13/06/2019
“Los invito a juntar coraje y acercarse”
Por Bárbara Komarovsky
Fotos Lucrecia Da Representacao
Javier Matías Darroux Mijalchuk, el nieto 130, participó hoy de la conferencia de prensa de Abuelas de Plaza de Mayo en la que se anunció la restitución de su identidad y convocó a quienes tienen dudas para que se presenten para aclararlas. El hombre de 41 años es hijo de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, desaparecidos en diciembre de 1977, ella embarazada de 2 meses. Estela de Carlotto exigió “seguir buscando a los que faltan”.
Un anuncio para abrir las puertas a nueva información, que aporte datos para reconstruir los últimos años de la vida de Elena Mijalchuk y Juan Manuel Darroux, los padres de Javier Matías cuya identidad fue restituida por Abuelas de Plaza de Mayo. El nieto 130, de 41 años, contó hoy en conferencia de prensa que en su adolescencia y juventud estaba reticente a acercarse a dejar una muestra de sangre. “No me interesaba entrar en una búsqueda cuyo resultado fuera incierto, que desgastaría mis energías. Fue recién en 2006, con casi 30 años, que pude entender el egoísmo de mi postura ya que comprendí que del otro lado podía haber tíos, abuelos o hermanos buscando”. En ese acercamiento fueron clave su pareja desde hace casi 20 años Vanina y dos amigos, Juan Pablo y Horacio.
Y tal como se había imaginado Matías había un tío esperándolo, Roberto Mijalchuk, que inició la búsqueda de su hermana Elena y su sobrino con 19 años, recorriendo organismos de Derechos Humanos en plena dictadura. Un tío que dejó su teléfono fijo y durante 40 años conservó esa línea porque era el número al que sabía que podrían llamar su hermana o Matías. Y ese teléfono un día sonó y le avisaron a Roberto que en Córdoba vivía el hijo de su hermana.
-Javi sos vos? – preguntó una voz adulta del otro lado del teléfono.
El fin de semana siguiente tío y sobrino se encontraron en Buenos Aires. El abrazo que marcó ese reencuentro, contó hoy Matías, fue uno de esos que nunca nadie antes y nunca nadie después le podrá dar. “Las abuelas son abrazos”, sostuvo sentado entre la titular de la entidad Estela de Carlotto y su tío Roberto. “La lucha incasable de Madres y Abuelas hace posible que podamos sanar algo de las heridas que sufrimos por parte del Estado y de las Fuerzas Armadas que siguen siendo cómplices, con su silencio y su falta de arrepentimiento, por las atrocidades cometidas”, dijo.
Luego, en diálogo con Revista Haroldo y otros medios de comunicación pidió concretamente la desclasificación de los archivos secretos que puedan aportar información sobre sus padres aunque enfatizó que la búsqueda es colectiva, por todos los que faltan.
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Juan Manuel Darroux trabajó en la Prefectura Naval entre 1961 y 1966. A partir de septiembre de 1969 se desempeñó en la Universidad de Morón donde conoció a Elena Mijalchuk, que estudiaba para contadora pública. La familia de Darroux era de San Antonio de Areco pero Juan Manuel se había mudado solo a Capital. Elena se fue a vivir con él. Al comienzo la familia de ella se opuso a la relación por la diferencia de edad entre ambos. Pero luego la aceptaron.
Elena se recibió de contadora en diciembre de 1976. El 5 agosto de 1977 tuvo a su primer hijo, Javier Matías en el Hospital Alemán de la Ciudad de Buenos Aires. A Elena le gustaba más Matías pero le sumó Javier para que el nene tuviera las mismas iniciales que su papá. A poco del nacimiento, Juan Manuel, Elena y el bebé se fueron a vivir a Caseros con la familia Mijalchuk. Matías no tiene claro si les dieron un terreno para construir o una casa. Tampoco pudo ubicar a nadie que reconstruyera esa parte de la historia.
Juan Manuel desapareció a principios de diciembre de 1977. Esa noche había ido a cenar con sus primos Luis Molina y Domingo Carmelo Graziadio a un bodegón en la zona de Valentín Alsina. Cuando terminaron de comer Juan Manuel le pidió a Domingo que lo dejara en Paraná y Panamericana. Como lo notó preocupado, Domingo volvió a pasar por el lugar y vio cómo su primo discutía con cuatro hombres que lo subieron a un Chevy azul.
Elena, con un bebé de casi cinco meses y embarazada de dos meses, supo de la desaparición, y a fines de diciembre de 1977 recibió una llamada y una carta en la que Juan Manuel le indicaba que se encontrara con compañeros el 26 de diciembre en Capital. Sus padres la acercaron hasta Pampa entre Lugones y Alcorta, en Nuñez, junto a su bebé. Fue la última vez que la vieron. Al bebé –según consigna el expediente de adopción- lo encontró una mujer el 27 de diciembre de 1977 en la esquina de Ramallo y Grecia, a pocas cuadras de la ESMA, donde todo indica que fue trasladada Elena.
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El motor de la búsqueda que dio como resultado la identificación del nieto 130 fue el tío Roberto. En mayo de 1999 denunció la desaparición de su hermana, su cuñado y su sobrino. Se abrió un expediente en la Conadep y otro en la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), por el hecho de que Elena estaba embarazada de su segundo hijo o hija al momento de su desaparición.
