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Revista Haroldo

Diálogo con el pasado y el presente

02/06/2017

Una mirada sobre la sociedad patriarcal

Lo que los machos no soportan

Psiquiatra, feminista y un profundo observador de las relaciones sociales, para el autor de esta nota la irrupción masiva de mujeres en las calles siempre altera, en cualquier país, a una multitud de hombres. Convencido del dominio masculino, desgrana prejuicios y pone la lupa en el modo en que se mueven las personas para facilitar y sostener ese poder real y simbólico, que modela cerebros y cuerpos.

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Marcha #niunamenos del 3 de junio de 2015, Congreso de la Nación. 

La escena transcurre en un taller organizado por una institución estatal provincial en donde hay funcionarios y funcionarias de distintos organismos. Con palabras lo más claras posibles y escenas psicodramáticas vemos las diferentes violencias contra las mujeres, resaltando la violencia simbólica como la matriz que facilita las demás violencias. Analizamos el entrecruzamiento patriarcados-capital-género-sexualidad-raza-etnia-clase- y también algunas de las instituciones que son encargadas de sostener y recrear en el imaginario social la dominación masculina.

Las primeras reacciones y fuertes intervenciones se dan a partir de temas como interrupción del embarazo y tareas hogareñas. En el tema del aborto es sintomático que en general sean los hombres los primeros que hablan, especialmente cuando están en contra de la legalización y despenalización. Es como si nos dijeran “no se metan con los cuerpos femeninos pues nos pertenecen. Van a parir o no de acuerdo a nuestros deseos”.

En cuanto a las tareas hogareñas, suelen ser mujeres las primeras en hacer comentarios y generalmente del tipo “ahora es diferente, nos ayudan” o contando anécdotas de cómo cuando ellas les dan indicaciones a sus parejas masculinas, muchos de los cuales se comportan como discapacitados hogareños, ellos cumplen llenándolas de satisfacción. No se hace visible en sus dichos la sobrecarga de trabajo que las mujeres tienen.

Es frecuente el comentario “las mujeres, cuando son…, lo son más que los hombres”. Este tipo de afirmaciones aparece ligado a términos como machistas, competitivas, envidiosas, violentas, rencorosas, manipuladoras, etc. Ejemplo: “Cuando las mujeres son machistas, con más machistas que los hombres”. Por el contrario, si a la palabra usada le dan un connotación positiva “las mujeres son más afectivas…” se transforma en la justificación de un mandato “…por eso se encargan de crear el clima de hogar”

Siempre en estos talleres hay individuos o grupos que se resisten a cualquier intervención que cuestione la dominación masculina, así que les doy una recomendación que ahora comparto con ustedes:

Si tienen hijas pequeñas y quieren aumentar las posibilidades de que en el futuro sus hijas sean mujeres sometidas o maltratadas y quizás hasta asesinadas, solo deben cumplir con dos consignas:

a) desde muy pequeñas vayan haciéndolas jugar con todos los juguetes de color rosa que se consiguen en cualquier comercio. Es muy importante esto pues son los juguetes de “servicio a los hombres y a la futura familia-heterosexualmente designada”. Gracias a ellos estas niñas realizarán un entrenamiento intensivo, diario, repetido que las capacitará en lo que nuestra cultura supone es fundamental en las mujeres: servir, comprender, entender, educar, amar y volver a servir.

Todo lo anterior debe ir acompañado de:

b) palabras que deben ser repetidas infinita cantidad de veces por lo menos hasta bien entrada la adolescencia: “tenes que comportarte como una señorita”; a veces ustedes le explicarán cómo es comportarse así y la mayoría de las veces será el contexto cultural y la violencia simbólica la que le dará significado a esa frase, o en otras ocaciones serán docentes en la escuela primaria quienes les prohibirán correr “como machonas”, “jugar al futbol” o, si son adolescentes, "ponerse calzas".

Las señoritas aprenden a que tienen que ser suaves y educadas en sus movimientos y sus fantasías serán con el encuentro de la “media naranja”, “el príncipe azul” o “el alma gemela”, porque el amor romántico existe para hacerlas felices. Aprenden a ser seductoras a la mirada masculina. Imaginarán casamiento religioso o por lo menos fiestas en donde se celebre casi maníacamente la creación de una nueva familia hetero-patriarcal. No serán expansivas en sus movimientos ni en los metros cuadrados en los que se muevan (para eso están los varones), las piernas deberán estar cerradas, especialmente en el espacio público masculino en donde los hombres  lo ocupan con las piernas abiertas como si sus testículos fueran de cristal.

