17/11/2020
Memorias de Vida y Militancias
Tres miradas sobre un proyecto que busca reconstruir y difundir, en su dimensión singular y colectiva, las historias de vida de las personas detenidas-desaparecidas y asesinadas por el Terrorismo de Estado que estuvieron secuestradas en la Escuela de Mecánica de la Armada durante la última dictadura cívico militar.
Imágenes y testimonios: Lo necesario, lo innombrable, lo invisible – Mariana Rocca
En 2012 creamos el primer equipo de trabajo para desarrollar el proyecto Memorias de Vida y Militancias (MVM). Quienes lo integramos veníamos de diferentes trayectorias profesionales, institucionales y biográficas. También participamos en esa mesa como trabajadores de distintas Instituciones que componen el Espacio Memoria y Derechos Humanos de la ex ESMA: El Archivo Nacional de la Memoria (ANM), el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti y el Ente Público Espacio Memoria y Derechos Humanos, a las que luego se sumó la participación del Archivo Biográfico de Abuelas de Plaza de Mayo.
Esta iniciativa ya figuraba en los primeros documentos de conformación del Espacio. Fue, desde el comienzo, uno de los pilares en el proceso de recuperación del Sitio de Memoria y reunía, de algún modo, los lineamientos de trabajo que venían desplegando las distintas instituciones y Organismos de DDHH desde años anteriores. Busca reconstruir y difundir, en su dimensión singular y colectiva, las historias de vida de las personas detenidas-desaparecidas y asesinadas por el Terrorismo de Estado que estuvieron secuestradas en la Escuela de Mecánica de la Armada durante la última dictadura cívico militar; ¿Por qué este aspecto se consideró esencial?, ¿qué lugar tenían estos testimonios en la construcción del presente?, ¿qué valor social, político y ético suponía la reconstrucción de estas historias?, ¿quiénes eran sus destinatarios?
La primera tarde que nos juntamos unas seis o siete personas en las oficinas del ANM teníamos, más allá de los recorridos de cada uno, más preguntas que respuestas. El trabajo por delante era, sin duda, vasto y complejo. Volvíamos sobre la imposibilidad de reconstruir la vida de los desaparecidos y el compromiso ético y político de intentarlo. Había que darle visibilidad, contando quiénes eran estas personas, antes de su secuestro. Mostrar la trama singular de cada una de estas vidas y el proyecto político colectivo que se intentó borrar.
Existió un momento previo a esta plataforma de trabajo que vale recordar. En 2009, fui contratada por lo que fue el Instituto Espacio para la Memoria (IEM)[1] para poner en marcha este mismo proyecto. Comencé, gracias al apoyo de algunos compañeros, un arduo proceso de recolección de datos de contacto y revisión de antecedentes de esta experiencia en otros ex Centros Clandestinos de Detención, Tortura y Exterminio (ex CCDTyE) del país y otros espacios de memoria internacionales. En febrero de ese año, presenté un proyecto, que fue aprobado para su puesta en marcha por el Consejo Directivo del IEM. La propuesta consistía en construir un Archivo de Memoria Oral (en soporte audiovisual) y un Archivo Fotográfico, ambos de carácter biográfico, atravesados por ejes transversales situados en el contexto y principales coyunturas de época. Todo ello, orientado a conformar un corpus documental y biográfico, como materia prima de una futura muestra.
Durante casi dos años, junto con Luis, quien filmaba las entrevistas, avanzamos sobre un complejo proceso de recolección de testimonios. La tarea me pareció, entonces, titánica, y hacerlo en relativa soledad, incomprensible. En todo momento eché en falta la presencia de un equipo, que unos años después se constituiría en otras condiciones. La muestra nunca llegó a concretarse.
De este recorrido individual recuerdo lo conmovedor e intransferible de la experiencia. Nunca se está lo suficientemente preparado para escuchar. Cada vez es, de algún modo, la primera. A pesar de un enfoque de entrevista orientado hacia la zona más vívida del recuerdo, el contacto con las familias abre espacios de intimidad impredecibles. Hay un telón de fondo: el bloqueo del trauma. Lo indecible, lo invisible. El compromiso es también acompañar y navegar entre los delicados pliegues que van desde lo íntimo y privado de la experiencia, a su destino como documento público. Allí tomé conciencia de que, para procesos testimoniales de esta índole, el trabajo sostenido entre varios, no sólo es necesario, sino vital.
