29/03/2022
A 40 años de la marcha de la CGT por Paz, Pan y Trabajo
Se va a acabar
Por Sebastián Scigliano y Nana González Rehermann
Fotos Fototeca ARGRA y Fondo Guillermo Loiácono. Archivo Nacional de la Memoria
La histórica movilización de la CGT Brasil bajo la consigna “Paz, pan y trabajo” es considerada el comienzo del final de la dictadura. Juan Carlos Schmid y Víctor De Gennaro, protagonistas cada uno a su modo de esa jornada, la recuerdan.
El 30 de marzo de 1982 el puñado de sindicatos agrupados en lo que desde hacía algunos meses se denominaba “CGT Brasil”, con Saúl Ubaldini a la cabeza, convocó a la primera movilización a Plaza de Mayo contra la dictadura cívico - militar que asolaba al país desde el 24 de marzo de 1976. Diezmado por la represión inclemente y traicionado por un pequeño pero influyente grupo de dirigentes que colaboraron con la dictadura, el movimiento obrero pudo, sin embargo, tejer con paciencia y valentía un camino de resistencia que se coronó aquel día de fines de marzo con una consigna que aún hoy produce ecos: paz, pan y trabajo.
“Esa consigna encierra lo mejor del pensamiento no sólo del peronismo, sino humanista y cristiano”, sintetiza Juan Carlos Schmid, fundador y actual Secretario General del Sindicato de Dragado y Balizamiento, cesanteado por entonces - como muchos de sus compañeros - de su trabajo en el puerto de Rosario. “Cuando Ubaldini y los compañeros trazaron esta consigna no podían imaginar que iba a llegar a tanto. Esa consigna tiene una vigencia extraordinaria”.
La frase, sin embargo, no es original de esa movilización. Nació algunos meses antes en la concentración frente a la iglesia de San Cayetano, el tradicional patrono del trabajo, el 7 de noviembre de 1981. Ubaldini, protagonista central de esa etapa, supo enhebrar una relación con sectores de la iglesia católica que le permitió rodear los reclamos obreros con un consenso más amplio; de ahí la movida a San Cayetano que precedió y dio nombre a la marcha del 30 de marzo.
“Fue una rebelión popular”, recuerda, con entusiasmo, Victor De Gennaro, integrante por entonces de una de las Agrupaciones Sindicales Peronistas, en su caso ANUSATE, de la Asociación de Trabajadores del Estado. Esas agrupaciones fueron el modo que los y las activistas combativos, pero que pertenecían a sindicatos afines a la dictadura, encontraron para seguir resistiendo por fuera de las conducciones formales de sus gremios. Al igual que Schmid, a él también lo habían echado del Estado poco después del golpe. “La convocatoria del 30 de marzo tenía un objetivo claro: exigir el regreso de la democracia. Se va a acabar, se va a acabar, la dictadura militar se implanta como bandera”.
Fondo Guillermo Loiácono. Archivo Nacional de la Memoria
El camino de la resistencia
La reconstrucción más habitual de la resistencia a la dictadura no suele contemplar al movimiento obrero como protagonista. Sin embargo, desde muy temprano hubo acciones de resistencia obrera, incluso a pesar de la saña de la represión que apuntó especialmente contra el activismo gremial. Ya en febrero de 1977 se produce un hecho poco recordado: los sindicatos tienen que volver a afiliar trabajadores y trabajadoras porque un decreto “voltea” todos los padrones. Con los lugares de trabajo militarizados y con buena parte de su base militante detenida, secuestrada o clandestina, muchos gremios logran incluso incrementar el número de afiliaciones previas al decreto. “Ese fue un hecho que no sé si hoy se podría volver a repetir, pero en aquel momento fue algo extraordinario, porque las cúpulas o se habían borrado o muchos estaban detenidos y otros estaban casi en la clandestinidad. No es verdad que no hubo resistencia del movimiento sindical durante esa etapa. Lo que hizo el movimiento sindical erróneamente, gravemente, fue no poner en perspectiva toda esa resistencia que hubo”, subraya Schmid. “Sí es cierto que los derechos humanos y las Madres ocuparon el centro de la escena, pero antes de eso y durante eso hubo miles de conflictos en lugares donde peleaba la comisión interna, el cuerpo de delegados, se sufrieron pérdidas de compañeros y eso mucho antes que aparecieran las Madres”.
De esos cientos de conflictos sectoriales, Schmid recuerda el que finalmente lo dejaría sin empleo. “En Rosario funcionaba una coordinadora de gremios estatales, estaba ATE, Luz y Fuerza, el personal de la Junta Nacional de Granos, el SUPE de YPF, la Unión Ferroviaria, el Correo, éramos unos cuantos. En el año 77 nos largamos a una medida de fuerza, nosotros éramos unos perejiles. Veníamos con una cierta acumulación de conocimiento y de resistencia, pero el más grande tenía 25 años y le metimos 48 horas. A las 18 horas teníamos en cana a dos tripulaciones completas y a mí me fueron a buscar. Naturalmente ante eso tuvimos que levantar la medida. Hay una imagen que recuerdo de aquel tiempo, cómo va saliendo toda la gente, todavía éramos muchos, por los portones, los trabajadores en huelga por mejoras salariales y por libertad. Fue nuestro último acto, después nos rajaron a todos y vino el silencio”.
