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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

19/09/2020

La revolución institucional

En el 52 aniversario de su muerte, el autor recuerda a John William Cooke a través de su labor legislativa, tarea considerada un modo de moldear las formas institucionales de la revolución, que, indisociable de la presencia popular en las calles, implicó el primer peronismo.

John W. Cooke en su banca de Diputados

Dos temas dominaron la obra y la vida política de John William Cooke, el Peronismo y la Revolución, o quizás fue un único tema porque siempre vivió al peronismo como una revolución, tanto en los períodos de la proscripción y la resistencia contra la dictadura surgida del golpe de setiembre de 1955, como cuando gobernaba con una masiva adhesión popular. En su tarea como diputado nacional desde 1946, Cooke proclama una Revolución Institucional a través de la acción legislativa. El dirigente que organizó la resistencia clandestina en 1957 y, en correspondencia con Perón diseñó entonces una estrategia de resistencia que incluía la acción violenta, señala en uno de sus primeros discursos como diputado, en junio de 1946: “la violencia en la acción no significa mayor profundidad en las ideas”.

Por qué pensar en la violencia, en esos primeros años de gobierno peronista cuando la Argentina era una fiesta, como lo señalara, años después, en una crónica del período un escritor que no era precisamente peronista. En el mismo texto, Félix Luna no dudó en calificar lo ocurrido en las urnas: había demostrado un cambio abrupto y total de su mentalidad, sus lealtades, sus modos de reacción y no otra cosa es el comienzo de una revolución”. [1]

La labor legislativa que Cooke consideraba iría moldeando las formas institucionales de la revolución no podía disociarse de la presencia popular en las calles. Esta sólo podía constituir amenaza para quienes consideraban una afrenta la expansión de derechos que transformaba la sociedad argentina. Aquella era una Argentina alegre y Cooke retomará, entonces, una expresión de Perón: las manifestaciones peronistas tienen algo de romería. Estas masas que festejan son también protagonistas de esa revolución incruenta; “el pueblo en la calle expresando sus emociones y nosotros, acá, haciendo leyes para la recuperación de la soberanía nacional.”

De esa tarea legislativa reparadora y justiciera –los adjetivos son míos pero no molestarían a Cooke- los legisladores electos junto con Perón no pueden apartarse, “por la severidad de las consignas que nos ha dado el pueblo”. Sin embargo, agrega el mismo Cooke, con esa conjunción de amplitud de miras y firmeza en los objetivos que caracterizará toda su trayectoria: “empresa de tal magnitud representa para la Nación la necesidad de recurrir a todas las fuerzas morales y a todos los hombres cualquiera sea el lugar que ocupen este recinto”.

Perón fue uno de los jefes del golpe de 1943 y participó en los sucesivos gobiernos militares, es natural entonces que se establezca una continuidad entre la Revolución de Junio que derrocó al presidente Ramón Castillo y el surgimiento del peronismo. Sin embargo, aquel gobierno que soportaba el peso asfixiante del nacionalismo clerical no podía ser llamado revolucionario. Las cosas cambiarán a medida que Perón profundiza su política laboral desde la Secretaría de Trabajo y Previsión y coloca a los trabajadores en el centro de la escena.

“La revolución institucional” - Revista Haroldo | 1
John W. Cooke y Juan D. Perón, Caracas , 1957. 
Fuente: Libro "John William Cooke. La mano izquierda de Perón" de Daniel Sorín. Ed. Planeta

Las invocaciones a los empresarios explicando que debían otorgar beneficios a los trabajadores para evitar un mal mayor no lograron su propósito. En agosto de 1944, cuando Perón habla en la Bolsa de Comercio, la probabilidad de expansión de las fuerzas de izquierda en la posguerra era previsible, pero los capitalistas argentinos temieron más a ese coronel que otorgaba reivindicaciones a los trabajadores, fortalecía su organización y les permitía un inquietante protagonismo. Este rechazo a participar del gran acuerdo social dejó en claro que la fuerza de Perón radicaba en el apoyo de los asalariados, sin un correlato importante del lado empresarial. Frente a esta realidad, el Perón político, desplazó por un tiempo al Perón doctrinario. El futuro presidente orientó cada vez más su discurso hacia los trabajadores y lo radicalizó: a partir de la negativa reacción empresarial, en las intervenciones de Perón ganarán espacio las referencias a “los egoísmos injustificados, los intereses mezquinos y la “oligarquía”.[2] La movilización que rescató al entonces coronel el 17 de octubre consolidó su centralidad casi absoluta en la composición del movimiento peronista[3]. Sin embargo, Perón siempre bregó por una mayor presencia empresaria, componente estratégico de su proyecto.

