17/07/2017
El libro de la buena memoria
Por Ana María Shua
Fotos Julio Menajovsky
Escritora comprometida, fue la encargada de componer el guión del video que la Amia realizó en homenaje a las víctimas del atentado hace 23 años. En esta columna explica el proceso de creación, que le permitió ensamblar como en un rompecabezas frases de 26 autores argentinos. Un trabajo tan exacto que pareciera que ellos hubieran participado de esta voz colectiva y necesaria para reclamar lo que es justo.
El 18 de julio de 2017 se cumplen 23 del atentado la AMIA, (la Asociación Mutual Israelita Argentina) en el que murieron 85 personas. Como dolorosa conmemoración de ese hecho, la AMIA ha publicado un video titulado El libro de la memoria en el que más de sesenta actores argentinos de primera línea interpretan un texto formado por frases de veintiseis grandes escritores argentinos, ya fallecidos. Yo “escribí”, o mejor dicho, compuse ese texto, conformado por citas de muchos autores, intentando darle toda la coherencia, el sentido y la emoción que requería. Y no fue fácil.
A fines del año pasado el director del Espacio de Arte de la AMIA, Elio Kapszuk, me llamó para proponerme la tarea. En el 2016 Elio había logrado producir una obra excepcional: un video en el que participaron cien músicos argentinos de los grandes, cantando la canción La memoria, de León Gieco. Ahora tenía la pretensión de lograr algo equivalente, que reuniera actores con escritores argentinos en un texto colectivo que pudiera hablarnos de la pluralidad, la patria, la unión en la diversidad, la democracia, y siempre, siempre, la verdad y la justicia. Yo le dije que era imposible.
Y sin embargo, me puse a la tarea. Kapszuk es un productor, un genial productor, y parte de su tarea es, precisamente, persuadir a la gente con la que trabaja de que lo imposible tarda un poco más pero también se logra. Sin muchas esperanzas comencé, entonces, a buscar las citas, tratando de olvidarme de las dificultades para coordinarlas.
Primero pensé que encontrar frases sobre esos temas sería sencillísimo, puro y simple google sin grandes esfuerzos de lectura. Para eso tenemos hoy los múltiples sitios de Internet que publican citas y frases célebres de gente conocida. No había más que fijarse en esas páginas, cortar y pegar. Pero enseguida me encontré con dos grandes problemas. En primer lugar, la mayor parte de los escritores argentinos, (y es más complicado todavía el caso de las escritoras) no figuran en los sitios de citas (Borges, por supuesto, es una de las excepciones). En segundo lugar, yo estaba intentando trabajar con escritores de ficción, y las citas que encontraba estaban tomadas de sus cuentos o sus novelas: no me servían para mis fines. Eran frases hermosas, poéticas, llenas de dudas perturbadoras (los mejores escritores de ficción no son los que creen detentar y difundir la supuesta “sabiduría”). Pero no eran lo que necesitábamos para expresar nuestros sentimientos frente al atentado de la AMIA: el amor y la esperanza en relación con la patria que tenemos y la que queremos, el horror, el dolor, la necesidad siempre presente de verdad y justicia.
Me puse a hojear los libros de cuentos y novelas de los escritores que me interesaban y terminé de convencerme de que nunca encontraría por esa vía el tipo de material que estaba buscando. Necesitábamos opiniones, definiciones claras, palabras que intentaran trabajar sobre el mundo en forma mucho más evidente y más directa de lo que intenta la ficción. Tuve una especie de revelación: ese material existía y no era inaccesible, pero no estaba en los libros de los autores sino en las entrevistas, las notas en medios periodísticos, las conferencias y los discursos.
Y entonces, cuando empecé a encontrar algunas citas que podría serme útiles, surgió un problema de conciencia. ¿Era posible, era decente recortar esas frases, extraerlas del contexto para usarlas en la redacción de un texto que sus autores jamás habían imaginado? ¿Estaba bien usar textos de escritores muertos, que ya no podían defenderse o impugnarme, para inventar el guión de una performance con el que quizás no hubieran estado de acuerdo? En ese punto, renuncié. Lo llamé a Kapszuk y le dije que no podía hacerlo, que era tramposo, absurdo y yo no quería participar de ninguna manera.
