01/02/2021
Aniversario del nacimiento de María Elena Walsh
Haciendo un nudo en el pañuelo
Por Javier Roldán
En el aniversario de su nacimiento, Haroldo publica un homenaje a María Elena Walsh a través del recuerdo de Javier Roldán y una selección de poemas realizada por el autor.
1ra Cédula de identidad, 1935. Foto: Archivo Sara Facio
María Elena Walsh es quizá la mayor trovadora, la más grande juglaresa que nos dio el siglo XX. Poeta, compositora, cantante, intérprete.
Leerla, escucharla siempre es un descubrimiento. Una cierta epifanía se nos instala en el pecho cada vez que la revisitamos.
Su obra logra eso que es muy difícil de lograr: El engaño maravilloso y necesario de hacernos creer que escribir un poema o una canción es algo sencillo. Que todos podemos escribir poemas.
Sus poemas, sus canciones, son lúcidas construcciones hechas con palabras.
Orfebre… todas las formas de nombrarla me remiten a la artesanía.
Artesana que trabajó con algo que indudablemente la apasionaba y la enamoraba. Ese “idioma de infancia” está en toda su obra.
Hay una anécdota sobre ella que creo es una clave posible para comprenderla y comprender mejor lo que intentó hacer. Su fallida estancia en la casa del poeta Juan Ramón Jiménez en Maryland la lleva (a escaparse) de visita a Nueva York y allí ve en un escenario a Judy Garland “eterna como el sol”. María Elena ve a Judy y entiende que es eso lo que ella quiere hacer. Quiere ser una poeta de vodevil, no quiere pertenecer al mundillo minúsculo y siempre soporífero de las academias o de los entendidos en poesía. No le importa la crítica minúscula de los diarios y mucho menos la opinión miope de los críticos literarios. Ella quiere ser Judy y dar “olvido y placer”. Nada más ni nada menos que eso.
María Elena, llegué a vos de grande. Mi familia lumpen de la periferia conurbana no te conocía ni te escuchaba más allá de Manuelita y su Pehuajó. No formás parte de mi infancia. Pero descubrirte en mi adolescencia, en unos casetes encontrados en una donación que llegó a la parroquia en la que trabajaba y misionaba (y en donde trataba de refugiarme de los dolores de ese entonces), me llenó de felicidad.
Todos los poemas, las canciones, que comparto acá fueron momentos luminosos en ese galponcito peronista que era mi habitación en la casa de mis abuelos. El Javier de 17 años que te escuchaba y cantaba y bailaba tus canciones (sobre el piso de cemento alisado y ese techo de chapa hermoso ¡y caluroso! que cantaba junto con él) también quería bailar como Fred Astaire, cantar como Gardel ¡y obviamente ser Judy Garland!
María Elena querida, la moda cambia pero mi fascinación por vos está intacta. La fascinación de todes nosotros por vos y tu obra sigue intacta.
En febrero del 2020 fuimos generosamente invitados, la poeta Verónica Yattah y quien escribe, por Gabriela Borrelli Azara a organizar un homenaje a María Elena Walsh en el Centro Cultural Kirchner. Se cumplían 90 años de su nacimiento y era además la apertura oficial del CCKirchner bajo la nueva administración pública de Verónica Fiorito y Martín Bonavetti.
El equipo que formamos con Vero, Daniel Borrelli y Leandro Binetti, (que trabajaron en la producción del festival), bajo la coordinación de Gabriela nos propusimos que el aniversario del nacimiento de María Elena fuera una fiesta poética por todo lo alto. Amplia, tumultuosa, diversa y un poco quilombera.
Del homenaje participaron cincuenta invitades que durante cuatro jornadas leyeron textos de la Walsh junto con textos propios. También hubo momentos de micrófono abierto en los que el público que asistía a las lecturas leía poemas o canciones de la autora homenajeada. Así por esas festivas jornadas nos acompañaron con sus lecturas: Gaita Nihil, Paula Jiménez España, Daniel Lipara, Dani Zelko, Mariana Komiseroff, Elena Anníbali, Gabby De Cicco, Marie Gouric, María Lucesole, Osvaldo Bossi, Marcelo Díaz, Nicolás Fierro Correa y Susy Shock entre muches otres.
