04/12/2019
Intemperie cruel
Por Noemí Ciollaro
Fotos Lucrecia Da Representaçao
El censo informal realizado en abril en la Ciudad de Buenos Aires relevó a 7.251 personas en situación de calle, una cifra que viene creciendo en los últimos años junto con la agudización de la pobreza y la indigencia. En esta crónica, Noemi Ciollaro recoge testimonios de hostigamiento policial, desalojos, derechos vulnerados y políticas públicas insuficientes, pero también de solidaridad y organización colectiva. La realidad cotidiana de los nuevos desaparecidos sociales.
Es una tarde cálida, soleada, bajo el puente de Superí y Olazábal hay un colchón y sobre él un hombre durmiendo, cubierto por un gran pedazo de tela liviana. A su lado un bolsito, una botella verde y unas frazadas. Como almohada, una campera. Tiene la cara casi totalmente cubierta por uno de sus brazos, parece joven, está descalzo.
Es un refugio provisorio, cientos de personas se guarecen bajo ese puente en todas las estaciones del año, cuando el frío ciega los huesos, cuando el calor los curte, cuando la lluvia arrecia y el invierno azota los cuerpos. Muchas son familias o mujeres solas con niños.
Nadie dura demasiado bajo el puente. La policía los desaloja aún en las situaciones de frío extremo y tormentas. Si se niegan a irse les quitan sus magras pertenencias y los detienen, o los echan violentamente. A muchos vecinos de Belgrano les repugna ver “linyeras y vagos” en su barrio. Otros, solidarios y generosos, ofrecen algo de comida, una manta, y a veces intentan que no los desalojen o discuten con los que argumentan que “estropean el barrio, son un peligro, juntan mugre”. No faltan algunos odiadores que pasan por el lugar, los ven dormidos, los patean e insultan y siguen de largo.
Estas y otras vicisitudes padecen quienes por diferentes razones, pero mayoritariamente por haber perdido todo lo que tuvieron en su momento, quedan a la intemperie. Los últimos cuatro años de gobierno extremaron la pobreza, la indigencia, el desamparo y el mal trato como hace mucho tiempo que no ocurría.
Refugio de un ambiente
El hombre antes citado fue desalojado esa noche por la policía. Pocos días después, al pasar continuando nuestra nota, nos encontramos con una escena de película. Bajo el mismo puente estaba sentado sobre un colchón flamante, de muy buena calidad, Martín (23), rodeado de apuntes de facultad. El lugar parecía un mono ambiente, había una mesa pequeña, dos sillas haciendo juego, dos valijas, varios canastos con ropa y utensillos de cocina, un calentador a garrafa. La cama cubierta con sábanas y frazada, dos almohadas… Parecía una maqueta o una ambientación para cine. La gente pasaba y se detenía a mirar, varios decían “un vago más, por lo menos parece limpio…”. Otros opinaban “pobre muchacho, quedó en la calle, se ve que lo desalojaron….”
- Hola Martín ¿cuánto hace que estás en situación de calle?
- Hace cinco días que nos desalojaron a un amigo y a mí de un dos ambientes que alquilábamos, mudé todas mis cosas a lo de una familia que me conoce pero no tiene espacio para alojarme porque vive en lo de su suegro con su mujer y dos niños… Y bueno, me refugié aquí después de estar en una “ranchada” que no me gustó nada… Otro amigo me ayudó a traer estas cosas en su flete… Yo soy solo, vine a Buenos Aires a estudiar y a trabajar; en mi pueblo, en Córdoba, quedé sin trabajo… acá sólo encuentro changas que no alcanzan para nada, no pudimos pagar el alquiler del departamento que teníamos mi amigo y yo, él se fue con su familia a Tucumán…
- ¿Parás vos sólo acá?
