01/10/2015
18.000 personas sin techo en Capital
Vivir a la intemperie
Por Noemí Ciollaro
Fotos Marco Bufano - Julián Athos
Más de 18 mil personas viven en la ciudad de Buenos Aires en situación de calle, ninguneadas, maltratadas por el gobierno, invisibles para los bienvivientes. Organizadas en asambleas encararon a través de Proyecto 7 un emprendimiento autogestivo que brinda techo, contención y recuperación de la dignidad y el trabajo.
De primavera ni hablar a pesar de promediar octubre. Es medianoche y la temperatura no llega a siete grados, sobre un banco de cemento ubicado en la vereda de Dorrego entre Huergo y Luis María Campos, pleno barrio de Las Cañitas, duerme un hombre joven envuelto entre cartones y trapos.
A pocos metros de allí, junto a la entrada de la iglesia Santa Adela, hay una especie de carpa armada con tablones y trozos de tela plástica, en su interior, sobre un colchón, una pareja intenta entrar en calor bebiendo de una botella con líquido transparente al que llaman “cachuña”: es alcohol fino mezclado con gaseosa.
A la vuelta, sobre la calle Clay, contra los paredones de la iglesia, una mujer y dos niños acostados sobre una pila de cartones se enrollan metódicamente entre diarios y frazadas viejas para abrigarse y pasar la noche.
A pocas cuadras de allí, en las plazoletas de la calle Chenaut rodeadas de restaurantes y bares top, mucha gente curte la movida opulenta del barrio de moda. No obstante, en canteros y ochavas, hay personas en situación de calle extendiendo la mano a los paseantes e intentando pasar la noche con la panza llena de algo de lo que se descarta en los bistró gourmet. La policía Metropolitana se ocupa de alejar con rigor a los “vagos que arruinan la zona y piden propina” de quienes se bajan de autos importados y motos de alta cilindrada.
Médicos del Mundo, organización mundial no gubernamental humanitaria, aseguró en su último informe de 2014 que “en la Ciudad de Buenos Aires diariamente 16.353 personas (niños/as, jóvenes, mujeres y adultos mayores) sobreviven en las calles”. Subrayó también que sufren “una situación de exclusión social” en la que durante la época de bajas temperaturas “tanto los chicos como los adultos padecen infecciones respiratorias agudas: neumonías y bronquitis, además de malnutrición, adicciones, infecciones y afecciones dermatológicas por falta de acceso a la higiene personal, entre muchos otros problemas de salud-enfermedad.”
Esa organización desde 2002 desarrolla el proyecto "Salud en la Calle" a través del cual una unidad móvil y varios equipos especializados realizan tres veces por semana atención médica primaria, contención en salud mental y acompañamiento social a más de 1.006 personas en situación de calle, en distintas plazas y zonas como Congreso, Parque Rivadavia, Plaza Once, Parque Lezama, Constitución, Plaza Flores, Liniers, Parque Patricios, Pompeya, Belgrano y Recoleta, entre otras.
Por su parte, voceros del gobierno de la Ciudad afirmaron en 2014 que eran 876 las personas en situación de calle, a pesar de lo cual tenían 2.200 camas disponibles en sus paradores que son lugares sólo para dormir durante la noche.
Médicos del Mundo aseguró en su último informe de 2014 que “en la Ciudad de Buenos Aires diariamente 16.353 personas (niños/as, jóvenes, mujeres y adultos mayores) sobreviven en las calles”. Subrayó también que sufren “una situación de exclusión social” en la que durante la época de bajas temperaturas “tanto los chicos como los adultos padecen infecciones respiratorias agudas: neumonías y bronquitis, además de malnutrición, adicciones, infecciones y afecciones dermatológicas, entre muchos otros problemas de salud-enfermedad.”
Horacio Ávila, fundador de la ONG Proyecto 7, y presidente del Centro de Integración Monteagudo de Parque Patricios, estima que “en la actualidad son unas 18.000 personas las que duermen a la intemperie en Buenos Aires, entre las que se cuentan más de 4.000 menores y 2.000 ancianos”. A su vez, la asociación Ciudad sin Techo, sostiene que “entre 80 y 100 personas en situación de calle mueren cada invierno por las bajas temperaturas”.
