13/10/2020
“Los derechos humanos son una política de transformación social”
Por Matías Cerezo
Hace 40 años Adolfo Pérez Esquivel recibió el Premio Nobel de la Paz. En esta entrevista con Haroldo, recuerda sus comienzos como militante por los derechos humanos, sus días durante la última dictadura cívico militar, y aquel momento cuando le anunciaron que le habían otorgado el Premio Nobel. También analiza la situación actual latinoamericana y señala los desafíos, hacia el futuro, para los pueblos del mundo.
Un día como hoy hace 40 años, en plena dictadura cívico militar argentina, la Academia Sueca anunciaba que le había otorgado el Premio Nobel de la Paz a Adolfo Pérez Esquivel en reconocimiento a su lucha por los derechos humanos en nuestro país y en América Latina.
Al recibir la distinción señaló que no lo hacía a título personal sino “…en nombre de los pueblos de América Latina, y de manera muy particular de mis hermanos los más pobres y pequeños, porque son ellos los más amados por Dios; en nombre de ellos, mis hermanos indígenas, los campesinos, los obreros, los jóvenes, los miles de religiosos y hombres de buena voluntad que renunciando a sus privilegios comparten la vida y camino de los pobres y luchan por construir una nueva sociedad”.
Pérez Esquivel nació el 26 de noviembre de 1931 en el barrio porteño de San Telmo, hijo de un inmigrante gallego y de una madre guaraní.
Además de ser un militante por los derechos humanos, tarea que realiza activamente, es docente en las universidades de Buenos Aires y La Plata; también es artista plástico, dedicado a la escultura y la pintura.
A lo largo de su permanente actividad en defensa de lxs excluidxs y lxs perseguidxs desempeñó numerosas actividades en varios países del mundo. Presidió el Consejo Honorario del Servicio de Paz y Justicia América Latina, fue presidente ejecutivo del Servicio Paz y Justicia Argentina; y también lidera la Comisión Provincial por la Memoria de Buenos Aires.
Asimismo forma parte del Tribunal Permanente de los Pueblos de Bolonia; del Comité de Honor de la Coordinación Internacional para el Decenio de la no violencia y de la paz; del Jurado Internacional del Premio de Derechos Humanos de Nüremberg; del jurado del Premio de Fomento para la Paz Félix Houphouet Boigny; de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO); del Programa de Educación Internacional Peacejam, de Denver; y del Consejo Mundial Proyecto José Martí de Solidaridad Mundial.
Como consecuencia de sus luchas también conoció las cárceles. En 1975 lo detuvo la policía militar brasilera en el aeropuerto de Sao Paulo junto con la doctora austríaca Hildegard Goss-Mayr; en 1976 fue detenido en Ecuador con varios religiosos estadounidenses y latinoamericanos; en agosto de 1977 fue apresado por la Policía Federal Argentina y puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional presidido por el genocida Jorge Rafael Videla. Estuvo preso sin proceso judicial durante catorce meses, fue torturado y sobrevivió a un vuelo de la muerte. Tras su liberación fue mantenido en libertad vigilada otros catorce meses. Estando prisionero fue distinguido por la organización “Paz Christi Internacional” con el “Memorial de la Paz Juan XXIII”.
Desde el Servicio de Paz y Justicia luchó contra las dictaduras de la región y en el caso de la Argentina colaboró en 1975 en la creación de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos con el obispo metodista Carlos Tomás Gattinoni y los socialistas Alfredo Pedro Bravo y Alicia Moreau de Justo, entre otrxs; y del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos; también ayudó a la constitución de organizaciones integradas por víctimas de la represión como las Madres de Plaza de Mayo, Abuelas de Plaza de Mayo y Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas.
En entrevista con Haroldo, Pérez Esquivel recordó sus comienzos como militante por los derechos humanos, sus días durante la última dictadura cívico militar, y aquel momento cuando le anunciaron que le habían otorgado el Premio Nobel de la Paz. También analizó la situación actual latinoamericana y señaló los desafíos, hacia el futuro, para los pueblos del mundo.
¿Cómo se despertó en usted la sensibilidad por lo social?