- No, a la tardecita viene otro amigo que también perdió el trabajo y el alquiler, pero hace unas changas en un supermercado chino y le pagan con algo de comida para el día. Ahora nos vamos a turnar, porque yo necesito conseguir un trabajo sí o sí, pero no puedo dejar todas mis cosas solas. Voy a buscar trabajo de sereno o algo así y nos turnaremos. También dejé de ir a la facultad, estoy estudiando para instrumentador quirúrgico… pero no sé, voy a perder el año…
Al día siguiente Martín ya no estaba bajo el puente, un portero del barrio comentó que esa misma noche la policía los había desalojado y ni siquiera los dejaron pasar unas horas más para poder llevarse sus cosas. Perdieron todo. Poco después de que el patrullero los detuvo con el argumento de que los trasladaban a un parador de la CABA, llegó una camioneta blanca y se llevó todas sus pertenencias.
Ciudad sin Techo
Claudia Enrich es la coordinadora de Ciudad sin Techo en el espacio El Encuentro, Hipólito Yrigoyen 1440, en el barrio de Congreso. Su actividad, que lleva varios años, surgió a partir del encuentro con Hebe Bonafini y Madres de Plaza de Mayo.
“Es una organización muy pequeña en cuanto a recursos y a cantidad de compañeros, pero tenemos como 30.000 corazones que laten y que queremos justicia social y estamos trabajando junto a los nuevos desaparecidos sociales. Lo hacemos desde el concepto de Madres de Plaza de Mayo y desde la feria instalada frente a su Casa desde 2012”, explica.
El encuentro se realiza cada jueves, después de la Marcha de las Madres, “en el gazebo azul que armamos en la reja frente al Congreso. No lo hacemos para dar de comer porque no tenemos el recurso y porque nos parece que poner energía en eso es seguir sosteniendo a la gente en la misma situación, hay organizaciones que pueden hacerlo y no es nuestro caso”.
Su tarea es tratar de recuperar los derechos vulnerados de la gente que está en situación de calle. Fueron parte de la construcción de algunas de las leyes que los protegen, como la 3.706 ley de CABA, que está reglamentada y aprobada y luchan por su cumplimiento. Esta ley es la de Protección y garantía integral de los derechos de las personas en situación de calle, que básicamente consiste en respetar los derechos humanos de esas personas.
“Desde ese lugar fuimos parte del Censo Popular, el primero se hizo en mayo de 2017, el segundo en abril del 2018 y había dos mil personas más entre uno y otro. Ahora el último censo nos dio la cifra de 7.251, pero doy fe y me hago cargo yo de lo que digo: son muchas más porque en una de las visitas, en la madrugada de la primera noche del Censo, un jueves, había una ranchada en la zona de Tribunales con ochenta personas durmiendo, y esas personas, delante de nuestros ojos, fueron echadas violentamente por la policía, las metieron adentro de un colectivo pintado de negro amenazándolas. La idea era que no los censáramos y eso ocurrió en muchos lugares de la ciudad”, afirma Claudia.
Ciudad sin Techo está en contacto con las 15 Comunas de la CABA y se ratificó que estaba pasando lo mismo en todas partes. Muchas personas fueron expulsadas y familias en situación de calle, previo al censo, fueron hoteladas de urgencia para que no las censaran y ahora están otra vez viviendo en la calle.
“Hubo muchas acciones de parte del gobierno de la CABA para impedir o por lo menos complicar el censo. De cualquier manera hay 800 y pico de niños en la calle y más de 7.300 mayores en esa misma situación”, agrega Claudia.
- ¿Pero qué ocurre con los paradores, no tienen más capacidad o la gente no quiere ir allí?
- Cuando hablan de familias que no quieren ir a los paradores, la verdad es que paradores hay solo uno con 140 camas y encima los separan, no están juntos mamá, papá e hijos. Es un régimen policial, el Parador es una tumba. Según la ley debería ser un Centro de Integración, debería tener personas capacitadas para acompañar y trabajar con quienes tienen que sufrir esta temática. Se necesitan trabajadores sociales, sociólogos, psicólogos, abogados. En resumen es muchísimo el trabajo que hay que hacer para que se cumpla esta Ley y para que existan políticas públicas.
