31/05/2019
El exilio como única alternativa en la Italia fascista
El planteo surge del libro “Tantas Voces, una Historia. Italianos judíos en la Argentina (1938–1948)”, de Vera Jarach y Eleonora Smolensky, en el que dan cuenta de cómo, en la década de 1930 y tras la promulgación de las leyes raciales, los intelectuales italianos judíos fueron separados de sus cargos docentes y expulsados de las instituciones científicas. El texto se presentará este sábado 1º de junio en el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.
Capítulo III - Los intelectuales
Cuando Cario Alberto otorgó la igualdad de los derechos civiles a todos los súbditos de la corona de los Savoia, en 1848, las universidades estatales abrieron sus puertas a los judíos italianos. Una tradicional vocación hacia los estudios, fomentada inclusive en el encierro de los ghettos, les permitió adaptarse fácilmente a los nuevos ámbitos de enseñanza regidos por las tendencias laicas y liberales de la época.
En la década del 20, el tradicional antisemitismo clerical, derrotado en el Risorgimento, encontró ecos favorables en el fascismo incipiente. En este contexto se inscribe el suicidio del filósofo socialista y mazziniano Felice Momigliano, víctima de una violenta campaña difamatoria. El 7 de abril de 1924 se arrojó del balcón de su casa romana después de reafirmar en su testamento el derecho a morir en la religión de sus padres aun reconociendo los valores éticos de las enseñanzas de Jesús en cuanto “fruto maduro de los profetas de Israel”.
Los comentarios del padre franciscano Agostino Gemelli ante el impacto que la tragedia produjo en la prensa anticipan el sustento ideológico de las futuras “leyes raciales”:
Si junto con el Positivismo, el Socialismo, el Libre Pensamiento y con Momigliano murieran todos los Judíos [1] que continúan la obra de los Judíos que crucificaron a Nuestro Señor, ¿no es verdad que en el mundo se estaría mejor? Sería una liberación…
En la década del 20, el tradicional antisemitismo clerical, derrotado en el Risorgimento, encontró ecos favorables en el fascismo incipiente.
Las indignadas protestas de algunos fervorosos cristianos indujeron a Gemelli a reconocer que había reaccionado ante “las fealdades que hoy se ven: son hebreos quienes nos regalaron y difundieron el socialismo, el comunismo, la masonería, el dominio de las bancas y mil otras brujerías de esta clase”. [2]
La intensificación de la escalada persecutoria durante la década del ‘30 y las presiones ejercidas por el partido fascista para afiliar a quienes se desempeñaban en la función pública generaron inquietudes que trascendieron el ámbito nacional. Albert Einstein [3] intercedió ante el ministro Rocco en estos términos:
Muy estimado colega:
Dos de los más significativos y notables hombres de ciencia de Italia se dirigen a mí, en medio de la angustia que se ha enseñoreado de sus espíritus y me solicitan que le escriba e interceda con el fin de que se evite dentro de lo posible, el terrible rigor que amenaza a los hombres de ciencia de Italia. Se trata de un juramento que se ha de prestar prometiendo fidelidad al sistema fascista. Me permito solicitarle aconseje al señor Mussolini que ahorre a la flor de la intelectualidad italiana tal humillación. Por más que diverjan nuestras convicciones políticas, me consta que coincidimos en un punto fundamental: los dos amamos las flores del desarrollo espiritual europeo y vemos en las mismas nuestro bien supremo. Este descansa sobre la libertad de las convicciones y de la enseñanza, en base de que la investigación de la verdad ha de primar sobre todo lo demás. Únicamente sobre esta base se ha podido hacer en Grecia nuestra cultura y festejar en Italia su resurgimiento, en la época del Renacimiento. Este supremo bien fue pagado con sangre por los mártires y grandes hombres de pureza cristalina y es por ellos que se quiere y se estima a Italia aun en nuestros días. Lejos de mi ánimo está entrar en disputa o simples entredichos con usted, acerca de qué hay que hacer para evitar los ataques contra la libertad humana, por razones de Estado. La investigación de la verdad científica, emancipada de los intereses prácticos de la vida cotidiana, debería ser sagrada para cualquier poder estadual y es de sumo interés para el mundo que a los sinceros servidores de la verdad se los deje en paz y tranquilidad. Está en los intereses del Estado italiano y de ello depende su posición y prestigio en el mundo entero. En la esperanza de que mi pedido encuentre en usted una amistosa acogida y comprensión, lo saluda cordialmente.
Albert Einstein [4]
A pesar de los múltiples indicios amenazadores, la promulgación de las leyes interdictorias sumió en la perplejidad a los interesados para quienes investigar, estudiar, enseñar y publicar constituían la esencia misma de sus vidas. Y, como señala Lore Te-micini, fue una mezcla de sufrimiento y asombro por lo violento del golpe.
El inesperado bloqueo impuesto a las actividades educativas de padres e hijos incidió más en la toma de decisiones que el temor a un futuro que no anticipaba las dimensiones reales de la tragedia.
Las cartas que intercambiaron los hermanos Terracini, en setiembre de 1938, resultan esclarecedoras respecto de las preocupaciones que siguieron al primer desconcierto [5].