Durante el armado del “MEW YA!”, así se llamó al homenaje, con Vero nos juntábamos en un bar de Almagro a barajar nombres, convocar autores, pensar el armado de cada jornada y, como algo inevitable, a hablar mucho de María Elena. Recuerdo particularmente una charla que tuvimos en la que cada uno de nosotros habló de su relación con ella, con sus canciones, sus poemas, su vida pública y también su vida privada.
Vengo de una familia obrera un poco lumpen del conurbano profundo, de un barrio que se llama Merlo Gómez en el partido de Merlo, y lo cierto es que María Elena Walsh no fue importante en mi imaginario infantil familiar. Sus canciones llegaron, seguramente de la mano del colegio, pero muy de refilón. Para Vero en cambio la figura de María Elena sí fue fundamental en su imaginario infantil porteño.
Con Vero coincidíamos en llegar de forma bastante tardía a su obra poética, que ahora nos encantaba.
Y un aspecto en el que ambos coincidíamos también era en la importancia de la Walsh por su lesbianismo; que si bien nunca fue abiertamente público siempre fue un secreto a voces para la/el que quisiera enterarse.
Nos partía la cabeza que una figura señera del imaginario infantil de la clase media argentina haya sido una feminista lesbiana con opiniones profundamente políticas. Y cómo esa parte de su vida había sido escamoteada para el púbico en general.
Por eso quisimos “hacer lío”, como nos pidió Francisco, con les invitades al homenaje.
La primera jornada la abrió el poeta y editor transmasculino Gaita Nihil y la última jornada la cerró la hermosa transpitonisa Susy Shock. Y en el medio poetas tortas, putos, bi, cis, y todas las variantes habidas y por haber. Abiertamente orgulloses, políticamente militantes y alegremente variades.
Escribir estas líneas me produce una gran melancolía. Era el comienzo del 2020, el nuevo gobierno peronista prometía dejar atrás el horrible invierno macrista y esas cuatro jornadas fueron puro disfrute y emoción. Luego la Covid barrió con todo y acá estamos “cantando al sol como la cigarra”.
Que este 2021 sea más amable con todos nosotres.
En la rambla de Mar del Plata, 1944. Foto: Archivo Sara Facio
Como la cigarra
Tantas veces me mataron
tantas veces me morí
sin embargo estoy aquí
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal
y seguí cantando.
Tantas veces me borraron
tantas desaparecí
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la última vez
y volví cantando.
Tantas veces te mataron
tantas resucitarás
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.
Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.
El 45
Te acordás hermana qué tiempos aquellos,
la vida nos daba la misma lección.
En la primavera del cuarenta y cinco
tenías quince años lo mismo que yo.
Te acordás hermana de aquellos cadetes,
del primer bolero y el té en El Galeón
cuando los domingos la lluvia traía
la voz de Bing Crosby y un verso de amor.
Te acordás de la Plaza de Mayo
cuando «el que te dije» salía al balcón.
Tanto cambió todo que el sol de la infancia
de golpe y porrazo se nos alunó.
Te acordás hermana qué tiempos de seca
cuando un pobre peso daba un estirón
y al pagarnos toda una edad de rabonas
valía más vida que un millón de hoy.
Te acordás hermana que desde muy lejos
un olor a espanto nos enloqueció:
era de Hiroshima donde tantas chicas
tenían quince años como vos y yo.
Te acordás que más tarde la vida
vino en tacos altos y nos separó.
Ya no compartimos el mismo tranvía,
sólo nos reúne la buena de Dios.
En la estación de ferrocarril de Ramos Mejía en 1952. Foto: Archivo Sara Facio
Entonces
Cuando yo no te amaba todavía
-oh verdad del amor, quien lo creyera-
para mi sed no había
ninguna preferencia verdadera.
Ya no recuerdo el tiempo de la espera
con esa niebla en la memoria mía:
¿El mundo cómo era
cuando yo no te amaba todavía?
Total belleza que el amor inventa
ahora que es tan pura
su navidad, para que yo la sienta.
Y sé que no era cierta la dulzura,
que nunca amanecía
cuando yo no te amaba todavía.
Eva
Calle Florida, túnel de flores podridas.
