09/09/2020
Las ocasiones #6- Elsie Vivanco
Por Elsie Vivanco
Compartimos una selección de poemas de Elsie Vivanco, una de las voces más escondidas e inclasificables de la literatura argentina. Poemas atravesados por la violencia, el descubrimiento y el erotismo; por la imposibilidad de habitar la ciudad si la imaginación no ofrece al menos una salida para la aventura, para la memoria. Poemas donde se potencian los vínculos entre los seres humanos (su deseo de control), el lenguaje político -irónico y atroz- que irrumpe por la puerta trasera y esa distancia material y metafísica a la que llamamos naturaleza.
Rayado por la sombra
de los bambúes
el gato se sueña tigre.
ME ENSEÑARON A PESCAR Y NO APRENDÍ
Me enseñaron a pescar
una tarde en que me moría de hambre
sólo arroz y bananas
o bananas de postre
la cabaña en el morro
la cabaña del banano de Bashò.
Los chicos vinieron
buscaron facas
para cortar bambúes
estropearon las facas
y las cañas largas y finas y flexibles
en la punta, arrollada, la tanza y el anzuelo.
Caminamos uno de los chicos y yo
por la costa
sobre grandes piedras
igual a montañas
ariscas para mí
o yo arisca para pisarlas
desmesura de piedra
y el mar abajo, un clamor
la espuma del vértigo,
el corazón del susto destrozado, por supuesto.
Nos sentamos sobre un gran peñasco
las piernas en suspenso
el equipo de pesca detrás.
Antes me había enseñado
a pescar camarones
en el río
de carnada.
Me enseñó a hacer un instrumento pesca camarones
de palabra
y tuve que entenderlo
y rápido por el hambre
y quedó
dos cañas
una bolsa de tela de mosquitero
del mío
que, en su abertura llevaba
de un lado, pedacitos de telgopor
para flotar
y del otro pedacitos de plomo
para hundir
se.
Esta incoherencia servía
para
con mucha paciencia
pescar camarón.
Había o hay
que amasar una bolita de farinha
depositarla en el fondo del río donde no corre el agua
hay una parte
del río en donde el agua se queda quieta
hasta se pudre
arrimarle el caza camarón
esperar con el agua en la entrepierna
sin respirar por ningún agujero.
Al tiempo
depende
llegan caminando de lado
más parecidos a los cangrejos que a los camarones.
Había que aproximar la bolsa con su boca abierta
se dan cuenta
igual a mariposas
había que meterlos en la red.
Difícil describir el gesto de abrir la boca
abrir la bolsa cerrando cañas
para que entren
y abrir las cañas
para que no salgan
siempre la incoherencia
sacarlos de la bolsa
y los malditos bichos con su tendencia de volver a su origen
el río
y uno tratando de meterlos en un frasco con agua
a ellos, sí
para que continúen
vivos
ellos se resisten
y pegan un salto al agua
del río.
Deben vivir hasta el momento de ser comidos.
El calor es tal
que de otra forma
si muriendo antes, se pudrirían.
Habiendo aprendido la primera parte de la lección
lleva una mañana
luego hay que dejar pasar al sol
en el cielo
dejar que se ponga algo bajo
y caminar saltar por las piedras costeras
las piedras como montañas
de cinco o seis metros de altura
y llegar con el Heart-break.
El chico
como si hubiera estado haciendo esto durante cincuenta años
prepara el anzuelo
ensarta el famoso camarón casi amigo mío de él enemiga
ensarta vivo
lo arroja al mar con la caña la tanza y el anzuelo
y se sienta.
Con el cabo de la caña
raspa
pequeñas lapas de la piedra
lapas que están adheridas debajo de la línea del mar
se desprenden y ruedan al fondo
a dos o tres metros de profundidad.
Me advierte
las que están arriba
fuera del agua
pueden estar muertas
son mejor las de abajo
no se discute las causas.
Llegan los peces
no los grandes con experiencia
no sé qué experiencia si cuando la adquieren
ya están muertos.
Llegan los peces de colores
y son tal cual, de colores
con rayas, puntos, zigzag, fosforescentes mariposas
y con colores.
Son de colores hasta que mueren ensartados
fuera del agua
se apagan.
El chico cuando lo ensarta
tira de la caña para arriba
para ensartarlo más adentro
del cuerpo
hasta que lo desensarta
y lo guarda en el cesto
a tal efecto
puesto lejos del mar
por si se le ocurre, aún
saltar hasta las aguas de origen.
Al pez.
Al segundo lo sorprendo yo
con el camarón
los estertores del camarón.
Los estertores del pez
o pescado no se sabe
en mi mano
antes de morir frío por supuesto.