“Hubo resistencia en el 76 y 77 con luchas sectoriales, hacías paro porque te anulaban los convenios colectivos, porque te aumentaban las horas de trabajo”, rememora De Gennaro. “La conciencia de la desaparición como un método fue en el 77. En el 78 hay una merma de la lucha, ya estaba instalado lo de los desaparecidos, estuvo el Mundial, había denuncias internacionales, es la primera vez que los trabajadores en la OIT decimos ´desaparecidos´. El cambio sustancial se produce en el 79, que va a ser para mi la madre de lo que va a acontecer en el 82, que es el primer paro nacional de la Comisión de los 25”. “Los 25”, como se los conoció por entonces, era el grupo de sindicatos que enfrentó frontalmente a la dictadura y que será el germen de la CGT Brasil, denominada así por la calle en la estaba su sede. “Estaba dividido el movimiento obrero. La Comisión de los 25 tenía gremios intervenidos y no intervenidos. Lanza el paro del 27 de abril del 79, ese paro fue la nacionalización del conflicto y a partir de ahí empieza a caer Martínez de Hoz - primer Ministro de Economía de la Dictadura - y ahí se produce un cambio importante. Empiezan a aparecer las regionales y en el 80 surge la CGT Brasil, que es otra cosa. Ahí nombramos a Ubaldini”.
Fondo Guillermo Loiácono. Archivo Nacional de la Memoria
Para Schmid, “Ubaldini era un emblema y los sindicatos estaban dispuestos a salir a luchar, por lo menos los sindicatos que estaban en la corriente más combativa. Tenía la capacidad de arrastrar al resto aún cuando estaba todo intervenido, porque Saúl en realidad era la cabeza de un frente de agrupaciones, no había muchos sindicatos legalizados. Por eso fue tan valioso el 30 de marzo, porque todo lo demás estaba prohibido”.
Fuerza obrera
“Los sindicatos tenían en muchos lugares participación en el directorio de las empresas públicas, había un poder de los sindicatos que iba más allá de la capacidad de movilización.
Por eso los militares, al mismo tiempo que sembraban el terror, quebraban el movimiento desde todo punto de vista. Había que derrotar un movimiento sindical organizado, con guita, con construcción política y con un avance que no era bien visto por la derecha económica”. La descripción de Juan Carlos Schmid del momento previo a la dictadura explica, en parte, la furia quirúrgica con la que el autodenominado proceso atacó al movimiento sindical, que cuenta con un altísimo porcentaje de las víctimas de la represión. Pero también ilustra sobre el enorme poder que los trabajadores y las trabajadoras tenían en las decisiones estratégicas del país, un elemento estructural acaso más “peligroso” para el plan económico de la dictadura que el poder de movilización puntual de tal o cual sindicato.
Fondo Guillermo Loiácono. Archivo Nacional de la Memoria
Schmid inscribe lo anterior “dentro del auge de masas que había en esa etapa histórica. Todos los momentos históricos tienen distintas características. Ese fue un momento excepcional. Estamos a finales de la década del 60 con todas las revueltas en el mundo, la descolonización de África, pero acá se peleaba por el regreso del General”. De esa etapa, recuerda su bautismo de fuego militante, el “rosariazo”, a mediados de mayo de 1969. “Fue un momento mágico. Yo era la primera vez que estaba en la calle, enfrentándome con las fuerzas de la represión. En aquel momento Argentina todavía tenía un perfil industrial alto y obviamente los trabajadores industriales habían copado la parada. Recuerdo que salimos del puerto y a las pocas cuadras aparecieron los de las hilanderías, los textiles y venía la gente de los frigoríficos y claro, las columnas eran muy compactas y había una motivación muy especial y había una capacidad de resistencia, que desde mi punto de vista sigue intacta en el pueblo argentino”.
Para la misma época, pero en Buenos Aires, De Gennaro empezaba también su militancia gremial. “En el 72 hicimos un acto de rebeldía en Minería, en los talleres de la isla Demarchi. Nunca fui muy callado, entonces los autoconvocados me eligieron para ir a hablar con las autoridades, que no nos dieron bola. Ya estábamos en el 72, se soñaba con la vuelta de Perón. A fin de año empezamos a tener que optar entre los dos sindicatos estatales y nos metimos en ATE, básicamente porque fueron los que nos aceptaron. En el 73 soy electo secretario general de Minería y fue una gran experiencia, de una vertiginosidad tremenda, años de mucho aprendizaje. Vino el golpe y me echaron. Ese día me marcó bastante, porque me echaron del laburo pero seguí en el gremio, con un sindicato auto intervenido por el secretario general que era Juan Horvath, que resultó ser de la Marina y nos enfrentamos a él, nos echaron del gremio y ahí formamos la agrupación ANUSATE. En mi caso, además, tuve un compañerazo como Germán Abdala, que entró a Minería en el 75”.
