01/10/2020
Día Internacional de las Personas Mayores
Ya es tiempo de una sociedad para todas las edades
Por Milena Heinrich
Fotos María Moldes
Si hay algo inevitable es que vamos envejeciendo desde el mismo día que nacemos. Sin embargo, nuestra sociedad está atravesada por el viejismo, una conducta social compleja, consciente o inconsciente que devalúa simbólicamente el status de las personas viejas por razones de edad. La pandemia puso en foco –como nunca antes- a las personas mayores, protagonistas involuntarias de esta crisis inédita. En este marco, es preciso dar batalla cultural y reflexionar sobre esta etapa de la vida, los viejos y las viejas lo saben: la edad no es un límite, los años no impiden soñar, ejercitarse, amar, disfrutar, tener sexo, desear.
La pandemia puso en evidencia un sinnúmero de problemas económicos y sociales a nivel global; pero también puso en foco –como nunca antes- a las personas mayores, protagonistas involuntarias de esta crisis inédita.
En Europa se vieron imágenes siniestras. Bélgica, por caso, se hizo tristemente famosa por haber dejado morir a sus mayores cuando la primera ola de Covid-19 asediaba el continente y para nosotros y nosotras todavía se trataba de un bicho invisible en el que creíamos a medias.
Los “abuelos”, llamados así para generar una falsa empatía, coparon los diarios y los canales como nunca antes. Y así vimos ensaladas discursivas en las que hablaba Susana, “la hija de una abuela internada”, como apareció en un zócalo de la tevé argentina.
Las personas mayores, como hay que llamarlas para respetar las diversidades, recibieron todo tipo de mensajes. Cuidarse, el primero y necesario; pero también otros más paternalistas como el intento del gobierno porteño de que tuvieran que pedir autorización para salir. La polémica se instaló en un minuto. Muchas y muchos pusieron el grito en el cielo: tanto quienes iban a tener la obligación de cumplir con la medida (coercitiva) como gerontólogos y gerontólogas, que entienden la vejez como otra cosa.
Y sobre esa otra cosa es bueno ponerse a pensar este 1 de octubre, en el que se celebra el Día Internacional de las Personas Mayores, declarado el 14 de diciembre de 1990 por la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Datos, no opinión
En la actualidad, a nivel mundial dos personas cumplen 60 años por segundo. Se estima que para el 2050 la cantidad de personas de 60 años y más será de 2.092 millones, es decir el 21,5% de la población mundial total, superando así la cantidad de niños y niñas menores de 15 años.
Los datos del 2020 muestran que Argentina es un país envejecido: el 15,7% de su población tiene 60 o más (7.130.382). Según las proyecciones, la cantidad de personas mayores irá en aumento los próximos años y se espera para el 2040 que la cantidad ascienda a 10.870.882.
Estos números son posibles gracias a las mejoras en la calidad de vida. En nuestro país la esperanza de vida es 76,8 años para ambos sexos, pero la de las mujeres es de 80,3 y la de los varones 73,7. Por eso se habla de “feminización de la vejez”, porque la conformación demográfica es mayoritariamente femenina, tanto en Argentina como en el mundo.
Que las mujeres viven más tiempo que los varones es un hecho. Sin embargo, lo hacen en peores condiciones económicas y simbólicas porque la vulneración sufrida durante las etapas anteriores se potencia en la vejez. Las inequidades se expresan a lo largo de toda la vida, claro.
“América Latina es una región que ha envejecido mucho estos últimos 20 y 30 años, según el Observatorio Demográfico de la CEPAL. ¿Eso es bueno o es malo? La respuesta es que es bueno porque la gente no se muere. Cuando una sociedad envejece es porque las personas vivimos muchos años y prolongamos el momento de la muerte. En los próximos años vamos a seguir -afortunadamente envejeciendo- porque la esperanza de vida seguirá aumentando”, dice Mónica Roqué, gerontóloga y secretaria de Derechos Humanos, Gerontología Comunitaria, Género y Políticas de Cuidados de PAMI.
En este proceso, las zonas metropolitanas y urbanas en nuestro país son las que concentran los mayores niveles de poblaciones envejecidas y es la Ciudad de Buenos Aires la que está a la cabeza de esta tendencia.