En paralelo, una de las compañeras, Lucila, que luego reuniría al equipo de MVM, recuerda que desde que se integró a trabajar en el ANM en el año 2008, también sostuvo la importancia de este proyecto de reconstrucción. En 2009, desde el equipo de Audiovisuales del ANM, ya había elevado esta propuesta a las autoridades e iniciado conversaciones con el área que investigaba y reconstruía lo sucedido en el CCDTyE ESMA, coordinada por María Prince, quien también llevaba adelante las visitas guiadas. Esta tarea implicaba un contacto con sobrevivientes y familiares y tenía como uno de sus objetivos principales abordar las historias de los desaparecidos ligados al secuestro, cautiverio y asesinato/desaparición. De algún modo, esta era una necesidad que se venía gestando desde las distintas instituciones que en ese momento convivían en el predio, pero la cuestión era poder reconstruir estas historias desde otro enfoque, desde un relato que no empezara con lo traumático del final de sus vidas.
Finalmente, logramos aunar las iniciativas aisladas. El escenario era más propicio. Contar con el respaldo de las instituciones y las condiciones materiales y políticas para impulsarlo. El Gobierno venía asumiendo un rol activo en la construcción de Políticas de Estado en materia de Memorias y varias instituciones se alineaban para este fin. En simultáneo, en esos años los juicios de lesa humanidad se habían puesto nuevamente en marcha (incluida la Megacausa ESMA). Por otro lado, la ley habilitó que la historia argentina de ese período empezara a ser un tema de enseñanza obligatoria en las escuelas. Todas estas, fueron condiciones de posibilidad para llevar adelante este proyecto.
Conformamos un grupo de trabajadores amplio y diverso donde se reunieron nuestras miradas como sociólogos, fotógrafos, comunicadores, antropólogos, museólogos y también familiares de las víctimas. Esta convivencia de trayectorias es un rasgo distintivo en los procesos de reconstrucción de la(s) Memoria(s) de la represión en Argentina. En ese momento, se discutía, otra vez, la posibilidad de disponer de un espacio físico en el predio de la ex ESMA para lo que sería una muestra permanente de MVM y la instalación de un archivo abierto parcialmente al público. A pesar de los obstáculos y largos debates, fuimos arribando a consensos y herramientas posibles. Este intercambio y amalgama de saberes posibilitó la construcción de un dispositivo de miradas múltiples.
Rastreamos los diversos materiales que ya existían, producidos y/o recolectados por diversas instituciones y organismos que ya estaban más avanzados en proyectos parecidos. Lo primero era triangular listas de desaparecidos, más o menos actualizados, que los Organismos de DDHH fueron elaborando en distintas etapas, con la intención de disponer de una nómina lo más completa posible. Pero siempre había baches, huecos, datos dudosos y probables. Otra vez, nos enfrentaba con la historia de la impunidad. Núcleo de lo que fue el Terrorismo de Estado como maquinaria. La desaparición de personas, pero también, de documentos, listas, nombres. ¿Cómo mostrar lo que faltaba de esa lista imposible de reconfigurar? Esos huecos hablan por sí mismos, de los estragos, de la dimensión de la masacre.
En los siguientes años, se hizo posible materializar y hacer públicas las primeras producciones. Con alegría, las postales se imprimían en papel, como soportes circulantes de las Memorias, que luego lograríamos instalar como gigantografías en los pasillos y jardines del predio. Amorosos collages, elaborados a partir de texturas, fotografías en color que dialogan con cartas de puño y letra de la persona ausente, dibujos, objetos fotografiados. Memorias que viajan de la dimensión de los hogares a las arcas de los Archivos del Estado. Durante esos años, la búsqueda de lenguajes y poéticas diversas como soportes para transmitir fueron constantes.
Con el cambio de gestión, entre 2015 y 2019 el proyecto quedó interrumpido. Como un símbolo, una paradoja, las gigantografías se iban borrando mientras crecía el pasto en el predio. Fueron años de un gran abandono por parte del Gobierno. Las imágenes de los desaparecidos, reflejadas en los carteles, se transformaban en formas fantasmagóricas, espectros. En el 2020, el proyecto se ha activado de vuelta, durante la pandemia, con otros formatos.
