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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

06/06/2016

Una mirada sobre el 3 de junio

El grito colectivo

El fotógrafo pone su lente en la niña, que sostiene una pancarta. Cree que en ese gesto inocente está su primer crecimiento como mujer. Junto a ella, miles de personas marcharon durante la segunda edición del #ni una menos para reclamar que #vivas nos queremos.

Ni una menos

Disparé una vez. Y otra. Hasta que supe que esa era la foto, que esa niña, de nueve o diez años, simbolizaba a los miles y miles de personas que se juntaron este 3 de junio en Buenos Aires y muchas otras ciudades argentinas para decir "no" al femicidio.

Su cara alegre, esa ilusión pintada en cada gesto, subrayaba la brutalidad de las cifras. En el 2015 hubo 286 femicidios en Argentina y en los primeros cien días del 2016 se sumaron 66 más. Eso es lo que se sabe. Porque también se sabe que son muchas más.

Pero mirando a la niña, también se sabe que algo está empezando a cambiar en esta sociedad. Esa niña -tan chiquita pero desfilando junto a mujeres golpeadas o violadas o a familiares de víctimas, junto a hombres que son hombres porque precisamente no son machos- este 3 de junio comenzó a recibirse de mujer.

Seguro que no lo sabría expresar. Pero detrás de su sonrisa ha comenzado a decir "basta" a esas estadísticas del horror, que nos dicen que cada 30 horas una mujer es asesinada por el sólo hecho de ser una mujer o que en los últimos ocho años los femicidios dejaron huérfanos de madre a unos dos mil niños como ella, muchos de los cuales conviven con los asesinos.

Y como ella son miles las mujeres y hombres que han empezado a comprender que el femicidio no es un problema policial o judicial. Se trata de una cultura de la violencia contra las mujeres, que atraviesa todas las clases sociales, religiones e ideologías. Una cultura que dice que el hombre tiene derecho sobre la mujer, que es suya, que puede hacer lo que se le ocurra con ella. Y que si la mujer se les rebela, si les dice “no”, la respuesta del macho debe ser doblegarla, amenazarla o matarla.

Eso fue lo que dijeron las gargantas y las pancartas de los movilizados, que el machismo no es un problema individual; está presente en todos los ámbitos, y en hombres y mujeres.

El machismo está presente en la policía que se niega a tomar denuncias o que se abusan de la denunciante. En la justicia, donde la falta de confianza en la mujer termina haciéndole el caldo gordo al agresor. O en los medios de comunicación, esos que convierten los casos de niñas y mujeres violadas, asesinadas o desaparecidas en un show que alimenta el morbo y termina naturalizando la agresión.

El tema no es el hombre. El tema es el machismo. Cada mujer que se suma a estas movilizaciones, como la niña que enarbola su bandera, es un desafío a la estructura machista. Porque es una afirmación de sus derechos.

Y cada hombre que participa se convierte en un espaldarazo a esa afirmación. Es la ruptura con ese mandato inculcado en casas, escuelas y calles, esa cultura que lo convierte en victimario, para descubrir que también es una víctima y que, en definitiva, la dignidad de la mujer es la que lo hace digno de ser hombre.

Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos
Ni una menos

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