Y el pobrerío se quedó sin madre
llorando entre faroles sin crespones.
Llorando en cueros, para siempre, solos.
Sombríos machos de corbata negra
sufrían rencorosos por decreto
y el órgano por Radio del Estado
hizo durar a Dios un mes o dos.
Buenos Aires de niebla y de silencio.
El Barrio Norte tras las celosías
encargaba a Paris rayos de sol.
La cola interminable para verla
y los que maldecían por si acaso
no vayan esos cabecitas negras
a bienaventurar a una cualquiera.
Flores podridas para Cleopatra.
Y los grasitas con el corazón rajado,
rajado en serio. Huérfanos. Silencio.
Calles de invierno donde nadie pregona
El Líder, Democracia, La Razón.
Y Antonio Tormo calla "amémonos".
Un vendaval de luto obligatorio.
Escarapelas con coágulos negros.
El siglo nunca vio muerte más muerte.
Pobrecitos rubíes, esmeraldas,
visones ofrendados por el pueblo,
sandalias de oro, sedas virreinales,
vacías, arrumbadas en la noche.
Y el odio entre paréntesis, rumiando
venganza en sótanos y con picana.
Y el amor y el dolor que eran de veras
gimiendo en el cordón de la vereda.
Lágrimas enjuagadas con harapos,
Madrecita de los Desamparados.
Silencio, que hasta el tango se murió.
Orden de arriba y lágrimas de abajo.
En plena juventud. No somos nada.
No somos nada más que un gran castigo.
Se pintó la República de negro
mientras te maquillaban y enlodaban.
En los altares populares, santa.
Hiena de hielo para los gorilas
pero eso sí, solísima en la muerte.
Y el pueblo que lloraba para siempre
sin prever tu atroz peregrinaje.
Con mis ojos la vi, no me vendieron
esta leyenda, ni me la robaron.
Días de julio del 52
¿Qué importa donde estaba yo?
II
No descanses en paz, alza los brazos
no para el día del renunciamiento
sino para juntarte a las mujeres
con tu bandera redentora
lavada en pólvora, resucitando.
No sé quién fuiste, pero te jugaste.
Torciste el Riachuelo a Plaza de Mayo,
metiste a las mujeres en la historia
de prepo, arrebatando los micrófonos,
repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero
¿Quién va a tirarte la última piedra?
Quizás un día nos juntemos
para invocar tu insólito coraje.
Todas, las contreras, las idólatras,
las madres incesantes, las rameras,
las que te amaron, las que te maldijeron,
las que obedientes tiran hijos
a la basura de la guerra, todas
las que ahora en el mundo fraternizan
sublevándose contra la aniquilación.
Cuando los buitres te dejen tranquila
y huyas de las estampas y el ultraje
empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,
única reina que tuvimos, loca
que arrebató el poder a los soldados.
Cuando juntas las reas y las monjas
y las violadas en los teleteatros
y las que callan pero no consienten
arrebatemos la liberación
para no naufragar en espejitos
ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia
el tiempo habrá pasado en limpio
tu prepotencia y tu martirio, hermana.
Tener agallas, como vos tuviste,
fanática, leal, desenfrenada
en el candor de la beneficencia
pero la única que se dio el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para hacer de nuevo el mundo.
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.
Tapa del disco Juguemos en el mundo de María Elena Walsh donde están entre otras, “El 45”, “Serenata para la tierra de uno”, 1968
Serenata para la tierra de uno
Porque me duele si me quedo
pero me muero si me voy,
por todo y a pesar de todo, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Por tu decencia de vidala
y por tu escándalo de sol,
por tu verano con jazmines, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Porque el idioma de infancia
es un secreto entre los dos,
porque le diste reparo
al desarraigo de mi corazón.
Por tus antiguas rebeldías
y por la edad de tu dolor,
por tu esperanza interminable, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Para sembrarte de guitarra,
para cuidarte en cada flor
y odiar a los que te castigan, mi amor,
yo quiero vivir en vos.
Barco quieto
No te vayas te lo pido
De esta casa nuestra donde hemos vivido
Qué nostalgia te puede llevar
Si de la ventana no vemos el mar
Y afuera llora la ciudad tanta soledad.