Pero Elio Kapszuk, ya lo dije y no me queda más opción que repetirlo, es un genial productor. Es paciente, tranquilo y convincente. Y sabe hablar, hablar, hablar de aquello en lo que cree, en lo que imagina, con tanto entusiasmo, con tan profunda convicción, que sus palabras son capaces de dibujar sus sueños en el aire. Escuchándolo, de pronto comprendí que componer ese texto no solo era posible sino que era aceptable y era bueno. Que ninguno de esos escritores se hubiera negado a participar en un video pidiendo justicia por el atentado de la AMIA. Y que yo tenía suficiente sensibilidad y capacidad como para ser cuidadosa con sus palabras (es todo lo que los escritores tenemos) y no traicionarlas.
Perfecto, entonces. Ya sabía que esas frases debían existir, sabía dónde y cómo buscarlas: ahora había que realizar la tarea. Pero tenía conciencia de que la búsqueda, cuyo resultado todavía no estaba definido, sería larga y difícil, una tarea full-time que yo no tenía tiempo de hacer en ese momento porque debía atender otros compromisos. Y que no podía hacer cualquiera. Se necesitaba una persona inteligente, sensible, con criterio propio, que supiera de literatura y entendiera en qué consistía el trabajo.
En todo sentido, en cada uno de sus aspectos, el video de El libro de la memoria fue una tarea colectiva. Y aquí es donde entra Daniel Lipara, mi asistente. Daniel Lipara es joven, es poeta, es estudiante de Letras, y su colaboración se me ha vuelto imprescindible. Sabe de qué se trata. Salvo en escribir mis libros, me ayuda en todo lo demás. Fue él quien dedicó horas y horas a investigar, a leer largas entrevistas y conferencias, a buscar y finalmente encontrar todas las frases que componen el texto del video y por supuesto muchísimas otras. Propuso muchos escritores en los que yo no había pensado y amplió la cantidad de temas con los que estábamos trabajando. El resultado fue una enorme cantidad de frases y citas, todas pertinentes, entre las que pude elegir.
Curiosamente, cuando tuve listo todo el material, el armado final del texto fue bastante fácil. Después de varios meses de estar pensando en el tema y leyendo las frases de los escritores a medida que iban apareciendo, identifiqué muy rápido lo que necesitaba y no tuve dificultades en combinarlo de manera que tuviera todo lo necesario: además de coherencia y sentido, una progresión, un crescendo emocional que nos llevara casi naturalmente a nuestro reclamo. Por supuesto, ver el video terminado fue una sorpresa adicional. Es increíble (o tal vez no) cómo la interpretación de grandes actores modifica un texto, lo reinventa, lo toma, juega con él y vuelve a lanzarlo transformado y vibrante a la cara del mundo.
A los escritores que figuran en este texto los he leído desde siempre, los he leído toda la vida, aunque nunca los conocí personalmente, son mis amigos, son mis hermanos, son parte de mí. Y me alegro muchísimo de que puedan estar hoy con nosotros, ayudándonos a exigir lo que es justo y necesario, con toda la fuerza de la inteligencia, el sentimiento y la razón.
El texto completo
La Patria, amigos, es un acto perpetuo como el perpetuo mundo. ( Aunque) nadie es la patria, pero todos lo somos (Jorge Luis Borges). (Por eso), sepamos unirnos para construir una sociedad más justa, donde el hombre no sea el lobo del hombre, sino su hermano (Rodolfo Walsh). (Donde) los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera (José Hernández). Una Argentina que lucha por su destino, y que padecemos orgullosamente los que la amamos. El porvenir de esa criatura depende de nosotros, y muy particularmente de las nuevas generaciones (Leopoldo Marechal).