Una conferencia de 1946 titulada Perspectivas de una Economía Nacional muestra la originalidad del pensamiento de Cooke. Al igual que Sarmiento, el autor parte del territorio como dato fundamental. Pero, como lo ha señalado Juan Giani, mientras para el autor de Facundo el desierto explica tanto la arrogancia del gaucho como la imposibilidad de que en ese contexto físico prosperen el progreso moral y la cultura de la inteligencia, el pensador peronista atribuirá al espacio físico una influencia positiva.[4] Solitario en la inmensidad, el habitante de los llanos adquirió la noción de libertad y esa soledad le obligó a bastarse a sí mismo: si venció a esa llanura, por qué aceptar cualquier otra superioridad. De la libertad y la igualdad nacen la amistad y el coraje, que no es prepotencia.

Es conocida la vocación de Cooke por los estudios históricos y el diálogo permanente que establece entre sus reflexiones políticas y la tradición nacional popular, pero ha sido menos citada esta referencia a la geografía. Lo más interesante para ubicarnos en esos tiempos en que el peronismo está naciendo es la necesidad que siente nuestro autor de ir más allá de la política y en las orillas de la filosofía retomar la reflexión de Scalabrini y anticiparse a El mito Gaucho, texto fundamental de Carlos Astrada que se publicará dos años después. Es en este terreno que debe librarse una lucha mayor para rechazar esa minusvalía que el liberalismo conservador ha impuesto a todo lo argentino, gravando severamente nuestro destino como país. Contra esta idea nació el peronismo y aunque no se caiga en los desvaríos de la Argentina Potencia –ajenos a Cooke cuyo nacionalismo estuvo teñido de convicción democrática, sensibilidad social y vocación latinoamericana- esa reivindicación nacional sigue siendo el principio unificador del más amplio frente a construir.  

Para quienes consideren con simpatía esta inversión del análisis sarmientino pero teman que Cooke haya sesgado su análisis subestimando los factores económicos que pesan notablemente en el desarrollo argentino, se recomienda leer la intervención del diputado Cooke en el debate sobre Represión de Actos de Monopolio, en ese año 1946. Allí advertirán su versación en la materia –hasta 1955 fue profesor titular de Economía Política en la Facultad de Derecho de la UBA- y el conocimiento no sólo de Marx y Lenin sino de otros autores marxistas que en esos años será vano buscar en los trabajos de los comunistas argentinos.  

Tocará a Cooke fundamentar la derogación de la Ley 4144 llamada de Residencia de 1902 que autorizaba la expulsión de extranjeros, aplicada contra los activistas anarquistas. Dos años después, cuando ingresa como diputado, Alfredo Palacios propone la derogación. Cooke señala como extraordinario el discurso de Palacios en lo que califica como batalla memorable. Sin embargo, deslindando posiciones con los socialistas, ironiza con respeto sobre su creencia en la fatalidad de las leyes que informaban las doctrinas positivistas y su fe en el principio determinista, discurso del que señala su vetustez y “cierto dejo paradójicamente romántico”.

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John William Cooke y Alicia Eguren

En sus intervenciones de homenaje a Juan Bautista Alberdi, Lisandro de La Torre, Homero Manzi o Adolfo Saldías, Cooke delinea una visión de la historia que tiene la impronta del pensamiento nacional popular pero que no impide los gestos de amplitud con una visión integradora. Tal como ocurrirá cuando a partir de 1954, Palacios, De la Torre y otros que se opusieron al yrigoyenismo y el peronismo, sean reivindicados por enfrentarse a la dominación imperialista.

La compilación de las intervenciones parlamentarias[5] muestra no sólo las inquietudes intelectuales de Cooke sino también la agenda del gobierno peronista. En la defensa de las iniciativas oficiales puede ser severo y exaltado como en el tratamiento de la expropiación de La Prensa, o más conciliador, cuando se tratan iniciativas en materia económica y social sobre las que no existe unidad de criterio en el bloque radical. Este estaba integrado por ex forjistas que permanecieron en la UCR, como Gabriel Del Mazo, y Luis Dellepiane y, además, recordemos que el programa de Avellaneda sancionado por los radicales intransigentes en 1945 compartía los postulados de intervención del Estado y nacionalismo económico del peronismo. Pudo hacerse gestando un acuerdo que cambiara el rumbo político, pero los derrotados en la elección de 1946 decidieron faltar a la jura del nuevo presidente, aunque no habían impugnado los comicios. Ese día la UCR decidió convertirse en el partido de los antiperonistas.

Decidido opositor a Perón, La Prensa – el diario de mayor tirada- nunca llamó por su nombre al candidato en sus crónicas de la campaña electoral y expresó su disgusto por la victoria peronista no informando nunca sobre el resultado electoral.[6] Gesto tan increíble y reñido con la ética periodística quizás ayudó a que sus lectores negaran la presencia intolerable del peronismo. En esos días de festejos jubilosos difícilmente haya conseguido ocultar lo que estaba pasando en la sociedad.