Lo que los machos no soportan- Revista Haroldo
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El caballero

Una escena esperando el ascensor en un gimnasio. El primero de la fila es un hombre de aproximadamente 65 años. Luego lo seguimos otros dos del mismo sexo. Llega una joven mujer justo en el momento en que se abre la puerta del ascensor ubicándose al final de la fila. Entonces el primer hombre, acompañando su palabra con un gesto de invitación y orden, le dice a la “dama” que pase primero y luego, sin dirigirnos ni una mirada, la sigue.

Nunca nos consultó si estábamos de acuerdo en alterar el orden de la fila ni tuvo la misma “amabilidad” de dejarnos pasar. Estos gestos cotidianos se repiten por millones a cada instante en amplios sectores sociales del llamado occidente (Europa-EEUU) y se instaló como “el modelo" de sociedad evolucionada.

Continúo con la escena: la amabilidad, el cuidado de los otros y otras, el generar espacios placenteros de distensión, comunicación y encuentro no se encuadra en una categoría de género ni es atributo de ningún sexo. Cualquier persona, cualquier ser humano puede generar esas situaciones de acuerdo a sus pautas socio-culturales.

Lo que el feminismo nos ha mostrado es que en nuestros espacios esos gestos pasan a tener jerarquía y son expresión de poder, y así, si son realizados por un hombre, éste será inmediatamente calificado como “un caballero que sabe tratar a las damas” y si es realizado por una mujer se lo verá como un acto propio de “su esencia” porque “nadie mejor que ellas para cuidar, servir, crear un buen clima donde los hombres se sientan bien”.

Es claro para mi que el hombre del gimnasio se siente un caballero. Si fuera solo una persona cuidadosa y atenta con las y los demás seguramente nos hubiera tenido en cuenta a todxs, sin distinción de sexos.

Pero en nuestra patriarcal y machista sociedad un caballero debe mostrar que lo es en cada acto de su vida: varón, heterosexual y con poder. ¿Hubiera tenido la misma conducta si la cuarta persona en la cola era una mujer trans o travesti? Los caballeros, desde hace muchos siglos en occidente y sus dominios, son los que marcan el lugar social de las damas y las putas. Cuando una mujer dice sobre su pareja “le exigí que me trate como a una dama” está ratificando ese poder conferido y construido por ellos, por los hombres en su conjunto, dejando en claro que el poder masculino puede tratar a “las otras mujeres” como cuerpos femeninos y cuerpos feminizados no merecedores del buen trato y cuidado.

En general los caballeros me repugnan y he luchado toda mi vida para no serlo. Hacen muy bien las mujeres en desconfiar de ellos. Todo hombre que se ufane de que “sabe tratar a las damas” está diciendo que puede tratar de una forma u otra a las mujeres por el hecho de ser mujeres y eso es siempre peligroso.

Un prejuicio que me gusta sostener: todo caballero es sospechoso, hasta que demuestre lo contrario, de poder ejercer violencia de género extrema.

 

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El espacio público es masculino

Durante las primeras 72 horas posteriores a la marcha del #niunamenos del 3 de junio pasado, gran parte de los varones periodistas, columnistas y conductores de medios de comunicación sostuvieron un discurso políticamente correcto, con afirmaciones en general sinceras sobre sus deseos de un basta al asesinato de mujeres.

Pero en los días que siguieron comenzaron a aparecer fuertemente sus propios intereses como hombres-blancos-heterosexuales-machistas-controladores-del-espacio-público. Y en ese posicionamiento no hubo diferencias ideológicas: expresaban lo mismo cualquiera fuera su adhesión política.

La famosa grieta política de la sociedad argentina desapareció por algunas horas pues una consigna común, nunca explicitada pero claramente presente los había unido: "no las queremos muertas, solo dominadas".

Recuerdo que por la noche, en un programa de debate, se estaba hablando de los asesinatos y el conductor saca el tema de los “piropos” expresando su alarma ante las reacciones de muchas mujeres. Una mujer diputada tomó su rol docente y le explicó en sencillas palabras la diferencia entre acoso callejero y las palabras agradables que pueden decirse cuando existe un vínculo previo que autoriza a su expresión.

No entendieron.

Dos panelistas varones que siempre se enfrentan coincidieron en que “cuando uno le dice algo agradable a una mujer no tiene porque ofenderse” ¡sentencia masculina!

Al otro día, muy temprano, me sorprende escuchar hablar sobre el piropo a un famoso periodista de la derecha argentina en cuyo programa se expresan diariamente una catarata de afirmaciones y chistes misóginos, y en donde el tema de violencia extrema sobre las mujeres no tiene casi lugar.