El refugio cotidiano
En las guardias de los hospitales de la Ciudad durante la noche se ven innumerables personas en situación de calle que no acuden para atenderse, sino para protegerse del frío y la lluvia.
Ángela (33), está sentada junto a tres niños en los bancos del hospital Pirovano, en el barrio de Coghlan. Ninguno pasa los seis años, la más pequeña llora incesantemente.
-¿Hace mucho que están esperando?
-No, no estamos esperando nada, afuera llueve y hace mucho frío, si no nos echan vamos a pasar la noche acá.
-¿Pero la nena se siente bien?, llora tanto…
-Es que está toda picada de chinches, la otra noche fuimos a un parador y amaneció estropeada, por eso me vengo acá, por lo menos no hay bichos como en los paradores y además tengo miedo de que me quieran sacar a los chicos. Aquí me dieron un remedio para las picaduras.
-¿Quién le quiere sacar a los chicos?
-La asistente social del parador, porque vivimos en la calle, y me los quieren mandar a un hogar. Nosotros alquilábamos en La Matanza, al fondo, pero mi marido murió en un accidente en la construcción y yo no pude seguir pagando, nos echaron. Estuvimos un tiempo en una villa, en la casa de mi comadre, pero hubo una pelea y me fui con los nenes, y andamos de acá para allá. Es fea la noche en la calle ¿sabe?
Las estaciones de tren y de ómnibus también se llenan de gente que busca amparo. Hay como un circuito organizado, se duerme en esos sitios, o debajo de los puentes y las autopistas, en las ochavas, cerca de las iglesias, hospitales y cementerios, en las plazas. Se come en merenderos y parroquias. Se arman “ranchadas”, grupos de gente que forma una especie de familia itinerante que se organiza para obtener lo indispensable para vivir. Algunos hacen changas, otros son “trapitos”, hay cartoneros que no entraron al sistema formal y de noche duermen en las calles, adentro de sus carros, al abrigo de papel, trapos y deshechos reciclables.
"Es que está toda picada de chinches, la otra noche fuimos a un parador y amaneció estropeada, por eso me vengo acá, por lo menos no hay bichos como en los paradores y además tengo miedo de que me quieran sacar a los chicos. Aquí me dieron un remedio para las picaduras".
Todos, tarde o temprano, son corridos de los lugares que ocupan por la policía Metropolitana. Hasta hace pocos años la Unidad de Control del Espacio Público (UCEP) dependiente del gobierno de Mauricio Macri, perseguía violentamente a la gente de la calle, golpeándolos y robándoles sus pertenencias e incendiando sus precarios refugios; a raíz de numerosas denuncias y causas judiciales, dejó de funcionar. Ahora la reemplaza Ambiente y Espacio Público, que, según cuentan los afectados “no te queman pero te tiran agua a manguerazos y te arruinan lo poco que tenés, con cinco grados bajo cero nos empapan a todos”.
La calle no es un lugar para vivir
Hace quince años comenzó a gestarse lo que sería Proyecto 7, una Organización No Gubernamental para gente en situación de calle creada por ellos mismos. El fundador fue Horacio Ávila, un tapicero que había trabajado toda su vida y que en 2002 quedó en la calle porque no podía pagar el alquiler. La crisis económica y social de aquellos años hizo que se alejara de su familia una vez que pudo ubicarla a resguardo en casa de sus suegros. La realidad lo superó, se fue de Laferrere, en La Matanza, y se vino a la Capital suponiendo que iba a ser más fácil sobrevivir en la calle.
Entre 2002 y 2007 aprendió todas las estrategias para vivir sin techo en la ciudad, pero el punto de partida y de llegada fue para él la plaza del Congreso. Allí comenzó a gestarse la organización que hoy es Proyecto 7 y que a instancias de Ávila se inició con una huelga de hambre en Plaza de Mayo durante la Navidad de 2004.