Fondo Guillermo Loiácono. Archivo Nacional de la Memoria
Llegar a la plaza
La movilización del 30 de marzo estuvo precedida por un clima de máxima tensión por parte de la dictadura, que trató de impedir, primero, que la movilización se hiciera y, una vez consumada, que las columnas llegasen a la plaza, ya por entonces un símbolo de la resistencia contra el régimen por las marchas de las Madres. Desde varios días antes los medios de comunicación controlados por las Fuerzas Armadas hablaron de un posible “rebrote de la subversión” y funcionarios del gobierno, como el Ministro del Interior Ibérico Saint - Jean amenazaron abiertamente a quienes se movilizaran y a los organizadores y promotores del acto. Desde diciembre de 1981 ejercía la presidencia Leopoldo Fortunato Galtieri, que reemplazó a Roberto Viola luego de un breve paso de este último por el máximo cargo del país. La situación económica había desmejorado rápida y notablemente y los sectores medios, inicialmente beneficiados por la fiebre del consumo importado que produjo la apertura económica indiscriminada, empezaban a sentir las consecuencias de un modelo barranca abajo. La convocatoria de la CGT se da, además, en medio de la escalada diplomática con el Reino Unido previa a la recuperación militar de Malvinas. “Se había deteriorado mucho la situación económica y siempre que hay deterioro de la situación económica hay una capacidad de reacción, todavía hoy la hay en la Argentina. Entonces había ya una situación de rebelión y además también estaba cambiando el tablero internacional”, puntualiza Juan Carlos Schmid.
Foto: Daniel García.
En la previa, las columnas conformadas por los distintos sindicatos se apostaron en las cercanías de la Plaza de Mayo, con el objetivo de abordarla desde distintos puntos para tratar de evitar o, al menos, dificultar el accionar de la represión, que se preparaba brutal: soldados apostados en el techo de la Casa Rosada y de los edificios cercanos, la plaza totalmente vallada y retenes policiales fuertemente armados patrullando los alrededores. Ubaldini y un pequeño grupo de no más de 200 personas partieron desde la sede de la CGT Brasil con el objetivo de entregar un petitorio al presidente. No solo nunca llegaron, sino que además terminaron presos.
“Duró seis horas todo el candombe. Lo que yo me acuerdo, que fue impactante para mí, es lo que le tiraban los vecinos a la cana. El se va a acabar de ese 30 era una rebelión popular. A mí me salvaron porque me abrieron la puerta de un edificio con otro compañero y nos hicieron entrar cuando la policía nos estaba arrinconando“, reconstruye De Gennaro.
Con todo y lejos de lo que se puede imaginar por la historia posterior de las movilizaciones de la CGT, por ejemplo, durante el gobierno de Raúl Alfonsín, la convocatoria del 30 marzo fue pequeña, no más de 9 mil, 10 mil personas. Y muy pocas, incluso, lograron llegar a la Plaza, producto de la feroz represión. Se calcula que sólo en la Ciudad de Buenos Aires hubo entre 3 mil y 5 mil detenidos. El saldo más grave fue en Mendoza, donde la Gendarmería asesinó al militante José Benedicto Ortíz. “La dictadura se terminó el 30 de marzo del 82. Ahí se los derrota. El 30 de marzo el pueblo argentino dijo basta, se acabó. La derrota en Malvinas acelera y aparece la Multipartidaria que hasta ese momento no había aparecido y capitaliza esa pelea histórica del movimiento de derechos humanos y del movimiento obrero”, afirma Víctor De Gennaro.
Foto: Pablo Lasansky
El 30 de marzo de 1982 está señalado como el día bisagra en el que la dictadura empezó a tener los días contados. Sin embargo, la militancia obrera que construyó las condiciones para que fuera posible y que lo protagonizó no ocupa el lugar de relevancia que debería cuando se reconstruye el derrotero de la resistencia a la dictadura. ¿Por qué? “Porque perdimos”, sentencia, categórico, De Gennaro. “La disputa por la memoria es la clave. Subestimamos lo que venía, al poder. De eso me arrepiento cuando repaso lo que hicimos después del 24 de marzo del 76. Había que pensar muy mal de ellos e igual nos hubiéramos quedado cortos. Lo que aprendí con los años es que no subestimamos sólo al poder, subestimamos al pueblo, a la capacidad de poder que nuestro pueblo puede construir que hace que el enemigo haga estas cosas. Por qué esos tipos llegan a hacer esas cosas, porque no subestiman al pueblo. Por eso ocultan, tienen que ocultar esa marcha del 30 de marzo. Hay que ocultar la capacidad de creación del pueblo, si nos damos cuenta de nuestra capacidad, duran dos minutos.”
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