Todo pasa todo cansa
Y uno se arrepiente de estar en su casa
Y de pronto se asoma a un rincón
A mirar con lástima su corazón
Y afuera llora la ciudad tanta soledad.
No te vayas, quédate
Que ya estamos de vuelta de todo
Y esta casa es nuestro modo de ser.
Tantas charlas tanta vida
Tanto anochecer con olor a comida
Son una eternidad familiar
Que en un solo día no puede cambiar
Y afuera llora la ciudad tanta soledad.
Estos muros, estas puertas
No son de mentira son el alma nuestra
Barco quieto morada interior
Que viviendo hicimos igual que el amor
Y afuera llora la ciudad tanta soledad
No te vayas, quédate
Que ya estamos de vuelta de todo
Y esta casa es nuestro modo de ser
La vaca estudiosa
Había una vez una vaca
en la Quebrada de Humahuaca.
Como era muy vieja, muy vieja,
estaba sorda de una oreja.
Y a pesar de que ya era abuela
un día quiso ir a la escuela.
Se puso unos zapatos rojos,
guantes de tul y un par de anteojos.
La vio la maestra asustada
y dijo: - Estas equivocada.
Y la vaca le respondió:
¿Por qué no puedo estudiar yo?
La vaca, vestida de blanco,
se acomodó en el primer banco.
Los chicos tirábamos tiza
y nos moríamos de risa.
La gente se fue muy curiosa
a ver a la vaca estudiosa.
La gente llegaba en camiones,
en bicicletas y en aviones.
Y como el bochinche aumentaba
en la escuela nadie estudiaba.
La vaca, de pie en un rincón,
rumiaba sola la lección.
Un día toditos los chicos
se convirtieron en borricos.
Y en ese lugar de Humahuacala
única sabia fue la vaca.
La Gaceta Literaria, 24 de octubre de 2004
Canción de tomar el té
Estamos invitados a tomar el té.
La tetera es de porcelana
Pero no se ve,
Yo no sé por qué.
La leche tiene frío
Y la abrigaré,
Le pondré un sobretodo mío
Largo hasta los pies,
Yo no sé por qué.
Cuidado cuando beban,
Se les va a caer
La nariz dentro de la taza
Y eso no está bien,
Yo no sé por qué.
Detrás de una tostada
Se escondió la miel,
La manteca muy enojada
La retó en inglés,
Yo no sé por qué.
Mañana se lo llevan preso
A un coronel
Por pinchar a la mermelada
Con un alfiler,
Yo no sé por qué.
Parece que el azúcar
Siempre negra fue
Y de un susto se puso blanca
Tal como la ven,
Yo no sé por qué
Un plato timorato
Se casó anteayer.
A su esposa la cafetera
La trata de usted,
Yo no sé por qué.
Los pobres coladores
Tienen mucha sed
Porque el agua se les escapa
Cada dos por tres,
Yo no sé por qué.
Canción del jacarandá
Al este y al oeste
llueve y lloverá
una flor y otra flor celeste
del jacarandá.
La vieja está en la cueva
pero ya saldrá
para ver qué bonito nieva
del jacarandá.
Se ríen las ardillas,
ja jajá jajá,
porque el viento le hace cosquillas
al jacarandá.00
El cielo en la vereda
dibujando está
con espuma y papel de seda
del jacarandá.
El viento como un brujo
vino por acá.
Con su cola barrió el dibujo
del jacarandá.
Tomado de AlbumCancionYLetra.com
Si pasa por la escuela,
los chicos, quizá,
se pondrán una escarapela
del jacarandá.
Javier Roldán nació en el Oeste del Gran Buenos Aires, en Merlo Gómez. Trabaja como profesor de Lengua en colegios secundarios del conurbano. Coordina talleres de lectura y escritura. Publicó “La Extraña Dama” por Alto Pogo en el año 2015. En 2016 publicó dos plaquetas: por Subpoesía “Las profecías perderán su razón de ser” y por Paisanita “Bendito yo soy”. En 2018 publicó su segundo poemario “Villa Trankila” por la editorial Santos Locos. En el año 2019 creó junto a Alfredo Machado el sello editorial independiente Patronus Ediciones.
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