La postura de La Prensa contrastaba con la de La Nación que evitaba enfrentar al gobierno, aunque no carecía de ciertos guiños antiperonistas a sus lectores. Cuando el levantamiento encabezado por el general Benjamín Menéndez, en septiembre de 1951, unos meses posteriores a la expropiación del diario de la familia Gainza Paz, la Nación condenó abiertamente el golpe, intentando mejorar la relación con el gobierno y evitar una posible intervención oficial. Este gesto conciliador produjo la renuncia de Alfonso de Laferrere, director de Editoriales disconforme con la posición adoptada por el diario.[7]

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John William Cooke.

Fuente: Libro "John William Cooke. La mano izquierda de Perón" de Daniel Sorín. Ed. Planeta

El discurso de Cooke avalando la expropiación adoptó un tono ideológico. En realidad, la medida adoptada fue la creación de una Comisión Investigadora ante una denuncia sindical, pero Cooke no ocultó que existía una contradicción más profunda: “si la Comisión llega a decirnos que La Prensa está en regla, que no ha transgredido ninguna disposición legal, ella seguirá su vida normalmente pero nosotros seguiremos estando contra ella, como La Prensa seguirá estando contra nosotros”. Años después, Rodolfo Walsh reivindica lo que considera, “una denuncia revolucionaria de la penetración imperialista a través de los medios de información”. Cooke rechaza la activa intervención del gobierno norteamericano en el conflicto y destaca que la concentración del mercado periodístico no permite hablar de verdadera libertad de prensa en los Estados Unidos donde existen menos diarios de los que había en el siglo XIX.

En 1948, Cooke es autor de uno de los proyectos de reforma constitucional, junto con el diputado Ricardo Guardo, pero la significación de ese importante proyecto se redujo, porque el Consejo Superior del Peronismo y el bloque de diputados decidieron que sería la misma Convención la que decidiría los alcances de la reforma. El proyecto de Cooke y Guardo, entre otras importantes modificaciones, suprimía el final del art. 77 que establecía la prohibición de la reelección del presidente hasta pasado un período. Perón, que hizo al respecto algunas declaraciones contradictorias, se reservó hasta último momento la decisión sobre este tema álgido que habría estado en el centro de su conflicto con el gobernador de Buenos Aires, Domingo Mercante.

Lo cierto es que Cooke no fue convencional constituyente –el cargo era compatible con el de diputado- y más tarde, luego de la prórroga de los mandatos hasta 1952 para adaptarlos a la nueva Constitución, tampoco fue reelecto como Diputado Nacional. Quizás se le haya reprochado alguna indisciplina pero sin duda fue uno de los legisladores más destacados de su bancada. Evita le habría ofrecido entonces la dirección de Democracia, uno de los más importantes diarios de la cadena oficial, pero Cooke lo habría rechazado según una versión porque “no quería pelearse con la corte de obsecuentes”.[8] Después publicaría la revista De Frente que por su estilo anticipó las revistas de noticias de la década siguiente y se caracterizó por una amplitud de miras para encarar temas que no siempre albergaba la prensa oficial. Después del golpe del 16 de junio, Perón lo convoca como interventor del peronismo de la Capital, pero este importante episodio, ocurrido sólo tres meses antes al derrocamiento del gobierno peronista queda para otra crónica, porque debe integrarse con la etapa de la resistencia.

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Notas

[1] Felix Luna, La Argentina era una fiesta. Perón y su tiempo. Tomo I, Buenos Aires, Sudamericana 1987, p. 36.

[2] Hugo del Campo, Sindicalismo y Peronismo, Los comienzos de un vínculo perdurable, Buenos Aires, Siglo XXI 2005, p. 221.

[3] Juan C. Torre, “Interpretando una vez más los orígenes del peronismo”, en Estudios sobre movimiento obrero y peronismo, Buenos Aires, Siglo XXI 2012, pp. 176-77.

[4] Juan Giani, Peronismo 2020, Buenos Aires, Paso de los Libres 2020, p. 9.

[5] John William Cooke, Acción Parlamentaria. Obras Completas en Eduardo Duhalde, compilador, Tomo I, Buenos Aires, Colihue, Buenos Aires, 2007. Consultar también: Cristian Gaude,El peronismo republicano. John William Cooke en el Parlamento Nacional, Universidad Nacional de General Sarmiento, 2015 y Fermín Chávez, John William Cooke, el diputado y el político, Buenos Aires, Círculo de Legisladores 1998.

[6] Sabrina Ajmechet, “La Prensa durante el primer peronismo”, en Ernesto Bohoslavsky (comp.) Las derechas en el Cono Sur, siglo XX. Actas del Taller de Discusión, Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines, 2011.

[7] Ricardo Sidicaro, La política mirada desde arriba. Las ideas del diario La Nación, 1909-1989, Buenos Aires, Sudamericana, 1993, p. 218.

[8] Eduardo Jozami. La revista De Frente, un caso singular en el primer peronismo, en Dilemas del peronismo, Buenos Aires, Norma, 2009. 

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