30/09/2016
Sobre el Acuerdo de Paz en Colombia
Una puerta abierta a la esperanza
“Hoy Colombia no tiene espacio para las armas”, reflexiona la periodista colombiana que vivió en carne propia la violencia. Con tres hermanos asesinados y 20 años en el exilio, apuesta por el “sí” en el plebiscito. “Quiero que mi país espante el fantasma de la muerte, la persecución, las desapariciones y, en el trasegar de campesinos y campesinas, indígenas y afros, la tierra florezca”.
Colombia está en ebullición y no es para menos, estamos a un paso de abrir una puerta en un plebiscito en el que colombianos y colombianas digamos SI a los acuerdos firmados el pasado 26 de septiembre en Cartagena entre la organización guerrillera las Farc-EP y el presidente Juan Manuel Santos.
Votaré SI porque nací en plena VIOLENCIA, sí, así, con mayúsculas y porque crecí con un pacto de exclusión firmado por dos partidos que nunca han pedido perdón por los 300 mil muertos de esa década, porque viví los momentos en que aparecieron las guerrillas en este país en busca de libertades políticas, porque viví de cerca los consejos verbales de guerra y las torturas, porque perdí a una parte de mi familia -tres de mis hermanos fueron asesinados-, y viví 20 años de exilio. Votaré SI porque no quiero más guerra.
No será fácil pero es preciso abrirle una puerta a la esperanza, a la posibilidad de tener un espacio para la lucha del movimiento social, de nuevos partidos con diferentes apuestas aunque sepamos que el neoliberalismo se quedará instalado. Busco un nuevo país para las nuevas generaciones.
"La oscuridad/ se instaló en la niebla/ bramó la noche estremecida/ ¡Colombia no te mueras!/ Estoy lejos y quiero/ con mis pies/ abrazar tu geografía”. Escribí alguna noche en Madrid.
Quiero que Colombia espante el fantasma de la muerte, la persecución, las desapariciones y, en el trasegar de campesinos y campesinas, indígenas y afros, la tierra florezca porque nunca ha florecido, no hemos tenido una reforma agraria.
Quiero que sea una realidad la verdad, la justicia, la reparación. Deseo que hagamos memoria y demos el lugar que corresponde a los cientos y miles de ausentes que dejó esta guerra: un lugar para mi hermano Héctor asesinado por su vínculo familiar con Oscar William Calvo Ocampo, quien propuso una Asamblea Nacional Constituyente en la firma de los acuerdos en 1984 con el presidente Belisario Betancur.
Jairo insistió en una apertura democrática.
Ambas “herejías” en esa coyuntura aumentaron las razones para que en un año, los tres fueran asesinados y yo marchara después de ser amenazada, al exilio con mi esposo, dos hijas y dos hijos.
Todos estos hechos siguen en la impunidad pese a que existen claros indicios de la participación de las fuerzas militares del Estado. La verdad, la verdad, solo quiero saber la verdad.
La oscuridad/ se instaló en la niebla/ bramó la noche estremecida/ ¡Colombia no te mueras!/ Estoy lejos y quiero/ con mis pies/ abrazar tu geografía”. Escribí alguna noche en Madrid.
El pasado 20 de noviembre conmemoramos los 30 años del asesinato de Oscar William con el apoyo del actual gobierno como una medida de reparación en el marco de la Ley 1448 sobre víctimas y restitución de tierras. Y en el Norte del Valle del Cauca, la gobernación hizo un reconocimiento a la familia y, el Centro de Memoria lleva como nombre “Hermanos Calvo Ocampo”.
Votaré SI para que pare este enfrentamiento, para que las fuerzas paramilitares desaparezcan, esas mismas que en 2008 asesinaron a mi sobrino, el poeta Andrés Felipe Llano Calvo, militante del Polo Democrático. Denunció los vínculos del alcalde de Cartago con el paramilitarismo. Le costó la vida.
“Es peligroso hablar, amigo”.
No quiero asistir a más entierros ni ver que las madres se quedan sin hijos; no quiero que otra generación desaparezca o se quede sin sueños. Con vida, tendremos la posibilidad de buscar y encontrar caminos. Es cierto que los pueblos tienen derecho a la rebelión frente a los tiranos, pero este ya la ensayó. Hoy Colombia no tiene espacio para las armas, no tiene enemigo interno, podríamos considerarlos adversarios en aras de la reconciliación. No más Escuela de Las Américas, no más homogeneidad en la política, no más masacres, no más corrupción, no más…
Podría pensarse que es ingenuidad, que los que han sido no cambiarán, lo que si es cierto es que Colombia se merece una oportunidad. Con balas no cambió, hagámoslo de forma diferente. Esto no cambiará de la noche a la mañana, nos esperan años difíciles pero si apenas sembramos no esperemos cosecha en poco tiempo.
El Acuerdo negociado en La Habana y firmado en Cartagena, trae vientos de esperanza, deja un hálito fresco con la creación y participación de la subcomisión de género que pudo incluir los derechos de las mujeres y un lenguaje incluyente; que logró que sean condenados los hechos de violencia sexual contra las mujeres; abre un resquicio para la oposición política; lucha contra las drogas, plantea la titulación de tierras en la que se incluye a las campesinas. Son 297 páginas que habrá que digerir y hacer cumplir con la posibilidad de un gran movimiento amplio. Apostemos por el hoy y por el futuro sin olvidar.
*Politóloga, periodista y escritora. Su último libro es Hablarán de mí, Editorial. Acracia.
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