¿Una vez terminado el censo y obtenido el número se supone que las organizaciones sociales deben sentarse con el Estado para poder generar políticas públicas y desde ese lugar y desde un presupuesto real, trabajar?
- Bueno, yo digo algo que sólo parte de mí, estamos hablando de 7.300 personas no de 7 millones, ¿es tan difícil hablar de vivienda digna? Algo se está escapando un poco ¿no? No les importa, pero esta problemática tiene que instalarse. Es un genocidio por goteo, se nos han muerto pibes presos en comisarías que nunca han tenido documento, cuando lo primero es el derecho a la identidad. Hoy mismo se llevaron preso a un pibe, el Cuervo, que tenía turno en el médico ¿Por qué?, por portación de cara.
- ¿Pero no hay una ley que impida ese tipo de detenciones?
- Estás en la plaza, estás en un espacio público, la ley que conseguimos tiene el artículo 5 que habla de eso. Esta gente, este gobierno, lo vetó. ¿Cómo no pueden estar en un espacio público que es el único lugar que les queda, o es que les dan vivienda o algún otro lugar? Así que ahora estamos averiguando por qué al Cuervo se lo llevaron de la plaza Flores mientras él esperaba para el turno del médico, tiene un problema de psoriasis que tiene que ver con la cuestión psicosomática. Y necesita que lo llevemos al médico, pero no, se lo llevó la policía… No estaba en consumo, no estaba violento, estaba sentado en la plaza. Ahora, con nuestro equipo de abogados que maneja Gabriel Fuks, vamos a averiguar adonde está. Gabriel y sus profesionales están siempre a la hora y el día que lo necesitemos.
-¿Vos eras militante, cómo comenzaste con el proyecto de Ciudad sin Techo y tu vinculación con las Madres?
- Yo estudié Trabajo Social con las Madres de Plaza de Mayo, no terminé la carrera, dejó de existir la Universidad de las Madres de hecho, porque ya no las representa, no es el perfil que buscaba y ni siquiera están los mismos profesores. Así que estudié Trabajo Social en la búsqueda de ayuda para mí. No me gusta mucho comentarlo, pero me tengo que hacer cargo, yo vengo de este mundo de alguna manera, por eso estudié eso, porque buscaba ayuda para mí. Vengo de 25 años de consumo, trabajaba en Berazategui de noche, de moza, iba de casa en casa tomando mate. Eso fue en los ’90, en la provincia y es distinto a esto, y tuve una red de contención de amigos que me bancaron…
- Pero saliste del consumo de sustancias…
- Y sí, cuando fue demasiado lo que me estaba pasando, busqué ayuda, entré al mundo Madres de Plaza de Mayo y ellas me parieron, me dieron una vida, dejé de consumir, no sé, fueron ellas. Me dieron otro sentido de la vida. Y desde la Feria de las Madres donde yo estaba trabajando como artesana, me tomaron como coordinadora y empecé a laburar con todo esto y con la carrera. Pero vi que estaba estudiando en una vereda, trabajaba en la otra y toda la población que necesitaba intervención y ayuda estaba ahí. Después, un discurso que dio Hebe en la Plaza, me acomodó la cabeza de una manera impresionante… Sólo habló de solidaridad y de dar lo que uno tiene puesto, y de que las marchas son lindas y los cantos también, pero que tenemos que llevarlos a la solidaridad… Sí, me acomodó la cabeza…. Así que después de ese jueves pusimos todo en marcha y a partir del viernes 14 de julio de 2012 empezamos con la chocolatada militante en la Feria. Y bueno, después armamos Ciudad sin Techo… y aquí estoy…
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Romina y Hugo César
Romina tiene 28 años y dos hijos, todos los jueves se acerca a Ciudad sin Techo con su pareja, Hugo César, y los niños. Allí, bajo el gazebo que montan entre todos los concurrentes, socializan y con la ayuda de Claudia resuelven temas y trámites vinculados a la familia, al tiempo que comparten inquietudes y esperanzas.
