17/05/2021
Día Internacional de los Museos
Territorio de las musas, territorio de todxs
Por Ezequiel Grimson
Cada 18 de mayo, se celebra el Día Internacional de los Museos, por impulso del Consejo Internacional de Museos (ICOM por sus siglas en inglés). El autor analiza los desafíos de los museos en el contexto de la emergencia sanitaria que atraviesa el mundo. Los museos han salido a la calle, a los hospitales, y algunos se han convertido en centros de vacunación. Grimson señala que no podemos hoy simplemente celebrar los Museos sin poner en cuestión las posibilidades del acceso al patrimonio común, la necesidad de su descentralización, y su apertura al servicio de todxs.
Los museos del mundo celebran su día internacional atravesados por una de las mayores pandemias de la historia. Han debido cerrar sus puertas al público, volcar sus colecciones digitales a la virtualidad, han transformado sus modalidades de trabajo con las particularidades de sus tareas específicas, de preservación y restauración, de catalogación, estudio, investigación y educación, de difusión e intervención en la vida pública. En horas difíciles de la emergencia sanitaria los museos han desafiado nuevos modos de la presencialidad, han trasladado experiencias estéticas a la calle, a salas de espera de hospitales y hasta el Museo MAR de Mar del Plata reabrió las puertas de su notable edificio, al mismo tiempo, a sus exposiciones de arte y a un centro de vacunación.
Los Museos han sabido perdurar a lo largo de los siglos bajo los más diversos formatos, y por eso son instituciones tenaces en su diversidad y pervivencia. Desde el templo de las musas griego a la Biblioteca de Alejandría, de la Catedral medieval a los gabinetes de curiosidades del renacimiento y el barroco, el museo ha cambiado y sobrevivido. Desde la conquista y apertura para todos los públicos en la modernidad de los viejos palacios aristocráticos luego de las dos grandes revoluciones, de 1789 y 1917, con el Louvre y el Hermitage como naves insignias, y en ellos algunas de las más singulares e inquietantes creaciones de la humanidad, hasta un presente en crisis, en todas las grandes ciudades del mundo, los museos buscan recuperar e imaginar futuros posibles.
Afiche del Movimiento Justicia Museal en alusión a las barreras invisibles que hacen menos accesibles a los museos
Como un señalamiento acerca de su importancia para el desarrollo de las sociedades, su relevancia como espacios de intercambios y enriquecimiento cultural, y para la comprensión y colaboración entre diversas culturas, desde hace décadas, cada 18 de mayo, se celebra su Día, por impulso del Consejo Internacional de Museos (ICOM), institución fundada en 1946, creada a partir de los estragos causados por la Segunda Guerra Mundial, de la destrucción y pérdida de parte del patrimonio cultural y natural desarrollado durante siglos.
A lo largo de esa guerra, mientras avanzaba el mayor genocidio de la historia humana, al mismo tiempo que se realizaban bombardeos sistemáticos sobre ciudades con daños irreparables sobre vidas, obras, edificios y monumentos, de uno y otro lado, se dedicó especial atención, tanto en discursos, proclamas como en acciones de propaganda, a la importancia del patrimonio artístico y cultural, a la necesidad de su preservación, y a la consideración de su valor simbólico.
Ya en 1936, durante el asedio franquista sobre Madrid, la República crea la Junta de incautación y protección del patrimonio artístico para poner a resguardo los tesoros del arte español, incluyendo las pinturas del Museo del Prado, en una verdadera epopeya cultural. Con ese objetivo, la Junta recorrió miles de kilómetros entre bombardeos y trincheras con cuadros y esculturas sobre camiones y ferrocarriles, con obras invaluables que buscaron protegerse, primero en la propia ciudad capital, trasladándose luego a Valencia, después a Cataluña, y atravesando finalmente Francia hasta llegar a Ginebra. Durante esos años, una de las acciones de la barbarie bélica más terribles, el bombardeo sobre Guernica, inspira a Pablo Picasso para la creación de su obra homónima. No hay documento de cultura que no sea, al mismo tiempo, un documento de barbarie, escribió pocos años antes Walter Benjamin, el filósofo que perdería su vida intentando cruzar la frontera entre Francia y España en un sentido inverso del que las obras habían emprendido para salvarse.
