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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

14/03/2022

La Memoria de González

La intención de la publicación del dossier, el primero de Revista Haroldo, es seguir pensando con Horacio González las preguntas fundamentales sobre la cuestión de la memoria y sus implicancias en el presente y el futuro. La premisa que nos guía es la de compartir y construir colectivamente un archivo abierto, no exhaustivo ni excluyente, inacabado, que continúe creciendo con las sugerencias de nuestrxs lectorxs atentxs. Encontrarán artículos de libros, prólogos, participaciones en congresos, coloquios, jornadas. Los textos fueron organizados cronológicamente, según su época de escritura.

El hombre que lo pensó y lo escribió todo. Sociólogo, ensayista, novelista, docente, maestro de maestros, editor de revistas, militante, responsable durante más de 10 años de la Biblioteca Nacional, promotor de numerosas aventuras intelectuales, figura clave del pensamiento nacional del último medio siglo y de la conversación pública, profundamente comprometido con una sociedad emancipada.

Autor de una obra vastísima y esquiva a las clasificaciones académicas, una treintena de libros, tres novelas, varias compilaciones, centenares de artículos, reseñas y prólogos. Animador de miles de conversaciones en ámbitos académicos, culturales, sindicales, políticos y barriales. Con una disposición siempre abierta para aprender de su interlocutor.

Horacio González nos acompañó con su presencia, su palabra y su escritura desde los inicios del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y del Espacio de Memoria Ex ESMA. Estuvo presente en numerosas instancias de discusión sobre el destino de la ESMA, del Parque de la Memoria y de los espacios de memoria en general. Hoy queremos compartir con nuestrxs lectorxs una serie de ensayos de su autoría sobre memoria, pasado reciente y derechos humanos, con la intención de continuar aquella conversación iniciada hace más de diez años, a sabiendas de que sus relecturas iluminan las encrucijadas del presente y el futuro.

La intención de la publicación del dossier, el primero de la Revista Haroldo, es seguir pensando con González las preguntas fundamentales sobre la cuestión de la memoria y sus implicancias en el presente y el futuro de nuestro país. La premisa que nos guía es la de compartir y construir colectivamente un archivo abierto, no exhaustivo ni excluyente,  inacabado, que continúe creciendo con las sugerencias de ustedes, lectorxs atentxs de nuestra revista desde hace más de 6 años. Encontrarán artículos de libros, prólogos, participaciones en congresos, coloquios, jornadas. Los textos fueron organizados cronológicamente, según su época de escritura.

En Meditaciones sobre la ESMA el autor señala que si en la arquitectura puede leerse una memoria social, en las aparentes contradicciones entre el oficio naval y la apuesta industrial por la mecánica, que se hermanan falsamente en la ESMA, habita la pregunta por los ecos de una pedagogía del horror y sus continuidades. En la pregunta por la educación, por el rostro que adquiere lo siniestro, por los lenguajes inventados, por las burocracias de la muerte, González también explora la condición humana, su destitución y la posibilidad de (pensar) la política.

Organización Institucional y contenidos del futuro Museo de la Memoria es una intervención respecto de la construcción de un museo de la memoria, en la cual señala los riesgos y los reparos en torno a la musealización y las formas de representación del pasado. Cómo recordar el horror de la historia sin transformar esa memoria en un culto que nos impida vivir el presente, a la vez que ser críticos con nuestro hacer para que ese horror no se reproduzca. Qué representar para que algo de eso acontecido aparezca en un presente vivo. 

En Una imagen filmada de Azucena Villaflor: reflexiones sobre la muerte y el hórrido morir a partir de una imagen de Azucena Villaflor, reflexiona sobre los modos de dar la muerte, los rituales y las apropiaciones de las memorias, las historias y los nombres de los que ya no están. Si, para González, en Massera hay una apuesta política que se inscribe en una tradición que inaugura Lugones, en las figuras de Walsh y Azucena Villaflor, Horacio repone “la presencia inaguantable de lo ausente e insoportable ausencia que lleva un signo de presencia vacía.” Es también una reflexión sobre el estatuto de las imágenes, aquellas otras con las que dialoga, y el estado del tiempo que las habita a partir del grito desesperado de una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo y su intento original de escapar de la máquina de captura técnica.

Horacio González. Foto: Cristina Fraire

En el siguiente texto del dossier, escrito en 2002, González prologa la imprescindible investigación de Judith Gociol y Hernán Invernizzi sobre la existencia de un plan sistemático de represión cultural instrumentado por la última dictadura cívico-militar. “No hay poder sin escritura, tampoco sin destrucción de papelerío”, afirma. En ese movimiento pendular de la maquinaria estatal, entre lo que no puede dejar de escribir y lo que no puede dejar de querer aniquilar, González da cuenta de la concepción de cultura encarnada por los militares en su batalla “por las mentes y los corazones” interpelándola en clave gramsciana.