El periodista alerta como sus colegas ante los extremismos (hablaba de las mujeres) y se pronuncia contra los asesinatos. Paso a escuchar en una FM a otro periodista de centro-izquierda-progre el que también llamó a la reflexión sobre los piropos porque, en su opinión, se estaba produciendo un deslizamiento peligroso y “nadie iba a poder decir nada”. Léase: las mujeres se están bandeando y no vamos a poder decirles nada.

Todo lo anterior siempre fue acompañado en muchos programas por los comentarios de alguna mujer que, a modo de coro o de eco de la palabra masculina, expresaba con tono de gran valentía “a mi me encanta cuando me dicen cosas por la calle”, sin hacer mención que cualquier experiencia individual no puede generalizarse ya que las denuncias y las estadísticas muestran que el acoso masculino en el espacio público existe.

El espacio público es masculino y su demostración sencilla.

Escena 1: Es de noche. En una silenciosa calle camina una mujer que ve venir a cuatro hombres. Su cuerpo inevitablemente se tensará, aumentará su frecuencia cardíaca y respiratoria, estará alerta y con algo de temor o un claro miedo.

Escena 2: En la misma calle y hora. Pero el que camina es un hombre y ve venir a cuatro mujeres. Nada pasa en su cuerpo, no hay temor.

Los hombres, cuando estamos solos o acompañados, no tenemos miedo a la presencia de mujeres en las calles, pero sí podemos sentir miedo cuando encontramos otros hombres y nos vemos en situación de inferioridad  numérica.

El espacio público es masculino y los periodistas arriba señalados se preocupaban por el piropo, que es el instrumento que los machos-hétero usan de señalamiento y control sobre los cuerpos femeninos y feminizados, sobre sus vestimentas, movimientos corporales y espaciales.

La sociedad patriarcal ha generado una idea de lo que debe ser la belleza femenina. Los machistas, como si fueran una policía de la estética blanca, se encargan de recrear y sostener estos modelos hétero/machistas/patriarcales. El piropo es un instrumento de control que se expresa con la palabra, acompañado de gestos y miradas que muestran la aprobación, aceptación o el rechazo y la consecuente denigración de cualquier mujer que esté caminando por el espacio público masculino.

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Me di cuenta al escucharlos que estos varones con onda “mirá-como-soy-de-hétero” estaban fuertemente impactados ante la movilización femenina, sentían que habían perdido algo y fue seguramente el sentimiento de impunidad en el espacio público.

Poder es impunidad”, definió un mafioso. Ya no iban a poder ser jurados-caballeros sueltos caminando impunemente por sus calles, con onda de machos inteligentes que saben qué cosas hay que decirle a las mujeres. ¡Se les acabó! ya se les instaló la duda, en cualquier momento luego de imponer su “halago-piropo-agresión-acoso” a una mujer con la que no tienen ninguna relación les puede venir una respuesta, suave o violenta, que puede dejarlos en ridículo. Y quedar en ridículo por una mujer es algo que los machos no soportan.

Seguirán apareciendo en estos programas de radio y televisión los hombres/machistas/héteros que con cara de Protágoras dirán “Yo considero que un piropo es un halago y la mujer no se tiene que ofender”.

Reitero, el espacio público es masculino y ellos consideran que las mujeres observadas/señaladas/evaluadas desde sus miradas solo tienen que agradecer que un hombre como ellos las observe, juzgue, las elija y las invada con sus palabras.

La irrupción masiva de mujeres en las calles siempre altera, en cualquier país, a una multitud de hombres machistas y aparecen aquellos que dicen “¿y a nosotros quien nos defiende?” como si no existiera un poderoso sistema capitalista/cultural/patriarcal/machista/racista que privilegia en todos los planos la dominación y jerarquización masculina.

Y a estos se les suman los que hablan de “violencia de género al revés” mostrando su nivel de ignorancia en el campo de las ciencias sociales y en los estudios de género. También los que enfáticamente dicen “hay mujeres violentas” ¡chocolate por la noticia!, como si la agresión y la violencia no fuera un elemento constitutivo del ser humano independiente del sexo/género/sexualidad/raza/clase.

Lo que estos imbéciles machistas no aceptan es que no existen ni existieron históricos sistemas socio-económicos-culturales que privilegien y sostengan el género y poder femenino y que -como contrapartida necesaria a su constitución- produzcan la subordinación del género masculino.

Muchas marchas más serán necesarias contra la violencia de género extrema. Las estructuras de dominación patriarcal que modela nuestros cerebros y cuerpos requiere una acción sostenida de resistencia y de activa construcción de redes democráticas, igualitarias en todos los planos, afectivas y socialmente contenedoras. #NiUnaMenos y #VivasNosQueremos son un llamado al sostenimiento de la vida, del afecto y del encuentro.

*Psquiatra. Feminista. 

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