Siempre estuve en esto, no es que se despertó un día. Yo provengo de un hogar muy pobre, era uno de esos chicos que comía un día y otro día no, vivía en un conventillo en San Telmo, mi padre era un pescador y mi madre murió cuando era muy chico. Es decir, a mí no me enseñó nadie la pobreza porque la viví y así comencé a trabajar en las parroquias. Tuve una formación con los franciscanos y empecé a tomar conciencia social de lo que pasaba con los excluidxs, con los marginadxs y de ahí mi compromiso de vida, hasta el día de hoy. Yo siempre trabajé en los barrios ayudando a la misma gente con la que convivía, así que esa inclinación social siempre la tuve. Después es lógico que uno evolucione y vea la realidad latinoamericana y los problemas que se han ido viviendo.
¿Cómo definiría los derechos humanos?
Para mí los derechos humanos son integrales. En un momento determinado tuvimos que tomar decisiones frente a las graves violaciones que pasaban en América Latina, en Argentina con la dictadura, pero eso ya venía de mucho tiempo atrás. Cuando digo que los derechos humanos son integrales quiero decir que no tienen que ver sólo con las violaciones, torturas, muertes, cárceles, sino también con la salud, la educación, el trabajo. Una cuestión que a mí siempre me convocó, seguramente porque mi madre era hija de guaraníes, es la cuestión de los pueblos originarios, con los que seguimos trabajando hasta el día de hoy con temas de identidad e interculturalidad. También tenemos que incluir la cuestión ecológica, la madre tierra, todo esto hace a los derechos de las personas y de los pueblos. Esto es importante tenerlo presente porque no son únicamente derechos individuales sino también derechos colectivos y son derechos de la madre tierra. Desde ese punto de vista es que trabajamos la política de derechos humanos, que no es simplemente para calmar el dolor ajeno sino para las transformaciones sociales y políticas, los derechos humanos son una política de transformación social y de derechos de los pueblos.
¿Cómo vivió la dictadura? Usted fue preso político y sobrevivió a un vuelo de la muerte
La dictadura en América Latina tiene que ver con la política de Estados Unidos, que la intenta imponer en todo el continente a través de las fuerzas armadas, hay que tener en cuenta que Estados Unidos formó más de ochenta mil militares latinoamericanos en la Escuela de las Américas en Panamá y en las academias militares de su país. Los Pinochet, los Videla, los distintos dictadores se formaron en la Escuela de las Américas. Nosotros ya veníamos trabajando en América Latina. Fui detenido en Ecuador junto con otros asistentes a una reunión de obispos latinoamericanos pero también en Brasil, en Paraguay, y en Chile fui expulsado dos veces por Pinochet. Hasta que después me apresan aquí, en Argentina. Me detienen cuando fui a renovar mi pasaporte al departamento de policía y de ahí me llevan a la Superintendencia General de Policía, un centro de torturas. Luego, un 5 de mayo de 1977 me llevan hasta el aeródromo de San Justo, me suben a un avión y me encadenan en el asiento trasero, y así me tienen volando como dos horas sobre el Río de la Plata, hasta que llega una contraorden que indica que el avión tenía que dirigirse a la base aérea de Morón, en El Palomar. Me bajan del avión y me llevan a la Unidad Penitenciaria número 9 de La Plata. Lo que me salvó la vida fue la fuerte presión internacional, porque yo era más conocido fuera del país que dentro. Allí pasé por torturas, catorce meses en la Unidad 9 y después catorce meses de libertad vigilada, me la otorgan dos días antes de la final del mundial de fútbol de 1978. Cuando recién había terminado con la libertad vigilada anuncian que me habían otorgado el premio Nobel de la Paz, el 13 de octubre de 1980, a los dos días intentan asesinarme y no lo logran porque justo se cruza un taxi y no pueden disparar. La dictadura estaba dispuesta a todo.
Cuéntenos un poco cómo fue el día que se enteró que le habían otorgado el Nobel de la Paz.
Yo estaba en la calle, llevando informes sobre lo que pasaba en el país a las embajadas. Cada tanto llamaba por teléfono público a mi casa y ese día mi señora me dice que vaya urgentemente a la Embajada de Noruega, allí me recibe el embajador y me hace pasar a su despacho, miraba mucho el reloj porque me tenía que dar la información justo a las 12, porque a esa hora se anunciaba al mundo que me habían otorgado el premio Nobel. A partir de ahí ya fue una locura porque aparecieron periodistas de todas partes del mundo. Fue un knock out técnico a la dictadura porque tardaron 36 horas en reaccionar y el día 15 intentan asesinarme. Lo primero que le dije al embajador fue que no lo asumía a título personal porque mi trabajo no es individual, que lo asumía en nombre de los pueblos de América Latina, de los más pobres, de los indígenas, de los campesinos, de los favelados, de la gente que vive en las villas, es decir, de todos aquellos que están tratando de construir una sociedad mejor. Para mí toda esta lucha tiene que ver, también, con un sentido espiritual, yo hago todo esto por un compromiso como persona religiosa. A cuarenta años sigo trabajando en la misma dirección. Para mí el premio Nobel es importante porque es un instrumento al servicio de los pueblos, sino no sirve.