Las familias fueron dejando las muestras de sangre y Abuelas pidió la exhumación de familiares fallecidos para completar la información genética. En paralelo Matías se acercó a Abuelas, después de intuir durante tiempo que era hijo de desaparecidos, en 2006. Hizo las gestiones en Abuelas Córdoba, provincia a la que se mudó en la década de 1990. El primer cruzamiento de datos fue negativo porque aún restaba información genética de la familia. Recién en octubre de 2016 llegó la confirmación: era el hijo de Elena y Juan Manuel.
“La restitución de mi identidad es un homenaje a mis padres. Las abuelas son abrazos”, afirmó hoy, muy emocionado. Atrás suyo, como una constante en cada uno de los anuncios de restitución de identidad, se trenzaban en un abrazo otros nietos restituidos, entre ellos Guillermo Pérez Roisinblit, Pablo Gaona Miranda, Victoria Montenegro, Horacio Pietragalla Corti y Juan Cabandié que sostenían los carteles con las fotos de Elena y Juan Manuel, muy jóvenes. A pocos centímetros –porque hoy la sala de Abuelas estaba repleta como nunca de militantes de organismos de Derechos Humanos, familiares, amigos, fotógrafos y periodistas- estaban los nietos Manuel Goncalves, Leonardo Fossati y Lorena Battistiol, entre otros.
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Tras la lectura del comunicado y las palabras de Matías habló el tío Roberto, que comenzó la búsqueda de su hermana, su cuñado y su sobrino de adolescente y casi en soledad porque su mamá estaba enferma y su papá trabajaba a tiempo completo. Presenció alguna audiencia del Juicio a las Juntas y participó en reuniones en los organismos. “Con mi mamá siempre tuvimos la esperanza de que mi hermana y Javier estuviesen vivos, las esperanzas se fueron perdiendo con mi hermana pero nunca con Javier”, dijo y contó que guardó un álbum de fotos que ya tuvo oportunidad de verlo.
Cuando desde Abuelas le avisaron que Matías era su sobrino, quedó esperando del otro lado del teléfono el llamado. Pero la ansiedad pudo más y llamó él a Córdoba. Pidió por Javier y Vanina preguntó quién era Javier. Siempre lo habían llamado por su segundo nombre, Matías.
“Un desaparecido es un muerto que vuelve todos los días. Con una boleta debajo de la puerta, pensando que llega una carta de cualquier parte del mundo. No es como dijo Videla alguien que no está”, dijo este profesor de Matemática y Física que enfatizó que Matías no era “una incógnita”.
“A los genocidas les digo que Mati no atravesó ningún portal cuántico dimensional o adimensional sino que siempre estuvo y acá está. Es un hombre, como tantos otros, que no están desaparecidos, simplemente no conocía la verdad y aún no los encontró la Justicia”, advirtió antes de cerrar su carta con un “Te amo desde lo más profundo de mi corazón”.
Roberto contó que lo invadía hoy una sensación dual porque mientras era una jornada de alegría por la identificación de Matías persistía la tristeza por no saber aún nada de su hermana Elena y su otro sobrino –que aún no se pudo determinar si nació-. Por averiguaciones que hizo, Roberto sospecha que Elena fue arrojada al río en un vuelo de la muerte.
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Desde chico Javier Matías intuyó que podía ser hijo de desaparecidos. “Era una duda cargada de certeza”, dijo. Con un perfil socialista “tirando a la izquierda” –como él mismo se definió- discutía de política con su abuelo de crianza.
Consultado en relación con el acercamiento que tuvo a Abuelas previo al momento de dar una muestra de sangre afirmó: “Soy de una generación hija del no te metas, que es lo que buscaban los militares. Fui adolescente en los 90 cuando se vivía en la ilusión del 1 a 1, mi militancia estuvo más cerca del rock que de la política. Gracias al kirchnerismo se volvió a hablar de política”, sostuvo.
E insistió en la necesidad de hacer pública su búsqueda para poder acceder a alguna información sobre sus padres: tanto su tío Roberto como otros tíos y primos de sus papás son 10 o 15 años más jóvenes y hay muchos datos que desconocen. Javier Matías sueña con encontrar compañeros del secundario, de la facultad, de los trabajos y de militancia, si es que sus padres hubieran optado por la militancia política. En la Justicia las causas de Elena y Juan Manuel están caratuladas como desaparición por presunción de fallecimiento y no desaparición forzosa ya que no hay testigos que los hayan visto en ningún centro clandestino de detención.
-¿Qué se sabe de tus viejos?
-Es como si hubieran sido dos fantasmas. Hay un dato que me hace pensar en que mi mamá militaba y es que se hacía llamar Alicia, algo muy común en esa época en que los militantes vivían clandestinos y se hacían llamar por otros nombres.
“Mi historia aún no está resuelta. Para mi están muy bien ordenados los pilares de memoria verdad y justicia: memoria para que no se olvide y poder reconstruir la verdad y en última instancia la lucha por la justicia. Hoy estoy luchando por la verdad: quiero saber qué pasó con mis padres y qué pasó con mi hermano”.
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