Las sombras del edificio: construcción y anticonstrucción es el título del prólogo que escribió al libro de Marcelo Brodsky Memoria en construcción. El debate sobre la ESMA, editado en 2005. En el marco del proceso iniciado el año anterior para la transformación de la Esma en un espacio de memoria, el autor interviene en el debate sobre los desafíos que implicaba (y aún implica) la conversión de esos edificios en Museo de la memoria. A partir de reflexiones en torno a la naturaleza de los museos, las discusiones sobre las posibilidades de representación del horror, la capacidad del vacío como figura de lo incomunicable, busca responder a la pregunta de qué hacer con la Esma. Sostiene la necesidad de que ese museo contenga la inclusión de referencias sobre la historia del edificio enmarcadas en el conjunto de la historia naval argentina; referencias que, a su vez, deben enhebrarse a una historia no historizable de la devastación provocada por las decisiones sobre las vidas en una escala de muerte técnica y desaparición administrada de cadáveres.

La carta de Del Barco fue la primera intervención de Horacio González a partir del grito de Oscar del Barco que dio origen a una larga polémica que involucró por lo menos dos ciudades, Córdoba y Buenos Aires, con sus particulares tradiciones de pensamiento y acción política. Trágico dilema sobre el que pensó hasta sus últimos días. En “Humanismo, impugnación y resistencia” continúa el gesto inaugurado en esta intervención y el intento de acercar aquellas posiciones por las que se sintió interpelado.

En La materia iconoclasta de la memoria, reflexiona en torno al carácter incompleto de la memoria, el debate sobre la fijación del recuerdo y el arte en tanto forma sacrificial de la memoria. González planteaba “El problema toca muy profundamente las conciencias representacionales: es un problema de la filosofía de la representación entendida como forma moral. En Argentina se interpretó que el intento de demoler el edificio de la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), era una maniobra para extinguir el recuerdo de las atrocidades cometidas en ese lugar. ¿Qué significa preservar un vestigio o una porción significativa de los artefactos arquitectónicos y utensilios mortíferos de los victimarios?

En el artículo publicado en Página /12 en octubre de 2008, Historia y conciencia jurídica, Horacio realiza un recorrido por distintos textos a cargo de escritores, filósofos y juristas como Borges, Halperín Donghi, Strassera, Del Barco y Rozitchner que conforman lo que él denomina la conciencia jurídica argentina. Se trata de reflexiones en torno a los crímenes de Estado de la última dictadura que generaron un corte histórico abrupto, vulnerando la forma originaria de la nación.  Estos textos permitieron obtener una juridicidad de gran nivel histórico, y refundar la civilización argentina, en tanto se trató de “…reflexiones dispares pero profundas para restituir aquel vivir en común que surgía del conflicto fundador.”

El texto siguiente Arte, grito y representación, intervención en el Coloquio “Memorias urbanas en diálogo: Berlín y Buenos Aires”, en el año 2010, en la cual González aborda uno de los problemas propios de la forma paradojal del arte de la memoria que trabaja sobre lo inaprensible de su propia materia, su materia no es la glorificación de la vida sino la evocación de una ausencia. Allí se pregunta ¿Es posible pensar la representación del horror?, sostiene “Estamos entonces ante uno de los más graves problemas de la discusión sobre  el arte contemporáneo. ¿Puede la representación tal como la entendíamos clásicamente reponer la génesis del grito? Plantea una crítica severa al arte contemporáneo de la memoria que ha vuelto a la palabra cosa. Vuelve sobre la ESMA y su futuro para interrogarse “¿Se deben pensar todas las ruinas? ¿Se debe cuidar el patrimonio arquitectónico de  los saqueadores y de los victimarios? Lo que se odia ¿se convierte en material de museo sólo por obra de curadores de arte con neutral visión de archivistas? ¿Es suficiente con sólo una señal reflexiva y autocomprensiva sobre las piedras para dar testimonio de la existencia de un poder horroroso y victimario? Cual sea  su destino en el futuro en el sistema conmemorativo que vaya a crearse es fundamental para la agudización creadora de la  democracia argentina y la creación de una retórica de justicia colectiva avanzada”.

En una de las tantas veces que participó en actividades en el Conti, en el marco de las jornadas “Tradiciones en pugna, doscientos años de historia argentina”, Horacio González comenzó la conferencia titulada El pasado del futuro con la pregunta: “¿Dónde entramos cuando entramos a este edificio, a la Escuela de Guerra Naval, a la ex ESMA, al Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti?”. Aquí se interroga por el ciudadano futuro que visitará el Espacio de Memoria, por los rasgos de su predisposición memorística, se pregunta si alguna forma de fijación del pasado no hará perder a las futuras generaciones la emoción última y el rasgado último de la conciencia dramática de lo que significa estar aquí. Concluía señalando: “Este es siempre el peligro. Qué museística –cuando se agoten las primeras pasiones que lo fundaron, cuando no sea necesario pedir perdón en nombre del Estado– habremos de tener”.