¿Modificó en algo su vida el hecho de haber recibido el premio?
El trabajo es el mismo, simplemente que se ha intensificado, ha abierto puertas a lugares que antes era imposible llegar. Sigo haciendo lo mismo que hacía antes de ser un premio Nobel, como acompañar gente muy desesperada y dolorida que luego se transformaron en organizaciones de derechos humanos, como Madres y Abuelas, las hemos acompañado desde el inicio, en la búsqueda de la verdad; y trabajar por la justicia, hasta el día de hoy se continúa ese trabajo porque las consecuencias que dejó la dictadura todavía perduran, como los desaparecidos. El premio Nobel nos abrió muchas puertas a nivel internacional y permitió llevar la voz de los pueblos, como por ejemplo entregarle los informes al Papa, a gobiernos, a organizaciones no gubernamentales, a Naciones Unidas, a la UNESCO. Es decir, tenemos otros espacios de participación, que los abrió el premio Nobel.
¿Qué significa hacer memoria? Usted ha dicho que como sobreviviente tiene la responsabilidad de transmitirla.
No hay pueblo sin memoria. No hay persona sin memoria. Todos tenemos una memoria particular pero tenemos también una memoria colectiva, compartida, que es lo que nos da la identidad, la pertenencia de saber quiénes somos. La memoria es también el legado que nos dejan los ancestros, los antepasados. Es importante hacer memoria, pero la memoria no es para quedarse en el pasado, sino que siempre nos ilumina el presente y es a través del presente que podemos generar y construir la vida, con todas sus luces y sombras porque la vida es eso, no es lineal sino que tiene sus altibajos, lo mismo sucede en la vida de los pueblos. Tenemos que hacer memoria y transmitir a las nuevas generaciones, así como hacen memoria en el Conti, y tratan de transmitir el pensamiento y fortalecimiento de las instituciones democráticas, así tenemos que trabajar por los derechos humanos y la democracia como valores indivisibles. La memoria es lo que nos afirma como seres humanos.
“Los derechos humanos son una política de transformación social” - Revista Haroldo | 3
Ha definido a América Latina como el continente de la esperanza. ¿Cómo ve hoy la situación en América latina?
América latina tiene muchas luces y sombras, se ha crecido mucho en conciencia crítica, en conocimiento entre los pueblos, antes no era así. Darse cuenta que el problema de lo que pasa en Colombia, en Guatemala, en México, es el problema de todos y todas. Ahora, hay enemigos terribles como la política de Estados Unidos de mantener la hegemonía continental, eso explica los últimos golpes de estado en el continente, diferentes de lo que fueron las dictaduras militares, hay que estar muy atento a estas cosas, como el lawfare, la guerra judicial, el derrocamiento de Manuel Zelaya en Honduras, de Fernando Lugo en Paraguay, de Evo Morales en Bolivia, contra Dilma Rousseff en Brasil para encarcelar a Lula e impedir que se presente a elecciones. Hay un gran riesgo porque esa política de hegemonía continental de Estados Unidos no quiere dejar que los países sean soberanos, que los pueblos sean soberanos. Y lo último que es muy preocupante es la acción de las policías, los intentos de golpe de estado con pretextos de salarios justos contra Rafael Correa en Ecuador, contra Evo en Bolivia. Aquí fijate que hace poco tuvimos un alzamiento policial y hay que estar muy atentos porque esas no son reivindicaciones salariales sino intentos de desestabilizar los gobiernos democráticos, que ya quedan pocos en América Latina. Podríamos hablar de México y de Argentina, pero después el resto del continente está sometido a gobiernos neoliberales. Y la otra cuestión son los medios de comunicación, que hacen sus campañas y son parte de un sistema. Pero también hay mucha fuerza en los pueblos: el Movimiento de los Sin Tierra de Brasil, los jóvenes en Chile frente al gobierno de Piñera por el reclamos de la educación libre y gratuita, los movimientos que hay en Colombia, en Guatemala; tenemos que fortalecer también los acuerdos de paz en Guatemala que están siendo boicoteados… Es una lucha permanente por la soberanía y por la dignidad de los pueblos contra las políticas neoliberales, como las del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, como lo hizo Macri, cuatro años de devastar y destruir la Unasur, el Mercosur, la Celac, para que imperen las políticas neoliberales y el neocolonialismo de Estados Unidos en Latinoamérica. Macri siempre atacó mucho a Venezuela, pero por órdenes de los Estados Unidos. Es decir, no estamos en el mejor momento, pero estamos en un momento de intentar la unidad en la diversidad, y eso es lo que las izquierdas todavía no comprenden; no es necesario que todos pensemos lo mismo, pero tenemos que tener algunos objetivos claros sobre hacia dónde va América Latina: la soberanía, los recursos naturales, la participación del pueblo, la construcción democrática.