Sala de la versión virtual de la exposición de Edward Hopper del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
La evacuación de las piezas del Museo del Louvre y la declaración de París como ciudad abierta fueron algunas de las maneras que encontraron los franceses para preservar la ciudad y su patrimonio arquitectónico y artístico ante la ocupación nazi. Sin embargo, la destrucción casi total de Varsovia, los bombardeos sobre Roterdam, Londres, Leningrado, Berlín, Dresde, y muchísimas otras ciudades europeas dan testimonio de los desastres de la guerra; su destrucción total o parcial y los bienes patrimoniales que se perdieron sólo están hoy en fotografías, dibujos y recuerdos.
La ronda nocturna, de Rembrandt, originalmente encargada al artista por la corporación de arcabuceros de Amsterdam y símbolo de la milicia de la ciudad, es retirada del Rijksmuseum y enrollado su lienzo por el ejército holandés para su protección en diversos bunkers subterráneos. Su reposición en el Museo ocurre en el año 1945, una vez finalizada la guerra. Para muchos, y especialmente para el pueblo de los países bajos, perder La ronda nocturna de Rembrandt hubiera implicado, probablemente, perder la guerra.
Estos y otros tantos relatos dan cuenta de que incluso en los momentos más críticos de la historia, las mujeres y los hombres han redoblado sus esfuerzos para la preservación de las grandes obras de sus culturas, de aquellos símbolos que le otorgan sentido a la propia vida, de aquellos que probablemente nos sobrevivan, evoquen las hazañas, desdichas y glorias de nuestros pasados.
Afiches e intervención en el Museo Nacional de Bellas Artes del Movimiento Justicia Museal. “Este proyecto de artivismo surge en pandemia a raíz del cierre repentino de todos los museos y la necesidad de reflexionar sobre la poca cantidad de gente que los frecuentaba cuando estaban abiertos.” (Johanna Palmeyro, co-coordinadora del Área de Museología y Comunidades en el Museo Casa de Ricardo Rojas)
En este complejo contexto de posguerra se crea la ICOM (International Council of Museums), la institución que treinta años más tarde, en su asamblea de Moscú de 1977, estableció el 18 de mayo como Día Internacional de los Museos.
Poco antes de ello, en 1972, la UNESCO había definido su Declaración para la Protección del Patrimonio Cultural y Natural, de carácter notoriamente materialista. Impulsadas por países del entonces tercer mundo y del oriente lejano, en aquella época se profundizan en el seno de la organización las discusiones sobre la importancia de la salvaguarda de lo que hoy se conoce como patrimonio cultural inmaterial: los saberes, prácticas, expresiones y conocimientos transmitidos de generación en generación que las comunidades y grupos recrean constantemente. Estas prácticas inmateriales proporcionan un sentido de identidad y continuidad, en relación con su entorno, con la naturaleza y con la historia, tanto o más que aquellos objetos tangibles, las obras de arte, los monumentos, que ya ocupaban el temario de los museos.
En Argentina resulta extemporáneo pensar que en ese año -1977- se pudiera disponer la celebración de los museos del mundo mientras en nuestro territorio avanzaba el mayor proceso de violación sistemática de los derechos humanos, desaparición de personas, censura y persecución a artistas, intelectuales, científicos y políticos. Mientras Europa celebraba y debatía las formas de su memoria, nuestro país repetía capítulos oscuros de la historia cultural del mundo: la hoguera de libros en la Opernplatz de Berlín de 1933, volvía a encenderse, pero en lugar de Karl Marx, Sigmund Freud, Erich Maria Remarque, Heinrich Heine y Kurt Tucholsky, entre otros, en la Argentina de la dictadura la quema ardía con los libros editados por EUDEBA y el Centro Editor de América Latina en descampados y bibliotecas de Córdoba, Rosario y Sarandí.
Tiempo después, también aquí, como en Berlín, Auschwitz, o Terezín, en muchos de los lugares que ocuparon los centros clandestinos de detención y tortura en la Argentina, las organizaciones sociales, los organismos de derechos humanos y el Estado, supieron construir museos, centros culturales, espacios y sitios de la memoria. Lugares para no olvidar.
"La mesa que no miramos". Intervención de Identidad Marrón en Museo Nacional de Arte Decorativo
Pues no son otra cosa, los museos, que espacios de la memoria, espacios para recordar. La memoria, Mnemosyne, la madre de todas las musas, incluyendo la Historia, el arte, la música y la poesía, rige en esos sitios de encuentro entre el pasado y el porvenir.