Alfredo Giménez, uno de los integrantes de Proyecto 7 y coordinador del Centro de Integración Monteagudo, ubicado en Parque Patricios, que aloja a 114 hombres que estuvieron en situación de calle, relata: “aquí en el Monteagudo estamos hace tres años, pero antes mantuvimos la organización viviendo en la calle, en diferentes plazas, Congreso, Once, Constitución, plaza de Mayo, hacíamos asambleas y así se fue construyendo todo, manteniéndonos unidos por nuestros derechos”.
Ávila y los delegados por ranchada recurrieron a estudiantes y profesores de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y a organizaciones sociales, y producto de ese asesoramiento, lo que antes era un parador del gobierno de la Ciudad cuestionado judicialmente y que sólo funcionaba de noche, se convirtió en el Centro de Integración Monteagudo, para lo que el gobierno de la CABA, a través de un convenio le cedió el lugar a Proyecto 7.
“Lo convertimos en un lugar abierto las 24 horas, estamos aquí desde el 11 de abril de 2001, depende de nosotros, no del gobierno. Tenemos dos trabajadoras sociales, dos psicólogos, una psicóloga social, una doctora, una enfermera las 24 horas, cinco turnos de tareas de limpieza, cocina y demás. Cuando esto era un parador contrataban empresas para todo, pero nosotros le hemos dado esos trabajos pagos a la gente que vive acá”, explica Giménez.
El Monteagudo es un enorme galpón en el que conviven 114 hombres de diferentes edades. Hay dormitorios, comedor y un espacio especial para los más ancianos, muchos de ellos postrados. Funciona como un lugar de contención y transición hacia el retorno a la reinserción social y laboral. Proyecto 7 también realiza un trabajo activo para garantizar el reconocimiento de los derechos de las personas en situación de calle.
Ávila y los delegados por ranchada recurrieron a estudiantes y profesores de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, y a organizaciones sociales, y producto de ese asesoramiento, lo que antes era un parador del gobierno de la Ciudad cuestionado judicialmente y que sólo funcionaba de noche, se convirtió en el Centro de Integración Monteagudo, para lo que el gobierno de la CABA, a través de un convenio le cedió el lugar a Proyecto 7.
-¿Después de vivir años en la calle cómo se retorna a una situación más normal?
-Y… hay un acostumbramiento, hay gente que estuvo quince o veinte años en la calle, los traemos acá y a los dos días se van. Es la calle, te lleva a eso, al alcohol, a la droga, a todas las adicciones, tenemos baño con agua caliente las 24 horas y no les interesa. Acá hay abrigo, comida, cama, atención médica, y algunos vuelven a la calle, a sus costumbres de años. Es un trabajo muy difícil el que hacemos para revertir eso. Tenemos mucha gente discapacitada, les faltan piernas, brazos, manos, no caminan, o tienen HIV y enfermedades derivadas de la vida en la calle o en los hospitales y en las cárceles. Hay de todas las edades, de 18 a 60 y pico, los que pueden trabajar lo hacen, los que pueden acercarse nuevamente a su familia, si la tienen, lo hacen, eso lo tratamos con los profesionales, averiguan por qué estuvieron en la calle, por qué siendo chicos se fueron de la casa. Mayormente es por abusos, agresiones de padres o padrastros. O porque en la familia hay adicciones y ya vienen siendo adictos, tenemos orientación psicológica y psiquiátrica, se trata de restablecer la relación familiar, ahora somos 40 personas trabajando acá.
-¿Cuál es la diferencia entre el Centro Monteagudo y un parador como los que ofrece el gobierno de la Ciudad?
