2007 logró trazar una línea divisoria entre la vida y la muerte que acercó, como evalúan sus compañeros, 15 años después, a la mayor cantidad de actores a nivel nacional del lado del reclamo de justicia.
Caravana de docentes movilizados contra la política de Jorge Sobisch
Entre algunas consecuencias concretas de esa lucha se podrían contar el revés de las aspiraciones presidenciales de Sobisch, la apertura del diálogo para resolver la problemática educativa en la provincia o la sanción durante el kirchnerismo del protocolo de intervención de fuerzas policiales en el conflicto social que estableció la prohibición de portación de armas letales, la obligación de que las fuerzas estén a cargo de un interlocutor político. Pero junto a ello, el legado cultural de esa gran bandera colectiva en que se convirtió Fuentealba está en la inmensa cantidad de escuelas en todo el país que hoy llevan su nombre. Desde el Paro Nacional del 9 de abril de 2007 hasta hoy no se detuvo nunca esa gran epopeya docente. Recitales, películas, obras de teatro y apoyos recibidos desde los más diversos sectores jalonaron la historia de esa lucha. En la primera causa sólo había sido condenado el culpable de apretar el gatillo. En la causa conocida como Fuentealba II un fallo histórico logró llevar a juicio oral a los autores intelectuales del homicidio recién en 2022. Esto no devolverá la vida de Carlos ni hará justicia plena por el atraso con el que llega, pero es un hecho indispensable para impedir que la impunidad funcione como guarida de los gobernantes que atacan a su propio pueblo. Y es resultado de la tarea militante que hizo de Fuentealba un sinónimo de dignidad y lucha.
Dirigente de pueblos originarios junto a Sandra y Taty Almeida, Madre de Plaza de Mayo en una movilización en reclamo de Justicia.
Mariano Denegris
Trabajador de la educación. ProSecretario de Prensa de UTE-CTERA
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Notas
[1] Dos casos críticos de Justicia en las provincias, recuperado en https://www.cels.org.ar/web/wp-content/uploads/2016/10/IA2005-4-Dos-casos-criticos-de-justicia-en-las-provincias.pdf
[2] Lizarraga, Fernando, Ponencia Jorge Omar Sobisch: ocho años de retórica reaccionaria en Terceras Jornadas de Historia de la Patagonia San Carlos de Bariloche, 2008. Recuperado en http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/lizarraga1.pdf
[3] Ibid.
[4] Tzieman, Andrés, Radiografía política del macrismo, Caterva, Bs. As. 2017.
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