¿Cuáles considera que son los desafíos para los pueblos en el marco de la pandemia y cómo imagina la pospandemia?
La pospandemia es hoy, hoy tenemos que trabajar. Ahora por qué este virus mortal, hay más de un millón de muertos en el mundo. Esto tiene que ver con el desequilibrio, el maltrato que el ser humano hace de la madre tierra. El papa Francisco publicó la Laudato Si, una encíclica sobre la madre tierra, sobre la naturaleza. Tenemos que encontrar y reestablecer el equilibrio entre las necesidades del ser humano con la madre tierra. Pero aquí hay una devastación, una explotación irracional de la madre tierra y estas son las consecuencias. Tenemos que poner límite, no podemos retroceder en esto, ahora si no aprendemos… Es un suicidio colectivo, porque la madre tierra le va a hacer sentir al ser humano toda la destrucción a la que la está sometiendo. Estos son virus que cada día se van fortaleciendo y diezmando al ser humano. Hay que pedirle a la gente que cumpla con las medidas sanitarias, porque si no cumple esto se sigue propagando. La vacuna no va a solucionar el problema, va a ayudar a que no haya tantas muertes, pero si no hay una actitud responsable de la población, se va a volver una cosa imparable, entonces hay que generar conciencia a través de los medios de comunicación y a través de una educación responsable para evitar mayores males a la humanidad. Esto tiene que ver también con las políticas públicas: EEUU ya pasó los 200 mil muertos, tiene que ver con las políticas neoliberales, porque privatizaron todo, salud, educación. La medicina se volvió una mercancía, entonces no hay políticas públicas (de salud pública) para la población y la consecuencia la tenemos a la vista: con grandes tecnologías y mucho dinero no han parado este virus mortal que es el coronavirus.
Para terminar ¿Cuáles son sus proyectos hoy?
Mi proyecto actualmente es seguir atento a la situación latinoamericana y a este país maravilloso pero castigado por todos lados. Sigo trabajando mucho con los pueblos originarios, con las cuestiones ambientales, apoyando aquellas provincias y grupos sociales que trabajan para que la megaminería no los siga dañando. Hay que pensar en reestablecer el equilibrio de las necesidades del ser humano con la madre tierra. Lo otro es la educación, yo sigo enseñando en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, la educación como práctica de la libertad, una educación liberadora, no castradora. Así que la cuestión educativa es uno de los grandes ejes que siempre me motivaron, yo fundamentalmente soy un educador. Lo otro es el trabajo social de tratar de abrir los espacios a todos los sectores sociales pero con objetivos de integración, de desarrollo y de conciencia latinoamericana. También estoy escribiendo mucho y después bueno, soy artista plástico, sigo trabajando… En este momento estoy haciendo un cuadro de Evita, a quien le tengo un gran cariño por todo el trabajo social que realizó y que ayudó a mi viejo para ser jubilado, se jubiló gracias a Evita. Y después la parte de construcción social de ir trabajando con los organismos sociales, de derechos humanos y mucho en formación, creo que eso es lo fundamental. Y darme tiempo para estar con la familia también, mi señora es compositora de música así que está con una gran actividad. Tengo dos hijos que están en Colón, Entre Ríos, y otro hijo que está aquí, por suerte lo tenemos cerca. Y estar atento al caminar de los pueblos latinoamericanos, mi vida en América latina es fundamental.
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