El dilema de la “antiedad”
¿Qué pensaría usted si escuchara publicidades que hablen de cremas para no parecer indígena, cirugías para ocultar ser semita o tratamientos para no ser afeminado? Sin duda, diría que son discriminatorias, más aún, ofensivas. Sin embargo, día a día, nos enfrentamos con mensajes que nos ofrecen productos antienvejecimiento o antiedad.
La cita pertenece al Dr. Ricardo Iacub, psicólogo, titular de la cátedra de Tercera Edad de la UBA y subgerente de Cuidado y Desarrollo Psicosocial de PAMI. Clara como el agua, engloba el intríngulis de lo que pasa casi siempre con la vejez: hay que ocultarla y disimularla.
Un tema para el diván porque si hay algo inevitable es que vamos envejeciendo desde el mismo día que nacemos. Somos envejecientes. Sin embargo, como habíamos adelantado, varones y mujeres no envejecemos de la misma forma.
Roqué cita un estudio de la Universidad de Canadá que ha comprobado que las mujeres mayores que tuvieron embarazos adolescentes tienen mucho más riesgo de sufrir hipertensión arterial, diabetes, accidentes cerebrovasculares y enfermedades coronarias. Por lo cual, razona, si lo que queremos es ocuparnos de las mujeres mayores, primero hay que ocuparse del momento en que nacemos.
“Envejecemos como vivimos y somos una continuidad de nosotras mismas y vamos a tener muchas repercusiones en la salud de acuerdo a cómo hemos transitado en las otras etapas de la vida. A esto se suma otra inequidad: ¿qué es lo que piensa la sociedad?, ¿cuál es el imaginario social sobre las mujeres mayores?”, se pregunta.
Para contrarrestar ese imaginario negativo a las mujeres no nos queda otra que salir a responderle a la presión social. “Formamos parte de una cultura anti age y esto es terrible. ¿Por qué? No porque esté mal que uno pueda querer no tener arrugas, sino por lo que significa. Anti age es anti edad, premisa que tenemos que empezar a problematizar pensando en por qué aceptamos ese tipo de mandatos”, reflexiona Roqué.
En esta problematización, Roqué dice taxativamente que no tenemos que hacer de los 90 los nuevos 50, como dice Anna Freixas en su libro “Tan Frescas”. “Mi abuela tiene 90 como mi bisabuela tenía 50. No, no es así. Hoy tienes 90 y son los mejores 90, los mejores 80, los mejores 70. Hay que ponerle valor a la edad que tenemos. Si estamos absolutamente autoválidas, mucho mejor, porque eso es lo que pasa hoy con una mujer de 70: está participativa, no es la pobre viejita asexuada; tiene amantes, novios, pareja, o lo que fuere”.
Está claro que no todas entran en el mismo paquete de pobres viejitas. No es igual cuando pensamos en Moria, Susana, Nacha o Mirtha. Es que la vejez no es igual para todas, aunque todas seamos envejecientes. Las que tienen más recursos envejecen en condiciones más amigables, que las mujeres de sectores más vulnerables.
La pandemia, el gran hermano
La cuestión de la vejez se convirtió en uno de los ejes de esta pandemia, convirtiendo a las personas mayores en “sujetos en riesgo”. “Calificación que anudó de una manera insólita peligro, cuidado y controles”, dice Iacub, que lideró la encuesta sobre Aspectos Psicosociales de las Personas Mayores en la Cuarentena (Iacub, Arias, Kass, Herrmann, Val, Slipakoff y Gil de Muro), de Psicología de la 3ra Edad y Vejez, Facultad de Psicología, UBA, cuyo objetivo fue analizar una serie de categorías relativas a las vivencias en cuarentena en 758 personas mayores de 60 años residentes de la Ciudad de Buenos Aires.
La encuesta realizada sobre esta población, en comparación con otras que enfocaron en diversos grupos de edades, indica que tienen mejores condiciones emocionales ante la pandemia y el aislamiento en cuarentena, aun constituyendo un grupo de especial riesgo. En este sentido, uno de los hallazgos más relevantes ha sido las buenas condiciones psicológicas que permiten afrontar este momento. Aun cuando existen ciertos niveles de tristeza y de ansiedad, siempre bajos o moderados, cuando se abordan los miedos o los pensamientos recurrentes sobre la muerte, estos disminuyen a nada o poco. Este efecto de regulación de emociones negativas da cuenta de recursos psicológicos que en las últimas décadas tienen mucha evidencia científica pero siguen teniendo poca repercusión en lo social.