-En esos paradores el régimen es expulsivo, represivo y carcelario, sólo se va a dormir y hay horarios obligatorios de entrada y de salida a la mañana temprano que no se adaptan a quienes tienen trabajo. Para conseguir cama hay que hacer colas interminables y a las 17 ya no están todas reservadas. Aquí se vive las 24 horas y está organizado para quedarse hasta poder construir una alternativa superadora de la calle. Esta es la única forma en la que la gente que vive acá, puede empezar a trabajar y va reinsertándose en la sociedad. Ahora hay 115 personas viviendo en este lugar, es la capacidad que tenemos, más no entran. Muchos vienen de años en la calle, a otros las familias los dejaron a la deriva, en hospitales, abandonados, gran parte son discapacitados, atropellados, con secuelas por el tema del alcohol y de la droga, pastillas, paco, marihuana. Cuando llegan muy drogados los ponemos aparte o les decimos que vengan al día siguiente si están violentos. No hacemos internaciones compulsivas, eso es lo más contraproducente, hay que esperar que toquen fondo, que no puedan más. Ahí vienen y dicen “me estoy matando, necesito ayuda”, y acá los psicólogos y psiquiatras nuestros ven qué es lo que hace falta y si es necesario derivarlos a internaciones o a tratamientos ambulantes. Hay gente de 60 y pico adicta al paco que termina recuperándose, son los menos, pero hay. Los jóvenes se recuperan más rápido, tenemos talleres de huerta, de serigrafía y de radio, y hacemos un programa de radio, “Gente de la calle”, que ya va a cumplir dos años, FM Sur, 88.13. Hemos editado dos libros, el primero con relatos de gente del Centro y el segundo es institucional. Además contamos con el apoyo del taller Chela, que queda a dos cuadras de aquí, ahí hay eventos, peñas, talleres, nos conocieron y nos ofrecieron su apoyo. Al principio no nos querían en el barrio, nos veían con el portón abierto las 24 horas, la gente nuestra sentada en la puerta tomando mate, personas que salen y entran constantemente, pero nos fueron conociendo y muchos se acercan a donar algo e incluso a ayudar. Aquí cerca estamos abriendo otro Centro, Frida, para mujeres en situación de calle.
-¿En tres años fue recuperándose mucha gente?
-El recambio no es muy grande ni muy seguido, porque todo tiene un proceso y las personas son diferentes. Pero a lo largo de estos años unas 140 personas han regresado con su familia, han conseguido trabajo, han vuelto a alquilar. Muchos de los que trabajamos aquí estuvimos en situación de calle.
-¿Cómo te integraste a todo esto, Alfredo?
-Yo tenía mi casa, trabajaba para Prosegur, pero hice un mal negocio y quedé en la calle, estuve detenido, ahí empezó mi decadencia. Me fui de mi casa, perdí contacto con mis hijos durante cuatro años porque yo no quería, son cosas que pasan en la vida, no… En 2012 recuperé al más grande, ahora voy a ser abuelo; y hace dos años recuperé al segundo. Y bueno, volví a formar pareja con una chica que trabaja acá. La vida que llevaba yo después de lo que me pasó económicamente fue espantosa, salí a robar y caí por robo de automotor, estuve cinco años y pico preso en Devoto, fue como si estuviera muerto. Y en agosto de 2011 lo conocí a Horacio Ávila, yo vivía en una plaza, en México y San José, en una ranchada, y él fue a hacer un evento para el día del Niño. Yo estaba re loco, re borracho, y me trajo acá, sin saber quién era, qué hacía, al tiempo me fue conociendo y me ofreció que sea encargado, me dio el trabajo de coordinador, pude alquilar vivienda, volví a formar pareja. Dicen que el tren pasa una sola vez, pero gracias a Dios a mí me pasó más de una vez, y siempre le digo a mi pareja que esta vez no me bajo ni loco. Horacio me dio una mano muy grande, y hasta hoy lo sigue haciendo, yo le agradezco todo esto, si él no hubiera aparecido yo seguro moría en una plaza, soy ateo, pero es como que me lo mandó Dios… si no yo no estaría acá como estoy.
“No tenés ni luz para apagar..”
-¿Hay algún encanto en vivir en la calle, algo relacionado con una idea de libertad?
