Saltar a contenido principal

Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

20/07/2021

Los 90 de Lita. Parte I

"A pesar de todo amo la vida"

Lita Boitano, presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, cumple 90 años y Haroldo le rinde homenaje publicando una entrevista, en dos partes, en la que Lita recorre su vida. En esta primera parte nos cuenta cómo fue su infancia y adolescencia, cómo se hizo peronista, y la importancia que tuvo en su formación la vida comunitaria en aquel Pasaje Bernasconi de Caballito.

 

Ángela Catalina “Lita” Paolín de Boitano es la presidenta de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, organismo que integra desde 1977. Sus dos hijxs están desaparecidxs. Miguel Ángel estudiaba Arquitectura en la UBA y militaba en la Juventud Universitaria Peronista (JUP), fue secuestrado el 29 de mayo de 1976 y Adriana, estudiante de la carrera de Letras en la misma universidad, también militante de la JUP, fue secuestrada el 24 de abril de 1977. Lita se exilió en Italia en 1979, donde permaneció hasta 1983 y desde allí trabajó, junto a otrxs exiliadxs, denunciando los crímenes del terrorismo de Estado que se estaban produciendo en Argentina. Tras el fin de la dictadura regresó a Buenos Aires y hasta el día de hoy, fecha de su cumpleaños número 90, ha sido una luchadora inclaudicable por la Memoria, la Verdad, la Justicia y los derechos humanos, causa que ha sabido conjugar con otras, como la del feminismo, que conoció en el exilio italiano. 

Con motivo de este aniversario, Haroldo publica, a modo de homenaje y celebración de su vida, la primera parte de una entrevista en la que Lita nos comparte la historia de su infancia y adolescencia; va a los orígenes de su identidad peronista y se reconoce como militante de los derechos humanos. 

 

 

La familia materna de Lita en Italia, antes de que su madre migrase hacia la Argentina. Foto: Archivo familiar

 

 

-  Comencemos por el principio de tu vida ¿Cómo fueron esos primeros años?

 

-  Yo soy Ángela Catalina Paolín de Boitano. Voy a cumplir 90 años, nací el 20 de julio de 1931. Fui engendrada en Italia, eso ni lo había pensado nunca, porque no hacía cálculos de fechas, pero mis padres ingresaron a la Argentina como migrantes el 31 de diciembre de 1930. Nací en el Hospital Rivadavia. A mí padre no lo conocí, antes no lo decía pero creo que la vida de uno se marca con determinados momentos, que uno los siente, los vive, pero después no tienen la mayor importancia en la vida de una, o sí, y una no se da cuenta. No me acuerdo ni siquiera su cara, a mí me dijeron que mi papá había muerto, me lo tienen que haber dicho cuando era más o menos chica. La primer parte de mi vida me crie con mi mamá, mis tíos y mis primos. Después, a los ocho años, mi mamá forma pareja con otro italiano que venía a la casa donde estábamos con toda la familia como un italiano más, porque los extranjeros se juntaban, aunque no fueran parientes. Ese señor, al que queríamos mucho, formó pareja con mi mamá y entonces fuimos a vivir al Pasaje Bernasconi de Caballito que estaba ubicado frente al parque Rivadavia (que era la quinta de los Lezica). Allí es el comienzo de otra parte de mi vida, yo tampoco había sentido la ausencia de un papá, porque estaba mi tío, hermano de mi mamá, y uno del que me acuerdo muy poco, que había venido solo, soltero, desde Italia, y que hubiera sido -esa es una novela que una se hace- el músico. Lo primero que se compró cuando llegó acá fue una vitrola de las manuales, y mi mamá me contaba que cuando yo era muy chiquita escuchaba óperas y música italiana en el patio del departamento donde vivía la familia. Pero ese tío murió en un accidente en Córdoba, fue el primer hermano de mi madre, casi no lo recuerdo, y una lo lamenta porque hubiera sido tal vez el culto, el personaje diferente de la familia.

 

Lita con 6 años, 1937. Disfrazada para el carnaval. Foto: Archivo familiar

 

 

- ¿Cómo fue tu vida durante tu infancia y adolescencia en ese Pasaje de Caballito?

 

- Ese Pasaje era muy interesante. Fue un cambio grande, primero porque tuve que cambiar de colegio, yo había hecho primero inferior en Floresta y empecé primero superior en uno en la calle Senillosa. Era un Pasaje de quince casas, hechas por Bernasconi, este suizo italiano, ellos son los primeros que instalan la calefacción en la Argentina. Las casas eran estilo europeo: planta baja, primer piso por escalera, otra escalerita más que llevaba a un dormitorio y el baño dividido en tres, en una parte estaba el inodoro, otra parte abierta, con una bacha, y otra donde estaba la bañera(después lo vi en Europa, pero a mí me llamaba la atención entonces). Los frentes de las casas tenían alambrados con campanillas, glicinas en los patios. Cuando mis chicos crecieron me decían “Por qué te fuiste de ahí!”, porque les parecía más lindo que el departamento, donde además no bajaban a la calle a jugar porque era peligroso ya que pasaba el tranvía y porque había conventillos. Allí no había nada de eso.