Celebramos entonces hoy los museos porque, pese a todas las desdichas, creemos indispensable el cultivo de espacios para el recogimiento, la reflexión, la educación, la recreación y el desarrollo del conocimiento. Donde tengan lugar las grandes obras de arte de la humanidad y, al mismo tiempo, el grito de las víctimas de la historia, que todavía reclaman justicia.
Por todo ello, quisiera citar dos intervenciones realizadas en plena pandemia mundial por parte del movimiento argentino Justicia Museal.
Durante 2020 Johanna Palmeyro presentó un afiche digital, inspirado en una frase de la artista Dora García, con cierto estilo que rememora la gráfica de los impresos de Juan Carlos Romero. En el afiche, dispuesto frente a la fachada del Museo Nacional de Bellas Artes, se puede leer: “Los museos son para todes, pero solo una élite lo sabe”.
En estos días de otoño de 2021, Justicia Museal presentó un nuevo afiche con el lema “Los cuidados también son cultura”, acompañando la consigna, con el siguiente texto: “Llevamos esta frase como bandera para batallar contra la cultura del individualismo, y también para recordarnos que los museos podemos ser espacios para la construcción de una sociedad más justa si dejamos de reducir y banalizar el concepto de cultura”.
Activación del Movimiento Justicia Museal en colaboración con el Museo Nacional del Grabado con la frase: ¿Qué presente queremos imprimir?
Celebrar los museos implica trabajar por ellos, por su apertura y proyección, por su democratización y su desarrollo como espacios de encuentro, de investigación, de debate y construcción de sentido. Tras un camino tan minado de dificultades, catástrofes y pequeños milagros, no podemos hoy simplemente celebrar los Museos sin poner en cuestión las posibilidades del acceso al patrimonio común, la necesidad de su descentralización, y su apertura al servicio de todxs.
En los salones de los museos se encuentran las piezas del rompecabezas de la humanidad, de sus glorias y fracasos, los testimonios de la barbarie y algunos de los más perfectos símbolos de nuestros sueños. Con la tenacidad que caracteriza a estos espacios, reflexionar sobre el Museo es también comenzar a reimaginarlo, pero al mismo tiempo volver a reunir entre sus paredes las voces del pasado, uno que es todo lo que hemos evocado, y algo más.
En algún museo podría encontrarse la primera escarapela argentina. Fue instituida también un 18 de mayo, en 1812, por el segundo triunvirato, a solicitud de Manuel Belgrano, quien se encontraba en la Villa del Rosario, instalando dos baterías de cañones sobre el río Paraná para proteger las costas de los barcos españoles. Belgrano requería un distintivo para su tropa, para diferenciarla de la del bando realista. Pocos días después, en el mismo sitio, y con los mismos colores, flamea la bandera que hoy representa a la Nación Argentina. Esas primeras insignias nacionales acompañarán, desde la barranca del Paraná, al ejército del Norte en su campaña al alto Perú, en sus victorias de Salta y Tucumán y en sus derrotas de Vilcapugio y Ayohuma. Después de esta última batalla dos de las banderas originarias son escondidas en una capilla de la ciudad de Macha, en el norte de la actual Bolivia. Una de esas banderas se conserva en el Museo Casa de la Libertad de Sucre; la otra, restaurada hace pocos años, puede apreciarse en Argentina, a donde fue devuelta en 1896, en una de las salas del Museo Histórico Nacional.
En los museos encontramos nuestras memorias y nuestras banderas, las obras magistrales que las culturas del pasado nos legaron, y las más inspiradas creaciones de las y los artistas de todo lugar y todo tiempo. A partir de esas historias y de esas huellas, de esos testimonios y esas piezas de la historia, de la geología, del arte y la naturaleza, podemos comprender y proyectar un futuro justo, libre y emancipado. Por eso, si existe un territorio para los museos, real o imaginario, local o universal, se trata en último término de aquel capaz de reunir en un mismo mapa, en salas contiguas, cerca y lejos, la mudanza del Louvre durante la guerra, el rescate de la Ronda Nocturna, la fundación de nuestros sitios de la memoria, la recuperación de las banderas de la patria y también un modesto afiche sobre las paredes de algún Museo de Bellas Artes dispuesto a recordar que, pese a las disputas geográficas, los museos son territorio de todxs.
Ezequiel Grimson
Licenciado y Profesor en Artes por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Trabajador de la cultura, durante los últimos años se desempeñó como subsecretario de Políticas Culturales de la Provincia de Buenos Aires, coordinador ejecutivo del Museo Nacional de Bellas Artes y director de cultura de la Biblioteca Nacional
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