“Mi infancia fue dura, anduve de hogar en hogar, salí de ahí, fui dos meses con mis viejos y me fui a la calle por la violencia familiar, mis viejos con adicciones, los dos violentos… Preferí vivir en la calle, primero dormía acá, en la plaza Congreso, después fui para Flores y a otros lugares, pero siempre vuelvo acá, mi punto es Congreso…”, relata.
Romina y su familia están viviendo en un hotel que pagan con un subsidio. Antes estuvo en situación de calle con un amigo, desde 2010 a 2015 y pasó todo el embarazo de su hijo también en la calle.
“Ahora tiene 6 años, siempre lo tuve conmigo. El embarazo en la calle fue duro –recuerda-, no tenía documentos y no me atendían en los hospitales. Tenía un compañero, pero con situaciones de violencia, era lo mismo o peor que estar sola… Ahora estoy bien, mis hijos están yendo al colegio. Tengo una pareja nueva y otro hijo de 2 años, están yendo al colegio, el chiquito al jardín maternal y el más grande está en primaria. Y sí, ahora estamos todos bien en el hotel…”
- ¿Cómo es un día tuyo Romina?
- Es levantarme a las 6 de la mañana, cambiar al nene, estamos viviendo en Barracas, desde ahí lo llevo a Flores al colegio, de 8 a 16. Lo dejo ahí y me quedo en Flores, en la plaza, con gente que está ahí, amigos, porque de laburo nada… yo no terminé el secundario. Y bueno así paso la tarde hasta que sale el nene y nos vamos para casa, en el camino voy rescatando comida en la carnicería, la verdulería; así todos los días, llegamos y cocino… Y los fines de semana quedamos en casa, en familia. Mis hijos se llaman Jonathan y Dylan.
Hugo César (38), la pareja de Romina, nació en Salta pero se crió en Rosario, estuvo en situación de calle desde los 13 años; es el papá de Dylan.“Y sí y era bravo en esa época vivir en la calle… Continuamente hacían razzias de menores y muchos chicos terminaban detenidos en una comisaría, gracias a Dios a mí no me pasó, llegábamos a escondernos con mi primo y aprendimos a sobrevivir en la calle con gente grande, nos covachaban…”, relata.
-¿Tenías familia?
- Tenía padres pero no me criaron ellos, me criaron mis abuelos, y por circunstancias de la vida fui a parar a la calle. En el 2005 me vine acá a Buenos Aires y no fue nada fácil llegar a la situación que estamos hoy en día, la discriminación de la gente, rechazo… Pero ahora estamos bien en el hotel.
- ¿Por qué te fuiste de Rosario, no había trabajo?
- Yo venía de Rosario consumiendo sustancias, cocaína, y llegué acá pensando que iba a poder disminuir con eso… pero por circunstancias de la vida o por meterme donde no tenía que haberme metido, al tiempo agarré el paco. Pero ahora gracias a Dios, a mi compañera Romina y a nuestros hijos ya llevo casi dos años sin consumir. Hace dos años que estoy con ella y también salí de la calle.
- ¿Pediste ayuda, fuiste a algún lugar para dejar el consumo?