Las memorias de este período ocupan aún hoy, un lugar central en los debates culturales y políticos del presente. Constituyen un tema público ineludible en la difícil tarea de forjar sociedades democráticas.
En todos los casos, es necesario el paso del tiempo para que se establezca la distancia mínima entre el pasado y el presente, para que puedan reorganizarse las interpretaciones. Los recuerdos emergen de identidades individuales y colectivas en nuestra sociedad atravesada por la violencia y el trauma. Inevitablemente, las perspectivas políticas, intelectuales y académicas acerca de la memoria y el olvido están llenas de emociones, sin embargo, esto no implica necesariamente una obstrucción en la capacidad del pensamiento. Más bien, nos convoca, cada vez, a resituarlo en un marco de reflexión analítica sobre la significación de la memoria, el silencio y el olvido, y en función de la emergencia de nuevas maneras de incorporar el pasado en el escenario del presente y los proyectos de futuro.
Los Espacios de Memoria, fueron, son y serán, en ese sentido, espacios políticos, con todas sus implicancias. ¿Hay acaso versiones únicas y enteras de los sucesos?, ¿cuántas voces son suficientes para reconstruir las experiencias de ese período?, ¿qué es lo que merece ser contado? El desafío, tal vez, es desandar huellas y encontrar los diversos caminos para hacerlo. Las preguntas se reabren cada vez, la tarea parece infinita.
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Entre lo público y lo íntimo: la reconstrucción de una época
Al entrar en la casa de Vera, Mariana y Verónica se estremecen. No es sólo al ver la fotografía de su hija Franca, que con dieciséis años las mira desde un primer plano. Sus ojos enormes, redondos y cándidos son fieles a su nombre. Su madre, como parte de la calidez y la luz que las alumbra a todas en ese hogar, atesora un pequeño espacio de memoria personal: al fondo del pasillo, el cuarto de su hija permanece intacto desde la época de su desaparición. La cama, el abecedario en grandes letras de colores y palabras en italiano, que habla de los orígenes de esta familia, y la mirada eterna de Franca, las envuelve durante toda la entrevista.
Norberto sólo conserva tres fotografías de su padre desaparecido, en todas se lo ve desde distintos ángulos, siempre mirando hacia abajo. Al final de la entrevista le preguntamos qué le diría a esa fotografía, “(…) que levante la cabeza y me mire”, afirma sin pestañear. Varios familiares tuvieron que arrancar la fotografía de un documento o libreta universitaria. Fue la única que encontraron para recorrer comisarías y hospitales en la búsqueda de su ser querido; esa foto carnet en blanco y negro era la única imagen que quedaba. En los allanamientos desaparecieron, también, todas las fotografías.
En Argentina, las fotografías de los desaparecidos simbolizan este vaivén entre el espacio público y el privado. La representación de lo singular de cada ser, cada rostro, el proyecto político que encarnaban y la historia sucedida después de la desaparición. En cierto modo, se podría trazar una genealogía de la lucha de más de cuarenta años de los Organismos a través de la historia del uso de las fotografías como representación de la desaparición. El recorrido de sus usos es enorme y está lleno de significados. Desde finales de los años setenta, las fotografías fueron el modo más directo de hacer visible la ausencia.