(Nuestro país) tiene las magníficas cualidades de un pueblo joven en expansión (María Rosa Oliver). (Y) la conciencia del pueblo sabe adónde va aunque lo ignore cada uno de los individuos que lo componen (Scalabrini Ortiz). Es imposible que el ser humano deje de sentir la necesidad de pelear contra la injusticia y de defender la dignidad (Juan Gelman).
Porque únicamente la democracia puede preservar a un pueblo del horror (Ernesto Sábato). El escepticismo es un lujo de minoría. Que nada ni nadie nos haga renunciar a nuestros ideales. (Roberto Arlt). Y los ideales son la única forma de saber que estamos vivos (Osvaldo Soriano).
Mucha gente no corresponde con esa idea del argentino que nos hacemos, pero siempre tiene que ser así; no somos muñecos hechos de un mismo molde (Adolfo Bioy Casares). Cada uno de nosotros tiene derecho a ser diferente. Y de nuestro derecho a ser diferente emana la obligación que tienen todos los demás, de respetar y alentar y amar nuestras diferencias (Carlos Grünberg; modificado el “mi” por “nosotros”). Hay que romper, como Abraham, una y otra vez los ídolos. Respetar el modo de ser, de pensar, de sentir y de vivir de cada otro (Eliahu Toker). (Y saber que) cada uno es responsable por toda la libertad, por toda la solidaridad, por toda la dignidad, por toda la justicia y por todo el amor en el mundo (Aída Bortnik).
La libertad no tiene nombre, no tiene estatua ni parientes. La libertad es feroz (Raúl González Tuñón). (En nombre de esa libertad), necesitamos llevar hasta sus límites más extremos las posibilidades de la imaginación en todos los campos (Julio Cortázar). Todo censor es un ladrón de nuestro derecho a la imaginación, que debería ser constitucional (María Elena Walsh). Pero sin olvidar que la libertad no se puede concebir, si no es algo que se sustenta en la responsabilidad (Martha Mercader).
El momento presente no tiene más fundamento que su parentesco con el pasado (Juan José Saer). Por eso es tan importante divulgar nuestra historia y conocer el pasado para comprender el presente (Martha Mercader). (Siempre con la verdad). Porque el mundo ya no importa si uno no tiene fuerzas para seguir eligiendo algo verdadero (Julio Cortázar): la mentira origina el miedo y el miedo la mentira (Silvina Ocampo).
A veces el motor que empuja la vida hacia delante es el estar absolutamente convencido de que el camino por el que se va es seguro, que las verdades por las que se lucha son esencialmente verdades (Héctor Tizón). La memoria, al elegir lo que conserva y lo que desecha, no sabe de casualidades (Osvaldo Soriano). Sólo está muerto aquello que definitivamente hemos olvidado (Tizón). El tiempo pasa con su escoba de olvidar y algunos la agarran. No es difícil barrer los recuerdos que las circunstancias tornan molestos (Juan Gelman).
Y sin embargo, somos nuestra memoria (Borges). Dime qué recuerdas y te diré quién eres (Victoria Ocampo). Solo una cosa no hay: es el olvido (Borges).
El 18 de julio de 1994 se acabó el sueño, comenzó la pesadilla. Vociferan los escombros y el agua incolora, inodora, insípida, arrastra ahora espanto y sangre (Toker) (Veintitrés años después) solo quedamos esperando una sonrisa, un gesto. Ese silencio hace despertar en nosotros la esperanza de que tal vez, un día, ya no existan los enemigos (Luis A.Spinetta). (Veintitrés años después) no nos mueve el resentimiento ni el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia (Sábato).
¿Son utopías? ¿Asignaturas pendientes? No importa el nombre que se les dé. Son deudas que tenemos con nosotros mismos (Soriano). Argentina se simboliza en dos tiras celestes y una blanca: como si dijera ¡justicia, paz, justicia! (Sarmiento). Por eso, (veintitrés años después), estrictamente ese trabajo, ese deber: la justicia (Leónidas Lamborghini). Solo una cosa no hay: es el olvido (Borges).
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