- He ido a muchos lugares y granjas y sobre todo le pedía a Dios, pero después me di cuenta que esa gente que va a las granjas no tiene ganas de seguir viviendo, lo tomé como una cobardía porque te encerrás y no te enfrentás a la realidad de la vida… Después, cuando salís otra vez a la calle tenés la gente que te ofrece una pipa, un pase, un escabio… y lo volvés a agarrar, eso pasa cuando estuviste encerrado. Por lo menos estando afuera y teniendo a alguien que te de una mano sé que podés dejar y en la calle si tenés fuerza de voluntad también…
- Y lo pudiste dejar totalmente…
- Y sí, sí… bueno, casi, es un proceso, pero lo más jodido lo dejé… Y me cambió la vida. De lunes a viernes junto cartones, tengo un carrito propio, estamos alquilando con Romina en el hotel de Barracas y trato de estar lo mejor que puedo con mi familia…. Estando en la calle y con la droga he perdido muchas cosas buenas, pude haber estado con mis hermanas, con mis sobrinos… Y ahora, bueno, trato de arreglarlo con los dos chicos que tengo y con mi señora. A una de mis hermanas la veo… a mi papá y a mi mamá no, están lejos, en Salta y en Chacabuco, y como está la economía del país es mucha plata lo que salen los pasajes y a veces apenas estamos con lo necesario para comer, y ellos tampoco puede tener esos gastos. Y nosotros con el cartoneo sobrevivimos, para comer nos arreglamos.
-¿En el hotel están bien?
-Sí, hay un muy buen encargado a diferencia de los hoteles del gobierno de la Ciudad que están llenos de ratas y te maltratan… Mucha gente cree que nos gusta estar en la calle y nos discrimina, yo te digo que a nadie le gusta estar en la calle, pero no van a esos hoteles o paradores porque hay mucha violencia y mugre y cosas peligrosas para los chicos, contagios… Te roban y a veces te tenés que agarrar a las piñas o a las puñaladas por un colchón o una cama para poder entrar, es así. Pero gracias a Dios nos vamos arreglando.
Yanina y No tan distintas
Yanina (35) habla pausado y con emoción, su sufrimiento es visible, pero su fortaleza también, busca trabajo continuamente y tiene esperanza y necesidad de encontrarlo con urgencia.
“Yo gracias a Dios y por suerte estuve sólo un año en la calle, hice el subsidio habitacional y dejé la calle hace cuatro meses, eso me ayuda a pagar un alquiler en un hotel. Estar en la calle es jodido… más una, siendo mujer”, relata con angustia.
- ¿Cómo lograste salir de la calle?
- Cuando perdí mi trabajo y tuve que estar en la calle conocí a un grupo de chicas feministas, No tan distintas, se llama, y ellas fueron las que me ayudaron a hacer el subsidio… Es muy jodido estar en la calle y con hijas mujeres. El hombre se aguanta el frío, el hambre, la violencia, pero una mujer y más si tenés chicos es más jodido, hay que estar atenta a muchas cosas, a que te roben, a que te miren… estás más expuesta, yo tengo una hija de 16 años, pero no está conmigo, vive en Merlo. En el hotel estoy bien por suerte, dentro de todo tengo agua caliente, puedo cocinarme yo sola, no tengo que ir a ningún comedor ni tampoco comer con la gente que ayuda y da comida en la calle, a veces eso te incomoda porque a veces hacen la cola y se ponen a discutir entre ellos por un plato de comida…
- ¿Vivís sola en el hotel?
- Sí, tengo mi habitación, pero ahora en febrero tengo que renovar de vuelta, depende del lugar en el que estoy y de que no sigan aumentando las cosas, si no es bravo, porque lo que te dan de subsidio para una sola persona es 5 mil pesos, la pieza donde estoy yo está a 8 mil….
-¿Y cómo te arreglás con ese dinero para comer y otras necesidades?
-Yo recibo ayuda de Hermanos evangélicos, ropa, alimentos, pero a mí sola no me alcanza para comprar…Y trabajo no hay, y lo que hay es para chicas jóvenes… Es así… Pero un día mío es levantarme temprano para dejar curriculum. Por ahí como en un comedor o en casa y sigo repartiendo curriculum para que alguien me llame para trabajar. A la tarde voy a la casa de algún amigo, o de algún Hermano de la Iglesia, y según el día a veces hago changuitas limpiando casas de familia. Y así es mi vida ahora, después llego a la noche, como algo y el día se terminó. Dentro de todo estoy ocupada, viste….