La circulación de estas fotos ha funcionado como uno de los soportes centrales en la denuncia y búsqueda de las personas secuestradas, asesinadas y desaparecidas por las Fuerzas Armadas y de Seguridad Nacional. Han creado una iconografía de la denuncia que ha excedido, incluso, el ámbito de lo nacional. Una foto en blanco y negro utilizada en una marcha, portada sobre el cuerpo de una Madre, estampada en una bandera argentina, se asocia inmediatamente a estas prácticas sociales y políticas: a la acción denotada y sostenida de los Familiares en la lucha, por la Memoria, Verdad y Justicia. Esas imágenes constituyen la dimensión material del recuerdo. Las fotografías, así como los pañuelos, son objetos concretos que, en tanto símbolos activos, pueden ser interpretados en diversos contextos: “Cuando empezamos a trabajar con el proceso de entrevistas para el proyecto MVM, —destaca Lucila, miembro del equipo de edición de imágenes— empezamos a indagar en las historias de vida de estos militantes. Lo que se intentó es reconstruir la imagen a partir de otras que no estuvieran tan asociadas a la denuncia, a esa imagen recortada del rostro en blanco y negro (...). Nuestro trabajo con MVM fue volver a restituirle a la imagen la vida cotidiana, los gestos. Volver a situarlas en los contextos previos a la caída en los campos de concentración”. Esta búsqueda desde la imagen, acompaña el camino de las entrevistas, donde se trata de desplazar los discursos enclavados en el recuerdo a partir de la desaparición y la búsqueda, hacia un momento anterior: las características familiares, sus infancias, sus afectos, su paso por las instituciones, sus vínculos, sus militancias políticas como punto de inflexión. A partir de los detalles que las familias iban narrando, a partir de sus objetos, discos, libros, fotos, etc., se trabajaban estas imágenes para que denotaran sus rasgos de personalidad y ponerlos en juego con la trama familiar.
“La otra parte del proyecto que nos quedaba pendiente siempre, es la dimensión política. En algunos casos pudimos ir reconstruyéndola a partir de los relatos familiares o, por ejemplo, como fue en el caso de Marta Mastrogiacomo, en el que su hermana Graciela hace referencia a un texto que ella escribió para la revista Descamisados. Cuando la fuimos a buscar pudimos encontrar su voz en una nota sobre los mineros de Río Turbio”, aclara Lucila. El criterio, entonces, para la realización de los montajes de imágenes, tenía que ver con una recreación a partir de los relatos de las entrevistas.
A su vez, existe un recorrido y un viaje de estos objetos e imágenes. Su significado se modifica según su contexto, según dónde y cómo se exhiban: en el hogar, fuera del ámbito doméstico, como parte de las prácticas de protesta y denuncia pública, o las derivas que adquieren estas imágenes y objetos en la producción de soportes nacidos de las políticas estatales de la memoria.
En este sentido, hay una referencia fundante para nuestro trabajo que nació como acción de los Organismos. Son los paneles que diseñaron las Madres- Línea Fundadora en 1997 para una exposición[2]. Se colgaron por primera vez en un espacio público las fotos y documentos biográficos de sus desaparecidos. Esta muestra estaba compuesta por paneles que contenían información sobre “detenidos-desaparecidos” de diferentes lugares de la Argentina. Allí tenían sus nombres, rostros, historias específicas. Se diferenciaban de la categoría de desaparecido como figura que engloba todas las individualidades sin distinción. Este otro modo de configurar las imágenes personaliza, corporiza y muestra cada existencia.
Para el diseño de las postales y gigantografías de MVM, el montaje de las imágenes y los relatos vuelven a adquirir una nueva significación. Se resituaron en un nuevo espacio de enunciación desde un Sitio recuperado y como parte de una Política de Estado. Entraron en diálogo con las fachadas de corte militar de la ex ESMA y marcaron la planta del inmenso predio. Estas constelaciones de imágenes y objetos diseminadas en los espacios verdes se fueron multiplicando.
Por último, se sumó al Archivo una nueva colección. A partir de la necesidad de reforzar las memorias de militancia, se puso en marcha un proceso de reconstrucción de la historia de las organizaciones políticas de época y un archivo iconográfico vinculado. La investigación de archivo se amplió hacia otras fuentes y comenzamos a incluir entrevistas a ex militantes políticos en primera persona. El trabajo se fue enriqueciendo con la apertura de nuevas líneas de investigación, siempre apoyados en la labor colectiva de un equipo que fue cambiando de forma y cuyos integrantes rotaron. Así fueron reflejándose los aportes de Adriana, Soledad, Verónica y tantas otras personas.
El camino hacia las entrevistas
El proceso de producción de fuentes orales se hizo en íntima relación con la recolección de las imágenes y de los objetos. Desde su origen, las entrevistas se orientaron hacia la construcción de una narrativa biográfica y la reconstrucción de sus identidades, singulares y como parte de un proyecto colectivo. La construcción de un tejido narrativo se asemeja al armado de un rompecabezas, a partir de fragmentos. Nuestra intención era crear un corpus narrativo abierto, es decir, una trama atravesada por distintas variables que ampliaran su alcance hacia otras dimensiones históricas, por ejemplo, la militancia, el secuestro, el exilio, etc.
