01/02/2022
El equipo mundial de Básquet de 1950
Cuando el odio es el olvido
Por José Luis Lanao
El autor rescata del olvido a la selección argentina campeona en el Mundial de Básquet de 1950, equipo al que la Junta Militar golpista de 1955 quiso hacer desaparecer por considerar que representaba algunos principios propagandísticos del gobierno peronista derrocado.
“Ustedes tienen el reloj, nosotros tenemos el tiempo”
Hay que escuchar ese silencio viscoso, rotundo, ese borrado a conciencia de las partes incómodas del pasado. Esa soledad abstracta que despliegan los paisajes deshabitados, los territorios interiores del desasosiego. Bulerías tristes de vida y ruido. De momentos lúcidos, saboreando a Ovidio, a pequeños sorbos, como un oporto viejo, delicado. Las sombras también duelen, y los recuerdos siempre nos esperan. Porque el tiempo nunca fue tan de prisa. Porque el tiempo es más verdad en este sitio calmo lleno de cicatrices.
A la Selección Argentina de Básquet, campeona del Mundo de 1950, usted no la conoce. Se la escondieron. Le giraron el rostro. La ocultó el odio, el rencor, la ira. La apartaron del mundo bajo un silencio espeso, cuartelario, de hombres turbios, oscurecidos. Sin ayer y sin mañana. Sin pasado y sin presente, atravesada por una niebla espesa de falsos muertos, de muertos vivos, habitando el vacío. Vidas atrapadas en ese no lugar del alma mía, que muta y calla, en un futuro inevitable, casi ciego. Esperando una pausa reflexiva, un deseo amable, una lágrima.
Afiche del Mundial de Básquet de 1950. Fuente: https://www.argentina.basketball/
“A Perón lo vimos tres o cuatro veces antes del campeonato. Al Mundial no vino. En la final nos llamó por teléfono, y fue entonces cuando nos invitó a la Casa Rosada”. recuerda Oscar González, integrante del equipo. “En el encuentro preguntó si alguien necesitaba algo. Nadie dijo nada. Pero el “petiso” Pérez Varela realizó una cosa cómica que a Perón le hizo reír. Sacó un autito, le dio cuerda, y lo puso arriba de la mesa. Mientras el cochecito daba vueltas nuestro amigo comentó: “Se necesita un permiso especial para la compra de un auto importado”. Perón lo miró, y a continuación dijo: “Pues eso se arregla”.
Nadie esperaba lo que vendría después. Aquella subjetividad lírica de deseos tempranos abandonó su filosofía primera y se convirtió en un tiempo afilado, de furia de perro lobo, de miedo y olvido. Se les vino encima la famosa frase de Santa Teresa de Jesús: “Se han derramado más lágrimas por plegarias atendidas que por las no atendidas”. Al final, el Gobierno facilitó los permisos de importación de los vehículos por una compra adquirida, en su totalidad, por los jugadores. Comenzaba un sueño sinuoso, de largo recorrido, bajo la sombra turbia de las bayonetas.
El equipo argentino campeón del Mundial de Básquet de 1950. Fuente:https://www.elgrafico.com.ar/
El 16 de septiembre de 1955 se perpetuó el cruento golpe militar que derrocó a Perón. El decreto ley 4161 prohibía pronunciar los nombres del general y de Eva Duarte, además de los símbolos asociados al movimiento. La Junta determinó que aquella gloriosa selección de baloncesto representaba algunos principios propagandísticos del gobierno peronista. Había que hacerla desaparecer. Y desapareció. Se creó la comisión investigadora número 49 que determinó suspender de por vida al equipo y la prohibición de mencionar su gesta en los medios de comunicación. Se los acusó de haber aceptado prebendas del gobierno anterior, declarando falta de ética deportiva la aceptación de aquel impuesto de importación. Los borraron. “Fue una pena. No pudimos ir a las Olimpiadas. Luego fueron algunos militares”, recuerda González. Así desaparecía de la memoria colectiva del país una de las mejores selecciones argentinas de Básquet de todos los tiempos. En la final, derrotaba por 64 a 50 a Estados Unidos, el “dream team” de la época.
Lo que hoy vivimos intensamente será mañana una masa abstracta de recuerdos.
Nos estremece la memoria como emisaria de un pasado que ya nadie puede cambiar.
Estos jugadores regresan hoy a un lugar del que nunca debieron marcharse.
Ricardo González, capitán del equipo argentino, en uno de los partidos del Mundial de Básquet 1950. Fuente:https://www.elgrafico.com.ar/
Obligados a desaparecer con tantos recuerdos muertos, junto a tantos sueños enterrados. El pasado siempre regresa cuando se lo ha ocultado deliberadamente.
Nunca la razón logrará controlar esa descarga emotiva que es fuente de todas las lágrimas. En esta historia está todo, o casi todo. La épica, la grandeza, el rencor, el olvido. También el odio. Ese odio larvado, tan presente en nuestros días. Ese odio que se combate rechazando su invitación al contagio.
José Luis
Periodista y ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 1979. Ex columnista del grupo multimedia español Vocento y Cadena radial COPE. Escribe en Página/12.
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