“Mis libros y yo…”
Ariel vive en Colegiales, tiene dos esquinas distintas donde para de día y de noche, los días fríos sigue la trayectoria del sol y en las últimas jornadas más calurosas para en una esquina con ochava. Tiene 43 años y prefiere andar solo, no le gusta compartir ranchadas. Mucha gente del barrio lo conoce, lo saluda, le acerca algún abrigo, algo de comida y sobre todo libros.
Ariel es un gran lector, su predilección en lo literario es la mitología, pero lee novelas y libros de todo tipo.
“Sí, vivo por acá, en estas calles de Colegiales, tengo 43 años. Mis viejos son separados, yo viví siempre con mi vieja en nuestro departamento, el tema es que ella falleció y como había deudas… Había que pagarlas y sabés como son los abogados, ven la posibilidad de agarrar plata y son como gatos al bofe…Pero bueno, por lo menos ella no se enteró de que perdimos el departamento, había que entregar la llave y perdí todo…No, por favor fotos no –pide- no quiero que me vean en una revista… Hace un año y once meses que estoy en situación de calle, nunca me imaginé que terminaba así…”
- ¿Trabajabas Ariel?
- Bueno, yo trabajaba en forma independiente como pintor, pero estar en la calle es muy difícil, no sabés, no tenés medios… te sentís perdido, es imposible hasta que te vas adaptando a la fuerza. Mucha gente te dice que hables con el BAP (Buenos Aires Presente) que es esa supuesta ayuda del gobierno de la Ciudad, pero son un desastre, no es una ayuda plena, es parcial y por cierto tiempo y después te quedás de nuevo en la “lleca”…
- ¿Qué hacías antes? Te veo siempre en las veredas de por aquí leyendo libros…
- Tengo tres años de colegio Industrial… no lo terminé. Y sí, es un acompañamiento en la vida la lectura, te aleja de otras cosas feas que tiene la calle. Yo conozco a mucha gente en esta situación que está metida en la falopa que es una adicción, una enfermedad. Yo elegí esto, tener la cabeza metida en la lectura, eso es lo que me ayudó. Y no es sólo por tener la cabeza ocupada, los propios vecinos ven que estás bien, dentro de todo, que estás leyendo y es como que te habilitan otras cosas, se acercan de otra manera, te saludan y les da curiosidad, sí, eso sí… Y muchos te preguntan y quieren saber qué te gusta leer y de pronto te prestan libros, te renuevan la biblioteca, por aquí hay mucha gente que me presta libros y se para a charlar conmigo sobre lo que leo.
-¿Qué te gusta leer?
-Bueno, si uno puede elegir me gusta particularmente todo lo que tiene que ver con miltología o historia antigua, pero no siempre llega a las manos de uno eso. La mayoría de las cosas que me prestan son novelas, y ojo, no me quejo de eso porque para mí la lectura es una gran compañía y uno aprende mucho de todo.
-Paso seguido por acá, y siempre te veo en una u otra esquina leyendo, algunas veces, por la noche, durmiendo. Siempre solo.
- Sí, te dije, en la calle corre mucha falopa… Ando solo, me levanto 6 ó 7 de la mañana y siempre hay alguno que te alcanza un termito de agua para el mate. Y bueno, después pasan los vecinos que te conocen y van a trabajar. Camino un poco y me instalo en las esquinas de siempre y sí, leo.
-¿La Policía no te molesta?
- En general no… Lo que está difícil es la familia con chicos, los chicos no pueden vivir en la calle, hay veces que les ofrecen ir a vivir a los paradores.