Para el trabajo de campo, es fundamental la formación del entrevistador, en paralelo al desarrollo de las entrevistas, y la reflexión sobre el proceso que se está realizando. Tan importante es avanzar como detenerse para pensar sobre la acción, las cuestiones acerca de reabrir las heridas, las dudas, los pactos de confianza invisibles que habilitan la narración. Las llaves que hacen posible la confianza necesaria, las condiciones del habla. Fue fundamental crear una cadena de sostenes afectivos para el equipo de trabajo, que no siempre fue ideal. Y también, descubrir las formas de acercamiento adecuadas a los familiares y compañeros, para cuidar las condiciones del testimonio. No es fácil vivir situaciones límites, como no es fácil recordarlas. Pero, tampoco escuchar y poner el cuerpo en ello.
Por otra parte, los tiempos de las personas que protagonizaron este período no son lineales. Las memorias se abren y se cierran como un órgano vivo. Se obturan o irrumpen, aguardan para ser escuchadas. Los recuerdos negados se conjugan, en silencio, con lo que puede ser pronunciado. Los tiempos de las personas y las posibilidades reales de habla se imponen. La tarea es siempre artesanal, de orfebrería. Se trabaja, en ocasiones, sobre un trasfondo de secretos familiares, relatos siniestros, tesoros.
No es posible reconstruir una vida. Traerla hasta aquí de vuelta, hacerla completamente presente. Pero, el lenguaje y las memorias materiales que habitan en las imágenes, los objetos, también son huella y posibilidad. La historia transcurre a través del fluir de un relato, que se revive cada vez desde el presente.
* Mariana Rocca, Lic. en Sociología. Integró el área de Estudios y Publicaciones hasta 2016. Actualmente miembro del equipo de Artes Visuales, CCMHC. Trabaja en el proyecto de MVM desde 2009 en el IEM y se integra al equipo de MVM en el 2012.
Hilando memorias en tiempos de pandemia – Mariana Croccia
El periodo de pandemia y aislamiento, reconfiguró -como tantas otras cosas- el trabajo de Memorias de Vida y Militancias. Al iniciar el año y con el impulso de una nueva gestión, se realizaría la tan esperada tercera instalación de diez nuevas gigantografías en el Espacio Memoria que cuentan con historias de vida de detenidos desaparecidos de la ESMA. El contexto adverso que supuso la gestión anterior respecto a este proyecto, implicó sostener a las familias involucradas que preguntaban qué iba a suceder con aquellos archivos, objetos personales y entrevistas que habían realizado. Pese a esto, se pudieron resguardar esos materiales y continuar desde el equipo que conforma el proyecto. Esta tarea fue acompañada por el directorio de Organismos de DDHH que en el contexto macrista, exigió como prioridad reparar las gigantografías ubicadas en el predio y la instalación de las nuevas historias. El cambio de gestión posibilitó la instalación en 2020, pero la sorpresiva pandemia y aislamiento hizo que se viera dificultada su ejecución momentáneamente, y obligó a reconfigurar formas de trabajo y replantear objetivos. Uno de ellos fue poder dar un lugar a estas historias, que pudieran ser presentadas de alguna forma, compartidas, expuestas, no sólo porque es uno de los objetivos principales del Espacio, sino también por el respeto a las familias que tanto tiempo habían esperado este momento.
Con ese objetivo, desde el equipo del proyecto de Memorias de Vida y Militancias, comenzamos a pensar cómo encarar la propuesta, a preguntarnos qué formas podrían ser posibles más allá de la publicación vía redes de las postales ya terminadas, cómo hacer para hacer partícipes a familias y compañeros que habían aportado sus recuerdos, sus anécdotas, sus archivos personales para dar a conocer la historia de su ser querido. Buscamos que pudiera ser un momento especial el recordar y compartir públicamente esas memorias para recuperar, aunque sea un poco, lo que podríamos llamar su derecho a recordar al ser vital, con objetivos, proyectos y sueños, que la dictadura les quitó, y que por tantos años la búsqueda, las denuncias, los testimonios en los juicios, llevó a repetir el trauma y arrojar los recuerdos a lo más triste y doloroso de su desenlace.