En el periódico Rosario/ 12, en el marco de la discusión sobre los cursos universitarios que tendrían derecho a tomar los ex jefes de la ESMA condenados, González escribe La ESMA en la Universidad, donde plantea la diferencia entre la cárcel constitucional, en la que se ponen de manifiesto distintos encuentros institucionales, como la Universidad y sus cursos a los penados, de los genocidas que purgan condena, que vienen de un sistema que implicó el asesinato masivo a través de tecnologías administrativas letales. Considera a esta discusión como un punto de partida para que la Universidad se repiense a ella misma. “No puede la Universidad decir simplemente “no” si no emprende –puesto que lo ha dicho– la dificultosa tarea de ser otra, de tornarse una universidad que tome como tema crucial la propia fisura que su atendible negativa ha producido. Este es un debate de la Universidad consigo misma y una encrucijada vital del conocimiento”, señalaba. No hacer ingresar al módulo de la enseñanza universitaria a individuos con los cuales la memoria pública mantiene una heterogeneidad notoria, significa no perder un vínculo vital, más allá de las leyes, sobre la obligación de seguir manteniendo vivo un pasado activo e interrogable. No un pasado fijo y ritualizado, sino uno que nos sea abierto a nuevas interpelaciones.

En el año 2013 participó del Seminario Políticas de la Memoria del Conti, coorganizado, entre otras instituciones, con la Biblioteca Nacional, en una charla a la que tituló Benjamin en la esquina rosada, en la cual se preguntaba por la presencia o ausencia, por la existencia o la carencia de una teología política (temática que reaparecerá en su primera novela: Besar a la muerta) y en qué medida la lectura de Walter Benjamin sería el eco de esa obra faltante en nuestro país que permita profundizar tanto la comprensión de la violencia en nuestra historia reciente como de la figura de Jorge Luis Borges, quien, según González, “no dejó problema sin pensar, no dejó crimen sin elogiar, no dejó crimen sin comprender”.

En el marco del encuentro sobre "Violencia y cultura" organizado por CLACSO, la intervención de González indaga sobre el peso que tiene en el ser saber algo o no saberlo cuando se hace un daño inconmensurable. Para eso nos propone un recorrido que va de la tragedia griega (Edipo rey), la culpa cristiana, Kant, Hegel, Benjamin, Derrida, Borges…; pasando por el debate generado por la Carta de Oscar Del Barco (“No matarás”), el pedido de perdón en nombre del Estado del presidente Néstor Kirchner en la ex ESMA; hasta llegar a la polémica por la designación de César Milani como jefe del Ejército en nuestro país. Su abordaje (su preocupación) no es de orden jurídico, sino del orden de “lo ético o ético-trágico que sigue y debe estar presente en la sociedad argentina”.

En el artículo Nombre, identidad y memoria publicado en Página/12 el autor reflexiona en torno al vínculo entre identidad y memoria. Contrapone una visión estática, cosificada de la memoria a otra abierta, dinámica, entendida como una irrupción del pasado trastornado por el deseo del presente. Lo hace (con resonancias benjaminianas) retomando el debate con la tradición liberal, reactualizado en el contexto de la disputa de nuestro país con los Fondos buitres en el año 2014.

El pañuelo es un texto que aloja, como el hombro de González, las lágrimas de Hebe al momento de entregarle el pañuelo, las preguntas sobre las que rondó una vida dedicada a pensar los nudos de una nación desgarrada. Pañuelo blanco de las Madres que simboliza la resistencia “activa ante todas las injusticias del mundo.”

Como toda la obra de Horacio González, estos textos revisten la importancia de dotar de hondura y profundidad a los grandes problemas relacionados con la memoria y la historia reciente argentina, constituyendo un antídoto contra los intentos de banalización y negación de nuestro pasado reciente.

En su última colaboración en Haroldo, en mayo de 2021, cuando le preguntamos cómo quería ser presentado nos escribió: “es difícil decir como se ve uno y puede incomodarse según cómo lo vean los demás. Yo me incomodo también si me veo a mí mismo. Pero siguiendo la costumbre de presentarse diría: ‘Profesor de la Universidad de Buenos Aires, actualmente contratado por la Facultad de Filosofía y Letras y de Ciencias Sociales para seminarios eventuales, y miembro de la Fundación Darcy Ribeiro, Brasil’". Para todxs nosotrxs, un imprescindible. Gracias por todo y hasta siempre querido Horacio.

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