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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

15/03/2021

Pedagogías de la Memoria

Una invitación a revisitar el pasado desde las urgencias del presente

Los primeros Espacios para la Memoria del país ya tienen más de quince años. En todo este tiempo, se fueron construyendo distintas estrategias para abordar el terrorismo de Estado con las infancias y juventudes. Estrategias que, necesariamente, debieron tener en cuenta la distancia temporal y emotiva con los acontecimientos: es posible que quienes hayan visitado alguno de los sitios en los últimos años hayan nacido incluso después de la recuperación de la ex ESMA. Hablamos sobre Pedagogía de la Memoria con trabajadoras y trabajadores de los Espacios para conocer cómo construyen un vínculo vital con esta etapa de la historia, cada vez menos reciente.

 

"La Escuelita de Famaillá" Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Tucumán.

Los proyectos de apertura de Espacios para la Memoria en la Argentina empezaron a gestarse a comienzos de los 2000. Las primeras iniciativas partieron de los ex centros clandestinos de detención Mansión Seré, en el Municipio de Morón, y Club Atlético, en CABA. Hoy suman más de 40, entre los ya abiertos al público y los próximos a inaugurarse. Más de quince años pasaron desde que estos lugares comenzaron a alojar el encuentro de les jóvenes con la historia reciente. Años en los que se construyeron estrategias y consensos sobre quiénes y cómo podían recorrerlos, en los que se modificaron los contextos y las referencias para construir memorias y elaborar sentidos en torno a los ex centros clandestinos de detención, tortura y extermino.

Una adolescente que visitó Mansión Seré en 2003 probablemente había nacido cuando las leyes de impunidad todavía se contaban en presente y sus recuerdos más recientes estaban teñidos de alguna forma por la crisis de 2001. Una joven que visita hoy la ex ESMA, en cambio, pudo haber nacido incluso tiempo después de que los organismos de Derechos Humanos ingresaron al predio por primera vez, en 2004. La pregunta entonces es por los desafíos que esto implica: ¿qué estrategias se dan los sitios para hablar de dictadura con niños, niñas y adolescentes para quienes el Juicio a las Juntas es parte del pasado, tanto como los indultos y su inconstitucionalidad? ¿Qué nuevas formas encuentran para seguir pensando desde el presente una etapa que acumula cada vez más capas de historia? A partir de estos interrogantes conversamos con investigadores y equipos de trabajo de los Espacios para la Memoria ex ESIM de Mar del Plata, La Escuelita de Famaillá de Tucumán y el Museo Sitio ESMA. 

 

De qué hablamos cuando hablamos de Pedagogía de la Memoria

Agustín Minatti es profesor de las carreras de Ciencias de la Educación y de Historia de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba; antes, formó parte de equipos de trabajo de sitios de memoria en su provincia. Define la Pedagogía de la Memoria como una forma de abordaje de la historia reciente que reconoce el derecho a la construcción de memoria del sujeto, en el sentido de habilitarle un espacio para decidir, con autonomía, de qué parte de ese pasado se hace cargo. Dicha pedagogía no impone un “deber de memoria”: no hay una deuda con la historia que debe ser saldada a partir del recuerdo, como condición necesaria para que no se repita. Hay en cambio una invitación a revisitar ese pasado desde las urgencias del presente, brindando la posibilidad de reflexionar y construir disidencias sobre aquello que es objeto de transmisión.

Joan Portos es investigador y trabajador del Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH ex CCDTyE Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) de Mar del Plata. Su experiencia en el trabajo con jóvenes en Espacios para la Memoria es extensa: ya en 2003 recibía grupos en el Espacio Mansión Seré; luego lo hizo en el ex CCDTyE Olimpo de CABA y hoy desarrolla su tarea en El Faro de Mar del Plata. Al pensar en una Pedagogía de la Memoria, pone el acento en el hacer: “Es un piso de acuerdo sobre lo que hacemos en los sitios del país. Tiene que ver más con un propósito que con un objetivo”. 

El Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH ex CCDTyE La Escuelita de Famaillá, en Tucumán, se creó en 2013. Además del área pedagógica, desde 2020 cuentan con el Centro Educativo Ana María Sosa, especializado en formación de Derechos Humanos. Los integrantes del equipo reflexionan colectivamente sobre la Pedagogía de la Memoria: sus miradas, al igual que la de Portos, apuntan a los modos de hacer. Subrayan sobre todo lo propio de cada experiencia, no entienden que haya una Pedagogía de la Memoria, sino tantas como espacios y comunidades. “Creemos que se acuerdan, se ejercitan, se modifican, se descartan y se vuelven a construir diversas herramientas de trabajo con un fin común, pero ´las pedagogías y las didácticas de la memoria´ son procesos tan singulares como vivos, cambiantes, flexibles y que deben ser repensados constantemente, en construcciones colectivas y colaborativas”, explican.