Sabiendo que no íbamos a poder estar presentes con ellos, sin el contacto físico y afectivo necesarios a la hora de presentarlas, les propusimos que pudieran compartir con sus palabras algo que quisieran recordar, una anécdota, un poema, una imagen o la lectura del texto de la postal. Con los audios de los familiares y compañeros de militancias y material fotográfico que no se encuentran expresadas en las imágenes de las postales, se realizaría un material audiovisual que sería presentado una vez a la semana a través de las redes de las instituciones que conformamos el proyecto. Sabemos que no es fácil y que moviliza, por eso, cada familia decidió qué es lo que quería o podía hacer.
Así, fuimos contactando, haciendo la propuesta y comenzaron a armarse las charlas vía whatsapp, mails o llamadas telefónicas y a tejerse encuentros en red, hilándose las memorias más allá de las fronteras, y el aislamiento físico ya no fue tan fuerte y se manifestó en otros modos de encontrar(se)/(nos). Los audios de familiares que se iban hablando entre sí, compartiendo fotos y recuerdos de tíos, hermanos a hijos y nietos. Decidiendo cada familia qué querían compartir, cómo lo querían hacer. Enviando fotos, algunas que surgieron a partir de esta propuesta. No faltaron los llantos, los dolores abiertos, los silencios extensos de días y días. La imposibilidad de hacerlo también, por el dolor. Las evasiones largas y las repentinas verborragias. Las fotos que no se conocían, los audios de algún compañero que vive en España, de un tío que vive en alguna provincia lejana, de hijos de distintas ciudades de la provincia de Santa Fe. No faltaron las reconstrucciones de fechas, lugares, situaciones en las fotos, fotos de militancias. No faltaron las risas y los recuerdos felices. Colores, blanco y negro, poemas, voces en los nietos. Requirió de tiempos de todos los que integramos este hermoso equipo de trabajo, solidario y colectivo, de acompañarnos, de pensar estrategias, de conseguir tal o cual contacto, de acercarnos también nuevamente a las historias que siempre vuelven y se reactivan en cada uno de estos actos. De acompañar a las familias, escucharlos, “tomar un mate” en la distancia. De sensibilizarnos y de también, emocionarnos y movilizarnos. De reafirmar que es importante porque la historia es colectiva y es nuestra y de nuestro pueblo. De que si hay ganas y trabajo, y hay cuidado, sensibilidad y responsabilidad, se puede seguir haciendo, y si hay política de estado que acompaña, se hace aún más colectiva y potente. Con impulsos de una nueva gestión, el proyecto continuará con más fortalezas y objetivos en estos próximos años. La historia sigue y la memoria se hila, aún en tiempos de pandemia.
* Mariana Croccia, Lic. en Ciencias antropológicas, coordina el área de Programas y Actividades en el Ente Público Espacio Memoria y DDHH desde 2014. Integra el equipo del Proyecto de Memorias de Vida y Militancias desde 2012.
* Selección de imágenes: Lucila Quieto, fotógrafa/artista. Trabaja desde 2008 en el área audiovisual del ANM y coordina con otros espacios del predio actividades artísticas y de difusión de DDHH. Integra el equipo de MVM desde 2012.
“Memorias de Vida y Militancias” - Revista Haroldo | 7
Notas
[1] En 2002 se creó el Instituto Espacio para la Memoria en el ámbito de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con carácter de ente autárquico en lo económico y con autonomía en los temas de su incumbencia. Su misión y función era el resguardo y transmisión de la memoria e historia de los hechos ocurridos durante el Terrorismo de Estado, de los años 70´ e inicios de los 80´, hasta la recuperación del Estado de Derecho. Ley N°961/2002.
[2] En 1997, las Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, organizaron la Exposición por la identidad del detenido-desaparecido. 12 Catela, 1997, pag 129/ Da Silva Catela, Ludmila. No habrá flores en la tumba del pasado. La experiencia de reconstrucción del mundo de los familiares de desaparecidos, Ediciones Al Margen. Colección Éntasis.
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