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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

31/03/2023

En el 41 aniversario del comienzo de la guerra de Malvinas, compartimos una selección de Soldados (2004) del poeta y ex-combatiente Gustavo Caso Rosendi. Una selección que es ante todo un modo de lectura, un camino posible entre muchos (¿cómo se leen si no los grandes libros de poesía?), una fuerza que transforma, interpela, incomoda: la de los fantasmas que recorren el tiempo y multiplican, complejizan la percepción. Existe, lo sabemos, un modo tranquilizador -incluso cómodo, repetitivo- de atravesar estos poemas: leerlos como metáforas del horror, la muerte, la pérdida. Siempre es posible repetir con convicción los conceptos de indecible o real, hacer del poema (y la poesía, claro) una herramienta de traducción fallida, un horizonte de representación, un método. Sin embargo, es posible (e imprescindible) apostar a otros modos de lectura: la reivindicación de la imagen -infantil, absurda, mágica, fantástica- en tanto experiencia para hacer pie en lo que nos rodea, la reivindicación del ritmo como búsqueda universal, como herencia que transciende el lenguaje y, por ende, la época. En los poemas de Soldados, Caso Rosendi no busca un modo de nombrar la experiencia; produce experiencia, enrarece la mirada sobre las islas -en tanto espacio que de tan sobrerrepresentado, ya corre el riesgo de no existir, de ser apenas un renglón diplomático-, le presta atención a lo que se mueve y tiene pulso. Para el poeta la guerra -y los modos de vitalidad que incluso allí pueden florecer- no es un encadenamiento de recuerdos; se trata, en todo caso, de una presencia que todavía se expande y nos habla como y a través de fantasmas capaces de llevar el sol en brazos. Un sol que no es metáfora de nada y por eso quema. La guerra es una experiencia que nos pasó a todos, como noticia, como susurro, como niñez, como cuerpo y por eso la poesía se ocupa y ocupará siempre de volverla inolvidable.

Soldados puede descargarse de forma gratuita en:
https://www.educ.ar/recursos/158213/soldados-de-gustavo-caso-rosendi


Se está como
en otoño
las hojas
en los árboles
Giusseppe Ungaretti

Yo los saludo
soldados que salen
marchando de mí mismo
entre temblores de frío y de resaca
Hojas perennes en la rama
Florcitas de ceibo incendiadas con la tarde


TRINCHERA

Comenzamos cavando como si
fuera nuestra propia tumba
Pero cuando el cielo escupía fuego
nos dábamos cuenta
que era un buen hogar
después de todo


Cuando cayó el soldado Vojkovic
dejó de vivir el papá de Vojkovic
y la mamá de Vojkovic y la hermana
También la novia que tejía
y destejía desolaciones de lana
y los hijos que nunca
llegaron a tener
Los tíos los abuelos los primos
los primos segundos
y el cuñado y los sobrinos
a los que Vojkovic regalaba chocolates
y algunos vecinos y unos pocos
amigos de Vojkovic y Colita el perro
y un compañero de la primaria
que Vojkovic tenía medio olvidado
y hasta el almacenero
a quien Vojkovic
le compraba la yerba
cuando estaba de guardia
Cuando cayó el soldado Vojkovic
cayeron todas las hojas de la cuadra
todos los gorriones todas las persianas


MONTE LONGDON

es como un corso es como si fuera el último febrero desde una vitrola oxidada canta castillo siga el baile una mujer con rostro de ibis pasea en el chingui-chingui llueven serpientes de papel la avenida con lamparitas de colores gualeguaychú todo nevado pero no le parece raro porque sabe que le tocaba mirar hacia el frente y ganas de tomarse una cerveza y un cabeceo y otro y otro más y ahí está buscando a la marcela entre la gente pero una estatua lo detiene le besa la frente la bufanda se le escapa como un pájaro ciego se va enganchando entre las ramas se deshilacha escocesa en el cielo y llega un frío oscuro oscuro oscuro y ya no puede enterarse de aquel filo que se le apoya en la garganta justo cuando se encienden los primeros alaridos de la noche