 

“El Faro” Espacio para la Memoria y la Promoción de los Derechos Humanos ex Centro Clandestino de Detención, Tortura y Exterminio Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) Mar del Plata.

Pensarse y repensarse desde los Espacios de Memoria

El equipo de Famaillá señala que ese “repensar” está presente en sus prácticas y en los modos en que se fueron modificando los itinerarios guiados. En primer lugar, dejaron de nombrarlos visitas y pasaron a llamarlos recorridos, en tanto uno de sus objetivos es justamente que quienes se acercan dejen de ser visitantes y se sientan parte del Espacio. Comenzaron a hacer ajustes en función de cada grupo que reciben para asegurarse de trabajar siempre a partir de conceptos y sentidos accesibles. Crearon también un guión abierto, en movimiento, al que le incorporan nuevos elementos permanentemente: testimonios, investigaciones, estudios arqueológicos.

 

Estos movimientos se dan a su vez en otros sitios. El equipo pedagógico del Museo Sitio de Memoria ESMA también reflexiona constantemente sobre sus modos de hacer. Si bien su trabajo no parte de una conceptualización delimitada dentro de la Pedagogía de la Memoria, en la práctica -explican- muchas de las estrategias y fundamentos de este campo nutren necesariamente su función. Es preciso mencionar que la propia historia reciente del ex Casino de Oficiales tuvo sus movimientos desde 2005, cuando comenzó a recibir visitas luego de que el predio de la ex ESMA fuera recuperado, el edificio estaba bajo la órbita del Instituto Espacio para la Memoria. En 2014 pasó a depender del gobierno nacional y al año siguiente se reinauguró, ahora como Museo Sitio. En la primera etapa se trabajaba con el vacío como oportunidad de interpelar a los y las visitantes y poder pensar los problemas actuales a partir de la experiencia de haber transitado el ex CCDTyE. A partir de 2015 se pasó a una puesta museográfica, que incluye recursos audiovisuales, proyecciones e intervenciones gráficas.

 

El equipo actual del Museo Sitio, coordinado por Cecilia Cavallo, cuenta con un ámbito de reflexión para que les guías compartan sus experiencias luego de cada recorrido, lo que les llevó a modificar algunas estrategias. “Entendimos que la pregunta y la posibilidad de establecer un canal de diálogo real, habilitando las voces de todos y todas, era una de las claves para que la puesta museográfica y la fuerte presencia del lugar ´donde sucedieron los hechos´ se combinaran para generar una experiencia de aprendizaje significativo”, cuentan.

Espacio Memoria y Derechos Humanos Ex ESMA, CABA.

Distancia temporal y lejanía emotiva

 

La tarea pedagógica de los Espacios está en constante revisión. Se ajustan estrategias, se corrigen relatos, se incorporan nuevos elementos y se descartan otros. ¿Qué pasa del otro lado? ¿Niñas, niños y adolescentes que visitan los sitios hoy llegan con universos de sentidos similares a los que traían hace más de quince años? Desde hace tiempo, Portos viene reflexionando sobre los desafíos que impone trabajar con las nuevas generaciones. En una ponencia presentada en el Seminario Internacional de Políticas de Memoria del Centro Cultural Conti en 2019, conjuntamente con Matías Capra, trabajador del Espacio para la Memoria y la Promoción de los DDHH La Perla de Córdoba, señalaban esta cuestión: entre 2002 y 2009, cuando se crearon los primeros Espacios para la Memoria, “la interacción con les estudiantes secundarios, en la mayoría de los casos, tenía una serie de sentidos compartidos ante términos centrales como ´secuestro´, ´tortura ´ y ´desaparición´. A otras generaciones nos dirigíamos. Le hablábamos a otras condensaciones de sentidos histórico (…) Estes jóvenes habían nacido entre 1988 y 1993 y en muchas escuelas ya se trabajaba con temas relacionados a la última dictadura”, sostenían Portos y Capra en su ponencia. Allí marcaban entonces un quiebre con el presente: hoy algunas palabras y sentidos parecen resonar casi como abstracciones en les jóvenes que visitan los sitios: “No saben a qué nos referimos con el significante ´tortura´; a la profundidad de su práctica. Se transformó en un término con contenido ´difuso´, que designa una práctica violenta realizada sobre un ser indefenso pero ajeno a su práctica y efectos concretos”. Entonces desafiaban: “Pareciera que ya no alcanza, como hace 15 años, con nombrar una práctica represiva. Y se nos habilita la pregunta: ¿Nombrar algo alcanza para romper un silencio?”.