En cada casa había una familia o se podían subalquilar habitaciones. Yo fui primero a la casa número 8 donde mi papá armó una cocina en la planta baja; el patio y las habitaciones se subalquilaban y los que alquilaban eran una familia alemana con dos hijos chicos como yo que -aunque sus padres eran argentinos nacidos acá-, hablaban alemán con los padres, y querían que yo les hablara en castellano para aprender a pronunciarlo bien, así que yo de alemán no aprendí nada. Evidentemente también era una influencia extranjera interesante.  Había alemanes, austríacos, una familia inglesa, la hija de Bernasconi y, en la casa número 2, estaba Antonio Berni. Él pinto el cuadro, del que sólo tengo una foto que salió en la revista Para Tí. Intentamos buscarlo cuando Berni vivía. Yo era muy amiga de la hija, Lily. En el cuadro mis manos están encimadas, ¿sabés qué me ponía? -porque ya era un artista consagrado pero era pobre-, un par de guantes de él para levantarme las manos. También en la primera casa había una biblioteca, de la cual yo fui bibliotecaria cuando estaba en tercer año del secundario. 

De un lado del Pasaje, estaba el colegio Santa Unión, y del otro había un palacete que parecía un castillo, donde vivía el viejo Bernasconi. La hija vivía en el Pasaje, en una casa a la que luego fui a vivir yo, siempre en el Pasaje, cambiando de casa. Había todo un terreno libre entre las casas, lo llamábamos el potrero, y ahí jugábamos, venían del otro Pasaje, Florencio Balcarce, se hacían fogatas, poníamos las batatas, bien una costumbre europea. 

 

 

Lita fue modelo de Antonio Berni en su adolescencia, cuando vivían en el pasaje Bernasconi en Caballito. Lámina publicada en la revista Para Ti. Foto: Archivo familiar

 

- ¿Qué pasó cuando empezó la segunda guerra?

 

- Empieza la guerra: italianos, alemanes, austriacos, ingleses… ¡La flauta, eso se fue poniendo! Yo viví toda la guerra. Me preguntaba con los años y durante esos años, por qué mis primos no sabían tantas cosas como yo, pero claro, yo la viví. Los alemanes pusieron en la cocina en la pared un mapa enorme de Europa y marcaban los avances. Había judíos alemanes también, pero no se llevaban mal, no había separación, la mayoría era protestante. Esos chiquitos alemanes empezaron a crecer, tenían formación nazi, fueron los que tiraron la bomba de alquitrán a la cruz de Lorena que había en  el patio de la casa de Berni. Cuando avanzaron sobre París, hicieron una fiesta los tipos, o cuando se hundió en Graf Spee en las costas de Uruguay, los más nazis se fueron a buscar marineros para traérselos para acá. En la casa número 10 estaba lleno de marineros, yo ya iba creciendo, y me gustaban los rubiecitos, porque eran lindos (no los marineros, los nenes, que crecían, para mí el bombón era un rubio de ojos claros, yo tenía, 13 o 14 años). Al mismo tiempo iba a la casa de Berni, porque éramos amigos. En su casa, su mujer Paule Cazenave, francesa, tocaba el acordeón a piano y cantaba tangos, con acento francés. Ellos tenían una muchacha que trabajaba en su casa que nos avivaba a Lily y a mí, porque era tremenda, era de milonga total. Y allí iban artistas del PC, iba Rodolfo Walsh, que en esa época era Rodolfo y punto, por entonces a mí me encantaba (¡incluso nos besamos un día en el puente de Ambrossetti!). Eran todos intelectuales los más jóvenes, eran todos pálidos, porque fumaban, a mí me gustaban pálidos, medio tuberculosos, Rodolfo siempre fue más serio. Estaba también Horacio Ballester Molina, el intelectual que ganó el premio Rulfo. Él escribió un libro sobre el Pasaje. Y todos ellos me querían hacer comunista -porque eran todos de esa escuela-, pero no lo lograron nunca. Últimamente me puse a pensar en aquellas reuniones, en la formación que me dieron, sin yo darme cuenta. Porque nosotros nos reuníamos en la casa de Berni, yo hacía una torta, se ponía música -debía ser con un winco-se charlaba de cualquier cosa, nos besábamos -como jóvenes de cualquier ideología y de cualquier época de la vida-, escuchábamos conciertos de Chopin, ese era el ambiente… Y por ahí se cruzaba Paule, o Berni, porque ahí estaba el atelier, y teníamos todos la misma edad, año más menos… ¡Qué lindo que es acordarse! Fue muy interesante, y mezclado con la guerra, que terminó en el 45, fueron muchos años. 

