07/11/2015
Yo soy la más chica de cuatro hermanos, mi papá quería tener seis hijos, pero cuando mi mamá quedó embarazada de mí no quería más chicos porque ya eran momentos difíciles, nací en 1974, a mi papá ya lo perseguían y ella decía que no se sabía cómo iba a terminar todo.
Mi papá militaba en la Juventud Peronista de Quilmes, en el barrio La Cañada, luchaban por la cuestión social, por una vida más digna y por las cosas cotidianas como el tema de las canillas, el agua, el techo. Hasta que después la JP se mete en Montoneros y ahí se complicaron las cosas.
Empezamos a mudarnos a diferentes casas de la Organización, pero después supe por los compañeros que me contaron cosas de mi papá, que él siempre decía que nadie tenía que saber adónde vivíamos y al final todos los militantes terminaban en casa… o sea que siempre se sabía adónde estaba; vivimos en Hudson, en Quilmes oeste; en Blas Parera también.
Al final nos llevó a Florencio Varela, a un lugar que se llamaba La Capilla, era un criadero de pollos, querían armar una granja y trabajar. Mi papá allí nos disfrutó mucho a los cuatro, mi mamá cuenta que a mí me tenía siempre a caballito y me llevaba a todos lados.
El 18 de febrero de 1977 él estaba con anginas, teníamos muy poca plata, mi mamá estaba cocinando, mi hermana salió a buscar agua a la bomba y vio todo el campo lleno de cabecitas en el piso. Entró rápido, se puso contra la pared y le gritó a mi papá, pero empezaron a aparecer militares gritando que buscaban a Enrique Rolón. Papá dijo que era él, le ataron las manos y nos pusieron a todos contra la pared; yo era muy bebé, me desperté por el ruido y empecé a caminar y mi mamá de la desesperación corrió para alzarme e inmediatamente la apuntaron; siempre dijo que pensó que nos iban a matar y nos abrazó para que nos mataran a todos juntos. A mi papá lo sacaron y a los demás nos encerraron en un baño con la orden de que no saliéramos hasta que amaneciera, no escuchábamos nada, ni ruidos, ni tiros, un silencio horrible.
Al amanecer volvimos a la casa y encontramos todo destrozado. Me contaron que lloré toda la noche y mis hermanos salieron a caballo a buscar a mi papá. Ese mismo día mi mamá se fue a Quilmes para avisar y preguntar si alguien lo había visto, si algún compañero sabía algo. Le dijeron que se supo que lo habían llevado por algunos lugares de La Cañada, pero nada más.
Al otro día volvieron a venir los milicos y nos amenazaron con prenderle fuego a la casa si no la abandonábamos. Mi mamá hizo la denuncia en la comisaría y a los días fue a preguntar si había alguna novedad, le dijeron que todos los papeles se habían prendido fuego y no se la tomaron de nuevo.
Quedamos solos con mi mamá, tenía que trabajar mucho para mantenernos, se empleó en Tigre y nos llevó allá. Al tiempo se había hecho amiga de una vecina que nos visitaba siempre. En esos días otros milicos fueron a lo de mi abuela, la madre de mi mamá, y le dijeron que los llevara al lugar donde estaba papá, la golpearon mucho y los llevó al Tigre para que vieran que mi papá no estaba con nosotros. Cuando llegaron se querían llevar a una de mis hermanas y apareció la vecina que se había hecho amiga de mamá vestida de militar y les dijo que ella era del Ejército, que nos estaba investigando y que nosotros no teníamos nada que ver, que Enrique Rolón nunca había estado allí, era milica y se hacía la amiga para vigilarnos.
Después de eso mamá quiso volver a Quilmes, a nuestra casa de La Cañada que no habíamos vendido, ahí por lo menos teníamos familia cerca. Si total nos vigilaban y perseguían en todos lados, pensó mi mamá, mejor estar en nuestro barrio y en nuestra casa.
Lila me lo describió con el pelo largo y una vincha argentina, de pantalón oxford y sin camisa en verano; dice que pasaba chiflando por el barrio para llamar a los compañeros, lo recuerda tocando el bombo, siempre cantando y alentando a todos. Sí, dicen que era así, un líder.