 

Por el tiempo que lleva abierto como Espacio de Memoria, la reflexión sobre el componente generacional tiene otras características en el grupo de trabajadoras y trabajadores de Famaillá. En su caso, entienden que las diferencias en los modos de abordar la memoria no tienen que ver con las edades. Incluso personas mayores, que generacionalmente podrían ser más cercanas a aquellos jóvenes de 2002-2009 que describían Portos y Capra, pueden no tener “bases teóricas ni accesos a medios, tecnologías ni entornos que puedan acompañar y alentar a conocer el pasado reciente”. Este equipo, coordinado por Laura Bravo, entiende que “la transmisión de la memoria y la promoción de los Derechos Humanos tiene que ver inicialmente con descubrir, emocionar, inquietar, animar”. Solo después aparecen las preguntas y, con ellas, la posibilidad de entretejer fechas, sucesos y relaciones entre la historia reciente, el presente y el futuro.

 

La emotividad también aparece en las reflexiones de Portos. Justamente es esa la clave que él encuentra para pensar las diferencias generacionales. “Antes y ahora, el conocimiento de los jóvenes es variado -explica-. Depende más de las escuelas o las familias a las que pertenecen, que de una cuestión generacional. Lo que sí cambió es el vínculo emotivo con la historia reciente que abordamos. Cuando comenzaron las visitas a los Espacios, lo ocurrido estaba más en carne viva. Hoy hay una lejanía emotiva”. 

 

¿Qué hacer con esas distancias, entonces? 

Minatti entiende que el desafío en la tarea educativa es cómo construir los puentes necesarios para que el objeto de la transmisión sea algo apreciado. Es decir, cómo hacer para que “todo aquello que yo creo que ese otro tiene que saber, tiene que apreciar y tiene que reconocer de nuestra historia, sea entendido como una clave necesaria para leer su propio tiempo”. La dificultad está también en que otros acontecimientos más cercanos, que antes eran “su propio tiempo” y servían para abordar la historia reciente, hoy ya no lo son. “En esos primeros años, 2001 era un parteaguas. Permitía establecer asociaciones del presente con el terrorismo de Estado. Hoy eso se pierde, no solo por el paso del tiempo sino también por construcciones culturales”, ejemplifica Portos. 

Cada espacio teje sus estrategias. El investigador del ex ESIM propone volver a una pedagogía “más primaria”, en el sentido de recuperar ciertas prácticas de transmisión que se utilizaron en un comienzo y luego se dejaron de lado. “En un momento se criticaba cierta mirada de los Organismos, que se focalizaba en el horror y parecía entender que la dictadura le había pasado solo a las víctimas”, recuerda. Cuando comenzaron a trabajar con jóvenes en los Espacios de Memoria, se buscó cambiar el foco y evitar que la experiencia de transitar un ex centro clandestino significara, por ejemplo, escuchar relatos sobre la tortura. Al percibir una distancia emotiva, Portos entiende que es necesario volver a los testimonios, incluso los más crudos: “No hay que quedarse con la literalidad del horror, pero sí hay que atravesarla. Hay que pasar por esa laguna y encontrar las estrategias para salir de ahí”. 

Desde Famaillá proponen tener en cuenta los nuevos discursos y luchas juveniles para pensar las propias perspectivas. Algo de esto sucedió en el Museo Sitio ESMA, el señalamiento de un joven acerca de que en el relato museográfico solo se hablaba de detenidos-desaparecidos llevó a revisar los discursos y a producir la muestra “Ser mujer en la ESMA”. “Nos interesa desafiarlos y desafiarnos a pensar, a reflexionar qué de ese pasado sobrevive en nuestra relación, en nuestras posturas, prejuicios y juicios con relación a otre, al distinto, al diferente”, sostienen en el grupo de trabajadores y trabajadoras del ex CCDTyE de Tucumán, quienes, en términos de memoria se plantean una pregunta clave para abordar la historia reciente: ¿de qué pasado está hecho nuestro presente?

Archivo Provincial de la Memoria, Córdoba.

Una pregunta similar trae Minatti: ¿qué de este tiempo tiene que ver con aquello? “Esa es una mirada que nos va a permitir también pensar futuros posibles. El gran desafío de la enseñanza del pasado es que nosotros podamos construir con los niños, con los jóvenes, la idea de que el futuro no está escrito, por eso no es lineal, sino que está por construirse”, explica. Afirma que “hay muchos futuros posibles. Pero para poder pensarlos, para poder pensar un presente en el que algo tengo que ver y en el que algo tengo que hacer para imaginar un futuro distinto, también tengo que mirar al pasado de esa manera. Tengo que poder ver que algo que me interpela hoy tiene que ver con algo que nos pasó como sociedad”. 

En eso están algunos de los Espacios. Leer lo ocurrido incorporando enfoques actuales. No eludir el horror, atravesarlo como estrategia pedagógica. Preguntarse por el pasado que hace de este nuestro presente, pero preguntarse también qué otra cosa distinta pudo haber sucedido. Mirar la historia como motor para pensar otros futuros posibles. En definitiva, pensarse y repensarse constantemente para seguir construyendo memoria desde el presente sobre esta etapa de la historia (cada vez menos) reciente.

Cecilia Ceriani

Integrante del Área de Educación del CCMHConti

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