Volvemos saltando los mismos abismos
ahora menos hondos
a causa de la marea alta
que puede matarnos
sino llegamos rápido a tierra.
Un estremecedor relato del inglés
Walter Scott, creo era el Anticuario o no sé
Kidnapped o Stevenson
estremecedor para mí que lo creía
él o ella,
al pie del acantilado
con la mar creciendo
cada momento la franja blanca de la playa se hacía más angosta
y la protagonista seguro era ella por el miedo
el miedo que sentía
la desprotección
la llegada del salvador bajando los riscos
aunque creo, ahora, que era un él
subiendo con jadeos los riscos
el salvador de sí
mismo.
De nuevo en la cabaña de Bashò
el chico no se va
quiere enseñarme cómo se limpia el pescado
y con el cuchillo vil
raspa
despanzurra
y filetea
debo creer que posee cincuenta años
debo creer que tiene ocho
y se lo ve feliz, más feliz
porque está por terminar su tarea
enseñarme a pescar
que no es poco
si voy a comer pescado
con arroz y bananas fritas
y saber hacerlo
lo de pescar
la próxima vez
aunque me lleve cincuenta años aprenderlo.
Se queda sentado
me mira satisfecho
pregunto qué me va a enseñar ahora
dice que quiere un anzuelo
de regalo.
APUNTES SOBRE LA NATURALEZA
La cortadora de pasto
Mientras viví en la chacra de Baradero lo que hacía era cortar el pasto de la hectárea.
Exacto, no sólo ello sino recoger el pasto,
Maravilloso aprendizaje de la simplificación.
Ahora, una máquina que hace con tu control, hace lo que tú quieres, ¿no es lo que todos queremos?
No, lo que queremos es cortar el pasto y que en algún momento el lagarto Juancho, así se llamaba, salga de su casa a mirarnos mientras cortamos el pasto.
Y él, seguro, salía de su casa tronco y se ponía encima y nos miraba.
No de cualquier modo,
del único modo que miran los lagartos:
lejano, tranquilos, teniendo el poder, el poder de ser los dueños.
Son los dueños como los Mapuches, igual.
Y ellos, los Mapuches y los lagartos te miran desde un territorio que les pertenece y nosotros somos invasores.
No piensan matarnos.
***
También tuve mis palmeras salvajes simplemente bebiendo una cerveza helada en Brasil.
Hoy, bebiendo una cerveza en mi casa, lo más salvaje que me llega es el olor de las flores de los tilos, seis pisos más abajo en las veredas de Belgrano.
Sonríen en noviembre.
***
En la ciudad
la noche crece igual a un espárrago luminoso
sin piedad
nos sumergimos en las luces
y perdemos
perdimos las estrellas.
Un ligero vaho gris
es nuestro techo
no es cielo
no.
***
En el rancho de Juanjo, en Los Cocos, después de la lluvia, noviembre del 2017.
Este aire de la tarde
con ventolina
que te hace así en la cara
y te recuerda
primero te dice
aquí estoy
esto que pasa en tu país
no es lo que pasa aquí
aquí a lo lejos, cerca,
se oyen los niños
aquí recomienza el verdor
aquí, he escuchado voces
algunos brillos igual a gemas
me indican
además que haya llovido
el oro de la tierra
y eso ¿qué?
Esta noche
hay algunos grillitos fuera
los escucho
y dicen
¿dónde estuvo Maldonado tanto tiempo?
Y cuando termina el día
el cielo se vuelve aún más celeste
y las nubes todas rosa antiguo
es delicado el momento
hoy sin muchas glorias
sólo celestes y rosas
batitas de bebé.
En materia de bichos
en el transcurso del día vi:
dos perros
un cienpiés
varias mariposas blancas
un picaflor
una paloma turca
un escorpión
cuatro pájaros carpinteros
cinco loros
un zorzal criollo (mirlo)
una ratona y
un semillero
No me fijé en hormigas.
También oí pasar dos motos.
***
Esa palmera
bajita aún
sacude su arboladura de un lado al otro
recordando
y repitiendo
soy de país tropical
Ella sola se movía en el huracán
ningún otro árbol.
Elsie Vivanco
Nació en Buenos Aires en 1936. Ha publicado Baile. Muelle. Barco. Iglesia. Calle. Mañana. Mar. Bosque. Casa. Muerte. Orden. Antemuerte. (Ediciones Último Reino, 1988), Otro Animal (Ediciones Último Reino, 1991), Cuentos de Provincia (Bajo la Luna Nueva, 1997), S/T (Alción Editora, 2009), Cuaderno de notas (Alción Editora), Dos Libros (Mansalva, 2016) y Glaucoma (Edición particular, 2020).
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