-Y sí, como dicen los chicos podés hacer la que quieras, andás en tu mambo, es algo que en la vida normal no podés hacer porque te echan de todas partes. Sí, pero más que libertad es libertinaje, porque hacés cualquier gilada, vivís drogado, alcoholizado las 24 horas para olvidar, y al otro día te despertás y estás en la misma. Yo hace dos años y medio que no consumo, no necesité ningún tratamiento, ya estaba con mi pareja y había recuperado a mis dos hijos mayores. Pero fumaba mucha marihuana y un día estaba en la plaza y de pronto dije ¿qué estoy haciendo acá, matándome? Y tenía un “baguyo” en el bolsillo de la campera y siete botellas de vino alrededor. Y pensé que defraudaba a mis hijos y a mi pareja, a Horacio y a mí mismo. Y dejé el vino, el porro, pegué la vuelta y hasta hoy, nunca más. Creo que fue la fuerza de tener a mi mujer, a mis hijos al lado, qué sé yo; es una lucha diaria ¡eh!, hace dos años y medio que no consumo, no te creas que es fácil, la recaída está siempre ahí, latente… Y bueno, en la calle también ves de todo, abusos, muertes, locura, una violencia terrible, un día un tipo de otra ranchada me clavó la punta de un paraguas en el pecho. He visto quemar gente, prenderle fuego a la ranchada entera, abusos, hay muchas chicas jóvenes en la calle, y pibes también, y no podés hacer nada, si denunciás te matan dormido. Aprendés la buena y la mala en la calle, sí, aprendés a defenderte, pero dormís con un ojo abierto, y te emborrachás y te drogas así no sentís nada. Y por ahí quedás muerto debajo de una autopista, en un umbral porque te mata el frío. Y la otra gente, la “bienviviente”, es mala, te desprecian, te insultan, te ignoran o te tienen miedo, nadie se pregunta qué te pasó para llegar a eso. Otros, pocos, se acercan y quieren conocer y van comprendiendo, pero son los menos.
Un proyecto de ley que duerme en el Senado
En noviembre de 2014, impulsado por Proyecto 7, Ciudad sin Techo y otras entidades, se presentó en el Senado de la Nación el proyecto de ley 2510/14 que contempla la creación de un sistema de protección y acceso a todos los derechos a personas en situación de calle. Propone la creación de centros de integración que funcionen las 24 horas, de una línea telefónica en todo el país y de un sistema nacional de móviles. En el mismo sentido subraya la necesidad de que se garantice la no represión de quienes transitan esta problemática. El proyecto fue ingresado en agosto de 2014 por la senadora del Frente para la Victoria Silvina García Larraburu, y está basado en la ley 3706 de situación de calle en la ciudad de Buenos Aires.
Al respecto, Claudia Enrich de la asociación civil Ciudad sin Techo, expresó que “impulsamos ese proyecto de ley y estamos esperando que entre a la primera de las tres Comisiones por la que tiene que pasar para no perder estado parlamentario. No se toma conciencia de que la situación de calle es una problemática que le puede ocurrir a cualquiera de nosotros, pero se naturaliza, se cree que sólo le puede pasar a otros. A partir de 2001 el linyera utópico y lírico se modificó, ahora puede ser cualquiera”.
Claudia y su compañero Alfredo, paran diariamente en el bar de la Asociación Madres de Plaza de Mayo, y comenzaron su contacto con la gente en situación de calle que tiene sus ranchadas en la plaza del Congreso.
“Comenzamos a presentarnos y organizamos chocolatadas los sábados y domingos que son los días más duros para ellos, a partir de allí nos fuimos interiorizando en sus historias y necesidades. Nos encargamos de ayudarlos a gestionar su documentación, la mayoría no tiene DNI para poder acceder a los distintos planes sociales que les corresponden. También los acompañamos en salud y escolarización; somos cinco los que ponemos el cuerpo a full, estamos tramitando la personería jurídica y ya con eso vamos a poder tener algo de recursos. En este momento estamos acompañando concretamente a doce familias, es muy difícil el tema de las personas en situación de calle porque no hay nada organizado, es distinto al trabajo en las villas donde algo hay, en esto partís de cero y con muchas dificultades. Es difícil comprender la lógica de la gente en situación de calle, están totalmente marginalizados, no tenés nada, ni puerta para cerrar, ni luz para apagar, no tenés baño, no tenés dignidad. Todo lleva mucho tiempo, más del tiempo que ellos tienen. Cuando uno comienza a considerarse como una persona es porque otro lo mira como persona”, concluyen.
Centro de Integración Monteagudo. Dirección: Monteagudo 435. CABA.
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