26/02/2021
Las ocasiones #11 - José Antonio Cedrón
Compartimos una selección de poemas de José Antonio Cedrón. Nacido en Buenos Aires, Cedrón comenzó a publicar sus poemas en los años 70. Durante una década vivió exiliado en distintos países de Latinoamérica. En sus poemas se trastoca el tiempo por cierta "nostalgia del presente". El lenguaje político le da un matiz fantasmal a las escenas. Los espacios están marcados por algo que pasó hace tiempo, y dejan a la voz poética como exiliada de sí misma.
De la serie Memorias de un paisaje. Foto: Eva Chevallier
*
En esta casa alguien vivió antes.
Dejó clavos de punta en las paredes
la forma de sus manos en un viejo jabón
olores a tabaco, el lavadero sucio.
Huellas poco confiables.
Vivió esperando un ruido que lo llame
desde el amanecer?
Lo imaginó esperando?
Lloró también de frente, aquí,
contra estas puertas?
Qué lloró cómo qué hizo
cuando el sol se le secó en el horizonte?
Qué sintió de esta lluvia debajo del papel?
Humedeció sus miedos el cielo de este techo?
Dudó del calendario con las manos cerradas?
Del amor?
Compró pan en el barrio y fue observado?
Vio sonrisas por él y no hacia él?
Nombró con el silencio?
De qué cielo llegaba?
Escribió cartas?
En qué idioma dijo, señor no puedo más?
Era extranjero acaso?
***
La propuesta
Podemos conocernos, viajar tres mil kilómetros,
diez mil, o tantos más.
No quiero ir a la luna.
Allí hace falta mucho entrenamiento,
equilibrio en la dieta y en los gestos,
educar al silencio,
aprender a comer, a caminar.
Respirar solo.
Quedemos aquí, donde lo que se lleva y trae
el viento,
una que otra esperanza.
Cosas que todavía pueden ser soñadas.
Aquí tenemos árboles, canciones,
las orillas del mar.
La suerte viva.
Quedemos aquí: la piel, las manos libres.
Pongamos esa música y te invito a bailar.
A la luna se viaja en los boleros.
***
De la serie Memorias de un paisaje. Foto: Eva Chevallier
Todo estaba tan lejos.
Pero los tiempos cambian
la experiencia de ignorar,
el no entender aquello
que atrapa y que conmueve.
Podría darte un abrazo, grande
como la Gran Manzana
antes de partir
entrar con luz nocturna a la memoria
que corrige los sueños obstinados
la admiración ingenua
para que no nos ciegue el despertar
y el horizonte siga donde está.
Pero como de eso ya no quedará nada
sorbamos el café, miremos a la playa, todo es cierto
de tu mano en mi mano y de la mía en la tuya,
caminemos
aún no estamos solos
y juntemos los labios,
formas de despedirnos al exilio más largo
con las manos tan frías
donde no espera nadie.
***
La luz en la ventana es poca,
su propia sombra, a veces,
pasa entre las manos
y la deja barriendo con los ojos cerrados.
La penumbra acompaña la intimidad
de estar con los que fueron, fuimos,
en calles, bodegones, labios que aún humedecen.
Y a veces, muchas veces,
para no despoblarnos de aquello que quisimos
nos quedamos solos.
***
a Helio Huesca
El presente ha cambiado
lo que dicen las cartas que guardamos,
la distancia dictada en su escritura.
Alguien que se detuvo en la memoria
como el viento escuchando sin saber
todo lo que descansa
donde no recordamos.
***
De la serie Memorias de un paisaje. Foto: Eva Chevallier
Última mirada de teresa
En esta soledad de paredes tan altas
apenas sos un nombre en el silencio
(entre tantos extraños) que imagino,
antes de aquellas plantas
dejadas de regar.
Sola y tan solo a solas mientras espero el tiempo
igual que una memoria sin futuro
digo cosas, te hablo
sintiendo que a tus manos ha llegado el invierno.
Porque dicen me dicen
que no voy a llevarte de regreso esta vez
que sólo soy la sombra en el patio nublado de tus ojos
donde termina el día que no tiene defensa
donde bajan la voz los visitantes
donde a nadie interesa, ahora, si te vas
con tus ojos vidriados ya sin verme.
***
a Horacio De Tomaso,
Ricardo Nelli
De esas cosas me olvido, es tanto el trajinar,
las rutinas que vuelven del deseo
con palabras cruzadas por el hábito.
De esas cosas me olvido,
de las cartas que siguen llegando hasta el exilio,
de los que se quedaron con todo y las maletas.
De la mano subida hasta mis hombros
para volver del nunca más, me olvido.
De las fragmentaciones que borraron el eco,
de lo que fue mudado,
de los que me donaron su paisaje, sin dar nombres,
de las perras que tuve mirando al desempleado,
de la noche escuchando, en Puebla, a Brian Eno,
del sol que la plagiaba cuando ella estaba lejos,
de la hebilla plateada del cinturón que entonces
me alcanzaba debajo de la mesa.
De esas cosas me olvido, de los tantos poemas
inconclusos que hablaban de nosotros
y el misterio rumiaba sin poder descifrarlos,
de aquel aro de luz en los escombros,
de las huellas que pisan la búsqueda incesante
del sin mirar del sin saber de dónde.
A las piedras guardadas
para tocar el tiempo cuando estuve
les concedo el olvido.
De esas cosas no hablo, como los elefantes,
para que la memoria se burle del olvido.
De la serie Memorias de un paisaje. Foto: Eva Chevallier
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