Lido, sábado por la mañana (3/9/38)
Queridísimos, así que ocurrió… ¡y mucho más que lo que se esperaba! ¡No queda más que aguantar el golpe lo mejor posible y pensar en lo necesario. Para los niños, considero que no será necesario recurrir a la instrucción paterna o tial [6] en cuanto no dudo que en Torino se podrá instituir para cuantos se encuentran en sus condiciones una escuela secundaria. Un cálculo hecho por mí –aunque un poco improvisado– me diría que la misma debería contar con más de treinta inscriptos por clase y aunque fueran menos debería resultar posible hacerla vivir de alguna manera. Naturalmente habrá que instituirla con mucho cuidado, p.ej., si los alumnos son pocos, juntando un par de clases como hacen en otras escuelas. En fin, para ellos, llegado el momento, se remediará de alguna manera. Y Eva, mientras tanto, podrá tomar su laurea, al menos la n°1 y esperemos que la misma le sirva de algo… Quedamos nosotros y, naturalmente, deberemos replegar hacia alguna ocupación secundaria de acuerdo con los discursos ya mencionados en las semanas pasadas. Y, tal vez, para Benvenuto, no excluiría que las disposiciones generales puedan, en base a la herida y condecoraciones (herido de guerra en 1917, medalla de plata), suspender la suspensión. En tanto se sabrá también qué significará esto como tratamiento económico. En fin, se hará lo que haya que hacer y lo que se pueda para arreglamos de alguna manera. Nosotros ya proyectamos grandes pastasciuttate… Quien tomó un poco trágicamente la idea de no poder seguir yendo a su escuela fue Lore (estudiante del Ginnasio Cavour de Torino) pero le prometimos…
Agregado de Giulia, la mujer de Alessandro:
Estamos todos un poco atontados porque no esperábamos ciertamente tanto. Hay que mantener el ánimo, por ahora no se puede pensar en nada porque aún faltan tantos elementos para poder hacer algunos proyectos. Sandro está tranquilo aunque el golpe fue duro. En lo que concierne a los niños, realmente no me lo esperaba. Traten de mantener el ánimo…
Separados de sus cargos docentes, expulsados de las instituciones científicas, coartadas las posibilidades de estudiar de sus hijos, la vía del exilio se presentaba como única alternativa posible. En un intento de compatibilizarla con sus intereses, los intelectuales recurrieron a todos los contactos en el exterior que pudieran orientarlos hacia un destino propicio para su desenvolvimiento profesional. Algunos catedráticos altamente calificados en el área de las ciencias exactas, físicas y naturales y también de las letras, la filosofía, la jurisprudencia y la economía fueron atraídos por la Argentina “que entonces parecía más civilizada que la embarbarecida Europa” [7].
Si bien podemos afirmar que detrás de cada emigrado existe un gran amigo –o varios–, en el caso de los intelectuales este hecho resulta aún más conspicuo. Argentinos solidarios con los ideales democráticos y conscientes del aporte científico que podían brindar estos inmigrantes excepcionales, promovieron su ingreso al país y su inserción institucional.
El diputado socialista Alfredo Palacios consiguió la visa para Rodolfo Mondolfo; el matemático español residente en Buenos Aires, Julio Rey Pastor, contribuyó a la llamada de Beppo Levi y Alessandro Terracini quien fue contratado por Arturo M. Guzmán, Decano de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Tucumán. Allí recalarían también Benvenuto Terracini, con la ayuda de Amado Alonso, Director del Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires, y Renato Treves con la de Carlos Cossio, profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad de La Plata.
En el área de la medicina, Leone Lattes fue llamado por el psiquiatra y criminólogo Osvaldo Loudet, y Renato Segre, por Juan M. Tato. Amadeo Herlitzka ya era miembro honorario de la Asociación Médica de Buenos Aires desde 1927 mientras Eugenia Sacerdote de Lustig, joven diplomada, ingresó en la Sociedad de Biología gracias a Bernardo Houssay.
Separados de sus cargos docentes, expulsados de las instituciones científicas, coartadas las posibilidades de estudiar de sus hijos, la vía del exilio se presentaba como única alternativa posible.
Ernesto Sabato colaboró en la incorporación de Andrea Levialdi en el Observatorio Astronómico de Córdoba, gracias a una subvención de la Fundación Rockefeller, y Cortés Pla le abrió las puertas de la Facultad de Ciencias Matemáticas de Rosario.
Algunos ensayos, biografías, reseñas periodísticas y conferencias pronunciadas en distintos lugares y ocasiones se han ocupado de este tema [8] (…) Al reconocer la honda repercusión del periodo argentino en la vida de aquel grupo de emigrantes interpreta un sentimiento compartido por el resto de la colectividad judía italiana [9].
- Nota al pie 1: El término “Giudei” utilizado en la versión original denota la intencionalidad despectiva del autor.
- Nota al pie 2: Vita e Pensiero X, 1924. Citado por Garin, E., “Fascismo, antisemitismo e cultura italiana”, Atti dei convegni Lincei 84, Accademia Nazionale dei Lincei, Roma 1990.
- Nota al pie 3: Einstein fue miembro extranjero de la Accademia Nazionale dei Lincei desde 1923. Solicitó su exoneración en 1938 y se reincorporó en 1945.
- Nota al pie 4: Einstein, A., Cómo veo el mundo, Buenos Aires, Siglo Veinte, 1959.
- Nota al pie 5: Terracini, U., “Cacciati dalla scuola. Carteggio ebraico 38”, Belfagor XVI, Florencia, 1990.
- Nota al pie 6: En italiano, “ziale” en referencia a los tíos.
- Nota al pie 7: Gabrieli, F., “Le Scienze morali, storiche e filologiche”, Atti dei Convegni Lincei 84, Op. Cit.
- Nota al pie 8: AA. VV., Los italianos en la Argentina en los últimos cincuenta años ( 1937-1987), Buenos Aires, Manrique Zago Ediciones, 1987; Korn, A., “Aportes científicos de los italianos en la Argentina en el siglo xx”, Los italianos en la Argentina, Buenos Aires, Fundación Agnelli, 1983; Terracini, L. 1989. Op. Cit.
- Nota al pie 9: Lore Terracini falleció en Turín el 11 de diciembre de 1995
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