 

 

-  ¿Cómo fue entonces que no te hiciste comunista o cuándo y por qué te hiciste peronista?

 

- Empecé primer año del secundario con el primer gobierno de Perón. Pero ninguno de mi familia era peronista. El peronismo, pienso, analizado después, fue un  problema de clase que yo sentí y viví, sin estudiarlo. Volvamos a mi papá (que no es el biológico pero es mi papá), él trabajó siempre por su cuenta. Los italianos de parte de mi familia, todos trabajaron en construcción. Mi papá era albañil en Italia, hacía el campanario de la iglesia, por ejemplo, o sea que siempre una línea más artística. Mis tíos, que en Italia eran campesinos pero vinieron jóvenes, acá se dedicaron a trabajar el mosaico de granito – esos con los que se hacían los pisos en las casas-, ese fue el oficio que tomaron. Mi papá trabajó por su cuenta, hacía los pasamanos de las escaleras y los zócalos. Era un obrero, también mi tío lo era. Pienso yo que mi tío era más arriesgado para tomar trabajos, y tendría otro empuje, sin dudas. Todos vinieron con el mismo nivel: tercer grado de Italia, todos sabían leer y escribir, hacían las cuentas como si estuvieran en sexto grado, todos parejos. Pero mi papá, cuando vino acá y aún siendo soltero, terminó de noche su escuela primaria y entró a hacer el terciario de constructor (yo tengo guardados planos que hacía), e iba al Colón, por ejemplo. Evidentemente su ambición no era tener una casa, como mis tíos, o el resto de la generación italiana que vino en esa época, que creía que lo primero como inmigrante que tenías que hacerte era tu casa. Y mi tío sí la tuvo. Y además, después fue creciendo, sacó un préstamo, empezó a tener obreros y claro, nosotros estábamos alquilando habitación en esa casa -que yo agradezco en mi historia- pero mi tío tuvo su casa, entonces mis primos también tuvieron su casa y su coche. Así que los fines de semana cuando nos reuníamos todos en familia, el jamón o el fiambre ricos, que yo comía, era en la casa de mi tío. A mí comida no me faltó nunca, porque el tano te comprará un par de zapatos solo, pero la comida no te va a faltar. Pero creo que esas diferencias las debo haber vivido, no con envidia ni nada, sino viéndolas, o preguntándome, aunque no tuve formación política. Tampoco nunca fui militante inscripta en un partido.

Por otro lado, pienso que cuando estaba en el colegio, el machismo del peronismo, yo lo tenía. No lo voy a negar, me avergüenza decirlo, tenía mucha influencia del peronismo de Perón más que de Eva. Las ropas que se usaban entonces, las alhajas, todo lo que representaba Eva, a mí reconozco que me molestaba porque me parecía que era una exhibición de artista, no de política. 

Una sola profesora de las trece de las distintas materias que teníamos era peronista. Había un profesor, el de contabilidad, que nos llamaba mujeres de cantina si no nos sentábamos bien –y era un comercial, no estoy hablando tampoco del Lenguas Vivas-. Así que bueno, el peronismo lo sentí desde ese momento y lo seguí viviendo toda la vida hasta ahora, con una convicción cada vez más marcada, no me moví. Sí, ojo, en el tema de Eva Perón, realmente me avergüenza. Pero yo no puedo decir que he sido una militante peronista, ¡si nunca salí a la calle! Eso no es militancia. Yo, peronista, sí, pero en mi casa y mi marido, peronista pero también en su casa. La primera vez que salí a la calle a manifestarme fue cuando asumió Cámpora, mis chicos ya estaban militando y yo salí con mi cuñado y dimos dos, tres vueltas, era una fiesta para mí. Entonces la militancia que yo tengo, y que tuve, desgraciadamente- por otro lado, es lo que mandó la vida-, es la militancia en derechos humanos y peronista seré hasta el último día si Dios quiere, pero militante peronista, no puedo decir que lo haya sido. 

 

Matías Cerezo y Valeria Moris


Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti / Centro de Estudios de Memoria e Historia del Tiempo Presente-UNTREF

Compartir

Te puede interesar

"A pesar de todo amo la vida"

Por Matías Cerezo y Valeria Moris

Bajo la luz de Haroldo

Bajo la luz de Haroldo

Por Ángela Pradelli

Esdras Parra

Esdras Parra

Por Vir del Mar