Fotografía: Lucrecia Da Representaçao


NATURALEZA MUERTA
La tierra se abría
y nos iba comiendo
Verdes manzanas machucadas
Verdes manzanas esparcidas
en la turba amarillenta



Ese día el soldado Aguilera traía el sol
Como un ciprés harapiento
bajo la rama verde de su brazo
el soldado Aguilera traía el sol
No venía con la mirada caída de otros días no
Se recortaba triunfante en la colina
apretando al sol-rehén bajo su axila
contagiado por la luz
Se acercaba como el amanecer
agigantándose a cada paso
Ya entre nosotros lo sujetó contra el suelo
clavó su bayoneta en el ojo dorado
y rápidamente nos llenamos manos
y bocas con esa carne de cíclope
que sabía a dulce de batata


MAOL-MHIN
Era terriblemente bello
mirar en pleno bombardeo
la suavidad con que caían
los copos de la nieve


BOMBARDEO
Caían los barriletes
regresaban todos juntos
envueltos en llamas
con sus colas de trapo
de sábanas del cielo
desde donde alguna vez
abrazados a un oso
nos besaron la frente
y susurraron al oído
buenas noches
hijo
que descanses
Caía la noche vidrio roto
desde una muy alta claraboya
y caía el sol de mayo
entre la sangrienta melena
de ese roble
también la lombriz
en el territorio de aquel bagre
y la espera en vano
el vano regreso
la tarde colgando del anzuelo
y entre las manos un tazón
con leche hirviendo y miel
sobre una tostada casi negra
y ese tufo entre las uñas
a lata a tierra a humo
a pez ausente
y aparecían de pronto
los perros de la infancia
para echarse al lado nuestro
y nos olían el miedo y nos lamían
y luego por fin el silencio
al fin el silencio poder dormir
dormir un poco o para siempre
(Buenas noches
compañeros
buenas noches)

Fotografía: Lucrecia Da Representaçao

EN EL BOLSILLO DE LA CHAQUETILLA

Un niño cara redonda y sonriendo
Cuerpo de palotes un poco
pintarrajeado de verde pies marrones
sosteniendo en su mano una bandera
Y atrás el sol y alguna que otra
nube en el cielo redundantemente celeste
Un “¡biba la patria!”
escrito en un trazo inquebrantable
Luego seguía una inscripción
adosada por el soldado:
“La infancia con un crayón
es más poderosa que un batallón”



Los he visto
borroneados en la niebla
ocultándose del trueno
iluminados por el estallido
estremecidos por los latigazos
del viento y de las tripas
Rostros de la intemperie
Rostros mugrientos y sin ojos
Rostros sin rostro que aún esperan
dejar de partir siempre dejar
de sentir el hambre que los come


SANOS Y SALVOS

Podemos llegar a suponer
que no hay tiempo ni distancia
que derrote a la memoria
¿O acaso hemos regresado
hemos salido del infierno o acaso
el amor anduvo haciendo el odio
para que nazca esta ternura de añorar
a lo monstruoso?
Porque están crepitando sombras
en el crepúsculo de la salamandra
Fantasmas de humo que nos nombran
Llamas que nos llaman
Hasta que una mano nos toca el hombro
y nos rescata y nos hace darnos cuenta
que el café está frío y afuera
llueve y la gente va y viene
como si nada

 

el amor es una patria con luces de crepúsculo
Dylan Thomas


PATRIA

Yo no quería tu sonrisa ni tu llanto
y en verdad te imaginaba
como una comadreja criando
muertitos en su bolsa
Pero en la Soledad te vi
te vi y tomé tu mano
y estabas bella como la luz del dolor
Casitas de chapa salían de vos
jacarandaes ojerosos
hilachas de flores de lapacho
angelitos pordioseros salían de vos
zorzales lastimados y en los picos
banderas de jazmines y lavandas
Te vi y estabas bella y temblabas
sombras de niños salían de vos
corriendo hacia un zaguán oscuro y viejo

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