En 1998 yo busqué a Lila Mannuwal a quien conocí de chica porque fue compañera de militancia de mi papá; Maco Somigliana del Equipo Argentino de Antropología Forense, EAAF, me contactó. Por ella y por otros compañeros que ella reunió pude saber muchas cosas, me dijeron que mi papá fue un líder natural en La Cañada. Lila me lo describió con el pelo largo y una vincha argentina, de pantalón oxford y sin camisa en verano; dice que pasaba chiflando por el barrio para llamar a los compañeros, lo recuerda tocando el bombo, siempre cantando y alentando a todos. Sí, dicen que era así, un líder. Fue muy importante para mí que me hablaran de mi papá y me llenó de orgullo lo que me contaron.
A él lo secuestraron en febrero y en agosto siguiente se llevaron a todos los compañeros de La Cañada, como a 18 en total y están todos desaparecidos. Uno que tenía 14 años, Ricardo Cabello, sobrevivió, lo habían llevado al Vesubio y ahí vio a otro compañero, el Negro Chaelo que también está desaparecido, que se le acercó y le dijo que mi papá estaba en la ESMA. Cuando salió Cabello nos contó esto a nosotros y es prácticamente lo único que supimos de mi papá después de que lo secuestraron.
Yo soy la más chica de mis cuatro hermanos, la que se crió en democracia y la que insistió en querer saber y hablar. Mis hermanos y mi mamá muchas veces me decían que no hable del tema, pero siempre dije que soy hija de desaparecido, siempre busqué a los compañeros de mi papá.
En esa búsqueda fue que me contactaron con la Comisión Provincial de la Memoria y pedí un habeas data para saber qué datos había, y apareció que él figuraba en el Ejército Revolucionario del Pueblo, ERP, y había sido puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional, PEN, en junio de 1977, ningún otro dato. Cuando empiezo con la información de que mi papá era del ERP, mi mamá me habla de un compañero, Pedro, al que mi papá había conocido por medio de Giglio Cabello, era uruguayo y pertenecía al ERP, había estado en nuestra casa de La Capilla antes de que se llevaran a mi papá.
Y mi mamá, bueno… ella no se volvió a casar, no volvió a hacer su vida, fue muy difícil todo; es una mujer que vino del interior, que no tenía escuela primaria y que de chica cosechaba algodón. A veces digo que desapareció mi papá y a mi mamá también la perdimos. Mis hermanos más grandes me cuentan lo que tuvimos que vivir. Pero recién empezamos a hablar de todo esto cuando comencé a insistir y a preguntar mucho, casi a exigir, porque antes había un silencio tremendo. Que alguien haya desaparecido es un tema, pero que tu familia no lo nombre más… nadie decía que papá es un desaparecido, ellos se criaron así, sin poder decir nada. Y creo que nos quedaron secuelas, sobresaltos, gritamos mucho, todos, no sé por qué.
Yo a los 17 años me fui a vivir con mi novio y me casé; diez años después decidimos tener nuestro primer hijo contentos de formar una familia. Antes de eso no quería tener hijos y cuando empecé a hacer terapia se fueron dando cambios, buscar a mi papá, hacer la denuncia, la desaparición forzada, y pude aceptar un montón de cosas y tomar la decisión de formar una familia.
En el barrio ayudaba, soy reconocida por la solidaridad, aunque no encontraba mi espacio y le tenía cierto rechazo a la política. Pero bueno, vinieron el “Barba” como intendente, Lila Mannuwal como subsecretaria de Derechos Humanos y empezaron a cambiar las cosas. Allí empezó mi militancia y mi compromiso, es increíble, a la Subsecretaría todos los días llega gente que quiere hablar, saber, buscar, y eso se lo debemos a este gobierno, a Néstor y Cristina. Y ya no me pude separar más de mis compañeros, formamos una agrupación que lleva el nombre de mi papá. Es muy importante para nosotros, parecemos todos cortados por la misma tijera, hemos pasado por las mismas cosas, es increíble cómo podemos reconstruirnos y reconstruir la historia de nuestros padres, es algo que parecía imposible. Estamos seguros de que nuestros padres hicieron todo esto por nosotros.
* Hija de Enrique Rolón, detenido- desaparecido el 18 de febrero de 1977.
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