-Sí, pero la gente dice que separan a las familias y muchos por eso prefieren dormir todos juntos bajo una ochava. Además te dicen que en los paradores pasan cosas muy feas…
- Es complicado esto, tuvimos un invierno espantoso y muy frío y yo llegué a ver nenes con los mocos chorreando hasta el mentón, enfermos, y los padres no querían llevarlos a algún lugar. Si vos querés estar en la calle está todo bien, pero si vos dejás a una criatura de 5 ó 6 años o bebés a la intemperie, en la calle, con temperaturas bajísimas es otra cosa, no se debe hacer eso.
- ¿Es una elección vivir en la calle?
- Algunos dicen que sí… yo en mi caso no tuve opción, no elegí estar, me tocó por lo que pasó… Y después es muy difícil retomar, nadie te da la opción, te ven viviendo en la calle y te descartan. Es por eso que no podés salir. ¡Bah! Eso al menos para los que tenemos ganas de salir. Pero hay muchos pibes que no quieren volver a sus casas, prefieren esta vida. Tengo un amigo que me dijo que en la calle siempre conseguís plata, ropa, comida…
-¿Y es así?
-Y… en cierta forma es así, te acostumbrás, se hace muy difícil retomar, se necesita guita para salir de la calle, trabajo, un lugar donde estar. Y si vivís en la calle nadie te ve, es como si fueras invisible, no te tienen confianza, no te dan laburo. Yo no elegí estar en la calle, no me quedó otra… yo quisiera trabajar, hacer changas aunque sea, pero es que no te tienen confianza. No sé, aunque sea pintar los cordones de las veredas, hacer mandados, pero no se da. Qué se yo, hasta que te conocen, te saludan, ya te dije, me prestan libros, pero nada, yo no tengo ganas de perder el tiempo hasta que me conozcan. Yo pensé que la gente que me conocía desde antes de caer en calle me iba a tirar una soga, pero no.
- ¿No tenías más familia a la que recurrir?
-Éramos mi vieja y yo antes de perder nuestro departamento. A mi viejo hace tiempo que no lo veo, qué se yo, supongo que vive… Y a quién iba a recurrir, yo a los políticos no le creo a ninguno, ni a éstos ni a los que están por venir. Yo confío en mi laburo, en lo que yo pueda dar como trabajador. Pero así ¿qué hacés? Si yo tuviera un lugarcito sé que me puedo mover de otra manera, puedo dar una dirección, mal que mal que la gente vea que yo vivo ahí, bah! Pienso eso…
- Y encima este invierno fue muy duro, cómo hacías, porque no querés ir a los paradores.
- Mirá, siempre buscás un techo, un reparo, yo tengo tres mantas, de última buscás cartones, te las arreglás, mucha gente se maneja similar a mí. Las frazadas si tenés algún lugar las guardás, si no te las llevas con vos.
- ¿Y la Policía? Porque se ve muchas veces que los sacan de los lugares donde están parando e incluso les quitan lo poco que tienen.
- Conmigo en general no se meten, pasan de largo, debe ser porque ando solo y no hago quilombo, tampoco hay quejas de los vecinos, me conocen. Yo ando solo, no tuve hijos, y ahora pienso que es una suerte, porque en esta situación sería horrible… ni alimentarlo, a duras penas tengo un plato de arroz yo, no les podría dar un churrasco, ni un litro de leche, no sé, pero por suerte o por desgracia no tuve chicos hasta ahora.
- Hay parroquias y lugares que brindan ayuda y a veces alojamiento.
- Yo podría ir al BAP (Buenos Aires Presente) donde lo que te dan son chauchas y palitos, tenés que poner vos plata, y además no es de por vida. Y después, bueno, yo también sé que si te vas para el lado de La Matanza, Laferrere, conseguís un terreno relativamente económico, pero si no tenés la plata…. Y encima es lejos, hay mucha gente que prefiere quedarse acá, en la ciudad. Yo creo que si no tenés dinero estar en la ciudad es una situación “mejor”, por favor ponelo entre comillas. Yo ando por aquí y solo, no me gusta andar en grupos, solo es más seguro. Las ranchadas no me gustan. Prefiero vivir así, como me ves.
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