17/06/2018
El régimen
Por Walter Saavedra
El régimen
Y llegaron ellos.
Por decreto la gambeta
fue declarada subversiva.
Censuraron las rabonas,
los caños de ida y vuelta,
los abrazos de gol.
Ya no flamean banderas
en las canchas.
Intervinieron la AFA
y los clubes.
Detuvieron a Maradona
y tras un juicio fraguado
lo condenaron
al silencio perpetuo
arrancándole la lengua.
( Los maradonianos
son torturados
en las tenebrosas mazmorras
del predio de Ezeiza.)
Ordenaron quemar,
inquisidores
biblioclastas,
la literatura insurgente
de Santoro,
Soriano,
Bayer,
Galeano.
Prohibieron los pases de tres dedos,
la pelota al ras,
jugar con dos delanteros,
hacer una de más.
Prohibieron la nostalgia.
Bochini, Orteguita y Román
fueron proscriptos.
El patadón de Krupoviesa
a Montenegro
es materia obligatoria
en las escuelas de fútbol.
Prohibieron cantar
en los estadios
y a los hinchas retobados
les cosieron los labios.
Los zurdos debieron aprender
a patear con la derecha
bajo amenaza de amputarles
la pierna sediciosa.
Tienen el control de Internet.
Ni una palabra de Messi.
La tele no transmite
las ligas europeas.
El Barcelona fue excluido
de la play.
Los potreros
fueron militarizados.
Los potreros tienen
cámaras de seguridad
que vigilan día y noche
y sensibles sensores subterráneos
que detectan inmediatamente
a los rebeldes malabaristas del esférico.
Ellos son los héroes de la patria futbolera,
los que se niegan a renunciar
a la sublimidad del juego,
los que se sublevan contra ésta dictadura
de pierna fuerte,
los que se inmolan sin canilleras
arriesgando tibia y peroné.
Nada dice la prensa.
Reptil, lameculos, la prensa.
Los relatores obsecuentes,
amanuenses del poder,
braman partidos inexistentes
en cadena nacional.
Festejan cada cero a cero
pontificando con euforia
que es el resultado perfecto.
Las patrullas verde oliva están en las calles
las veinticuatro horas.
Los francotiradores
de la resistencia
suelen dispararles
con certera puntería
siniestros tiros libres
que se les meten
por el ángulo superior izquierdo del pecho.
Por cada uno de ellos que cae
hay un festejo clandestino de gol.
Los jueves
una doliente ronda
de múltiples camisetas
da vueltas y vueltas
por Viamonte
entre Uruguay y Talcahuano
pidiendo por el fútbol desaparecido,
pidiendo por los desaparecidos del fútbol,
pidiendo por el regreso de la alegría
de la gambeta irreverente,
de la rabona asombrosa,
exigiendo la aparición con vida de los wines
y la libertad de los presos
cuyos colgajos de carne viva
fermentan en los auschwitz
de todos los estadios del país.
Los tanques hidrantes
despejan con saña las calles
pero las camisetas volverán
el jueves que viene
y el siguiente
y todos los jueves.
El fútbol está en las barricadas
de los obreros,
en las villas,
en los barrios,
en el barro,
en las trincheras que conspiran,
en el pase redondo que nos devuelve
el cordón de la vereda.
El fútbol resiste en los recreos
de los patios de colegio,
en la fábrica, en la oficina,
está en los chuecos adoquines,
en la memoria desterrada de los viejos,
en el pilón de Starosta,
en un gol de media cancha
con botines Sacachispas.
El fútbol está en las pretéritas tapas de El Gráfico,
en las páginas arratonadas de la Goles
que sobrevivieron a todas las requisas
de los aristarcos de turno,
en el recuerdo de una pelota del paleolítico
con el chicote de tiento
deshidratado como un cordón umbilical
oculto en un frasco.
El fútbol está en las fotos sepias de la infancia,
en la Pulpo de goma con piel de cebra
rebotando hasta el infinito,
en la mágica alquimia entre un padre y su hijo
trepando juntos por primera vez las tribunas,
en el idioma cotidiano,
en el réquiem del domingo.
El fútbol está en el calcio de los huesos,
en la hemoglobina,
en los cromosomas
de nuestro ADN.
El fútbol está en la terquedad asnal de los que combaten
contra ésta horda de eunucos intelectuales
que prefieren tener un Picasso escondido en el sótano
para protegernos de la belleza.
El fútbol está en el susurro boca a boca
de los exiliados del régimen,
en la baba contagiosa del mate,
en el semen urgente y pringoso de la siesta,
en la teta abundante de una madre,
en los corazones estropeados de tristeza,
en las miradas en cautiverio,
en el silencio del pánico.
Por eso,
no podrán los engendros de Pol Pot.
Porque el fútbol es esa semilla que desparrama el viento,
que vuela anárquica y caprichosa
y se siembra en las estrías del vientre de la tierra.
Volverá el fútbol que le gusta a la gente.
Volverán todas las gambetas que nos desaparecieron,
todas las rabonas que nos censuraron,
volverán los caños de ida y vuelta
y los abrazos de gol.
Volverán las voces
y serán truenos estallando contra los paraavalanchas.
Ese día está llegando.
Luche y vuelve.
*El autor es relator de fútbol. Publicó junto al periodista Claudio Cherep el libro de cuentos Hambre de gol.
*Ilustración de Franco Venturi, Sin Título, 1967. El artista italiano fue secuestrado y desaparecido en Argentina en 1976.
Compartir
Te puede interesar
"Para los militares, el Mundial del 78 representó un objetivo estratégico"
Por Bárbara Komarovsky
Fotos Julián Athos
No me gustan los mundiales de fútbol
Por María Freier
Sin cadenas
Por Sebastián Scigliano
- Temas
- A 40 años del Mundial 78