Incluso, ante la consulta sobre los factores que facilitaron atravesar la cuarentena, se destacó un fuerte apoyo a recursos tales como la tolerancia, la paciencia, el buen humor, la capacidad de adaptación, la calma y la creatividad. Lo que indicaría un mayor control secundario, es decir la capacidad de postergar lo que no se puede realizar, fortalecer lo que sí se puede o simplemente modificar el deseo, cuando no se encuentra la posibilidad de efectivizarlo. Una disminución del control directo y concreto reforzaría un aumento del control psicológico, en este caso sobre lo imponderable de la pandemia.
Las personas entrevistadas dieron cuenta de aspectos contradictorios, la preocupación y la diversión o la falta de largos horizontes y la focalización en metas cortas y significativas, que conviven permitiendo lograr bienestar. Lo que en términos teóricos se explica como una mayor complejidad y riqueza emocional en la vejez, un conjunto de recursos que se potencian en esta etapa vital, debido a la experiencia, a las vivencias de limitación y hasta a la certidumbre de finitud que potencia nuestras ganas de no pasarla mal.
Lo analizado indicaría un sostén a la idea de la paradoja de la vejez, que muestra que más allá de tener más pérdidas biológicas, psicológicas y sociales el nivel de bienestar y felicidad son llamativamente altos, aún en la pandemia.
No al viejismo
Viejismo: m. Conjunto creencias, prejuicios y estereotipos que discriminan a las personas mayores.
El término ageism fue desarrollado inicialmente por Robert Butler en los 70´ y traducido en la Argentina como viejismo por el psicoanalista y geriatra Leopoldo Salvarezza.
Poco difundido, el término alude a una conducta social compleja, consciente o inconsciente que devalúa simbólicamente el status de las personas viejas por razones de edad. El “antiage” está inscripto en una de estas conductas. Nombrar abuelo o abuela a una persona mayor, también; porque -se sabe- es un rol que no necesariamente la define.
A diferencia de otras formas de discriminación, como el machismo o el racismo, el viejismo no cuenta con suficiente arraigo en la crítica social, por lo cual son necesarias instancias informativas y reflexivas para que la sociedad comprenda que tales acciones estigmatizan, subestiman, excluyen y vulneran los derechos de las personas mayores.
Comprometidos con la idea de derribar prejuicios y estereotipos, PAMI y la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual lanzaron la campaña “No al viejismo” con figuras representativas de la cultura nacional que se comprometieron con esta iniciativa que busca resaltar las contribuciones de las personas mayores a la sociedad.
“Hay una amplia aceptación de creencias negativas sobre las personas mayores a través de frases comunes que refuerzan los prejuicios; y ahí es donde radica el riesgo del viejismo porque opera implícitamente y, aún sin la intención de dañar y excluir, daña y excluye”, dijo la directora ejecutiva de PAMI, Luana Volnovich.
En esta primera etapa de la campaña que sale por redes, se difundirán spots audiovisuales en los que participan: el historiador Pacho O`Donnell, la investigadora Dora Barrancos, la periodista y conductora Teté Coustarot, la modelo y empresaria Anamá Ferreira, el autor y director teatral Pepe Cibrián, el actor y humorista Rudy Chernicoff, la cantautora Teresa Parodi y la actriz Virginia Lago.
“Las personas mayores aparecen poco en los medios. Y cuando lo hacen es en las secciones de policiales y previsionales. Se las estereotipa, se las infantiliza, se las discrimina, se las limita. No se les da voz. Es necesario un cambio de paradigma en los medios y en la sociedad. Por eso iniciamos esta alianza para promover una toma de conciencia que termine con el viejismo y lograr que prevalezca una valoración positiva y una participación activa de los y las mayores en radio y televisión", resume la defensora del Público, Miriam Lewin.
Los viejos y las viejas lo saben: la edad no es un límite, los años no impiden soñar, ejercitarse, amar, disfrutar, tener sexo, desear. Ya es hora de cambiar, de dar la batalla cultural.
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