12/09/2017
Vigencia de una herejía
Por Marta Vasallo
La voz de Kate Millett llega desde los años más dorados del siglo XX norteamericano, cuando la generación que protagonizó el movimiento contra cultural se creía en vísperas de una transformación social profunda e irreversible. Política sexual, una obra primordial de la denominada segunda ola del feminismo occidental, es el primero y más conocido de los textos de la estadounidense, que el 6 de septiembre pasado murió de en París, donde se proponía celebrar su cumpleaños 83.
El convulso tiempo transcurrido desde la publicación de Política sexual, en 1970, no impide reconocer su vigencia. Esta obra primordial de la denominada segunda ola del feminismo occidental, es la primera y más conocida de las obras de la estadounidense Kate Millett, que el 6 de septiembre pasado murió de un paro cardíaco en París, donde se proponía celebrar su cumpleaños 83.
La idea vertebral de su primer ensayo es que la sexualidad humana lejos de estar sustraída a la política está impregnada de ella. Una idea explosiva en su tiempo, hoy banalizada, aunque no llevada a sus últimas consecuencias: así como existe un orden social, económico, cultural que rige la organización de una sociedad, ella está regida también por un orden sexual, argumenta Millett, y si se quiere alcanzar una transformación verdadera y perdurable de un orden dado, ese orden sexual también debe ser objeto de transformación. Las paradojas del “progresismo” político que postula concepciones y acciones radicalizadas preservando intacto el sexismo, y que la historia y la experiencia vivida registran una y otra vez, resultan implacablemente iluminadas por la escritura de Millett.
En efecto, encontró una forma tan atractiva como eficaz de ilustrar su hipótesis: el análisis de obras de los escritores Lawrence Durrell, Norman Mailer y Henry Miller, británico el primero y norteamericanos los dos últimos, que en los años 60 y 70, en el auge de la contracultura norteamericana, gozaban de una reputación sólida de inconformistas, aun de revolucionarios. En el caso de Mailer esa reputación estaba fundada prioritariamente en su posicionamiento contra la guerra de Vietnam, en el de Miller en su oposición al puritanismo norteamericano.
Millett muestra que las obras de todos ellos explicitan sin tapujos una noción de la superioridad masculina y su consiguiente dominio, ese supuesto cultural fundante del statu quo. Millett los opone al escritor francés Jean Genet, especialmente a su obra El balcón, donde la persistencia del burdel indica el fracaso de una prometedora insurrección. Si no se transforma el orden sexual, la revolución no es una revolución: “Genet comprendió que la casta sexual prevalece sobre todas las demás formas de la desigualdad social…El balcón demuestra la inutilidad de cualquier revolución que deje intacta la base de la explotación y la opresión, que es la existente entre los sexos o sus sustitutos…”
En su Política sexual Kate Millett toma la noción de género de Robert Stoller, para analizar cómo el supuesto de la superioridad masculina y los mandatos sociales consiguientes no tienen un fundamento biológico sino cultural. A partir de allí esa noción sería incorporada y reelaborada por distintas vertientes del pensamiento feminista , lo que no significa que su auge actual guarde necesariamente coherencia con las propuestas de Millett.
Mucha menos difusión han tenido otras obras suyas, sin embargo muy significativas, como Prostitution Papers 1971 (Documentos sobre prostitución), donde se opone tanto a la regulación de la prostitución como a la persecución de las prostitutas: “…durante siglos todo el problema de la prostitución ha estado envuelto en una tremenda confusión moral y sociológica, un fenómeno que solo se explica por la represión sexual ejercida por nuestra cultura, y la incapacidad que siempre tuvo , después de haber creado tanto a la prostituta como su condición, de reconocerla como un ser humano en el pleno sentido del término. La presuntuosa estupidez con que la gente suele hablar del tema es escandalosa: condenan a la víctima, a la prostituta, y no a la institución que la vuelve víctima”. O The Basement: meditations on a human sacrifice, 1979 (El sótano. Meditaciones sobre un sacrificio humano), su crónica del juicio por el lento asesinato de una chica de 16 años por los miembros de la familia a cuyo cargo había quedado.
En su vida Kate Millett, proveniente de una familia de origen irlandés, católica, hubo de afrontar los efectos de su desafío al statu quo. La declaración pública de su bisexualidad se difundió en la revista Time del 8 de diciembre de 1970, y la hizo entrar en conflicto con el sector más moderado del movimiento feminista, el NOW (National Organisation for Women), liderado por Betty Friedan. En su libro Flying (Volar) de 1974 registra el alto costo personal que le significaron su abierta discrepancia con el sentido común vigente y la libertad con que encaró su vida personal. Estuvo casada durante 20 años con el escultor japonés Fumio Yoshimura. Hacia 1980 entabló relación con la fotoperiodista canadiense Sofía Kier, con quien viajó a Irán cuando se produjo la revolución de Jomeini, y de donde fueron expulsadas. Sus relaciones de pareja más duraderas coexistían con relaciones más fugaces.
Fundó en un condado del estado de Nueva York la Women’s Art Colony Farm, una comunidad de mujeres artistas, que mantuvo hasta su muerte. La también feminista Shulamit Firestone se integró a esa granja pero no volvió a escribir: las violentas reacciones suscitadas por la publicación de su Dialéctica del sexo, de 1970, cuando tenía 25 años, la dañaron mentalmente y la llevaron a la reclusión. Una de las actividades de esa granja era la fabricación de árboles de Navidad. Kate Millett vivió períodos de su vida de la venta de esos árboles.
Además de feminista, Millett fue activista contra la segregación racial y en el movimiento antipsiquiatría. Después de 1973, familiares y amigos la internaron dos veces contra su voluntad en un psiquiátrico, con un diagnóstico de lo que hoy se denomina bipolaridad. Ella se negaba a los tratamientos, elaboró toda una posición contra la psiquiatría, sus diagnósticos y sus medicaciones, considerando que las calificaciones psiquiátricas eran más un castigo al desacatamiento de las normas que el nombre de enfermedades reales, y batalló hasta lograrla por una ley que restringe la internación en psiquiátricos sin consentimiento del paciente. The Loony Bin Trip 1990 (Viaje al manicomio) se refiere a las experiencias de su internación y a su oposición a la psiquiatría.
Mother Millett de 2001 testimonia su oposición a todas las instituciones de internación. Trata de los últimos cuatro años de vida de su propia madre, que había impulsado las internaciones de Kate y con quien tuvo una relación conflictiva. Cuando su madre, habiendo perdido su autonomía después de una operación de cáncer de cerebro, fue internada contra su voluntad en una institución por las hermanas de Kate, ella ayudó a su madre a escapar de esa institución (“Ahora que estás acá, le había dicho la madre, podemos escaparnos”), la volvió a su casa, y se encargó de ella hasta que murió. “Era lo menos que podía hacer por la persona que me dio la vida”, razonó.
La voz de Kate Millett nos llega desde los años más dorados del siglo XX norteamericano, cuando la generación que protagonizó el movimiento contra cultural se creía en vísperas de una transformación social profunda e irreversible. Aunque esa expectativa se reveló ilusoria, no es ilusorio el grado de libertad que esa expectativa imprimió, ni la fuerza y la audacia para imaginar alternativas y para luchar por ellas. Millett no se engañó sobre lo arduo del desafío que encaraba: “La revolución es siempre una herejía, escribió en Política sexual, y la revolución sexual más que ninguna…”
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